CAPÍTULO 3
-
¡A levantar dormilona! – Me gritaron en medio de un maravilloso sueño en el que
era la sultana con un gran harén a mi disposición.
-
¡No te vayas Sherezade…! – Dije estirando la mano sin abrir los ojos… así a lo
mejor vuelve…
-
Sherezade se ha ido a contarle cuentos a los niños del vecino, así que venga,
¡a levantarse! - ¿Quién demonios…? Oh, mi asistente, claro… froté mis ojos con
fuerza, gritando por dentro al despegar mi cara de mi maravillosa almohada de
plumas… ¿Cómo era el dicho? A quién
madruga Dios le ayuda… Pues Dios, ¡tengo mucho dinero y no necesito tu
ayuda!
Me
levanté por completo de la cama y lo primero que vi al abrir los ojos fue una
taza con algo raro dentro.
-
¿Qué es esto? – Olí el mejunje amarillento. – Parece pis. – Brooke se río
mientras cogía de la mesita de noche un melocotón y se lo empezaba comer.
-
Es té verde, es digestivo y te proporcionará la teína suficiente para el
entrenamiento. También tienes que comer al menos dos piezas de fruta y un par
de rebanadas de pan de centeno con cereales. – Miré las tostadas que tenían un
feo color marrón con motitas amarillas.
-
Creo que las han quemado… - Dije cogiendo una y mirándola con extrañeza. – Se
supone que el pan es blanco…
-
Este pan es así… ¡pruébalo! Está muy bueno.
-
¿No hay mermelada? – Pregunté esperanzada mirando a la mesa.
-
Nop. Si te portas bien en el entrenamiento de esta semana, tal vez el próximo
sábado te traiga algo de mermelada sin azúcar…
Gruñí
mientras mordisqueaba el pan. No estaba malo, pero no me sabía mucho a nada.
Era crujiente y de vez en cuando me encontraba alguna pipa de calabaza que le
daba algo de sabor. Cuando acabé la primera rebanada, cogí un par de fresas del
bol de frutas que había traído Brooke, la cual, tras terminar su melocotón,
estaba pelando una naranja. Ella también tenía una taza con té, pero ya casi se
lo había acabado. Me aventuré a probar el mío y casi lo escupo de vuelta a la
taza.
-
Te acabarás acostumbrando, como al café. De todas formas, si quieres, mañana te
traigo uno con sabor a frutas rojas, así puede que te lo tomes mejor. – Brooke
me sonreía mientras se metía un gajo de naranja en la boca. Volví a fijarme en
su cuerpo. Ciertamente ayer no me esperé encontrarme con ella. Me había imaginado
a una réplica joven de Lucy, bajita y
rechoncha, y no esta amazona de melena castaña. Lo único que compartía con Lucy
eran sus vibrantes ojos azules.
Llevaba
puesto un chándal sencillo de color negro y tenía el pelo recogido en una cola
de caballo. Look deportista…lo voy pillando. Brooke me tendió un par de gajos
de naranja, que acepté de inmediato, a lo mejor así se me quita el sabor a
hierba de la boca…
Brooke
se despidió de mí y me dijo que me esperaba en 10 minutos en el gimnasio de la
planta baja. Me dejó un conjunto de ropa deportiva para que me lo pusiera. A
petición mía, el conjunto era de color lavanda, incluidas las deportivas. Al
terminar de vestirme me miré en un
espejo e hice el tonto un rato, poniendo posturas de culturistas.
Cuando
abrí las puertas del gimnasio sonaba una música rítmica, pero no demasiado
estridente. Busqué a Brooke por el amplio espacio en el que había dispersas
varias máquinas de pesas y algunas colchonetas. Me la encontré delante de los
espejos estirando, pero no me imaginé encontrármela haciendo aquellas posturas
sin apenas ropa.
Brooke
se había quitado la remera y los pantalones largos para quedarse con un
conjunto de pantalones cortos y sujetador deportivo negros. Se inclinaba en
toda su longitud y se tocaba una y otra vez la punta de los pies, ponía sus
manos en la cintura y se giraba de un lado a otro, para acabar estirando sus
brazos hacia arriba y luego llevarlos primero a la derecha… y luego a la
izquierda…
-
Por fin llegas. ¡Venga vamos! Hay que calentar bien antes de comenzar. Quítate
la ropa larga y déjala en la banqueta, vamos a hacer sudar ese cuerpo… - Me
había quedado embobada, Dios…
Me
quité la ropa y no pude evitar compararnos. No, no estoy gorda. Es más, estoy
bastante más delgada de lo saludable, pero me sentía gorda a su lado. Brooke no
tenía los músculos muy marcados, pero cuando los estiraba se podían contar
desde lejos…por no decir que ella disfrutaba de una piel mucho más bronceada
que la mía, que más que lechosa parecía transparente…tengo que ir al salón de
belleza a que me den unos rayos…
Dos
horas después estaba despatarrada en el suelo del gimnasio con el pelo pegado a
mi frente y mis manos y mis pies temblorosos…
-
Me muero… - Dije sin aliento.
-
No es para tanto, además, mañana sí que vas a morirte si no tomas algo de
azúcar. En mi bolsa a zumos de frutas, tómate uno antes de continuar…
-
¿Continuar? ¿Estás loca? No pienso volver a visitar esta sala en mi vida… es
más, creo que la mandaré derruir… - Brooke volvió a reírse. Me estaba acostumbrando
a su risa. Era genial hacer reír a alguien de esa manera, sus amigos siempre se
reían de manera muy falsa…como ella.
Me
dirigí a la bolsa de deporte de Brooke y encontré cuatro pequeñas botellas de
diferentes colores, dos eran de agua con limón, otra de arándanos rojos y otra
de melón. Cogí la de arándanos y me alegré de que estuviera fresquita. Le di un
largo trago que me provocó fatiga. Tosí un par de veces y me giré para quejarme
de la mala calidad de la bebida cuando volví a quedarme estática. Brooke estaba
usando una barra horizontal y subía y bajaba sin problema, haciendo que los
músculos de su espalda se marcaran. “Potente”
pensé.
Brooke
se descolgó y se secó el sudor de las manos, el cuello y el torso. Pasó un
trapo pequeño para la barra y lo echó a un lado. Cogió una nueva toalla y me
señaló con ella.
-
ven. – Yo me acerqué, inocente. Me quitó la botella y le dio un tragó desde
lejos. La dejó en una banqueta cercana y se puso a secarme el sudor y el agua
de las manos. – Lista. A ver cuantas puedes hacer. – Y sin más, me levantó de
las caderas como si fuera una hoja y me hizo agarrarme de la barra de metal. –
Bien, ahora te voy a soltar. Primero intenta mantenerte por encima de la barra
todo lo que puedas y luego intentamos bajar y subir al menos una vez…
-
¿Estas mal de la olla? No me sueltes, ¡desde aquí me puedo dislocar!
-
No te preocupes, yo te atrapo. ¿Lista?
-
¡No!
-
Tres, dos…ya. – Y me dejó sola, a merced de mis débiles brazos. Sentía como mi
barbilla se iba acercando a la barra de metal hasta quedar completamente
pegada. Mis dedos habían empezado a sudar de nuevo, y me estaba resbalando,
sentía que me ahogaba… acabé resbalándome sin más fuerza en mis dedos y brazos,
y esperé la caída que no llegó. Brooke me tenía fuertemente cogida por las
rodillas y la cintura. De forma natural, la agarré por el cuello, quedando muy
cerca la una de la otra.
-
Bien, has aguantado más de 25 segundos. No está mal para la primera vez. – Dijo
mientras me dejaba en el suelo. – Vamos, sigamos una hora más.
Cuando
acabamos el entrenamiento, lo único en lo que podía pensar era en una ducha
bien fría seguida de un baño calentito donde ahogarme.
-
Dios, huelo a bicho muerto. – Dije viendo mi sujetador deportivo completamente
empapado de sudor y el desagradable olor que salía de mi cuerpo. Brooke, que
había sudado mucho menos que yo, no olía para nada mal. - ¿Por qué tú no
hueles? – Esta sonrió con suficiencia.
-
La mala alimentación también ayuda a que el sudor huela mal. Después de un mes
comiendo bien y haciendo ejercicio, dejaras de sudar tanto y tu sudor no olerá.
Nos
separamos para ir a nuestras respectivas habitaciones. Me quité el sudado
conjunto y me di la tan ansiada ducha. Al bajar al comedor, me encontré a
Brooke hablando animadamente con mi padre sobre el desempleo y la asfixia de
las grandes empresas para mantener a sus empleados.
Comí
sin muchas ganas mi sopa de verduras y mi arroz al vapor con pollo. Sentía mis
músculos dormidos y sólo deseaba tirarme en mi cama. Por la tarde, Brooke y yo
volvimos a nuestro estudio sobre terminología y tácticas de ligoteo. Aunque lo
que más me gustaba era cuando se iba por las ramas y me contaba alguna de sus
aventurillas o alguna que otra lesbiana loca que la había acosado por algunos
meses.
Y
así fueron pasando las semanas. Al principio mi cuerpo me dolía como los mil
demonios y estaba cansada y hambrienta a todas horas, pero poco a poco, me
acostumbre a la dieta y fui ganando algo de masa muscular. Me descubrí a mí
misma moviéndome más rápido y ágil que antes. Subía y bajaba las escaleras
corriendo, aguantaba las sesiones de ejercicios sin molestias y me sentía más
fuerte cuanto más dolor sentía mi cuerpo. Acepté que mi estilo de vida de hacía
un mes no era muy sano y me descubrí aceptando ir en bici por los alrededores o
ir a patinar por el amplio garaje después de despejarlo de coches.
Brooke
me explicó como había hecho crecer a su “Bebé”, y me explicó algunas cosas
sobre coches y mecánica. Aprendí que resultas mucho más interesante a una mujer
si conoces algo sobre todos los temas de conversación. Al parecer, la moda y la
vida ostentosa no era el tema más destacado de las conversaciones entre
bolleras.
Y
entre todo esto, llegó el día de San Valentín. Por la mañana en el
entrenamiento, Brooke me dijo que esa noche íbamos a salir. Puede que no para
ligar, pero me iba a llevar a un local muy conocido de lesbianas que celebraba
una noche temática para encontrar pareja, así vería como ligan las chicas
grandes.
La
temática de la fiesta eran looks del siglo XX. Debías vestir de tu década
favorita, así también conocías a chicas con tus mismos gustos musicales. Elegí
vestirme de chica pin-up de los años
50. Salí a comprarme a una boutique un traje de estilo Ladylike, muy ceñido por arriba y con una falda con mucho vuelo
justo por debajo de las rodillas con escote en Halter. El vestido era negro con pequeños lunares blancos por todo
el cuerpo. Tenía una cinta roja ancha en la cintura y volantes interiores del
mismo color. Y lo más importante, unos altos tacones de mocasín rojos y
blancos. Con la ayuda de una estilista, me maquilló con unos brillantes labios
de carmín rojo y un peinado de media coleta con flequillo abultado y diadema de
seda roja. Cogí un pequeño bolso de mano rojo y le giñé un ojo a una preciosa
versión de mí de los años 50.
Cuando
me disponía a bajar las escaleras me frené en secó antes de que me viera.
Brooke me espera al pie de las escaleras con un look de los años 90, pero con
el cuero suficiente como para ver a una versión moderna de Madonna. Brooke
llevaba unos ajustados pantalones de cuero negro rasgados y deshilachados por
las rodillas y botas militares negras. Su top, del mismo color que los
pantalones, dejaba a la vista por completo su vientre cincelado y moreno y la
chaqueta de cuero roja daba un toque de color al conjunto. Llevaba el pelo
revuelto y salvaje y los ojos pintados completamente de negro. Incluso la pose
iba con el look, apoyada a una pared con los hombros ligeramente encorvados y
los dedos pulgares metidos en los bolsillos de la chaqueta. ¡Una auténtica
estrella del rock!
CAPÍTULO 4
Miré
mi móvil para comprobar la hora de nuevo. Ya eran las 21:30. Si Gwen no se daba
prisa no podrían dejar el coche en el aparcamiento cubierto y ni muerta dejaba
a mi niño en la calle a merced de cualquier maleante.
Daba
las gracias de que esa noche hiciera el frío suficiente como para que no se le
pegaran demasiado los pantalones de cuero. No fue su primera opción, pero al
ver que los vaqueros elegidos para la ocasión estaban rasgados en lugares
peliagudos decidió cambiar de prenda. Y fue una suerte que su antigua chaqueta
de cuero aun le quedara bien…
Escuché
unos tacones en lo alto de la escalera, así que alcé mi mirada y me encontré con
una versión mucho más hermosa de Dita Von
Teese vestida de niña buena de los años 50. El vestido de volantes le
marcaba la estrecha cintura, las incitantes caderas y los abundantes pechos
blancos como la nieve. Intenté tragar varias veces para deshacer el nudo de mi
garganta y así poder decir algo, pero los ojos grises de Gwen me tragaban sin
poder evitarlo y la suave sonrisa que me regaló al llegar al final de las
escaleras me hizo darme cuenta de que me encantaba el carmín rojo…
-
¡Brooke estás fantástica! – Exclamó Gwen, mirando mi look de desinhibida de la
vida. Comparada con ella, yo parecía sacada de un vertedero… me recompuse un
poco y le respondí.
-
Tu también estás genial… veo que has captado la idea de la fiesta, aunque no
creo que haya mucha gente a la que le vaya la música de los 50.
-
Lo sé, pero a mí de verdad me gustan los grupos como Los Rolling Stones, Chuck Berry, The Doors o Bob Dylan, sé que
algunos de los que me gustan son más de los 60, pero no pude evitarlo, me
encanta el look a lo Betty Boop.
-
No, si a mí ahora también me encanta. - ¿Qué dije? Anda cálmate fiera…
carraspee y me di cuenta de algo. - ¿Sabes? Hemos recreado dos estereotipos sin
darnos cuenta…
-
¿Sí? ¿Cuáles? – Preguntó Gwen curiosa, mientras nos dirigíamos a la salida.
-
Pues… - Abría la puerta de la casa y la dejé pasar con caballerosidad. – Vamos
absolutamente de Butch y femme. –
Dije señalando nuestros estilos mientras nos dirigíamos al coche y abría la
puerta del copiloto para que Gwen entrara. – Y… - Cerré su puerta y di la
vuelta al coche por delante hasta llegar a mi puerta, la abrí, entré y metí la
llave en el contacto. – Soy el “chico malo” que lleva al baile a la “chica
buena”. – Le guiñé un ojo y arranqué el coche. Dios, he coqueteado
descaradamente, ¿Qué me pasa? Recordé que le gustaban los Rollings, así que
conecté mi móvil a la radio del coche y puse el reproductor en aleatorio, que
para mi suerte, eligió “That’s How Strong
My Love Is” y quise pegarme en la cara con el volante. Me hice la loca y
conduje velozmente hasta llegar a la ciudad. Gwen no parecía molestarse por mi
exceso de velocidad y eso me gustó. Cuando llegamos al local le dije que
esperara dentro. Salí del coche y fui hasta el aparcacoches.
-
Te juro que como le encuentre un rallón después te capo. – Y le di las llaves
mientras el tragaba sonoramente. Fui a la puerta del copiloto y le abrí de
nuevo la puerta a Gwen, le sostuve la mano para que saliera cómodamente y la
conduje hasta la entrada de la discoteca. Antes de abrir, me giré hacia ella y
le dije.
-
Bienvenida a Sappho’s Empire. – al
abrir, un local gigantesco se abría ante nosotras. Era el local para lesbianas
más grande del país. Nada de hombres, sólo mujeres, y eso costaba un precio.
Era el local más caro de la ciudad y era más que sabido que había encuentros
más privados en las habitaciones del fondo de la sala. El local se encontraba
abarrotado de un sinfín de estilos del siglo XX. Según en qué zona te encontrabas
sonaba más fuerte un tipo de música u otra. Los más llenos eran los de los 80 y
90, con música rock más fuerte y pistas de bailes repletas.
Gwen
y yo avanzamos por la multitud y ambas sufrimos el escrutinio de la sala. A mí
ya me conocían, ya que venía aquí desde hace un par de años, pero Gwen era
carne fresca… y carne fresca de primera calidad. Al llegar a la barra le
pregunté qué quería para beber y no me sorprendí de que me dijera “Oh, un mimosa estaría bien”, pedí su
bebida y me pedí para mí un Ruso Negro. Llevé a Gwen a un reservado de la
planta de arriba, donde solía encontrarme con mis compañeras, y como esperaba,
allí estaban.
-
Ven, voy a presentarte a algunas chicas. – Gwen asintió feliz. Desde que entró
en la discoteca no paraba de mirar a todas partes. Llegamos a la mesa más
cercana a la baranda donde cinco mujeres de varias edades estaban sentadas
hablando y señalando la pista de baile. Iba a adelantarme a las presentaciones
cuando Bobby me vio y saltó a abrazarme.
-
¡Dios me libre de estar alucinando! ¡La loba ha salido de su cueva! – Bobby,
vestida como una hippie de los años 60, me colgaba del cuello como una niña
pequeña en su metro cincuenta y cinco. – Te hemos echado de menos Brooke, ya no
sales para nada con nosotras.
-
Lo siento, he tenido trabajo. – Dije señalando a Gwen. Bobby la miró de arriba
abajo y pude escuchar como los engranajes de su cerebro se movían ruidosamente.
Oh cielos…
-
Hola, yo me llamo Roberta, aunque todos me llaman Bobby, y tú eres…
-
Gwen. Soy la nueva…
-
¡Lo sabía!- Dijo girándose hacia las demás. – Sabía que si la loba no salía de
caza era porque la habían pillado. – Intenté callar a Bobby pero la lengua ya
le corría muy rápido. – Y dime, ¿es tan buena en la cama como dicen? Que esta
no suelta ni prenda… - Dijo Bobby riendo.
-
¡Bobby que es mi jefa! – Dije gritando, haciendo que varias cabezas se giraran
a mirarnos. Bobby se quedó congelada en el sitio, mientras Gwen se doblaba de
la risa.
-
¿Lo…siento? – Dijo Bobby. Que volvió a sentarse con las demás. Gwen estuvo un
rato riéndose de mí hasta que se irguió de nuevo y se acercó a mi oído.
-
¿La loba? Eso no me lo has contado…
-
Ya es qué…
-
¿Gwen? ¿Eres tú? – Preguntó una chica rubia sentada cerca de Bobby.
-
¿Mac? Dios, ¡eres tú! – La rubia se levantó y abrazó estrechamente a Gwen, algo
que no me gustó demasiado. Luego, me fijé en la chica pelirroja que la seguía
sin alejarse de su lado.
- ¡Evelyn!
-
¡Brooke! – Gritamos ambas, y nos abrazamos igual que nuestras acompañantes. –
Cielos estás tan bien como siempre, ¿sigues dándole duro verdad? – Dijo Evelyn
agarrándome fuerte por el estómago y golpeando mis abdominales. – En la
universidad aquí había algo más de grasa…
-
ya, ya… dejemos atrás mi pasado chobbi, por favor…
-
Pero que dices, que no tuvieras abdominales no significa que no estuvieras
buenísi… - Alguien carraspeó fuertemente a la espalda de Evelyn y vi a la rubia
mirándome con cara de asesino psicópata. – Eh… esto… Brooke, te presento a
Mackenzie… mi prometida. – Dijo Evelyn, mirando a la rubia con dulzura.
-
¿Prometida? – Dijimos Gwen y yo al unísono.
-
Sí. – Dijo Mackenzie. – Me lo pidió en fin de año. – Le dijo a Gwen. – No te lo
dije en la gala porque te fuiste corriendo con Richie…
-
Cierto no me acordaba… - Gwen y Mackenzie se enfrascaron en su conversación y
yo llevé a un lado a Evelyn.
-
¡Te vas a casar! ¡Dios! ¿Qué le ha pasado al mundo? – Le dije a Evelyn
zarandeándola.
-
Ya, ya… no sé qué le ha pasado al mundo, yo sólo sé lo que me ha pasado a mí, y
es que estoy absoluta y perdidamente enamorada de ella. – Evelyn tenía una
mirada tan brillante que no se parecía en nada a esa chica centrada y rebelde
que conoció en su último año de universidad.
-
Me alegro por ti Evy. De verdad.
-
Bueno, ¿y de que os conocéis vosotras? – Dijo Mackenzie, que rodeó
posesivamente el brazo de su futura mujer.
-
Pues, acababa de entrar en la universidad cuando vi un están de una asociación
universitaria LGTB. Brooke estaba en su último año y se dedicó a enseñarnos a
las novatas todo aquello… por no decir como seducir a las novatas…
-
¡Evy!
-
Oh, ¿en serio? ¿Y tú fuiste una de ellas, cariño? – Le preguntó Mackenzie a
Evelyn, apretando considerablemente más fuerte su brazo.
-
Tranquila Mackenzie, tenía que obligar a Evy a dejar de estudiar para salir de
vez en cuando un poco, no me extrañaría que cuando me fui se encerrara en la
biblioteca a estudiar con un saco de dormir y un cepillo de dientes. – Todas
nos reímos. Supongo que Mackenzie ya conocía ese lado de Evy.
-
Sí…esa se parece más a la Evelyn que conozco…
La
pareja fue a sentarse algo más alejada del grupo y empezó a hacerse arrumacos
algo más descarados. Gwen, después de presentarle a Lisa y Olivia, la otra
pareja del grupo, empezó a mirar de vez en cuando a Mackenzie y Evy, que desde
hacía rato había pasado a darse besos mucho más profundos. Me acerqué a Gwen y
le susurré al oído.
-
¿Celosa? – Gwen saltó a mi lado y me miró azorada.
-
Yo no… - Gwen volvió a mirar un momento hasta darse cuenta de que no estaba
bien. – Lo siento es que… yo nunca he tenido eso, y me gustaría saber… - a Gwen
se le empeñaron los ojos y no pude evitar cogerle de la mano y estrechársela
con fuerza.
-
Lo tendrás, no te preocupes. Eres preciosa, divertida y ¡obscenamente rica!
¿Qué chica no querría estar contigo? – Intenté que mi sonrisa fuera sincera y
la calmara. Después de observarme durante un buen rato, Gwen asintió y volvió a
sonreír.
Cuando
ya llevábamos todas algunas copas, Lisa y Bobby empezaron a picarme para que
hiciera el reto.
-
¿De qué reto hablan? – Preguntó Gwen, que era la más sensata de todas dado a la
suavidad de las 4 mimosas que se había tomado.
-
¡Del reto del chupito irlandés! – Dijo Lisa. – Esta lobita de aquí es la única
de la ciudad que aguanta tomarse un chupito de la Absenta negra Hapsburg Gold
Label…
-
Ya no es necesario que lo haga. Ya gane mi entrada gratuita para el resto de mi
vida…
-
Bueno, pues ahora puedes ganar para conseguir el mismo trato para Gwen ¿no?
- Ella
tiene suficiente dinero como para comprar este sitio… - Dije algo mareada. Creo
que me había pasado con las copas de Ruso Negro…
-
¡Vamos! Sería un bonito detalle y tú tienes el estómago de acero… - Antes de
que pudiera evitarlo, Bobby se fue y volvió al rato con Gina, la propietaria
del Local, que llevaba una botella pequeña con un líquido verde, vaso pequeño y
un mechero.
-
Vaya, vaya… pero si es la loba… ¿Quién es la afortunada de merecer tu
sacrificio? – Las chicas levantaron a Gwen.
-
Ella, es la nueva jefa de Brooke. – Dijo Bobby saltando de emoción.
-
Está bien, si consigues beberte el chupito entero sin escupirlo o vomitar por
un minuto, tu “jefa” tendrá la entrada libre para ella y alguien más. ¿Lista?
-
Espera… Bobby, tráeme dos botellines de cerveza por favor…
-
Marchando – Bobby se fue y volvió rápidamente con dos botellines abiertos, que
colocó delante de mí. Las demás empezaron a hacer un corro a mí alrededor
mientras Gina preparaba con parsimonia el chupito y ponía un reloj de arena en
la mesa.
-
Brooke… ¿estás segura de esto? – Me preguntó Gwen, preocupada.
-
No, pero tómatelo como un regalo de cumpleaños adelantado. – Gina mandó a
callar los cuchicheos y me miró. Yo asentí y ella prendió el mechero y flambeo
el chupito.
Sin
pensarlo demasiado, me lo tomé y comencé a sentir el fuego en mis labios y mi
boca…corría rápidamente por mi garganta hasta llegar a mi estómago. Sentí unas
ganas tremendas de expulsar ese líquido del demonio, pero sabía que eso no
haría que el calor parase. El reloj de arena, que ya estaba por la mitad, no
mostraba la cara de expectación de todos los presentes que esperaban que echara la pota o fuera
corriendo a los lavabos a meter mi cara en el retrete. Sentí la mano de Gwen
apretar con firmeza mi muslo y me centré en eso para no caer antes de tiempo.
Supe cuando había acabado el suplicio cuando los gritos llenaron el lugar.
Inmediatamente, me trague las dos cervezas hasta que sentí que la quemazón del
estómago se calmaba, ahora sólo lo sentía en mi boca.
-
Leche…necesito leche… - Dije sin aire. Gina se marchó a la barra y volvió con
un bote de nata.
-
No hay leche, sólo hay… - No la dejé acabar, le quité el bote de nata y me metí
la boquilla en la boca, apreté y lloré de felicidad al sentir el fuego
apagarse… benditos lácteos…
Las
risas y ovaciones se escuchaban por todo el lugar y nos hicieron una foto a
Gwen y a mi cuando me recompuse y me limpié la nata de la boca. Gina me pidió
la dirección para enviarnos una copia enmarcada y otro pase vip como el que yo
tenía y seguimos disfrutando de la noche…aunque yo ya no tome nada más.
Una Asistente de Alto Riesgo by Belladonna Literaria is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.
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