Nota de la Autora: ¿No recuerdas la historia? ¡Sigue los links y vuelve a leerla!
PARTE I
PARTE II
PARTE III
PARTE IV
Estaba
sentada en una de las mesas de picnic en lo alto del parque mientras esperaba a
que Diana llegase. Bueno, a que terminase de llegar, más bien.
No
es que fuera ninguna stalker ni nada por el estilo, pero desde donde estaba
había podido ver a una hormiguita azul salir de los edificios rojos y empezar a
subir la interminable cuesta de Cross.
Pasó
por mi mente el bajar un poco para al menos hacerle compañía el tramo más
difícil. Pero habría sido estúpido. Así que lo mejor que podía hacer era volver
rápidamente a casa y darle una botella de agua fresca en cuanto llegara… Sí
llegaba, claro.
Me
había pasado toda la mañana pensando en Diana.
¿A quién se le ocurre? Invitarla a mi
casa nada más conocerla… y por si fuera poco a “enseñarla a nadar”. A ti tu
padre te enseñó a nadar dejándote rodar una y otra vez en las olas del mar.
¿Qué era lo que él decía? ‘Tú tranquila pececito. La sal siempre te sacará a
flote de una forma u otra’ a papá nunca se le dio bien nada relacionado con la
enseñanza… bueno… nada en realidad. Y tú… tú lo que quieres es verla en bikini
pillina… mira por donde eso también lo habría dicho mi padre…
***
—
¿Pero qué cojones pasa en esta ciudad para que a las cinco de la tarde aún
hagan más de 40 grados? – Jadeé, secándome el sudor de la frente con parte de
la manga de mi camiseta, ya echada a perder. Las piernas me ardían y apenas
había terminado de subir la maldita cuesta. – Menuda impresión voy a dar
llegando toda sudada… al menos he tenido dos dedos de frente y no me he
maquillado…
—
¿Hablando sola?
—
¡Jo-der! —
Grité, apoyando mi mano encima de mi corazón. — Casi me matas del susto.
—
Lo siento. —
A pesar de mi visión borrosa por el cansancio, me fue imposible no ver esa
maldita sonrisa.
—
Tranquila… es sólo… que lo mío… nunca… fueron los… deportes… — Exhalé como pude
terminando de subir el tramo que quedaba.
—
Lo tuyo no es el deporte. —
Dijo, alcanzándome una botella de agua fría. — Es insolación.
—
¡Agua! — Gruñí, desesperada.
Abriendo la botella rápidamente.
—
Con tranquilidad, no es bueno bebérsela del… — Tarde. — Tirón.
—
Dios que buena estaba… ¿Tienes más?
—
En casa tengo toda el agua que quieras. —
Dios, se veía tan bien. Tan fresca y ligera en un vestido de verano amarillo.
Podía ver el nudo del bikini sobresalir en su nuca.
—
¿Te has dejado el bañador rojo en el trabajo? — Patricia se giró y me miró divertida.
—
Lo creas o no, no voy siempre con cosas tan llamativas. Intenté convencer a mi
jefe para dejarme llevar el conjunto largo durante el día, pero no es tonto.
Sabe que Pablo y yo quedamos mejor en miniaturas.
—
¿El conjunto largo?
—
Sí. A ver, lo normal no es que vayamos siempre tan… bueno, poco cubiertos. El
bañador se lleva con unos pantalones cortos rojos y la camiseta blanca con la
que salí ayer del trabajo. Pero sólo podemos ponérnoslos pasadas las cinco.
—
Eso me parece extorsión.
—
Eso parece a que necesitamos el dinero. No tengo que pagar nada por la casa,
pero la gasolina y la comida no se pagan solas y el año que viene quiero hacer
unas prácticas en Madrid. Que no son precisamente baratas.
—
¿Tus padres no van a ayudarte a pagarlas?
—
Que va, si por suerte estoy medio becada. Ellos van a pagar el resto. Pero
vivir dos años en Madrid cuesta mucho dinero, porque lo siento, pero no quiero
vivir con mi padre, es un completo desastre y me tendría de chacha.
—
Precisamente de chacha no te veo maneras.
—
Tocada y hundida. Soy igual de mala que él en tareas del hogar. Pero al menos
se freír un huevo y alguna que otra salchicha.
—
Ajam… — respondí divertida. La conversación estaba siendo mucho más fácil de lo
que esperaba. Era agradable.
—
Pretendo quedarme allí en el futuro, como mínimo. Muchos de mis compañeros ya
han ido a Francia o Suiza a trabajar en prácticas para algunos laboratorios,
pero yo… no sé… lo mío nunca fue el francés. Sé defenderme en inglés, pero poco
más.
—
Yo podría ayudarte con eso si quieres. —
Aventuré. —
Podría ser una especie de intercambio. Tú me enseñas a nadar y yo te doy un
intensivo de verano. Soy bastante buena enseñando.
—
No me parece justo… enseñarte a nadar no llevará más de un día o dos. No puedo
pedirte que estés todo el verano con una inútil verbal como yo. — Acabábamos de llegar a
una pequeña casa adosada de patio desnudo. Patricia abrió la puerta con un
golpe de caderas.
—
No eres una inútil verbal, sólo te falta algo de incentiva. — Cuando crucé la
puerta, noté que Patricia se había quedado parada en la puerta con una
expresión divertida en la cara.
—
Conque incentiva, ¿eh? —
Sin poder evitarlo, noté como el calor se asentaba en mis mejillas de la vergüenza.
—
Quiero decir… que… ya sabes, conseguir tu futuro y todo eso.
—
Ya… — Patrica cerró la puerta
de la calle y comenzó a bordear la casa por el jardín. Avergonzada, la seguí, encontrándome
al instante con una pequeña piscina de tres por cinco. — Como ves, no tienes
nada que temer. Es simplemente para refrescarse en verano. Apenas tiene un
metro ochenta en la parte más profunda. Lo harás bien.
—
Si tú lo dices… —
Mis ojos se detuvieron en una pequeña ducha de esquina. — Oh genial, necesito
que mis poros respiren. —
Solté mi bolso y la botella de agua vacía en una hamaca cercana, me quité los
zapatos y los calcetines y me puse las horribles chanclas que me había prestado
mi madre. Con las gafas aun puestas, abrí la ducha y me coloqué debajo del
chorro con un gemido de satisfacción.
***
Apenas tuve tiempo de
decir nada.
Diana se había metido
debajo de la ducha completamente vestida y ahora su ropa se pegaba a su cuerpo
sin dejar nada para la imaginación.
No
lleva sujetador…
Un minuto de placer hedonista
por parte de ambas, y Diana por fin apagó la ducha. Era extrañamente alentador,
verla caminar hacia mí con andares de pato mientras intentaba despegarse la ropa
del cuerpo sin pudor alguno por lo que claramente enseñaba.
—
Creo que no pensé muy bien esto… —
Dijo, sin apenas mirarme. —
No tenía ningún bañador que no se cayera a pedazos, así que mi madre me dijo
que me bañara con la camiseta y la ropa interior y… ahora entiendo por qué
insistía en que la camiseta fuera oscura y porque se reía de mí cuando salí
corriendo de casa.
—
Puedo prestarse un bikini si quieres.
—
Nah. Tranquila, así está bien. Traigo una muda en la bolsa. — Mis ojos
irremediablemente se habían quedado fijados en las puntas alzadas que
amenazaban con querer salir de la camiseta. Son
pequeñas pero apetecibles… —
¿Algo interesante? —
Diana cruzó los brazos tapándose el pecho.
—
¿Qué? — Pregunté al tiempo que
subía la mirada y me encontraba con el rostro enrojecido de Diana.
—
Digo que si comenzamos… al menos en el agua no me sentiré tan expuesta.
—
Claro, claro. Perdona… sólo, no esperaba todo eso de la ducha y la falta de…eh…
mejor me callo. —
Una suave risa me relajó un poco. —
Sí. Comencemos. —
Me quité el vestido y me refresqué un poco en la ducha. — El primer paso ya los
has hecho. No es bueno meterse directamente a la piscina cuando hace tanto
calor. Los cambios bruscos de temperatura no le sientan bien al cuerpo… — Empecé a bajar por la
escalera de la piscina cuando escuché la ducha de nuevo. Al mirar, vi a Diana
casi ahogándose con los ojos cerrados. —
¿Qué pasa?
—
¡Nada! Sólo quería asegurarme de que la temperatura de mi cuerpo fuera la
correcta. —
Saliendo de la ducha, Diana se quitó las chanclas y se dirigió a las escaleras.
— Ah ah. No señorita. Tú
no te vas a meter por ahí.
—
¿Por qué no?
—
Porque todos los nadadores tienen que empezar con lo más importante.
—
¿Qué es?
—
No tenerle miedo al agua.
—
Creo que es tarde para eso…
—
En serio Diana, nunca es tarde para aprender. — Colocándome casi en la zona más
profunda de la piscina, abrí mis brazos y la miré. — Quiero que saltes
justo delante de mí.
—
¿Saltar? ¿En la parte honda? A ti te da demasiado el sol en la silla esa…
—
No va a pasar nada, yo impediré que te hundas. Lo prometo.
—
Sigo sin verle el punto.
—
¿Y si te doy algo a cambio? —
La expresión cotrina de Diana cambió por completo. Interesada.
—
¿Y qué me darías si salto?
—
Humm… no sé. —
Mordiéndome el labio inferior, enseñé mis cartas. — ¿Qué tal si te doy un
beso?
Nota de la Autora: Se que es corto, pero o la publicaba del tirón o la dividía un poco para no tener el blog tan solitario la próxima semana. Las dos próximas partes se irán publicando los próximos días. Esta historia ya está terminada y la próxima en publicar será Wild & Wise, lo más probable el viernes o sábado de la semana que viene.
Oh! ¡Y las sinopsis para las próximas historias largas se publicarán este domingo! no os olvidéis echar un vistazo porque se subirá al mismo tiempo la encuesta para que podáis votar hasta el miércoles!
PD: El siguiente capítulo es más largo y el otro contiene el epílogo.
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