PARTE VI
Tenía el cuerpo dulcemente entumecido, y a pesar del
calor que entraba por la ventana abierta, nunca me había sentido tan cómoda
durmiendo.
Aun teniendo los ojos cerrados, intenté recordar el
maravilloso sueño que había tenido… las caricias, los besos…sus manos y su
lengua sobre mí… Dios, había sido magnífico, tan magnífico que parecía real…
sentí un escalofrío recorrerme por entero cuando mis muslos se mojaron de
nuevo, recordando tan solo un…
Sin darme cuenta, me estaba apretando contra mi
almohada, intentando inconscientemente abrazar el sueño de nuevo, haciendo que
el objeto, que supuestamente es inanimado, soltara un quejido soñoliento.
Mis ojos se abrieron al instante, encontrándome a
escasos centímetros de un precioso pezón rosado, suave y liso, compañero del
mismo que me hacía de almohada bajo mi mejilla. Mis manos, aferradas con fuerza
tras sus hombros, y mis piernas, enroscadas de manera natural entre las suyas,
no daban lugar a ningún espacio entre nosotras.
¿Fue real?
¿Lo de anoche no fue un sueño? Cristina
se movió ligeramente debajo de mí, apretando su muslo contra mi
poco común empalme matutino, arrancándome un gustoso gemido de sorpresa. Sus
brazos estaban cerrados en mi espalda, por lo que en cuanto me alcé un poco
para evitar despertarla, su agarre se apretó, acompañado de una
ligera sonrisa, aun con los ojos cerrados.
- ¿Pretendes hacer una escapada silenciosa, rubita? – Preguntó, con la voz ronca aún por el sueño. Sin embargo, aunque obviamente lo
decía en broma, había algo en su tono que me decía que había algo mal… Piénsalo Nat, tu anoche apenas te tomaste un
par de copas y casi ni tocaste la cachimba… ella sin embargo, fumó y bebió
bastante más… tal vez… ella sólo te beso en el armario por estar colocada… y
luego una cosa llevó a la otra… obviamente ella no se iba a negar en su
estado de pasar una noche divertida… mira lo rápido que se fue con la rubia de
la discoteca… y acababa de conocerla… y tú vas, y te quedas dormida encima de
ella, como una lapa molesta… y para más inri, te empiezas a frotar contra ella
por la mañana… ¡Seré imbécil!
- No, sólo quería bajar la persiana, entra mucha
calor. – Le dije, deslizándome fuera de sus brazos en un rápido movimiento, que
acabó por desperezarla. Mientras bajaba la persiana, pude oír cómo se erguía en
la cama y se sentaba. Al girarme, la pude ver de espaldas a mí… buscando por la
habitación las desperdigadas piezas de ropa. Yo misma me asombré de ver mi
sujetador en la parte alta de mi armario, colgando de una de las esquinas
peligrosamente… y sus pantalones estaban pillados por la puerta del baño… Dios, sí que estuvimos ansiosas anoche…
- ¿te importa que use tu ducha? – Me preguntó, sin
girarse. La notaba exageradamente distante… ¿Cómo
es posible que me trate así después de haberse acostado conmigo? ¿Es que para
ella no ha significado nada?
- No, claro que no… tienes toallas limpias bajo el
lavabo. – Le dije con sequedad. Me sentía dolida, estúpida y horriblemente
mareada. El ambiente estaba muy tenso, así que cogí de mi mesita de noche ropa
interior limpia para mí, y nueva para ella. – ten, puedes usar esto. – Le dije,
soltando el paquete de braguitas en la cama, y saliendo rápidamente de la
habitación. Una vez fuera, corrí hacia la habitación de mi madre y me metí en
su baño.
Ya en la seguridad del blanco baño, solté la ropa
interior en el bidé y me metí rápidamente en la ducha. No pensé en nada los
tres minutos que duró mi ferviente lavado con agua fría hasta que salí y me
envolví con la toalla. Entonces una bombillita de furia, rencor e ira, se
encendió en mi interior. ¿Pero quién coño
se ha creído? ¿Se cree que puede tratar a una chica así después de acostarse
con ella? ¡Pues conmigo no! No tiene ningún derecho… ¡y menos yo! Que estoy…
- Enamorada de ella… - Suspiré, al tiempo que una
lágrima rebelde corría por mi mejilla. Me lavé la cara con fuerza y me peiné
rápidamente. No sabía lo que le iba a decir, pero fuera como fuera no podía
dejar que se fuera sin más, desapareciera de mi vida y todo se quedara en un
polvo de una noche. Salí del baño rápidamente, sin importarme ir sencillamente
en ropa interior… Total… hasta hace tan
solo unos minutos ambas estábamos en pelota picada…
Entré en mi dormitorio con decisión, preparada para…
no sé, echarle la bronca al menos, pero nada más entrar, me quedé de piedra. Cristina,
con el pelo mojado recién salida de la ducha, estaba completamente desnuda, de
espaldas a la puerta, sujetando el paquete de braguitas como si fuera un objeto
preciado.
Puede que lo que me dejara inmóvil en un principio
fuera su explosiva desnudez, pero fueron sus ojos llenos de lágrimas los que
borraron mi ira de un soplo. Al notar mi presencia, se secó rápidamente las
lágrimas y me tendió el paquete molesta.
- Yo uso una cuarenta, tienes el culo demasiado
pequeño para mí. – Me dijo, con la voz algo rota. Sin mediar palabra, agarré el
paquete y lo volví a meter en el cajón.
- Yo no tengo la culpa de que seas una culona… además,
ayer no pareció importarte que tuviera el culo pequeño. – Noté como el vello de
mis brazos se erizaba al recordar como sus manos me había aferrado con ganas la
noche anterior…
- ¡Yo no soy una culona! ¡Tengo el culo perfecto! ¿Y
tú qué? Deberías comenzar a usar sujetadores de tu talla, porque los melones se
te salen por todas partes. – Me dijo, fijando su mirada sobre mis pechos, que
ahora estaban encerrados en uno de mis sujetadores más ajustados. Noté como mis
pezones se endurecían de inmediato, al sentir su mirada sobre ellos… tampoco se
me escapó que los suyos estaban igual de duros, y ya hacía tiempo que había
salido de la ducha…
- Cierto… es perfecto. – Le dije, acercándome a ella.
Había partes de su cuerpo que estaban enrojecidas, pero no parecía haberse
duchado con agua caliente… No, no…
señorita Hidalgo, usted está caliente por otra cosa. – Y gracias por el
insulto. Es el más bonito que me han hecho nunca… - Llevé mis manos a mi
espalda y desaté mi sujetador, sintiendo un placer casi inhumano al sentir de
nuevo mis pechos libres de la opresión. Vi como sus ojos pasaban del deseo al
nerviosismo.
- ¿Qué haces? – Preguntó con voz temblorosa, al ver
que también me sacaba las bragas.
- Algo que al parecer tú no te atreves a hacer. – La
empujé sin esfuerzo sobre la cama y me senté a horcajadas sobre ella, sintiendo
mi interior calentarse de nuevo al sentir su fresca piel de nuevo en contacto
con la mía. Me incliné, y me quedé a pocos centímetros de su rostro. – Cristina…
¿Qué fue para ti lo de anoche? – Instintivamente, sus manos había rodeado mis
piernas, cerca de mi cadera, facilitándome la posición. No huye… pero tampoco responde… ¿de qué tienes miedo? - ¿Cristina?
- Humm… lo de anoche… fue… - apartó su mirada de mí,
pero aparte de eso no se movió. - ¿Por
qué me torturas? Anoche estábamos colocadas… es normal que…
- Yo no. – Dije inmediatamente, haciendo que sus ojos
volviera a anclarse a los míos. – Anoche, cuando me besaste en el armario…
estaba completamente lúcida… pero entiendo que para ti no fue igual… - Dije con
cierto pesar, recordando el sabor a alcohol y María en los primeros besos.
- Pero entonces… tú anoche… - Tartamudeó, extrañada. Yo
sencillamente, cogí aire y me preparé para tirarme al vacío.
- Anoche, dejé que una chica con la que llevo
obsesionada desde que la conozco, me hiciera el amor por primera vez, como una
mujer. – Dije, notando mis mejillas calientes, pero sin apartar mi mirada de la
suya.
- Pe-pero… a ti, no te gustan las mujeres. – Dijo,
intentando entender. Yo suspiré con fuerza y agarré una de sus manos, enterrándola con cierta vergüenza entre mis muslos. Al sentir sus rígidos dedos asustados
sobre mí, tuve que morderme el labio para evitar mover las caderas contra su
mano.
- ¿Te parece esto normal para una chica a la que no le
gustan las mujeres? – Cristina cogió aire con fuerza, y en menos de dos
segundos, me agarró la nuca con la otra mano y me besó con voracidad, moviendo
ligeramente sus dedos contra mi vergonzosamente hinchado y húmedo clítoris. Al separar
sus labios de los míos y comenzar a bajar por mi mentón, dijo contra mi
garganta entre besos y mordidas.
- Joder Natalia, estás empapadísima. – Gruñó asombrada,
llegando a alcanzar mi pecho izquierdo entre
sus dientes.
- Ahh… es que… me gustas… muchísimo… - Dije entre
jadeos, sosteniendo su cabeza contra mi pecho. Dios, apenas había comenzado a tocarme y ya estaba a punto de correrme. – Oh
Dios… me voy a correr… - Noté como guiaba mi mano entre sus piernas, y al notarla
tan dura y mojada comencé a sentir como mi cuerpo se abandonaba.
- Yo también te… ¡Ahhh! – Con nuestras manos entre
nosotras y nuestros brazos aferrándose con fuerza a la otra, nos dejamos llevar
juntas, cayendo agotadas sobre la cama, aferradas igual que la noche anterior. Casi
vuelvo a caer en un sueño profundo… creo que tengo un serio problema si cada
vez que me tiro sobre ella acabo babeándole encima mientras duermo. Intenté apartarme,
pero ella me retuvo entre sus brazos. - ¿Otra vez intentando huir? – Preguntó,
esta vez sin miedo, besando mi nariz.
- No… solo que… no quiero aplastarte… anoche tuviste
suerte de no morir asfixiada… - Le dije, arrugando la nariz, al notar como me
daba un pequeño lametón en la punta.
- No digas chorradas… nunca antes había dormido tan
bien… cualquiera se sentiría afortunado de tenerte desnuda encima, aferrada como
un osito de peluche. – Enfatizó la última palabra pellizcando mis costados,
dando como resultado una anguila escurridiza.
- ¡Para, para! – Dije, riéndome de dolor. Le sujeté
las muñecas para que dejara de torturarme y le mordí el labio inferior, sin
alejarme ni un centímetro de ella. - ¿Yo también te…? – Pregunté, delineando
sus labios con mi lengua, con infinita parsimonia.
- Humm… me
gustas. – Dijo como un tomate. Yo me reí sobre sus labios, continuando con mi
degustación.
- Tranquila Cristina… yo también te… - Ella me miró
con intensidad. - … Me gustas. – Le dije, sacando la lengua.
- ¡Serás! – Comenzamos de nuevo una pelea de
cosquillas cuando la puerta de mi habitación se abrió de par en par.
- ¿Natalia, cielo, has visto a Cristina? Su madre la
está… ¡AHHH! – Ambas nos tapamos rápidamente con lo primero que tuvimos a mano.
Miré a mi madre con miedo, viendo cómo se tapaba los ojos con una mano,
mientras con la otra se abanicaba sin parar. No tenía ni idea de qué decir, y
para empeorar las cosas, la madre de Cristina apareció asustada por el grito de
mi madre en la habitación.
- ¿Qué ha sido…? ¡Oh! Cielo Santo… - Dijo la madre de
Cristina, entre divertida y asombrada. – ¡Por fin tendré una consuegra con la
que me lleve bien! – Dijo con ilusión, haciendo caso omiso a la ansiedad de mi
madre. – Oh, vamos, no te preocupes, te enseñaré un par de folletos muy buenos
sobre ser madre de hijos sexualmente abiertos… es muy educativo. – La madre de
Cristina se llevó a mi madre del cuarto a rastras, aunque antes de cerrar nos
giñó un ojo. – Dadnos unos minutos y bajad… vestidas. – Cuando cerró la puerta,
hundí mi cara en el cuello de Cristina, gimiendo de vergüenza.
- Tranquila Nat, algo bueno tiene que haber sacado mi
madre de todas esas charlas sobre hijos homosexuales y el orgullo paterno. Cuando
acabe el día, tu madre lo comprenderá y estará bien, seas como seas… - Me dijo
Cristina, acariciando mi espalda con cariño.
- No había pensado en eso… ¿tendré que comportarme de
manera diferente ahora que sé que soy bisexual? – Cristina negó con la cabeza.
- No… sigues siendo la misma chica que ayer… sólo que
has aprendido algo nuevo de ti misma… puede que haya personas a las que no les
guste, pero créeme, esas personas no valen la pena… sea como sea, yo estaré ahí
para apoyarte. – Levanté mi cabeza de su cuello y la miré, sin miedo de nada y
con ansias de comenzar lo que fuera a lo que nos llevara esto.
- Contigo no tengo miedo… tal vez incluso me haga un
tatuaje… - Cristina se rio, antes de besarme de nuevo profundamente…
¿Cuántos minutos
creéis que la madre de Cristina tendrá entretenida a mi madre?
Volví a notar sus manos bajando por mi vientre…
Sean los que
sean… serán suficientes…
Un poco triste por que termina otra historia u.u. Pero me ha gustado como ha terminado jejejejej yo me hubiese muerto si mi mama y de paso la suegra entraran en mi habitacion y encontrandome con las manos en la masa que oso ehh. En fin solo queda esperar otra historia nueva que nos haga soñar.
ResponderEliminarCon admiracion y cariño Maria Rene
. – Oh, vamos, no te preocupes, te enseñaré un par de folletos muy buenos sobre ser madre de hijos sexualmente abiertos… es muy educativo. –
ResponderEliminarJuajuajaua mujer nunca he comentado pero me has matado de la risa y a la vez de la verguenza; he leido esto y he soltado LA carcajada en pleno banco....ha valido la pequeña pena...muy buen final...gracias por compartir tus historias. Un abrazo desde colombia
coincido con los dos comentarios anteriores un poco triste xq termine la historia,pero si que me mate de la risa cuando madre y suegra las encuentran en TAL SITUACION jajajajja
ResponderEliminarespero hayas disfrutado de tus vacaciones te admiro BELLA segui subiendo mas historias como estas!!!
excelente!!!
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