CAPÍTULO 17
- Entonces… Máximo es… - Señalé confusa al hombre
canoso y moreno al lado de Muriel, que no paraba de abrazar a Max una y otra
vez, al igual que yo había hecho hacía tan sólo unos minutos.
¡Todo esto era surrealista!
El antiguo
amante de la madre de Max es el maldito líder de la mafia colombiana… ¡¿Qué?!
- ¿Es qué, mamá? – Preguntó Max, separándose un poco
de su madre para mirar al hombre que no dejaba de mirarlas casi con adoración.
– No me irás a decir que… ¡Es imposible! – Gritó Max, enfadada.
- Maxine, no es eso… no seas tan dramática… - Dijo
Muriel.
- ¡¿Yo soy dramática?! ¡Tú eres la que ha venido a
la maldita central de la mafia! No sólo poniéndote en peligro a ti… ¡Si no
también a Laura! La alejé de aquí para que no la encontraran y lo primero que
haces es traerla a la boca del lobo… ¡Esto es increíble! – Máximo y Félix
comenzaron a reírse, y vi como Max los encaraba, enfadada. - ¿Qué demonios os
hace tanta gracia? – Acercándome más a Max, asustada, vi como Félix levantaba
las manos divertido y se apartaba un poco, dejando a Max a su padre.
- Oh Niki… es como tú. Sin lugar a dudas… - Máximo
se acercó a Max y la observó detenidamente. – Pero obviamente también es como
su padre… Tú siempre fuiste muy bajita…
- Entonces… ¿No eres mi padre ni nada de eso no? –
Preguntó Max. Máximo negó con la cabeza, divertido.
- Nah… si fueras hija mía serías tan morocha como el
cabezota de mi hijo…
- ¡Ey! –
Se quejó Félix.
- Tú madre y yo nunca traicionamos a nuestras
parejas… y Félix ya había nacido cuando Niki se quedó embarazada de ti. Pero siempre
estuve pendiente… sobre todo cuando supe que venias a San Francisco para trabajar
con la policía… - Máximo chistó y negó varias veces con la cabeza. – Eso no fue
muy inteligente por tu parte.
- ¿A qué se refiere? – Máximo abrió los brazos y
luego señaló a su hijo.
- Supongo que ya sabes que quién te traicionó fue el
hijo del comisario. – Dijo Félix, acercándose un poco. – No es un mal tipo…
Tuvo sus razones para entregarte, a pesar de la fidelidad de su padre…
- ¿A qué se refieres? – Preguntó Max. Entonces, caí
en algo…
- Espera… ¿No dijiste que Neal era el hijo de tu
jefe? ¿El chico que salía con Jimmy?... ¿Fue él quien te entregó? – Pregunté furiosa.
- Tranquila… está bien… él, bueno, al menos dijo que
lo hacía para que no le pasara nada a Jimmy. Eso lo entiendo… lo que no
entiendo es a qué te refieres con su padre… Nick Harris es un héroe de guerra,
es el teniente Donaldson el que siempre… - Félix se rió.
- Eso es porque a veces hemos tenido tratos con él…
nada alarmantes. La mayoría eran treguas entre bandas, pero nada más… Es un
viejo duro de roer. Pero Harris… Oh… Ese cabrón tiene a media comisaría
trabajando para el ruso… Y Misha es otro cantar. – Félix se rió. – Si Misha se
entera de que el hijo maricón de Nick
a entregado a la novia de Johnson no habrá quién encuentre los pedacitos del
comisario en toda la bahía de San Pablo.
- ¿Estás diciendo que Harris trabaja para el Ruso? –
Saltó Max. – ¿Eso significa que toda la 47 trabaja para el Ruso? – Félix asintió.
- La gran mayoría, sí. Tenemos algunos hombres que
controlan a algunos, pero casi todos son unos perros de Harris… así que…
- ¡Pero eso es imposible! Sé que no todos son buenos
hombres… pero llevo trabajando allí casi dos años… No suelo confiar en nadie
pero ellos no…
- ¿Qué? ¿No te han dado razones para pensar que no
son buenos agentes de la ley? – Félix se mofó. – ¡Despierta Maxi! ¡Esto es
California! La mayoría de los agentes de la ley están comprados… y si no, están
bien cogidos por los huevos… Si no son los rusos, son los mexicanos… o nosotros…
también están los putos chinos y los holandeses, los nativos, los arios… ¡Todas
las malditas playas de Estados Unidos están controladas por la mafia! Al menos
nosotros tenemos algo de Honor… -
Soltó Félix.
- Max, sé que esto puede resultarte difícil de
comprender pero… - Comenzó Muriel.
- ¿Difícil? – Gritó Max. - ¡Estuviste liada con un
maldito capo de la mafia! Sin ofender… - Dijo, más suavemente, dirigiéndose a
Máximo. – ¡Indirectamente me has convertido en un puto topo! ¡Todo lo que haga
en la policía no servirá de nada! Si los federales se enteran me meterían en la
chirona sólo por el supuesto de que yo tuviera algún tipo de relación con ellos…
- Señaló a ambos capos. – ¡Quiera o no ya soy una maldita chivata!
- Max… - Susurré, acariciando su espalda con
cuidado. Cuando Max se posó ligeramente sobre mí, sentí un alivio casi
hedonista.
- No puedo… Yo quería hacer las cosas bien. Quería ayudar
a la gente… Y ahora no puedo…
- ¡Claro que puedes! – Dijo Máximo. – Eres una buena
mujer Maxine. Siempre has hecho lo correcto y esto no cambia nada. – Máximo miró
a Muriel por un instante. – Dime… Si tuvieras la opción de salvar a todo el
mundo, a expensas de tu vida… ¿Qué harías?
- Moriría.
- ¡Max! – Gemí, con dolor. Máximo asintió.
- Entonces, no debes preocuparte. Si quieres salvar
a las personas que amas, debes hacer todo lo posible, a pesar de que eso
conlleve tu propia muerte…
- ¡Max! ¿Cómo puedes decir eso? – Gritó Muriel.
Máximo sólo levantó una mano, esperando la respuesta de Max.
- Lo sé… Y no tengo miedo. Sólo que… - Max exhaló
con fuerza. – Yo sólo quería hacer las cosas bien.
- A veces hay que escoger un camino difícil para
poder proteger a tu familia. – Máximo y Muriel compartieron una mirada extraña.
Profunda, tal vez… - Lo que quieres y lo que deseas no siempre se consigue…
- Cierto… - Dijo Félix. – El estúpido de Carlitos no
sabe dónde se ha metido. William no sólo ha vendido la información de nuestra
organización, ha pasado información de todas las familias. Si Misha se entera
de que ha pasado información de sus contactos a los mexicanos se desatará la
guerra. El Gringo debe desaparecer sino queremos que la cosa se ponga fea…
- ¿Estáis hablando de matar a William? – Pregunté,
alterada. – ¡No! Él debe ir a la cárcel por lo que ha hecho, nada más… Matarlo
no es lo correcto… - Félix rió.
- ¿No entiendes que en la cárcel esa rata sufrirá
aún más? – Soltó Félix. – Lo mejor que le puede pasar es que alguien le meta
una bala en la cabeza, así no sufrirá… Aunque si fuera por mí. Mandaría a ese
cerdo a descuartizar… Ese cerdo no tiene respeto ni honor… ¡Es escoria!
- ¡Nosotros no tenemos derecho a hacer eso! – Gritó Max.
- ¡Claro que lo tenemos! – Dijo Félix. – Nuestros hombres,
nuestra familia, está en peligro porque ese hombre sólo pensó en el dinero, en
sí mismo… Ni si quiera pensó en la seguridad de su propia familia. – Dijo, señalándome
a mí. – Ese hombre vendería a su propio hijo por un millón sin ni siquiera
pensarlo… Dime Maxi. ¿Dejarías que William controlara la vida de Laura o Kyle?
- ¡NO! Pero eso no os da derecho a quitar una vida… ¡Por
muy imbécil que sea sigue siendo el padre de Kyle!
- ¡Y Kyle acabará muerto si no nos deshacemos de
William! – Gritó Félix. - ¿Qué sangre quieres derramar Maxi? ¿La de un cerdo o
la de un niño? Sea cual sea habrá sangre… Misha no parará hasta que la deuda
sea saldada…
- ¡Vete a la mierda! – Gritó Max, antes de salir de
la habitación.
- ¡Max! – Seguí a Max, olvidándome por completo de
los hombres con los que me cruzaba mientras la seguía por la mansión. Después de
pasar por varios pasillos escandalosamente horteras, entré en una habitación,
donde Max se había sentada en la cama, con las manos cubriendo su cara mientras
gemia.
- No, no, no…
- Max… - Me acerqué a Max, rodeándola con mis
brazos.
- No quiero…No quiero Que William muera… No quiero
que nadie muera. – Gimió, en pleno llanto.
- Lo sé, cariño. Lo sé. – Max alzó la mirada y
centró sus brillantes y azules ojos en mí. Aún no podía creer que estaba aquí,
con ella. Así que a pesar de todo, a pesar del miedo y la incertidumbre, me
acerqué más a ella y la bese. Sólo un roce, suave y tentativo. – Te quiero, Max…
pase lo que pase… Te quiero… ¿De acuerdo? – Lentamente, Max asintió, antes de
abrazarme con fuerza.
Esto era más de lo que cualquier persona podría
soportar. Pero ahora, en sus brazos, estaba bien. Feliz.
Sólo un segundo más… uno más olvidándolo todo. Un segundo
más en tus brazos y todo estará bien. Hasta que la realidad nos vuelva a
encontrar.
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