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sábado, 2 de abril de 2016

Lo Amargo De La Miel

Lo Amargo De La Miel



Debería estar aburrida. Pensé. Era la una de la mañana y la noche en el bar había sido tranquila.


Por eso a veces prefería el turno de tarde. Preparar cafés se me daba mejor que preparar cocteles o combinados para los borrachos de turno del barrio. Sin embargo, a pesar de ser viernes, la noche había estado inusualmente tranquila. Pero el tiempo y el derbi de futbol habían mantenido a las personas en casa.

Volví a pasar el trapo húmedo por la barra… tan impecable como hacía una hora. Normalmente debería estar dándome chocazos contra la pared, muerta del asco por la falta total de entretenimiento. Pero me sentía inquieta… otra vez…

Llevaba sintiéndome así desde hacía tiempo… Pequeños sobresaltos nocturnos, escalofríos confusos… Mi abuela decía que todas esas cosas eran tonterías… que lo sobrenatural no existía, y aun así, me sentía en alerta. Expectante. Pero esta noche la sensación era demasiado fuerte.

Tengo 29 años y soy camarera. Qué triste, pensaréis algunos. Sin embargo, para mí es tan simple como respirar… Me gusta estar donde estoy… tal vez no gane demasiado dinero, pero tal vez, con el tiempo, consiga montar mi propio café. Un lugar tranquilo donde la gente se pueda evadirse del mundo. Con libros por todas partes y el olor a café y chocolate impregnando la madera de las paredes… Ese era mi sueño. Y por extraño que parezca, siempre he creído que lo lograría. Tal vez no ahora, o dentro de un año… pero lo haría.

Y al igual que sabía que ese sueño se cumpliría, sabía que esta… sensación que tenía, era real. Tan real como el aire que estaba respirando nerviosa.

Tal vez, como esta noche estaba sola, ocurriría algo malo… ¿Tal vez intentarían atracar el bar? Miré de nuevo el reloj. La una y cuarto… bueno, si en media hora no entraba nadie. Podría cerrar… La caja no se ha usado en dos horas. El jefe no diría nada.

Comencé a colocar las sillas sobre las mesas. Ansiosa por que pasaran los minutos. Barrí y recogí todo lo que encontré. El billar estaba intacto y la diana estaba apagada. Dos menos veinte. Sólo un poco más…

Y la puerta chirrió al moverse…

- Un vaso de leche caliente, por favor… - Asombrada. Vi como una mujer completamente empapada entraba en el bar y se sentaba en uno de los pocos bancos que aún seguían colocados.

Molesta. Tanto por que hubiera un cliente a estas horas como por que la mujer había empapado por completo el suelo recién pulido y limpiado me concentre en calentar la leche en la máquina de café.

- Con miel… - frunciendo el ceño. Me dirigí al almacén después de asentir escuetamente a la mujer, que seguía inclinada sobre la barra sin dar signos de preocuparse por la molestia de su presencia. Unos segundos más tarde, regrese con un pequeño bote de miel de plástico, el cual dejé al lado de la taza de leche.

Continuando con mis quehaceres, vi como la mujer vertía más miel de la recomendada en la taza y soplaba con paciencia el líquido caliente.

Era…hermosa. Tal vez. Estaba demasiado inclinada sobre su bebida para comprobarlo. Pero sin duda, llamaba la atención aunque su ropa fuera simple. La misma que llevaría cualquier otra mujer de negocios. Una falda gris, ligeramente más oscura por el agua, a juego con una chaqueta sencilla pero formal. Una blusa roja que daba color al conjunto y unas medias traslucidas que mostraban una piel clara y ya no tan juvenil. Una secretaria… una banquera… una empresaria… ¿Qué más daba? Su cabello empapado largo y negro, seguramente no tan largo como antaño, mostraba signos de una prematura vejez en las sienes, ya que su piel aún permanecía morena y firme sobre sus pómulos.

Aturdida, me pregunté de qué color sería sus ojos… seguramente negros o castaños… por aquí todos son así.

¿Hace cuánto tiempo que no estaba con nadie? Demasiado. Tal vez por eso la presencia de esta intrusa no me molestaba demasiado…

- ¿Larga noche? – Oí su voz mientras limpiaba la cafetera.

- No… Solo solitaria… - Respondí, de manera asunte, aunque muy pendiente de sus movimientos.

- Solitaria… sí… una gran palabra… - Dijo, removiendo el contenido de su taza. - ¿Sabe? A mí no me gusta la leche caliente… me da arcadas… - Me giré, parando toda acción, y me centré en la figura de la mujer, percatándome por primera vez de los surcos de rímel en bajo sus ojos. Marcas de un llanto suave pero continuó. – Y sigue sin gustarme… Sin embargo, es delicioso… sabe a ella… - Despacio, me acerqué más a ella, notando un leve temblor.

- Debe tener frío…Déjeme que le traiga algo para… - Dije, algo incomoda.

- Ella era muy rara ¿sabe? – Continuó la mujer, obviando mis palabras. – Tenía estas pequeñas… cosas. Manías. – Negó ligeramente con la cabeza. – A veces me ponía de los nervios. Que si la carne tenía mucha grasa y por eso no la comía, que si bocabajo respiraba mejor, que si solo jugaba al Parchis si era con el perrito del Monopoli, que si no cantaba a las 6 de la mañana el día sería horrible… - La mujer dejó salir un suspiro forzado. – Tantas cosas… ¿Pero sabe? Era mi encantadora chica rara… Siempre estaba sonriendo cuando la miraba… cuando creía que no la veía bailaba por toda la casa como una loca pasándoselo tan bien como una cría y cuando se ponía a pintar… - Vi como los labios de la mujer se curvaban ligeramente hacia arriba, pero seguía sin alzar la mirada. – Era tan preciosa… - El temblor de su cuerpo se incrementó. Inconscientemente, coloqué una de mis manos sobre su brazo izquierdo. Al instante, la mujer se apartó del contacto y rebuscó algo en el bolsillo de su chaqueta. Era un arrugado billete de cinco euros, bastante mojado. - ¿Sabe qué es lo más irónico de todo? – Siguió hablando mientras se levantaba del banco. – Ella siempre decía de broma que acabaría como los del Club de los 27… Disfrutando de la vida al máximo y muriendo joven… - La mujer comenzó a andar hacia la puerta. - Pero se equivocó… Murió una semana antes de cumplirlos… - La puerta se cerró con otro chirrido tras la marcha de la mujer. Dejándome completamente descolocada.

Me encontraba devastada por el dolor de esta desconocida. ¿Pero de qué otra manera podría sentirme? No quería sentir lastima o pena por ella… esas cosas pasan ¿No?

Y la mujer de la que hablaba… ¿Sería su amiga? No. No era eso… ¿Su amante? ¿Su mujer? Fuera lo que fuera ya no importaba. La mujer había salido de su vida tan fácilmente como había salido del bar. Sin un hasta o pronto un adiós… sólo una historia amarga. Eso es lo único que esa mujer ha dejado tras su paso… ¿No?

Recogí su taza y la llevé al fregadero. Justo antes de volcar el contenido casi intacto, vi la suave marca de un carmín nude de un rosa muy claro. Quería… humm…

Asombrándome de mi acción, me llevé la taza a los labios y los posé sobre la marca, tomando un pequeño sorbo de la bebida caliente. Frunciendo el ceño, escupí la bebida en el fregadero.

Amargo… está amargo… ¿Pero cómo…?

Asustada de haberle servido a la mujer leche en mal estado. Me serví un poco del mismo cartón y bebí con cuidado. La leche está bien… entonces… cogiendo el bote de miel, cogí un poco de miel de la tapa con el dedo y me lo unté en los labios. Al pasar mi lengua por la superficie me quedé helada. Estaba tan dulce como siempre…

Extrañada, volví a hundir el dedo en el bote, a pesar de ser una falta total de higiene, y disfruté de nuevo de su sabor… sí la leche está bien, y la miel está bien… ¿Por qué sabía amarga antes? No tiene sentido… Y esa mujer…

Soltando de golpe el bote miel, abrí el chorro de agua y me deshice de todo rastro de miel de mi boca, que ahora había vuelto a ser amarga.

¿Pero qué? ¡Esto no tiene sentido! Y esta extraña sensación…

Ansiosa, cogí mi abrigo y salí rápidamente del bar, sin ni siquiera pararme a cerrar la puerta. La lluvia había empeorado y al correr estaba empapándome rápidamente. Al llegar al final de la calle, miré de un lado a otro buscando a la mujer, sin verla por ninguna parte… ¿Y ahora qué?

Tomando una rápida decisión, giré a la derecha en dirección al puente. La gente con la que me crucé me miraban extrañados. ¿Y quién no miraría a una loca corriendo sin paraguas con la que está cayendo?

Algunas de las farolas del viejo puente estaban fundidas por las inundaciones de hacía un par de semanas. Incluso gran parte de las barandillas habían sido arrancadas por las fuertes corrientes… fue entonces cuando lo vi.

Una figura delgada y oscura al borde del puente tambaleándose peligrosamente sobre el río. Era ella… sabía que era ella… Y cuando vi que la mujer temblorosa y empapada daba un paso al frente, corrí y corrí desesperada, estirando mis brazos para alcanzarla. Ya estaba viendo como su cuerpo empezaba caer, casi a cámara lenta, cuando mis dedos dieron con su chaqueta y tiraron de ella hacia atrás, haciéndola caer con brusquedad sobre el maltrecho asfalto del puente.

- ¡Oh Dios! – Jadeé. - ¿Estás bien? – Le pregunté preocupada, inclinándome sobre ella. La mujer, mirando extrañada hacia el lugar donde se encontraba hace tan solo unos instantes, alzó por fin la mirada, parpadeando varias veces por culpa de la lluvia, y fijó por primera vez sus ojos en mí.

Y la sensación. Desapareció.

En el mismo momento en el que unos tormentosos y tristes ojos azules me robaron el alma… o al menos, eso fue lo que sentí cuando mi corazón se paró al verla realmente por primera vez, robándome el aliento.

- ¿Tú… quién eres? – Me preguntó. Y yo, sonriendo con pesar, le respondí.


- Agatha… Me llamo Agatha.

Nota de la Autora: emm... sí. Va a continuar. En principio iba a quedarse así pero creo que puedo sacar algo interesante de esto. Eso si. siempre en capítulos cortitos e "independientes"

1 comentario:

  1. Hola Belladona...no ge ofendas pero quiero seguir leyendo las historias de por las mentiras de el....y jackie y Amelia...es agradable encontrar un historia corta de vez en cuando...pero si reviso y veo el blog diariamente es para ver si están las continuaciones de esas historias!...y sinceramente no me gustaría tener que leer el capitulo anterior para acordarme el hilo de alguna...ya hasta pierde el sentido y la emoción....saludos Maria de Argentina

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