Lo
Amargo De La Miel
Debería estar aburrida.
Pensé. Era la una de la mañana y la noche en el bar había sido tranquila.
Por eso a veces prefería
el turno de tarde. Preparar cafés se me daba mejor que preparar cocteles o
combinados para los borrachos de turno del barrio. Sin embargo, a pesar de ser
viernes, la noche había estado inusualmente tranquila. Pero el tiempo y el
derbi de futbol habían mantenido a las personas en casa.
Volví a pasar el trapo
húmedo por la barra… tan impecable como hacía una hora. Normalmente debería
estar dándome chocazos contra la pared, muerta del asco por la falta total de
entretenimiento. Pero me sentía inquieta… otra vez…
Llevaba sintiéndome así
desde hacía tiempo… Pequeños sobresaltos nocturnos, escalofríos confusos… Mi
abuela decía que todas esas cosas eran tonterías… que lo sobrenatural no
existía, y aun así, me sentía en alerta. Expectante. Pero esta noche la
sensación era demasiado fuerte.
Tengo 29 años y soy
camarera. Qué triste, pensaréis algunos. Sin embargo, para mí es tan simple
como respirar… Me gusta estar donde estoy… tal vez no gane demasiado dinero,
pero tal vez, con el tiempo, consiga montar mi propio café. Un lugar tranquilo
donde la gente se pueda evadirse del mundo. Con libros por todas partes y el
olor a café y chocolate impregnando la madera de las paredes… Ese era mi sueño.
Y por extraño que parezca, siempre he creído que lo lograría. Tal vez no ahora,
o dentro de un año… pero lo haría.
Y al igual que sabía que
ese sueño se cumpliría, sabía que esta… sensación que tenía, era real. Tan real
como el aire que estaba respirando nerviosa.
Tal vez, como esta noche
estaba sola, ocurriría algo malo… ¿Tal vez intentarían atracar el bar? Miré de
nuevo el reloj. La una y cuarto… bueno, si en media hora no entraba nadie.
Podría cerrar… La caja no se ha usado en dos horas. El jefe no diría nada.
Comencé a colocar las
sillas sobre las mesas. Ansiosa por que pasaran los minutos. Barrí y recogí
todo lo que encontré. El billar estaba intacto y la diana estaba apagada. Dos
menos veinte. Sólo un poco más…
Y la puerta chirrió al
moverse…
- Un vaso de leche
caliente, por favor… - Asombrada. Vi como una mujer completamente empapada
entraba en el bar y se sentaba en uno de los pocos bancos que aún seguían
colocados.
Molesta. Tanto por que
hubiera un cliente a estas horas como por que la mujer había empapado por
completo el suelo recién pulido y limpiado me concentre en calentar la leche en
la máquina de café.
- Con miel… - frunciendo
el ceño. Me dirigí al almacén después de asentir escuetamente a la mujer, que
seguía inclinada sobre la barra sin dar signos de preocuparse por la molestia
de su presencia. Unos segundos más tarde, regrese con un pequeño bote de miel
de plástico, el cual dejé al lado de la taza de leche.
Continuando con mis
quehaceres, vi como la mujer vertía más miel de la recomendada en la taza y
soplaba con paciencia el líquido caliente.
Era…hermosa. Tal vez.
Estaba demasiado inclinada sobre su bebida para comprobarlo. Pero sin duda,
llamaba la atención aunque su ropa fuera simple. La misma que llevaría
cualquier otra mujer de negocios. Una falda gris, ligeramente más oscura por el
agua, a juego con una chaqueta sencilla pero formal. Una blusa roja que daba
color al conjunto y unas medias traslucidas que mostraban una piel clara y ya
no tan juvenil. Una secretaria… una banquera… una empresaria… ¿Qué más daba? Su
cabello empapado largo y negro, seguramente no tan largo como antaño, mostraba
signos de una prematura vejez en las sienes, ya que su piel aún permanecía
morena y firme sobre sus pómulos.
Aturdida, me pregunté de
qué color sería sus ojos… seguramente negros o castaños… por aquí todos son
así.
¿Hace cuánto tiempo que
no estaba con nadie? Demasiado. Tal vez por eso la presencia de esta intrusa no
me molestaba demasiado…
- ¿Larga noche? – Oí su
voz mientras limpiaba la cafetera.
- No… Solo solitaria… -
Respondí, de manera asunte, aunque muy pendiente de sus movimientos.
- Solitaria… sí… una gran
palabra… - Dijo, removiendo el contenido de su taza. - ¿Sabe? A mí no me gusta
la leche caliente… me da arcadas… - Me giré, parando toda acción, y me centré
en la figura de la mujer, percatándome por primera vez de los surcos de rímel
en bajo sus ojos. Marcas de un llanto suave pero continuó. – Y sigue sin
gustarme… Sin embargo, es delicioso… sabe a ella… - Despacio, me acerqué más a
ella, notando un leve temblor.
- Debe tener frío…Déjeme
que le traiga algo para… - Dije, algo incomoda.
- Ella era muy rara ¿sabe?
– Continuó la mujer, obviando mis palabras. – Tenía estas pequeñas… cosas.
Manías. – Negó ligeramente con la cabeza. – A veces me ponía de los nervios. Que
si la carne tenía mucha grasa y por eso no la comía, que si bocabajo respiraba
mejor, que si solo jugaba al Parchis si era con el perrito del Monopoli, que si
no cantaba a las 6 de la mañana el día sería horrible… - La mujer dejó salir un
suspiro forzado. – Tantas cosas… ¿Pero sabe? Era mi encantadora chica rara…
Siempre estaba sonriendo cuando la miraba… cuando creía que no la veía bailaba
por toda la casa como una loca pasándoselo tan bien como una cría y cuando se
ponía a pintar… - Vi como los labios de la mujer se curvaban ligeramente hacia
arriba, pero seguía sin alzar la mirada. – Era tan preciosa… - El temblor de su
cuerpo se incrementó. Inconscientemente, coloqué una de mis manos sobre su brazo
izquierdo. Al instante, la mujer se apartó del contacto y rebuscó algo en el
bolsillo de su chaqueta. Era un arrugado billete de cinco euros, bastante
mojado. - ¿Sabe qué es lo más irónico de todo? – Siguió hablando mientras se
levantaba del banco. – Ella siempre decía de broma que acabaría como los del Club
de los 27… Disfrutando de la vida al máximo y muriendo joven… - La mujer
comenzó a andar hacia la puerta. - Pero se equivocó… Murió una semana antes de
cumplirlos… - La puerta se cerró con otro chirrido tras la marcha de la mujer. Dejándome
completamente descolocada.
Me encontraba devastada por
el dolor de esta desconocida. ¿Pero de qué otra manera podría sentirme? No
quería sentir lastima o pena por ella… esas cosas pasan ¿No?
Y la mujer de la que
hablaba… ¿Sería su amiga? No. No era eso… ¿Su amante? ¿Su mujer? Fuera lo que
fuera ya no importaba. La mujer había salido de su vida tan fácilmente como
había salido del bar. Sin un hasta o pronto un adiós… sólo una historia amarga.
Eso es lo único que esa mujer ha dejado tras su paso… ¿No?
Recogí su taza y la llevé
al fregadero. Justo antes de volcar el contenido casi intacto, vi la suave
marca de un carmín nude de un rosa muy claro. Quería… humm…
Asombrándome de mi
acción, me llevé la taza a los labios y los posé sobre la marca, tomando un
pequeño sorbo de la bebida caliente. Frunciendo el ceño, escupí la bebida en el
fregadero.
Amargo…
está amargo… ¿Pero cómo…?
Asustada de haberle
servido a la mujer leche en mal estado. Me serví un poco del mismo cartón y
bebí con cuidado. La leche está bien…
entonces… cogiendo el bote de miel,
cogí un poco de miel de la tapa con el dedo y me lo unté en los labios. Al pasar
mi lengua por la superficie me quedé helada. Estaba tan dulce como siempre…
Extrañada, volví a hundir
el dedo en el bote, a pesar de ser una falta total de higiene, y disfruté de
nuevo de su sabor… sí la leche está bien,
y la miel está bien… ¿Por qué sabía amarga antes? No tiene sentido… Y esa mujer…
Soltando de golpe el bote
miel, abrí el chorro de agua y me deshice de todo rastro de miel de mi boca,
que ahora había vuelto a ser amarga.
¿Pero
qué? ¡Esto no tiene sentido! Y esta extraña sensación…
Ansiosa, cogí mi abrigo y
salí rápidamente del bar, sin ni siquiera pararme a cerrar la puerta. La lluvia
había empeorado y al correr estaba empapándome rápidamente. Al llegar al final
de la calle, miré de un lado a otro buscando a la mujer, sin verla por ninguna
parte… ¿Y ahora qué?
Tomando una rápida
decisión, giré a la derecha en dirección al puente. La gente con la que me
crucé me miraban extrañados. ¿Y quién no miraría a una loca corriendo sin
paraguas con la que está cayendo?
Algunas de las farolas
del viejo puente estaban fundidas por las inundaciones de hacía un par de
semanas. Incluso gran parte de las barandillas habían sido arrancadas por las
fuertes corrientes… fue entonces cuando lo vi.
Una figura delgada y
oscura al borde del puente tambaleándose peligrosamente sobre el río. Era ella…
sabía que era ella… Y cuando vi que la mujer temblorosa y empapada daba un paso
al frente, corrí y corrí desesperada, estirando mis brazos para alcanzarla. Ya estaba
viendo como su cuerpo empezaba caer, casi a cámara lenta, cuando mis dedos
dieron con su chaqueta y tiraron de ella hacia atrás, haciéndola caer con
brusquedad sobre el maltrecho asfalto del puente.
- ¡Oh Dios! – Jadeé. - ¿Estás
bien? – Le pregunté preocupada, inclinándome sobre ella. La mujer, mirando
extrañada hacia el lugar donde se encontraba hace tan solo unos instantes, alzó
por fin la mirada, parpadeando varias veces por culpa de la lluvia, y fijó por
primera vez sus ojos en mí.
Y la sensación. Desapareció.
En el mismo momento en el
que unos tormentosos y tristes ojos azules me robaron el alma… o al menos, eso fue
lo que sentí cuando mi corazón se paró al verla realmente por primera vez, robándome
el aliento.
- ¿Tú… quién eres? – Me preguntó.
Y yo, sonriendo con pesar, le respondí.
- Agatha… Me llamo
Agatha.
Nota de la Autora: emm... sí. Va a continuar. En principio iba a quedarse así pero creo que puedo sacar algo interesante de esto. Eso si. siempre en capítulos cortitos e "independientes"
Hola Belladona...no ge ofendas pero quiero seguir leyendo las historias de por las mentiras de el....y jackie y Amelia...es agradable encontrar un historia corta de vez en cuando...pero si reviso y veo el blog diariamente es para ver si están las continuaciones de esas historias!...y sinceramente no me gustaría tener que leer el capitulo anterior para acordarme el hilo de alguna...ya hasta pierde el sentido y la emoción....saludos Maria de Argentina
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