CAPÍTULO 27
Estaba
terminando de guardar unos papeles en mi maletín cuando noté que el móvil
vibraba en mi bolsillo. Fruncí el ceño molesto y saqué el móvil asqueado.
-
MacAdams. – Respondí, sin mirar la pantalla.
-
George, amigo mío. – La irritante voz de William me llenó los oídos y no pude
evitar la mueca molesta que se dibujaba en mi cara cada vez que estaba solo y
escuchaba su voz. – Necesito que vengas hoy a casa para arreglar unos papeles
importantes. –Cerré con fuerza el maletín con un golpe sordo.
-
Lo siento Will, son más de las nueve y tengo que llegar pronto a casa para
terminar la cesión de derechos de Caulfield
& Son si lo quieres para la próxima semana… - Respondí con la mayor
frialdad que pude. Ya había acabado a cesión de derechos, pero tenía que ir a
casa para cerciorarme que todo lo que me relacionase con Bill desaparecía. El móvil
que usé era desechable, pero si lo llegan a encontrar en mi casa…
-
Oh, esto es mucho más importante, George. – Dijo Will firmemente. – Mis padres están
aquí y me temo que se van mañana. Es necesario que sea esta noche. – Apreté los
dientes con fuerza. Me estaba obligando a ir de forma cortés. Está bien. Si su Excelencia lo desea…
-
Estaré allí en media hora. – Le dije sin más, cogiendo mi chaqueta y colocándomela
de forma brusca.
-
Perfecto. – Colgué el móvil con frustración, con un deseo casi incontenible de
tirarlo por la ventana. Tenía que relajarme, tenía que serenarme si quería que
todo saliera bien.
Saqué
mi cartera del bolsillo trasero de mi pantalón y saqué una vieja fotografía
estropeada por el paso del tiempo y la cantidad de veces que me había pasado
observándola. Era mi ritual… como cuando aún seguía viva… ver su sonrisa y sus
decididos ojos castaños… mi alma gemela… mi amor…
Después
de tantos años aun no podía creer que Deborah no estuviera… cuando cerraba los
ojos aun podía ver a esa chica fuerte y con carácter que le pateaba el culo a
todos los que osaran cruzarse en su camino en la faculta de derecho. Desde que
la vi supe que éramos espíritus afines. Su competitividad, su inteligencia, su
actitud… éramos iguales… y de repente un día cambió…
Dejó
de preocuparse tanto por sus resultados académicos, estaba distraída en clase y
dejó de pasarse todas las tardes en la biblioteca, estudiando con énfasis las
clases de la próxima semana… yo la observaba desde lejos, extrañado por su
cambio tan brusco de actitud. Estaba tan nervioso, que en una de nuestras
tutorías, no pude evitar preguntarle.
(Hace 21 años)
- Deborah, ¿Te encuentras bien? Te noto…
distraída. – Le pregunté, a la joven promesa que me había robado el corazón hacía
unos meses, cuando habíamos comenzado a trabajar juntos en su tesis.
- Lo siento mucho, profesor MacAdams. He
estado algo ocupada últimamente. – Me respondió Deborah, con un leve atisbo de
rubor.
- ¿Es que hay algo más importante que tu tesis? – Pregunté extrañado. – Creía que lo más importante para ti era el
derecho.
- Sí, y lo es, sin embargo… - Deborah
pareció dudar y yo no pude evitar colocar mi mano sobre la suya… si tenía algún
problema podía contar conmigo. Haría lo que fuera por ella.
- Tranquila Deborah, puedes confiar en
mí… si hay algo que te preocupa puedes decírmelo. – Deborah respiró un par de
veces profundamente.
- No sé… lo cierto es que me parece…
algo estúpido. – Dijo Deborah, bastante colorada.
- Nada de lo que digas me parecerá
estúpido. – Le dije sinceramente, apretando suavemente su mano… era tan
agradable que me dejara tocarla así…
- Pues… la verdad es… que no sé cómo
organizar mi boda. – Dijo al fin, dejándome completamente en shock.
- Tú… ¿Boda? Pero… - Miré de nuevo su
mano, sin anillo, y la miré a los ojos. Deborah pareció entender mi
desconcierto y sacó de su bolsillo un anillo de compromiso con una esmeralda
demasiado grande para considerarse elegante.
- Ya… es que es demasiado grande para
llevarlo en la mano. Se lo dije a mi suegra, pero ella se empeñó en que lo
llevara siempre conmigo… es una mujer muy insistente…
- Entonces… ¿Te casas de verdad? – Le pregunté,
sintiendo como mi corazón se empezaba a romper en mil pedazos. No pude evitar
desviar la mirada al cajón de mi escritorio, donde una pequeña caja de
terciopelo negro aguardaba impaciente a que la sacara. Tenía pensado pedirle
salir a Deborah cuando acabara la tesis… para que nada la distrajera de su
futuro… y resulta, ¿que alguien se me adelantó? ¿Pero cómo? Ella no salía con
nadie… nunca la he visto con nadie… y ese maldito pedrusco tiene que valer una
fortuna… - ¿Quién…?
- Oh, no es de la facultad. Le conocí
hace ya casi dos años, aunque llevamos saliendo poco más de 10 meses… puede que
le conozcas, es el hijo del hombre de la empresa donde trabajas. – No, no es
posible que esté saliendo con ese desvergonzado de Junior…
- ¿Kensington?
¿Te refieres a William Arthur Junior? Pero… es mayor que yo… - No pude evitar
decir, apartando mi mano de la suya y apretándolas con fuerza bajo el
escritorio.
- Sí, a mi padre no le hizo mucha gracia
al principio que me llevara más de ocho años, pero desde que lo conoció dejó de
lado la diferencia de edad. ¿No te parece un hombre magnífico? Estuvo viniendo
a verme durante todo un año sin que yo le hiciera caso… al final, no pude
negarme… - Deborah estaba tan risueña comenzando a contarme como se habían
conocido, que no se percató de mi brusco cambio de humor… yo, que había sido
tan paciente, que había esperado para no asustarla, sabiendo que mi posición en
la universidad y mi edad eran un obstáculo… y ahora resulta que se ha dejado
engatusar por ese desvergonzado niño de papá que pronto se cansará de ella…
Esto es una pesadilla…
Apenas
me di cuenta de que la limusina se había
detenido frente a la puerta de la mansión Kensington enfrascado en mis
recuerdos. Bajé del vehículo acicalándome el pelo para que estuviera perfecto…
a esta hora, normalmente ella está en la sala de música o en la cocina… puede
que al menos tenga la suerte de verla.
El
mayordomo me abrió la puerta y me dijo que me dirigiera directamente a la
biblioteca, donde me estaban esperando. Me entristeció no escuchar música en la
habitación contigua… Parece que hoy no
podré verla bailar… estuvo tan magnifica la otra noche…
Entre
en la biblioteca y me extrañé de no encontrarme allí con Will o sus padres. Mis
puños se cerraron a mis costados viendo a la persona culpable de todas mis
frustraciones. Cerré la puerta detrás de mí, cerrando el pestillo con cuidado,
para que no se diera cuenta. Con un poco
de suerte tendré la oportunidad de quitarte de en medio…
La
señorita Buckley estaba de espaldas a mí, leyendo un libro tranquilamente. Podía
notar los vendajes sobresalir de su camiseta y su postura me decía que aún
estaba muy dolorida por las lesiones… Empecé a acercarme a ella en silencio,
observando su fino y delicado cuello blanco llamarme a gritos silenciosos… Sería tan sencillo… nadie te echará de menos…
sólo eres una huérfana entrometida… sólo tendría que apretar un poco… unos
segundos, y no podrías defenderte… disfrutaría tanto viéndote morir…
Sos malaaaaa Nataliaaaaa!! Como nos haces sufriiiir! Pero ya se están cerrando muchos cabos... Un gusto leerte... Abrazo fuerte desde Argentina :)
ResponderEliminarpor diosssssss otra vez no , espero q solo sea una trampa para cojerlo con las manos en la masa
ResponderEliminarya te vale mantenernos con esta tension...... me estoy quedando sin uñas ;-)
M.S(galicia)
Un giro en la historia, con esto ya todo se aclaro.
ResponderEliminarEsperando a q sea mañana. Excelente como siempre.
Bueno con ese personaje de hoy logramps entender cuantp odio tiene y porq la obsesión de Elizabeth.
ResponderEliminarY por dios porq siempre nos dejas asi????!!! Hasta mañana a comernos las uñas..
Saludos
Que suspenso, me comeré las uñas hasta el capítulo de mañana, como siempre es un placer leerte Natalia, gracias por publicar aún encontrandote de vacaciones.
ResponderEliminarMéxico
Vaya vaya....el viejo verde esta obsesionado con la hija ahora?...eso si que es nuevo, va mas alla de la venganza. Me parece que quiere reivindicarse y ser feliz con la hija ya que no pudo serlo con la madre.
ResponderEliminarSaludos Bella, desde Argentina