Capítulo 21
El
sonido de rápidos y nerviosos pasos llegó a mis oídos poco antes de que la
puerta de mi despacho se abriera. Mis dedos terminaron de girar el fino
cilindro que sujetaban.
- Señor hemos… - el silbido del arma me
provocó un escalofrío placentero. Yura se derrumbó sin pulso sobre mi alfombra
persa.
- ¡Hasta muerto no haces más que manchar mis
muebles con tu mierda! – Escupí, encendiendo un cigarrillo.
- ¿Señor se encuentra…? ¡Yura! – Liosha se
inclinó sobre Yura mientras Andrey se acercaba con cautela hacia mí.
- ¿Hay noticias de Katia? – Andrey se
movió nervioso.
- Sí señor… llamó hace un rato…
- ¿Y?
- Está hecho señor. Llegaran en un par
de horas.
- Bien… Por fin alguien que sabe hacer
su trabajo. Y ahora saca esta basura de mi despacho. Cuesta mucho limpiar la
sangre del parqué…
***
-
Laura… - Max no dejaba de tocarme por todas partes y yo ya no sabía qué hacer
con la ropa. Acabábamos de llegar a la habitación y nuestras manos no dejaban
de cruzarse intentando deshacerse de la ropa de la otra. Nunca antes me había
sentido así. Eufórica y cálida… y sí, terriblemente excitada. Pero sobretodo
feliz.
-
Estate quieta de una vez y déjame desnudarte. – Reí, agarrando sus manos sobre
su cabeza cuando nos dejamos caer sobre la cama. – Así está mejor…
-
No es justo. – Se quejó entre besos.
-
No tiene que serlo… - Sus pantalones estaban finalmente desbrochados cuando
unos ruidos bruscos nos hizo dejar de besarnos. - ¿Qué es…? – Asustándome de
muerte, me aferré a Max cuando alguien a quién no quería volver a ver nunca más
entró en la habitación de golpe, atrancando la puerta tras de sí. William
estaba hecho una mierda.
-
¡Tú! ¡Tú! – Escupía, tambaleándose como pudo hasta nosotras. No sabía si se
refería a mí o Max. - ¡Eres una puta mentirosa! ¿Desde cuándo? – Max fue a
levantarse enfadada pero yo la retuve.
-
¿Desde cuándo qué William? – Pregunté molesta.
-
¿Desde cuándo me la pegas con esta… esta furcia? – Soltó con furia.
-
¡No te atrevas a hablar de esa forma sobre Max! ¡Ella es la mujer más asombrosa
que he conocido en mi vida! Ella es muy diferente a ti…
-
¡Já! – Se jactó. - ¡No tienes ni puta idea de lo que estás hablando Laura! ¡Esa
perra rencorosa sólo está jugando contigo! – Fuera de la habitación se oían los
gritos de los hombres intentando echar la puerta abajo. William estaba cada vez
más nervioso. – Ella sólo te usa porque yo no…
-
¿Por qué tú no qué William? – Grité furiosa. - ¿Por qué ya no te la tiras más?
¿Es eso? – William pareció asombrado por mis palabras. - ¿Cómo cojones crees
que nos conocimos?
-
Laura… - Dijo Max, levantándose un poco de la cama.
- ¡No
Max! ¡Ya estoy harta! – Terminé de levantarme de la cama y me coloqué delante
de un maltrecho William. Olía a sudor y sangre y su cuerpo temblaba por los
ruidos a su espalda. Vi como miraba rápidamente hacia la ventana abierta y me
interpuse en su camino, sabiendo que quería huir. – No William, por una vez en
tu vida vas a afrontar tus errores. El primero… - Con toda la fuerza que pude,
le di un puñetazo en la barbilla, siseando de dolor cuando mi mano registró el
golpe. – Esto es por tratarme sin ninguna clase de respeto durante todo nuestro
matrimonio, que por si no lo sabes, hace ya tiempo que se ha acabado. – William
se tambaleó, pero me miró con rencor. - ¿Creías que nunca sospeché? Max… - La
señalé. – lo único que hizo fue asegurarme lo que yo ya sabía. ¡Estás enfermo!
- Qué
poco tardaste en meterte en la cama con mi mujer, Maxi… - Empujándole con
fuerza, William cayó al suelo.
- ¡No
tienes ningún derecho a opinar sobre esto! ¡Max tuvo los huevos que tú no
tuviste para decirme lo que había hecho contigo! Ella te dejó, pedazo de
mierda, cuando se dio cuenta de que estabas casado. Si hubiera sido por ti, seguro
que habrías seguido estando no sólo con ella, si no con todas las demás… ¡Me
das asco!
-
¡Puta desgraciada! ¡Has arruinado mi matrimonio! ¡Has puesto a mi mujer en mi
contra! – Le escupió a Max, justo cuando la puerta se venía abajo y varios
hombres se echaron sobre él.
-
No William… Tú sólo te has hundido en la mierda. – Entre gritos y disculpas,
los hombres de Félix noquearon a William y se lo llevaron de la habitación. Sentándome
de nuevo en la cama, miré a Max sombrándome de lo que encontré allí. Pena. - ¿Max?
-
Tiene razón Laura…
-
Max…
- ¡No!
Todo sido culpa mía. Tal vez si yo no hubiera salido con William, tú y Kyle
estarías bien… Si yo no hubiera empezado a meter las narices tal vez…
-
¡Basta! – La callé, molesta. – ¡Tú no tienes la culpa de nada Max! William me
habría seguido engañando lo hubiera sabido o no. Habría seguido manteniendo
tratos con la mafia y Kyle y yo podríamos haber acabado a merced de alguna de
esas bandas sin saber por qué… Tú nos has salvado, cariño. – Max bajó la
mirada, incómoda, y yo le acaricié la mejilla con adoración. – No sé qué habría
sido de nosotros sin ti, Max… Tú me has enseñado que hay algo más que esperar
de la vida. Tú. Y nadie más… - besé con delicadeza los labios de Max, maravillándome
nuevamente con los pequeños aleteos que aparecieron en mi vientre al hacerlo. –
Te amo, Max. ¿Y sabes qué? No hay día en el que me levante que no de las
gracias porque mi marido… perdón, exmarido, fuera un desgraciado mentiroso. Porque
gracias a eso, tú ahora formas parte de mi vida y la de Kyle y no podría ser
más feliz…
-
Laura… - él sonido de un móvil nos sorprendió a ambas. A su lado, Max tenía un
pequeño móvil negro que no dejaba de sonar. – Qué raro… yo no… - Max miró a su
alrededor, preocupada. - ¿Es tuyo?
-
No… Tal vez alguno de los hombres de Félix lo haya dejado aquí…
-
Ninguno de ellos usan móviles para que no los localicen… - Con cuidado, Max
tomó el móvil y miró la pantalla. – Número privado… - respirando profundamente,
Max descolgó. - ¿Diga?
***
- Es un placer hablar con usted, señorita
Kowalski. Espero que mi polaco no esté tan oxidado ya que será como quiero que
me responda, ¿Está claro? – Un escalofrío me recorrió por entero.
- ¿Quién… quién es usted? – Una risa sorda
llegó desde el otro lado del teléfono.
- Oh, ¡Qué maleducado! Mi nombre es Mijaíl,
aunque usted puede llamarme Misha.
- ¿Y qué es lo que quiere? – Veía como Laura me miraba alarmada a mi lado, escuchándome
hablar en otro idioma.
- Usted sabe muy bien lo que quiero, señorita
Kowalski. Quiero al inútil de su novio. Me da igual si me lo trae entero o en
pedacitos, pero lo quiero delante de mí esta misma noche, antes de que mi…
asuntos, sean de conocimiento de sus nuevos amigos.
- ¿Por qué cree que voy a ayudarle? Yo
no tengo nada que ver con los tratos que mantuvieron…
- Oh, señorita Kowalski, me ayudará. Algunos
de mis hombres fueron demasiado estúpidos pensando que usted sólo era otro de
los juguetes del señor Johnson, pero yo sé que no señorita Kowalski… Sé que a
usted no le preocupa la seguridad del señor Johnson, pero su familia… humm… su
familia ya es otra historia…
- ¡Su familia no tiene nada que ver con
esto! – grité, furiosa, asustando aún
más a Laura.
- Lo sé, señorita Kowalski, créame que lo sé.
Pero en mi país tenemos la costumbre de que si un hombre, digamos, no salda su
deuda… alguien de su familia lo hará por él…
- Si intenta amenazarme con…
- Oh, por supuesto que no, señorita Kowalski.
Aquí sólo estamos hablando. Al menos, hasta esta noche… entonces, dejará de ser
su problema y empezará a ser el de otra persona…
- ¿A qué se refiere? – Una risa espeluznante llegó desde el otro lado.
- Su padre fue bastante luchador, señorita
Kowalski, aunque al principio no lo
parecía. – No… no es verdad… - Se nota la fuerza en la sangre del este, ¿no
es así? Sobre todo, cuando hay que proteger a los más pequeños de la manada… -
No… - Un niño valiente, al contrario que
su padre… Sería una lástima que pagara por sus errores, ¿no le parece?
- No le creo… no…
-
¡¿Max?! ¡¿Max eres tú!? – Noté como mis lágrimas
comenzaron a caer cuando escuché los gritos de Kyle. - ¡El hombre malo ha hecho
daño a Bart y…! – El fuerte sonido de una bofetada y el llanto de Kyle me
hicieron apretar los dientes con fuerza. Me sentía impotente. – Le espero a media noche en el muelle 39 con
el paquete. Y no quiero a ninguno de esos pulgosos latinos con usted. Si no, el
chico y el viejo dormirán con los peces. – La línea se cortó, dejándome momentáneamente
en blanco.
-
¿Max? ¿Qué ocurre? – Me preguntó Laura, preocupada.
-Nada…
sólo era… una prima mía de Polonia. No me cae muy bien… - Recé con todas mis
fuerzas para que no notara mi mentira. Pero no podía decírselo… sencillamente
no podía.
-
Pero… dijiste que ese móvil no era tuyo…
-
Se me olvidó… con todo este jaleo se me olvidó que Félix me dio un móvil antes…
debería quitarle mi tarjeta. Se supone que estoy muerta… - Abrí el móvil y le
saqué la tarjeta, descartándola rápidamente. – Listo. Será mejor que baje. Puede
que me necesiten…
-
No, no lo hacen…
-
No quiero que se propasen con William. – Expliqué. Aun así, Laura seguía con el
ceño fruncido y la mirada preocupada. – Nos vemos en la cena. ¡Rita hace unas
empanadillas de muerte! – A toda prisa, hui de la habitación y bajé las
escaleras. Metiéndome en la primera sala que vi vacía. Una vez dentro me
derrumbé. – Dios, Kyle…papá…
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