Capítulo
1: Despertar
Los rayos de luz dieron
directos a mi cara al igual que cada mañana. Odiaba despertarme así, pero
Georgia disfrutaba viendo mi cara arrugada mientras gritaba:
- Señorita Ada, despegue
su bello rostro de la almohada que los gallos ya hace mucho que cantaron y hay
muchas cosas que preparar hoy. – Mientras tarareaba una vieja canción sobre el
pueblo de las hadas.
- Si supieran los
jovencitos del pueblo de su mal despertar ninguno acudiría esta noche a la Caza
Lunar. – Ojalá, pensé. Ojalá no asistiera ninguno, ojalá nada cambiase. –
Imagínese, usted, tan bella y joven, sola y desamparada como la vieja Phillips
en esa casa en ruinas a las lindes del bosque… Me extraña que aún no se la
hayan comido las bestias salvajes que rondan por ahí… seguro que es una bruja.
– Seguidamente, escupió en el suelo provocándome arcadas. Malditas
supersticiones y cuentos de viejas.
- Que no tenga marido
no significa que sea una bruja. – Estiré mis brazos mientras bostezaba con la
mirada reprobatoria de Georgia clavada en mi nuca. – Puede que las brujas al
tener tratos con los demonios acuerden succionar el alma de su marido todas las
noches para así deleitar a su amo. – No necesité girarme para saber que Georgia
estaba roja como un tomate, a punto de explotar.
- ¡Que desfachatez!
¡Eres una señorita desvergonzada! Reza ahora mismo a nuestro señor para que
perdona tales blasfemias. – No paraba de santiguarse, la pobre había colapsado
por completo. – La dejaré sola con nuestro señor para que hagan las paces. –
Sin más, salió de mi habitación como un espectro de cara enrojecida. Seguramente
estaba yendo de cabeza a ver a mi padre, a quién diría como si no fuera la cosa
de que su hija había mostrado deseos de ir a la iglesia antes de una noche como
esta.
Para mi desgracia no
hacía ni dos segundos que me había levantado de la cama cuando escuche la voz
grave y áspera de mi padre al otro lado de la puerta.
- ¡Ada! ¿Estás
presentable? – Gritó, ya con la mano girando el pomo. Años de práctica y huidas
me permitieron llegar a la puerta antes de que la abriera del todo.
- No padre. Aún estoy
en mis enaguas. – Canturreé inocentemente mientras hacía fuerza con todo mi
cuerpo para que no abriera la puerta.
- Oh bien… ¡Baja en cuanto
puedas! Tu madre te quiere acompañar a la iglesia. Dice no sé qué de volantes a
juego.
- No tardaré padre. –
Escuché las fuertes pisadas de mi padre alejarse. Poco a poco, pero con
cautela, me aparte de la puerta y me dirigí a mi tocador. Hora de ponerse en
marcha.
**********
- Querida Ada ¿Por qué
insistes en fastidiar a tu querida madre haciéndome esperar? – Cuando llegué al
salón, madre se encontraba abanicando su rostro. Un acto sin sentido teniendo
en cuenta de que hacía mucho que se había acabado la temporada de la cosecha y
dos palmos de nieve cubrían el húmedo suelo del exterior.
- Es el precio de que
tu hija sea la más hermosa de la ciudad. – Comentó Georgia desde la cocina. –
Si saliera tal y como sale de la cama sólo se oirían gritos de pavor a su paso.
- Muy divertido. –
Respondí, cansada ya del día. - ¿Estáis lista madre?
- Una dama siempre está
lista. – Con movimientos aireados y excesivamente barrocos mi madre se levantó
del sillón y dejó el enorme abanico en la mesa del té. - ¡Hoy es un día
maravilloso! ¿Verdad Ada? Todos esos muchachos ansiosos por conseguir la presa.
– A mí. – Un majestuoso venado blanco. – Sigo siendo yo. – digno de los Dioses.
– Y sí, todo acaba resumiéndose en mí. - ¡Esplendido! ¿Quién crees que será? El
hijo de los Allen es bastante audaz con el arco… Pero los gemelos Ferrell son
fuertes y rápidos como un ave rapaz. Aunque claro está, Victor Clay es el más
apuesto…
- No. – Dijo
sencillamente mi padre desde la butaca del fondo del salón. – Ese no.
- ¿Por qué no? También
participa esta noche. – Pregunté, confusa.
- Así que te gusta
Victor… Tienes buen gusto hija. Tendréis hijos muy hermosos. Mis nietos serían
como ángeles en…
- ¡He dicho que no! –
Sentenció mi padre, bajando su pipa. -
Los Clay apenas tienen un par de tierras áridas a las afueras de la
ciudad. Sé de buena mano que tuvieron que vender la plata el año pasado para
pagar los impuestos y jornaleros. Mi hija no se casará con un pobre muchacho
por muy hermoso que fuere.
- Pero si esta noche
caza al venado blanco… ¿No tendría que casarme con él? – En el fondo de mí, una
pequeña yo inocente creyó en la posibilidad de escapar de este estúpido asunto
concertado. Victor Clay no era de su agrado, era tonto y presuntuoso, pero amable
a fin de cuentas, y tenía intenciones de marcharse a la capital en cuanto se
produjesen las nupcias. Eso la llevaría lejos de su familia al menos, y los
hombres son más fáciles de distraer en una ciudad grande que en un pueblo
perdido en la niebla del bosque. Podría hacer lo que quisiera en mi casa, y no
me importaba si era grande o pequeña.
- No ganará. – Dijo
firmemente.
- ¿Cómo estas tan
seguro? – Una fina sonrisa asomó por la comisura de sus labios.
- Hay hombres más
capaces en el Valle de Korn, nada más. – Mi ceño se frunció, interrogante. Mi
padre no era un hombre limpio…Siempre lo he sabido. Sólo espero que esta vez no
se juegue algo más que sus licores y tabaco.
- Querida, el ceño. –
Señaló mi madre.
- Lo lamento madre. –
Como casi todo el tiempo, relajé mi rostro. Tenía que ser distante, impasible y
hermosa.
- Perfecto. Mucho mejor
así. Y ahora a la casa de los McCloud.
Y de vuelta a la
rutina. Todos los días, sin importar el clima o época, las mujeres Wembley, o
mejor dicho, las mujeres Wembley casaderas, deberán exponer sus dones a los
necesitados varones del Valle de Korn. Mi madre visitaba cada día a las
familias más acaudaladas tocando el arpa, hasta que dio con el combo perfecto
de masculinidad y dinero que era mi padre sin tanta barriga. Mi abuela recibía
en su hogar a innumerables hombres para que la vieran cantar Ópera, y me
apuesto lo que quieras a que nunca se habría casado si no le hubieran arreglado
un matrimonio con el Joven Wembley, heredero del Valle de Korn.
Y entonces, ¿Por qué debe
ser mi futuro esposo elegido mediante esa ridícula caza del venado blanco?
- Madre. – Comencé, ya
una vez nos encontrábamos con el frío invierno rodeándonos.
- ¿Sí, mi vida?
- ¿Por qué soy la única
Wembley que va a pasar por la Caza Lunar?
- Oh querida. – Rio –
Siéntete afortunada. La Caza Lunar es una tradición maravillosa y otorga buena
suerte a los amantes ganadores. Nosotras lo tenemos fácil. Nuestro puesto en el
trono ya está asegurado, pero ellos aún deben pelear por él. Las ventajas de
nuestros esfuerzos para ser las más hermosas.
- Pero, yo no recuerdo
haber presenciado ninguna Caza Lunar cuando era pequeña. ¿Cada cuántos años se
realiza?
- No lo sé con
exactitud cariño, los hombres son los únicos que lo saben. Supongo que tendrá
algo que ver con el avistamiento de venados blancos. No son muy comunes.
- Pensaba que sería
algo más religioso.
- Ya sabes que por aquí
hay más cosas que la cristiandad no ha llegado nunca a conocer. El bosque
siempre ha tenido algo especial y nuestro deber es rendirle culto de la mejor
manera que podamos.
- ¿Ofreciendo a vuestra
única hija a la Caza Lunar? – Me habría reído si no me estuviera muriendo por
dentro.
- Por supuesto. – Y ya
está. Madre es feliz consigo misma. – Ya estamos cerca, yérguete y estate
atenta. John McCloud está con su padre en la verja. – Cómo si nunca estuvieran
ahí. Desde que mi cuerpo cambió esta parecía ser nuestra rutina. El casi idiota
del pueblo John y su padre Matthew McCloud nos esperaban en la verja para
conversar por unos segundos antes de seguir nuestro camino a las distintas
casas y negocios de nuestros vecinos de Korn. John cruzó sus brazos sobre el
pecho para marcar lo estrecha que le quedaba su chaqueta de caza nueva. Si no
fuera tan arrogante hasta me daría pena. Entre todos los pobres desdichados de
este pueblo, John y yo parecíamos esclavos de nuestros padres. Su trabajo era algo
distinto del mío. Cada mañana debía salir a cazar y donar sus presas al mercado
de la iglesia, asistía a las reuniones del ayuntamiento cada tarde y por la
noche patrullaba las calles colindantes al bosque para proteger al pueblo. De
verdad, si no hubiera sido tan idiota tal vez me habría encaprichado de el en
mi adolescencia. Pero era verle y sentir a un niño de músculos grandes
señalarte con el dedo y decir que eres su juguete nuevo.
- Rose Wembley, ¡Que
maravillosa mañana! – exclamó el señor McCloud. – Y la bellísima Ada. Cada día
que pasa eres más hermosa. – Acerqué el dorso de mi mano y casi muestro el asco
que me provocó cuando inhaló con fuerza antes de besarla. – John hijo, no seas
tímido. Dile a Ada lo hermosa que está esta mañana.
- Esta noche cazaré el
venado blanco para ti Ada, dicen que está delici… ¡Auh! – Tuve que mirar para
otro lado para no reírme de la escena. Su padre le había dado un puntapié como
si madre y yo fuéramos incapaces de mirar más allá de nuestros pechos
corseados. – Estás muy hermosa hoy Ada. – La sonrisa congelada de mi madre
respondió por mí.
- Debemos seguir con
nuestro camino Matthew. Un placer como siempre John. – Se despidió mi madre.
Una vez alejadas de la verja, mi madre dejó de sonreír. – Sigo sin saber por
qué tu padre se empeña de que vengamos aquí primero. Con la cantidad de hombres
elegantes y cultos que hay en este valle.
Es curioso como mi
madre me habla siempre de esa manera cuando estamos en nuestro paseo diario.
Teniendo en cuenta de que ante los demás jamás me han permitido abrir la boca.
“El misterio de la belleza puede con cualquier hombre” Decía mi madre. “A los
hombres no les gustan las mujeres que hablan” Decía mi padre. Y así fue, que
nunca he hablado con nadie del valle que no trabajase en nuestra casa. Oía los
comentarios de muchas mujeres insultándome y diciendo falsedades sobre mí. Y
las entendía. Yo era como un pájaro bonito en su jaula de cristal, sólo
disfrutable por aquellos merecedores de observar tal belleza. Pero un pájaro
enjaulado sólo canta para su dueño, sólo se expone ante él, y si un pájaro se
cría en cautividad cuando salga sólo se encontrará la soledad o la muerte.
Ya había gastado muchos
años llorando. Muchas noches de insomnio deseando escapar de allí, de este
cuerpo y de esta familia. ¿Por qué no pude haber nacido fea y sin fortuna? Así
tal vez habría disfrutado de mi libertad, como hacía la señora Phillips.
El día continuó sin
mucha novedad. Todos los jóvenes tenían permisos para dejar sus quehaceres y
halagarme o contarme sus últimas proezas. Yo escuchaba y asentía, y de vez en
cuando mi madre me pinchaba por la espalda para que dejara salir una sonrisa
coqueta. Porque daba igual quién ganara la pieza, pero cuantos más participaran
más dinero se llevaría mi padre.
Como tributo, los
amantes debían donar al padre de la amada 1000 monedas de oro, para así
asegurar su bienestar económico y el de las generaciones futuras. Hay más de 27
jóvenes en este valle capaces de pagar esa cantidad y sé por los comentarios de
Georgia que mi padre estuvo enseñando imágenes mías a todos sus socios con hijos
potenciales. Alguna vez habían venido a cenar familias acaudaladas de todo el
país con el único pretexto de dejar pagada ya su participación. Al menos
agradecía que en la Caza Lunar no podía participar ningún hombre excesivamente
mayor. Al parecer la palabra amante tenía una connotación que yo aún no
entendía.
De vuelta a casa,
Georgia me raptó y me llevó a los baños. Tardamos cerca de dos horas antes de
salir de allí con la piel enrojecida y brillante de tanto lavarla y untarla de
bálsamos florales. Como si fuera de oro,
trajo con sumo cuidado el largo vestido blanco y vaporoso. Y entre ella y mi
madre conseguimos ponérmelo sin que se rasgara la fina tela de los brazos y el
cuello.
- Hasta que llegue el
momento de recibir a los amantes podrás ponerte mi abrigo de visón para que no
pases frío. – El abrigo, tan largo que casi rozaba el suelo, era cálido y
reconfortante. – Ponte también estos botines de cuero blanco, pero tendrás que
quitártelos cuando los hombres de las lindes del bosque muevan sus antorchas.
Eso significará que la cacería ha finalizado.
- ¿Alguna vez has visto
una Caza Lunar madre?
- He tenido la suerte
de ver dos. Y ahora mi hija será la tercera amada. Es un gran honor.
- ¿Cómo fueron?
- De la primera apenas
me acuerdo, tendría tan solo dos o tres años, pero me la contaron más tarde. Y
la segunda fue justo antes de cumplir mi decimoquinto cumpleaños. Fue muy
hermosa, aunque apenas duró una hora. Ese año los venados blancos aparecieron
casi en las lindes del bosque.
- ¿Quiénes fueron?
- Ya no lo recuerdo, se
marcharon de Korn un año después. Era ambos muy jóvenes.
- ¿Y qué pasó en la
primera?
- Bueno… - Madre hizo
una larga pausa. – Los amantes estuvieron en el bosque hasta que amaneció, pero
ninguno consiguió traer ninguna presa.
- ¿Y qué le pasó a la
chica? ¿Eligió entonces a su prometido?
- Me temo que no. Tras
esa noche ningún hombre la quiso como esposa. Dijeron que algo raro había
pasado y que las fuerzas oscuras se habían metido en medio. Después de eso Emma
se marchó sola al bosque, y un par de años después volvió y se construyó una
casa en las lindes del bosque.
- ¿Te refieres a la
anciana Phillips? ¿A la que Georgia llama bruja?
- Pamplinas. No es más
que una vieja boticaria con mala suerte. Las brujas hace mucho tiempo que
dejaron de existir. Las matamos a todas. Los hombres son simplemente muy
supersticiosos. El venado simboliza la belleza y lo salvaje, la amada y el
amante, por eso sólo se cazan venados blancos en la Caza Lunar. Da buena
suerte. – Como si recordara algo, mi madre alzó un dedo. – Lo que me recuerda.
Pensé que te lo daría en el día de tu boda, pero nunca está de más llevar un
poco de suerte extra. – Madre salió a toda prisa de la habitación, volviendo en
pocos segundos con un paño bajo el brazo. – Deberás llevarlo con cuidado de que
tu padre no lo vea, dice que no le da buena espina, pero a las mujeres de mi
familia siempre les ha dado muy buena suerte. – del paño sacó un guardapelo de
color cobrizo. - Según tu bisabuela,
este colgante fue un regalo de la diosa del bosque, y en su interior. – Madre
abrió el guardapelo y en su interior había un rubí de aspecto rugoso. – Se haya
su corazón. Tu bisabuela decía que cuando brillase era que algo importante iba
a pasar. Un romance, una muerte, un nacimiento…
- ¿Brilla de verdad? –
Pregunté fascinada, tocando la rugosa piedra.
- No lo sé, si lo ha
hecho yo nunca lo he visto. Ella decía que lo vio brillar dos veces. Una fue en
las lindes del bosque, cuando creyó haber visto un hombre lobo de piel
plateada, y otra fue el día antes de la muerte de tu bisabuelo. Dijo que cuando
la piedra brilló, su corazón se partió, y supo que iba a pasar algo malo.
- ¿Crees que es cierto?
¿Crees que la bisabuela sitió su muerte?
- Cuando era pequeña me
encantaban esas historias. Y cuando recibí el colgante la verdad es que una
parte de mí estaba deseando verlo brillar. Pero nunca lo hizo. Lo que sí es
cierto es que siempre que lo llevaba conmigo sentía una especie de paz.
- Nunca te lo he visto
puesto.
- Desde el día en el
que nos casamos tu padre me lo prohibió. Dice que le hace sentirse mal. Que le
da dolor de tripa. – Dijo entre risas. – Por no oírle quejarse lo guardé en mi
viejo joyero y de vez en cuando lo tocaba para que me diera suerte. – Madre me
colocó el guardapelo cerrado y cerró el abrigo para que no se viera. – ¿Sientes
su fuerza?
- No. La verdad es que
no siento nada.
- Quien sabe. Tal vez
con los años pierda su fuerza. Adelante, es hora de la ceremonia.
- Espera madre, quiero ir
un momento a ver como esta Estela, hoy no he tenido tiempo de acicalarla.
- Está bien, pero no
tardes.
************
Llegué a las cuadras
sin que me viera nadie, no quería que nadie me molestase en el único lugar
donde me sentía en paz.
Estela estaba con el
hocico metido en el fardo de heno, comiendo como una glotona, como siempre.
Aproveche y la cepille un rato mientras pensaba en la noche que me esperaba.
¿Mi futuro marido me dejaría seguir montando a Estela? Las damas no deberían
montar a caballo. No tiene clase.
- Menudo asco. – Estela
soltó un sonido desaprobatorio pero sin dejar de comer. – Eres genial, ¿Lo
sabías? El único ser de por aquí que me entiende. Te mereces una manzana. –
Estela alzó la cabeza y me empujó de camino al cobertizo. – Pero como entiendes
lo que te conviene. – Reí, dirigiéndome al cobertizo.
Entre por la puerta
trasera del cobertizo y me dirigí hacia la pila de manzanas rojas que había en
una de las cestas, estaba a punto de morder una cuando oí como la puerta
delantera el cobertizo se abrió de repente y se volvió a cerrar abruptamente.
La luz de la lámpara se apagó, dejándolo todo a oscuras.
- ¿Wembley? ¿Estáis ahí? – Gritó alguien en la
oscuridad del cobertizo. ¿Un hombre? Me quedé quieta y en silencio. ¿Cómo me
había encontrado? ¿Qué quería?
- ¡Shh! No alces la voz
mentecato, los demás ya están esperando en las lindes del bosque cerca de mi
casa. – ¿Papá? La voz de mi padre salía de la bodega, bajando las escaleras.
- ¿Hay trato o no? –
Preguntó la voz del desconocido.
- Depende, ¿pensaste lo
que te dije sobre la cesión de tus tierras a cambio del veinte por ciento de lo
recaudado esta noche? - ¿Qué?
- No aceptaré menos del
cincuenta.
- ¿Menos de cincuenta
qué papá? – Preguntó una tercera voz que me sonaba muy familiar.
- ¿te has traído a tu
hijo? ¿Estás loco? – Mi padre parecía molesto.
- John debía saberlo,
si no el plan no funcionaría. - ¿John? ¿John McCloud? ¿Pero qué demonios es
todo esto?
- ¡Está bien está bien!
Pero como me entere de que mi Ada se entera no habrá trato. – Mi padre hizo una
pausa y oí como sus pasos le llevaban fuera de la bodega de la bodega. – La
presa está abajo. Contraté a un cazador del norte para que me trajera al mejor
de la manada. Los de por allí son más grandes que los nuestros, no debería
tener problemas en ganar. – oí como los pasos de John y su padre bajaban a la
bodega y volvían a subir al poco tiempo.
- Es esplendido
Wembley.
- Sí, ¡es genial! Pero
pensaba que usted no participaba. Espero cazar uno más grande que el suyo, si
no va a ser muy raro que se case con su propia hija.
- ¡Serás idiota! –
Gritó el padre de John. – Este es tu venado John.
- No, es el del señor
Wembley. – Oí como una mano chocaba con algo duro. – ¡Ay! Me haces daño papá.
- A ver si te queda
claro. Este es tú venado. Saldrás con los demás de caza, y cuando nadie te vea
vendrás a la bodega, sacarás el venado al bosque, pegarás un tiro al aire como
hemos estado practicando y regresaras a la ceremonia con él para ganarte a Ada.
¿Entendido?
- Sí, padre. Pero yo
quería cazar un…
- ¡Silencio! Le diré a
Roger que te acompañe para que no metas la pata. Se reunirá contigo cuando
llegues al cruce Simmons. – John no dijo nada, pero se le oía refunfuñar.
- Como a tu hijo… -
Comenzó mi padre.
- De mi hijo me encargo
yo. ¿Hay trato o no? Recuerda que tu hija podría acabar como esa desgraciada de
Phillips.
- Hay trato. Esta es la
llave del cobertizo, por si los criados la cierran antes de la ceremonia.
Limpiad la sangre de la nieve cuando lo saquéis, no quiero osos curiosos por
aquí.
- Lo que sea Wembley. –
las voces del señor McCloud y su hijo salieron primero, luego las pisadas
fuertes y enfurecidas de mi padre salieron después.
¿Qué había sido todo
esto? ¿La cacería estaba amañada? ¿Por mi propio padre?
Entonces, mientras aun
no podía creerme lo que había oído. Algo empezó a vibrar en mi pecho. Asustada,
abrí el abrigo y vi con terror como una luz roja intentaba salir del
guardapelo. Esto no podía ser verdad.
Acerqué mi mano, y al
rozarlo, un espantoso sonido retumbó dentro de mi cabeza. El alarido de una
bestia me heló la sangre.
PD: Bueno, aquí está la nueva historia. Sé que aún no se le ven los tiros, pero tened paciencia. Como siempre, espero que me digáis que tal os ha parecido en los comentarios o en su entrada de Facebook. Y si, lo sé, lo mío no es la charla de época. Intentaré subir los capítulos lo antes posible. Un beso.
Uf!! como extrañaba tus historias y esta es de las que me van a gustar. De momento me intriga lo que va a pasar y que capullo el padre amañando la cazeria.
ResponderEliminarPD ya me me enganchaste a la historia ;)
mas-galicia
No has perdido tu toque ;). Como siempre, genial.
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