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miércoles, 3 de junio de 2015

La Joven Cajera Parte III

Llegamos a su piso y, tras prestarme un pijama y darme un cepillo de dientes nuevo, nos metimos en la cama y nos quedamos dormidas una en brazos de la otra.
                   
Todo el fin de semana nos lo pasamos en la cama. Y no como ustedes pensáis. Creamos un fuerte lleno de almohadas, papeles y expedientes y equipadas con pantalones cortos deportivos y cómodas camisetas de tirantes, mucha cola light y pizza de atún, nos enfrascamos en las notas y encontramos al fin una fisura. El domingo por la tarde nos enfrascamos en llamadas para conseguir nuevos testigos y finalmente dimos con un total de cinco examantes del marido dispuestas a declarar, claramente despechadas o engañadas por el mismo. Al parecer no sólo tenía relaciones esporádicas, sino que mantenía a varias amantes al mismo tiempo y gastaba en ellas parte del poco dinero que tenía la mujer de herencia paterna en vez de gastarlo en su hijo, como exhibía la cláusula del suegro. También averiguamos que el marido cobraba la subvención estatal por desempleo mientras trabajaba en una empresa de la construcción como capataz habiendo mentido en su número de la seguridad social y usando la de su mujer. Lo teníamos.


El lunes a las 8 de la mañana, Mackenzie y yo nos presentamos en el juzgado y escasos 20 minutos después de mostrar las pruebas de la seguridad social, mandamos llamar a las amantes y ganamos el caso consiguiendo una manutención completa por parte del padre, así como la devolución a plazos por el dinero “robado” de la herencia, además de pagar una multa de más de 12000 dólares por el delito de falsificación y estafa. Por los cuales le cayeron 8 años de cárcel por no disponer del dinero. “Está hecha para el derecho, Letrada, aun es joven, pero quién sabe, tal vez en menos de veinte años llegue a jueza…” Dijo el juez Ferrer, el cual había llevado varios de sus casos “Gracias Juez, muchas gracias” dije, mientras estrechaba su mano. Estreché la mano del abogado defensor mientras escuchaba los improperios del marido mientras lo sacaban de la sala los policías judiciales.

Carla me abrazó y lloró como una niña pequeña mientras Janine le acariciaba la espalda dulcemente “Es usted una Santa, Doña Evelyn. Mi hijo y yo le estaremos eternamente agradecidos” dijo mientras levantaba a un niño de apenas 4 años y lo llenaba de besos “No todo ha sido cosa mía, sin la letrada Richardson no lo habría conseguido. Se pasó todo el fin de semana conmigo ayudándome con el caso” Carla corrió y abrazó a una muy sorprendida Mackenzie, la cual, como pudo, respondió al efusivo abrazo.

Ya en el bufete, Mackenzie y yo nos tomamos un café y nos relajamos un poco después del ajetreado fin de semana. “Dios, sólo quiero dormir… ¿Cómo has podido aguantar todo el trabajo extra durante todo el mes?” “Pues, siendo sincera, con el agradecimiento de todas las personas a las que ayudo” Mackenzie me miró con orgullo y pasión “Evelyn, eres sin duda la mujer más maravillosa del mundo. Y de verdad, ojalá no estuviéramos ahora aquí… deberíamos estar metidas en la cama…” la insinuación me subió más colores de los que debería y provocó un inadecuado pinchazo en cierta zona para un horario laboral “¡Mackenzie!” dije enfadada, aunque divertida. Ella levantó las manos como si no hubiera roto un plato en su vida.

Cada tarde desde entonces, salíamos juntas del trabajo y salíamos a cenar o a dar un paseo juntas. Se notaba lo que ambas deseábamos, pero amaba la sensación de la dulce y cruel espera. Fuimos juntas a la fiesta de cumpleaños de July y Don nos saludó con un fuerte abrazo y una mirada cómplice “Veo que os estáis llevando bien chicas” dijo, mientras nos tendía un par de cervezas “Ahora mismo te presentaré a Paul y las niñas Evelyn, te van a encantar, son adorables… aunque antes” Dijo, mientras bebíamos de nuestros botellines “¿Para cuándo es la boda?” no bañamos a Don de cerveza de milagro, ya que se apartó justo a tiempo para empezar a reírse fuertemente “¡Don! ¡No seas viejo verde! Lo siento mucho chicas, a veces le da por hacer de celestina y se le pasa la mano” dijo un hombre alto y canoso, cercano a los 60 años que debía tener Don. “Lo siento de verdad, pero es que sois tan adorables intentando conteneros en el bufete que no podía evitarlo” dijo Don “Os presento a mi marido Paul. Paul, ya conocer a Mackenzie y esta joya pelirroja de aquí es Evelyn Doherty, la hija del cascarrabias de Marcus. Y menos mal que la belleza la sacó de Keyla, que si no…” Don se rio de su propio chiste. Mi padre no era feo, pero tenía lo que se podría llamar una belleza irlandesa. Alto, robusto, barbudo y medio calvo y mi madre era una refinada señorita inglesa. Fina, pequeñita y elegante. Se podría decir que hicieron un buen coctel conmigo y saqué lo mejor de ambos. “Oh, por cierto Mackenzie, tu padre está por aquí, y creo que ya ha oído algunos rumores sobre Evelyn…así que ya te puedes ir pensando la fecha, ya sabes cómo es” Mackenzie se puso blanca como la tiza “¿Cómo qué rumores? ¿Fuiste tú verdad Don? Vieja alcahueta”

Don y Paul se rieron sin parar “¿Y qué esperabas querida? El pobre lleva un año preocupado por ti. No hacías más que suspirar por aquella joven cajera y desde que se ha enterado que estás con la nueva joven promesa del derecho de esta ciudad está que no cabe de felicidad” vi como Mackenzie me miraba de reojo entre avergonzada y furiosa…supongo que contra su padre. Yo, que no me avergonzaba de mi antiguo trabajo dije sin reparos “Yo era la joven cajera, Don. Y no me avergüenzo de ello. Estoy orgullosa de haber sabido mantenerme sin la ayuda de mi padre y aun lo estoy más de que ese trabajo me diera la oportunidad de conocer a la mujer más brillante, maravillosa y preciosa que he conocido y conoceré jamás” Don sonrió de manera cómplice “Yo ya lo sabía querida, tú padre me lo dijo, el que no lo sabía es él. Y creo que ahora no te libras de ser su nuera” Don señaló a mi espalda y Mackenzie y yo nos giramos, para encontrarnos con un hombre alto y fuerte, de cabello rubio, seguramente teñido debido a sus más de 50 años y unos escrutadores ojos grises que me miraban de arriba abajo. “Papá…” dijo Mackenzie. La miré rápidamente, intentando ganar fuerzas, pero ella estaba roja como un tomate, así que volví mi mirada de nuevo hacia el que seguramente era James Richardson. No iba a dejar que su padre mi viera débil. No señor. Avancé lentamente hacia él sin apartar mi mirada y le tendí la mano “Encantada de conocerle, señor Richardson. Espero parecerle lo suficientemente buena para su hija, porque no pienso dejarla esté o no de acuerdo” James Richardson pareció momentáneamente asombrado y me trague el nudo que sentía en mi garganta ante el miedo de tener a este hombre de más de metro noventa a punto de aplastarme como un bichito. Hecho que casi ocurrió, al encontrarme de repente rodeada de unos fuertes brazos y siendo alzada sin dificultad por ese gran hombre. Empecé a notar una fuerte vibración…se estaba riendo. “¡Bienvenida a la familia! Y por favor, llámame James, no soy tan viejo” James me dejó en el suelo y me quedé momentáneamente en shock. Sentí una mano apoyarse suavemente en la parte baja de mi espalda y me encontré con una sonriente Mackenzie “Siento todo esto, de verdad” iba a decirle que no se preocupara cuando apareció una mujer clavada a Mackenzie solo que veinte años mayor. Tenía el cabello de un rubio más oscuro y unos vibrantes ojos verdes “Querida, me dijiste que era preciosa pero sin duda supera mis expectativas…siempre soñé con tener hijos pelirrojos… ¡me conformaré con nietos!” ¿Qué? ¿Hijos? ¿Ya? Pero si ni siquiera hemos ido a la cama todavía “Dios, mamá, por favor. Sólo llevamos juntas dos semanas, no quiero que la asustéis…” “¡Tonterías Mac! Ya he hablado con su madre y me cae de fábula, y no pienso dejar que se escape la mejor compañera de Bridge que he tenido en la vida” espera, ¿mi madre qué…?

De repente, se escucharon unos fuertes gritos fuera de la cocina que eran demasiado familiares…oh, no es posible. “Eres horrible para las direcciones Marcus, ¡llegamos una hora tarde!” “No es culpa mía Keyla, estos barrios no tienen ni pies ni cabeza, con lo fácil que sería que todo estuviera encuadrado…” “Lo que sea Marcus, yo solo quiero ver a mi niña y conocer a la hija de Nora, seguro que es tan guapa como ella…” de repente, el gran tonel pelirrojo de mi padre, y mi alegre y pequeña madre irrumpieron en la cocina. “Hija” Gritó mi padre al verme. Vino hacia mí y me doblo como un palillo en un abrazo de oso “¡Marcus compórtate! No estamos en el campo” le riñó mi madre, mientras examinaba detenidamente a Mackenzie, a la que le tendió la mano con una cortés sonrisa “Encantada de conocerte Mackenzie, tu madre me ha hablado maravillas de ti y por lo que veo eres tan preciosa como ella” mi madre se giró hacia mí “Menos mal que tienes más gusto que yo hija, al menos tienes el gusto exquisito de tu padre con las mujeres” “Madre…” “¡Chitón! Que si no llega a decirme Nora que tú y esta maravillosa chica salíais juntas no me entero hasta el día de la boda” “pero mamá ni siquiera…” “Nada de peros, eres igual de cazurra que tu padre, ¡conozco a los Richardson desde hace años! Si me hubieras llamado más de vez en cuando os habrías conocido mucho antes de tener que jugar a las tiendecitas” “Oh Keyla, no creo, ambas son iguales. ¿Mackenzie, recuerdas aquella fiesta de hace 4 años donde te dije que iríamos a una casa de campo en a las afueras?” Mackenzie asintió, “¿Recuerdas también que te dije que quería presentarte a alguien?” espera…hace 4 años…oh “Pues resulta que quería presentarte a Evelyn. Acababa de conocer a Nora cuando fui a la ópera con unas amigas, me habló de su hija y yo pensé en presentaros para que así Evelyn tuviera a alguien conocido aquí en la ciudad…y como tenías los mismos gustos…ya sabes” No fastidies, esa estúpida fiesta a la que no fui porque estaba demasiado ocupada con el papeleo de la universidad y buscando como loca un piso barato y decente. “No te preocupes Mackenzie, aquí la homenajeada no apareció porque decidió adelantar su marcha a la ciudad” Dijo mi madre.

Mackenzie y yo nos miramos. “Sucedió cuando tenía que suceder” dije sin apartar mi mirada de ella “Ni antes ni después” concluyó ella, dándome un casto beso en los labios. “Creo que voy a llorar…” dijo mi madre agarrando las manos de Nora, que también parecía al borde del llanto. “Ya, ya… Dios, las mujeres son unas sensibleras” “¡Dios Marcus eres un insensible! Nuestra hija ya es toda una mujer comprometida…” no quería seguir oyendo más planes de boda así que agarré a Mackenzie del brazo y empecé a sacarla de la cocina “Se acabó, ustedes hablen de lo que quieran, yo me llevo a mi novia a ver a las cumpleañeras y nos vamos de esta jaula de grillos”

Dos horas más tarde, Mackenzie y yo llegamos a su piso en la ciudad después de escapar ambas de nuestras atosigantes madres. Por suerte, a nuestros padres sólo les interesaban las repercusiones sociales y económicas, así que nos dejaron un poco más en paz. Pero mi madre y Nora no pararon de hablarnos sobre trajes de novia y lo bonita que sería una boda en invierno.

“Dios, ha sido demasiado intenso” Dijo Mackenzie, dejándose caer en el sofá y quitándose rápidamente los tacones “¿Intenso? ¡Ha sido una tortura! Y yo que pensaba que esto sólo le pasaba a los heteros” me dejé caer junto a Mackenzie en el sofá, abriendo mi camisa sin mangas hasta el escote “¡Qué calor! ¿Te importa que me ducho aquí? No sería capaz de volver a salir a la calle con el calor que hace sin refrescarme primero” Mackenzie negó con la cabeza “Hay toallas de sobra en el baño de invitados. Yo también me daré una ducha en el baño de mi dormitorio” Me dirigí al baño del fondo cuando Mackenzie me llamó “Es sábado, ¿Por qué no te quedas y vemos un peli y pedimos una pizza?” “¡Claro!” “Genial, te dejaré el pijama en el cuarto de invitados. ¿La pizza de siempre?” “Yep”

Me duché rápidamente con agua fría y disfruté del olor del champú de melocotón y mango de Mackenzie. Encontré un poco de aceite coco y me lo puse por el torso y las piernas…siempre me gustó el olor del coco. Me puse la toalla después de peinar mi cabello y dejarlo húmedo sobre mis hombros y salí para dirigirme a la habitación de invitados. Antes de entrar, Mackenzie salió de su cuarto con unos culotes rosas y una camiseta de futbol rota sobre el ombligo de color blanco y rojo. Iba descalza e iba mirando al suelo mientras se cogía el pelo en un moño alto. Estaba tan sexy siendo descuidada que era casi doloroso…pensé en darle una pequeña sorpresa, así que en cuento levantó la vista y me vio, le sonreí y fui dejando que la toalla se fuera deslizando hasta que entré por completo en la habitación de invitados y tire la toalla fuera, para que pudiera verla. Sólo fue un susurro pero creo que oí “Tramposa”.  Mi pijama era muy parecido al suyo, sólo que en vez de una camisa suelta que enseña el ombligo, yo soy más de taparlo todo pero enseñarlo de otra manera. Me puse los pantalones cortos a lo comando, ya que la ropa interior de Mackenzie me quedaba algo suelta. Admito que tiene mucho mejor culo que yo…y más pecho, pero en fin. Me puse la camiseta de tirantes negra y me miré en el espejo de cuerpo entero de la habitación. Los culotes y la camiseta negra me daban un look sexy y desenfadado. Perfecto.

Salí de la habitación justo cuando llamaron a la puerta “¿Puedes abrir tú? He dejado el dinero en la entradita gris” Me gritó Mackenzie desde el salón. “Claro” llegué a la puerta, cogí los 20 dólares y abrí la puerta a la nerviosa adolescente. La chica no debía de tener más de 17 o 18 años y me estaba repasando sin mucho disimulo “Humm…esto, ¿pizza grande de atún?” le extendí el billete de 20 y ella me pasó la pizza, empezó a rebuscar el cambio en su riñonera mientras yo dejaba la caja de la pizza en la mesa de la entrada. Me volví y la chica me dio el cambio alargando el contacto de nuestras manos más de los necesario “Hasta la vista…” Dios, que descarado. Cerré la puerta y llevé la pizza a la cocina, después de dejar el cambio en el mismo sitio donde encontré el dinero. Mientras buscaba un par de cervezas para acompañar la pizza, Mackenzie gritó desde la entrada “¿Por qué hay dinero? Te di el dinero justo…” cogí la pizza y las cervezas y me dirigí al salón “¿Quién es Chris y porque quieres que la llames para “divertiros”?” “¿Cómo?” Dije girándome y encontrándome con la miranda furiosa y asombrada de Mackenzie “¿Has abierto la puerta así?” “¿Y cómo quieres que abra? Sólo voy en pijama” Mackenzie se acercó y me tendió un dólar “Ten, creo que esto es tuyo” Cogí extrañada el dólar y vi que tenía algo escrito < 555-937-423 llámame, ¡nos divertiremos! Chris> sonreí ante la arrogancia de la joven adolescente y me di cuenta del enfado y los celos de Mackenzie. Así que arrugué al dólar, lo tiré sin miramientos a la basura y agarré firmemente a Mackenzie de su desnuda cintura. Le di un profundo y posesivo beso hasta que dejó de estar tan rígida, al separarnos me dijo “No vuelvo a dejarte abrir la puerta…Nunca más”

Bebimos cerveza y comimos pizza mientras veíamos como Reese Witherspoon pasó de rubia tonta a rubia abogada. Hablamos de algunos de nuestros profesores de la universidad y la televisión dio paso a una película de terror. Yo no se podría decir que era una valiente, pero a veces me reía de algunas películas de terror. Esta era un clásico, El Grito, y como ya la había visto un par de veces…en vez de ver un fantasma veía una cabeza de fregona pegada a un palo moviéndose por el techo asustando a una anciana muda mientras Buffy, que en esta peli en vez de cazar vampiros cazaba fantasmas, perseguía a un niño albino de pelo negro con aires de Pavarotti y a una mujer contorsionista con el síntoma de la rana croadora. Intenté mostrar estas impresiones a Mackenzie, pero no parecían dar resultado del todo. A veces reía de manera nerviosa y otras sencillamente cerraba los ojos con fuerza, así que me acerqué a ella, la rodee con mis brazos y puse el canal de cocina. Empecé a hablarle de cosas sin sentido hasta que empezó a reírse normal de nuevo. Al consolarla no me había dado cuenta de la cantidad de cuerpo que teníamos pegado y ahora era bastante consciente.

Sentí como Mackenzie se ponía rígida de pronto. Me fui apartando de ella hasta que sentí como me agarraba firmemente de la muñeca “No” dijo sin más. La miré, buscando una señal que me dijera qué hacer. Yo la deseaba, muchísimo, pero sería capaz de esperar por ella, sería capaz de… “Te deseo, Evelyn…” ¡A la mierda!

Alcé a Mackenzie y la volqué sobre el sofá, besando sus labios con un deseo desbordado. Mackenzie me rodeo la cintura con sus piernas y me acercó más a ella, mientras nuestros besos se volvían más profundos y exigentes. Ambas gemimos al sentir nuestras pelvis unidas, sólo separadas por la fina tela de nuestros pantalones. Sentía la humedad creciente en mi entrepierna, y aún más sentía la suya. Deslicé mi mano derecha dentro de su camiseta y un escalofrío me recorrió cuando sentí sus pequeños y duros pezones. Alcé la camiseta sin contemplaciones y se la saqué de un solo movimiento. Besé su cuello mientras mis manos masajeaban una y otra vez los abundantes y lechosos pechos, coronados por unos pequeños pezones rosados que gritaban por la ausencia de mis labios. Deslicé mi lengua entre sus pechos dejando un camino húmedo y sediento hasta el ombligo, donde introduje mi lengua suavemente imaginando otra clase de botón. Mackenzie gimió con impaciencia hasta que mis labios encontraron su pecho izquierdo y soltó un grito ahogado de excitación “Dios, Evelyn” viaje de uno a otro mientras mis manos bajaban hábilmente sus pantalones, dejando unas preciosas braguitas de encaje rosa a la vista, visiblemente empapadas por su excitación.

Mackenzie se irguió y me quitó rápidamente la camiseta de tirantes. Vi sus pupilas dilatarse hasta el borde de sus ojos verdes mientras contemplaban mis pequeños y tersos pechos. Los besó y mordió mientras sus manos subían y bajaban por mi espalda, provocándome espasmos de deseo y anhelo. Le robé su boca a mis pechos mientras rodábamos de un lado a otro del gran sofá. Por el camino conseguí deslizar mis pulgares por la cintura de su encaje y deslizarlas por sus suaves y largas piernas hasta tenerla completamente desnuda a mi merced. Estaba sobre ella, separada, contemplando toda su belleza “Mackenzie…eres preciosa…” “No tanto como tú” quise contestar pero su mano se adentró velozmente dentro de mis pantalones y sus ojos se abrieron tanto como los míos al sentir su mano directamente en mi caliente e hinchada humedad. Ahogamos juntas un grito de placer al sentir como se movía hábilmente sobre mí. No tardaría mucho si seguía así “No, así no” saqué su mano a la vez que bajaba de un tirón mis pantalones y encaje mi muslo entre sus piernas. Me estaba inclinando sobre ella cuando sentí que me daba un suave empujón y quedó sobre mí, con una sonrisa victoriosa que en un instante se volvió lujuriosa al sentirnos completamente unidas. Se movió sobre mí, como una diosa embriagada por el placer, besando mis pechos, mi cuello, mi boca… podía sentir como nuestras respiraciones se volvía cada vez más rápidas y nuestros movimientos más urgentes. Quería que se corriera sobre mí… deslicé una mano entre nosotras y la alcé ligeramente para penetrarla primero con uno y luego con dos dedos. Sentía su interior caliente y húmedo vibrando a mí alrededor a la vez que sentía su muslo contra mi entrepierna. Cabalgó sobre mí como una amazona salvaje hasta que ambas llegamos a la cima gritando nuestros nombres. La abracé con fuerza con mis dedos aun dentro de ella, sintiendo los últimos coletazos de placer en su interior, hasta que ambas nos derrumbamos en el sofá exhaustas.


Esa noche hicimos el amor en el pasillo de caminos al dormitorio como dos adolescentes impacientes, en la mesa del comedor la degusté cual manjar culinario, en la cocina rodee sus hombros mientras mis glúteos sentían el frío mármol y mi entrepierna el calor de su lengua. En el baño nos duchamos y nos limpiamos muy a fondo para acabar empotradas contra el cabecero de la cama con la ayuda de un colorido arnés. Fue la noche más excitante, pasional y sexual de toda mi vida…y espero que también de la suya…

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