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lunes, 13 de julio de 2015

Oculta Entre Las Sombras Capítulo 27

CAPÍTULO 27



Estaba terminando de guardar unos papeles en mi maletín cuando noté que el móvil vibraba en mi bolsillo. Fruncí el ceño molesto y saqué el móvil asqueado.

- MacAdams. – Respondí, sin mirar la pantalla.

- George, amigo mío. – La irritante voz de William me llenó los oídos y no pude evitar la mueca molesta que se dibujaba en mi cara cada vez que estaba solo y escuchaba su voz. – Necesito que vengas hoy a casa para arreglar unos papeles importantes. –Cerré con fuerza el maletín con un golpe sordo.


- Lo siento Will, son más de las nueve y tengo que llegar pronto a casa para terminar la cesión de derechos de Caulfield & Son si lo quieres para la próxima semana… - Respondí con la mayor frialdad que pude. Ya había acabado a cesión de derechos, pero tenía que ir a casa para cerciorarme que todo lo que me relacionase con Bill desaparecía. El móvil que usé era desechable, pero si lo llegan a encontrar en mi casa…

- Oh, esto es mucho más importante, George. – Dijo Will firmemente. – Mis padres están aquí y me temo que se van mañana. Es necesario que sea esta noche. – Apreté los dientes con fuerza. Me estaba obligando a ir de forma cortés. Está bien. Si su Excelencia lo desea…

- Estaré allí en media hora. – Le dije sin más, cogiendo mi chaqueta y colocándomela de forma brusca.

- Perfecto. – Colgué el móvil con frustración, con un deseo casi incontenible de tirarlo por la ventana. Tenía que relajarme, tenía que serenarme si quería que todo saliera bien.

Saqué mi cartera del bolsillo trasero de mi pantalón y saqué una vieja fotografía estropeada por el paso del tiempo y la cantidad de veces que me había pasado observándola. Era mi ritual… como cuando aún seguía viva… ver su sonrisa y sus decididos ojos castaños… mi alma gemela… mi amor…

Después de tantos años aun no podía creer que Deborah no estuviera… cuando cerraba los ojos aun podía ver a esa chica fuerte y con carácter que le pateaba el culo a todos los que osaran cruzarse en su camino en la faculta de derecho. Desde que la vi supe que éramos espíritus afines. Su competitividad, su inteligencia, su actitud… éramos iguales… y de repente un día cambió…

Dejó de preocuparse tanto por sus resultados académicos, estaba distraída en clase y dejó de pasarse todas las tardes en la biblioteca, estudiando con énfasis las clases de la próxima semana… yo la observaba desde lejos, extrañado por su cambio tan brusco de actitud. Estaba tan nervioso, que en una de nuestras tutorías, no pude evitar preguntarle.

(Hace 21 años)

- Deborah, ¿Te encuentras bien? Te noto… distraída. – Le pregunté, a la joven promesa que me había robado el corazón hacía unos meses, cuando habíamos comenzado a trabajar juntos en su tesis.

- Lo siento mucho, profesor MacAdams. He estado algo ocupada últimamente. – Me respondió Deborah, con un leve atisbo de rubor.

- ¿Es que hay algo más importante que tu tesis? – Pregunté extrañado. – Creía que lo más importante para ti era el derecho.

- Sí, y lo es, sin embargo… - Deborah pareció dudar y yo no pude evitar colocar mi mano sobre la suya… si tenía algún problema podía contar conmigo. Haría lo que fuera por ella.

- Tranquila Deborah, puedes confiar en mí… si hay algo que te preocupa puedes decírmelo. – Deborah respiró un par de veces profundamente.

- No sé… lo cierto es que me parece… algo estúpido. – Dijo Deborah, bastante colorada.

- Nada de lo que digas me parecerá estúpido. – Le dije sinceramente, apretando suavemente su mano… era tan agradable que me dejara tocarla así…

- Pues… la verdad es… que no sé cómo organizar mi boda. – Dijo al fin, dejándome completamente en shock.

- Tú… ¿Boda? Pero… - Miré de nuevo su mano, sin anillo, y la miré a los ojos. Deborah pareció entender mi desconcierto y sacó de su bolsillo un anillo de compromiso con una esmeralda demasiado grande para considerarse elegante.

- Ya… es que es demasiado grande para llevarlo en la mano. Se lo dije a mi suegra, pero ella se empeñó en que lo llevara siempre conmigo… es una mujer muy insistente…

- Entonces… ¿Te casas de verdad? – Le pregunté, sintiendo como mi corazón se empezaba a romper en mil pedazos. No pude evitar desviar la mirada al cajón de mi escritorio, donde una pequeña caja de terciopelo negro aguardaba impaciente a que la sacara. Tenía pensado pedirle salir a Deborah cuando acabara la tesis… para que nada la distrajera de su futuro… y resulta, ¿que alguien se me adelantó? ¿Pero cómo? Ella no salía con nadie… nunca la he visto con nadie… y ese maldito pedrusco tiene que valer una fortuna… - ¿Quién…?

- Oh, no es de la facultad. Le conocí hace ya casi dos años, aunque llevamos saliendo poco más de 10 meses… puede que le conozcas, es el hijo del hombre de la empresa donde trabajas. – No, no es posible que esté saliendo con ese desvergonzado de Junior…

- ¿Kensington? ¿Te refieres a William Arthur Junior? Pero… es mayor que yo… - No pude evitar decir, apartando mi mano de la suya y apretándolas con fuerza bajo el escritorio.

- Sí, a mi padre no le hizo mucha gracia al principio que me llevara más de ocho años, pero desde que lo conoció dejó de lado la diferencia de edad. ¿No te parece un hombre magnífico? Estuvo viniendo a verme durante todo un año sin que yo le hiciera caso… al final, no pude negarme… - Deborah estaba tan risueña comenzando a contarme como se habían conocido, que no se percató de mi brusco cambio de humor… yo, que había sido tan paciente, que había esperado para no asustarla, sabiendo que mi posición en la universidad y mi edad eran un obstáculo… y ahora resulta que se ha dejado engatusar por ese desvergonzado niño de papá que pronto se cansará de ella…

Esto es una pesadilla…

Apenas  me di cuenta de que la limusina se había detenido frente a la puerta de la mansión Kensington enfrascado en mis recuerdos. Bajé del vehículo acicalándome el pelo para que estuviera perfecto… a esta hora, normalmente ella está en la sala de música o en la cocina… puede que al menos tenga la suerte de verla.

El mayordomo me abrió la puerta y me dijo que me dirigiera directamente a la biblioteca, donde me estaban esperando. Me entristeció no escuchar música en la habitación contigua… Parece que hoy no podré verla bailar… estuvo tan magnifica la otra noche…

Entre en la biblioteca y me extrañé de no encontrarme allí con Will o sus padres. Mis puños se cerraron a mis costados viendo a la persona culpable de todas mis frustraciones. Cerré la puerta detrás de mí, cerrando el pestillo con cuidado, para que no se diera cuenta. Con un poco de suerte tendré la oportunidad de quitarte de en medio…


La señorita Buckley estaba de espaldas a mí, leyendo un libro tranquilamente. Podía notar los vendajes sobresalir de su camiseta y su postura me decía que aún estaba muy dolorida por las lesiones… Empecé a acercarme a ella en silencio, observando su fino y delicado cuello blanco llamarme a gritos silenciosos… Sería tan sencillo… nadie te echará de menos… sólo eres una huérfana entrometida… sólo tendría que apretar un poco… unos segundos, y no podrías defenderte… disfrutaría tanto viéndote morir…

6 comentarios:

  1. Sos malaaaaa Nataliaaaaa!! Como nos haces sufriiiir! Pero ya se están cerrando muchos cabos... Un gusto leerte... Abrazo fuerte desde Argentina :)

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  2. por diosssssss otra vez no , espero q solo sea una trampa para cojerlo con las manos en la masa
    ya te vale mantenernos con esta tension...... me estoy quedando sin uñas ;-)

    M.S(galicia)

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  3. Un giro en la historia, con esto ya todo se aclaro.
    Esperando a q sea mañana. Excelente como siempre.

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  4. Bueno con ese personaje de hoy logramps entender cuantp odio tiene y porq la obsesión de Elizabeth.
    Y por dios porq siempre nos dejas asi????!!! Hasta mañana a comernos las uñas..
    Saludos

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  5. Que suspenso, me comeré las uñas hasta el capítulo de mañana, como siempre es un placer leerte Natalia, gracias por publicar aún encontrandote de vacaciones.
    México

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  6. Vaya vaya....el viejo verde esta obsesionado con la hija ahora?...eso si que es nuevo, va mas alla de la venganza. Me parece que quiere reivindicarse y ser feliz con la hija ya que no pudo serlo con la madre.
    Saludos Bella, desde Argentina

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