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miércoles, 3 de junio de 2015

Una Asistente de Alto Riesgo Parte II

CAPÍTULO 3

- ¡A levantar dormilona! – Me gritaron en medio de un maravilloso sueño en el que era la sultana con un gran harén a mi disposición.

- ¡No te vayas Sherezade…! – Dije estirando la mano sin abrir los ojos… así a lo mejor vuelve…

- Sherezade se ha ido a contarle cuentos a los niños del vecino, así que venga, ¡a levantarse! - ¿Quién demonios…? Oh, mi asistente, claro… froté mis ojos con fuerza, gritando por dentro al despegar mi cara de mi maravillosa almohada de plumas… ¿Cómo era el dicho? A quién madruga Dios le ayuda… Pues Dios, ¡tengo mucho dinero y no necesito tu ayuda!


Me levanté por completo de la cama y lo primero que vi al abrir los ojos fue una taza con algo raro dentro.

- ¿Qué es esto? – Olí el mejunje amarillento. – Parece pis. – Brooke se río mientras cogía de la mesita de noche un melocotón y se lo empezaba comer.

- Es té verde, es digestivo y te proporcionará la teína suficiente para el entrenamiento. También tienes que comer al menos dos piezas de fruta y un par de rebanadas de pan de centeno con cereales. – Miré las tostadas que tenían un feo color marrón con motitas amarillas.

- Creo que las han quemado… - Dije cogiendo una y mirándola con extrañeza. – Se supone que el pan es blanco…

- Este pan es así… ¡pruébalo! Está muy bueno.

- ¿No hay mermelada? – Pregunté esperanzada mirando a la mesa.

- Nop. Si te portas bien en el entrenamiento de esta semana, tal vez el próximo sábado te traiga algo de mermelada sin azúcar…

Gruñí mientras mordisqueaba el pan. No estaba malo, pero no me sabía mucho a nada. Era crujiente y de vez en cuando me encontraba alguna pipa de calabaza que le daba algo de sabor. Cuando acabé la primera rebanada, cogí un par de fresas del bol de frutas que había traído Brooke, la cual, tras terminar su melocotón, estaba pelando una naranja. Ella también tenía una taza con té, pero ya casi se lo había acabado. Me aventuré a probar el mío y casi lo escupo de vuelta a la taza.

- Te acabarás acostumbrando, como al café. De todas formas, si quieres, mañana te traigo uno con sabor a frutas rojas, así puede que te lo tomes mejor. – Brooke me sonreía mientras se metía un gajo de naranja en la boca. Volví a fijarme en su cuerpo. Ciertamente ayer no me esperé encontrarme con ella. Me había imaginado a una réplica joven de  Lucy, bajita y rechoncha, y no esta amazona de melena castaña. Lo único que compartía con Lucy eran sus vibrantes ojos azules.

Llevaba puesto un chándal sencillo de color negro y tenía el pelo recogido en una cola de caballo. Look deportista…lo voy pillando. Brooke me tendió un par de gajos de naranja, que acepté de inmediato, a lo mejor así se me quita el sabor a hierba de la boca…

Brooke se despidió de mí y me dijo que me esperaba en 10 minutos en el gimnasio de la planta baja. Me dejó un conjunto de ropa deportiva para que me lo pusiera. A petición mía, el conjunto era de color lavanda, incluidas las deportivas. Al terminar de vestirme  me miré en un espejo e hice el tonto un rato, poniendo posturas de culturistas.

Cuando abrí las puertas del gimnasio sonaba una música rítmica, pero no demasiado estridente. Busqué a Brooke por el amplio espacio en el que había dispersas varias máquinas de pesas y algunas colchonetas. Me la encontré delante de los espejos estirando, pero no me imaginé encontrármela haciendo aquellas posturas sin apenas ropa.

Brooke se había quitado la remera y los pantalones largos para quedarse con un conjunto de pantalones cortos y sujetador deportivo negros. Se inclinaba en toda su longitud y se tocaba una y otra vez la punta de los pies, ponía sus manos en la cintura y se giraba de un lado a otro, para acabar estirando sus brazos hacia arriba y luego llevarlos primero a la derecha… y luego a la izquierda…

- Por fin llegas. ¡Venga vamos! Hay que calentar bien antes de comenzar. Quítate la ropa larga y déjala en la banqueta, vamos a hacer sudar ese cuerpo… - Me había quedado embobada, Dios…

Me quité la ropa y no pude evitar compararnos. No, no estoy gorda. Es más, estoy bastante más delgada de lo saludable, pero me sentía gorda a su lado. Brooke no tenía los músculos muy marcados, pero cuando los estiraba se podían contar desde lejos…por no decir que ella disfrutaba de una piel mucho más bronceada que la mía, que más que lechosa parecía transparente…tengo que ir al salón de belleza a que me den unos rayos…

Dos horas después estaba despatarrada en el suelo del gimnasio con el pelo pegado a mi frente y mis manos y mis pies temblorosos…

- Me muero… - Dije sin aliento.

- No es para tanto, además, mañana sí que vas a morirte si no tomas algo de azúcar. En mi bolsa a zumos de frutas, tómate uno antes de continuar…

- ¿Continuar? ¿Estás loca? No pienso volver a visitar esta sala en mi vida… es más, creo que la mandaré derruir… - Brooke volvió a reírse. Me estaba acostumbrando a su risa. Era genial hacer reír a alguien de esa manera, sus amigos siempre se reían de manera muy falsa…como ella.

Me dirigí a la bolsa de deporte de Brooke y encontré cuatro pequeñas botellas de diferentes colores, dos eran de agua con limón, otra de arándanos rojos y otra de melón. Cogí la de arándanos y me alegré de que estuviera fresquita. Le di un largo trago que me provocó fatiga. Tosí un par de veces y me giré para quejarme de la mala calidad de la bebida cuando volví a quedarme estática. Brooke estaba usando una barra horizontal y subía y bajaba sin problema, haciendo que los músculos de su espalda se marcaran. “Potente” pensé.

Brooke se descolgó y se secó el sudor de las manos, el cuello y el torso. Pasó un trapo pequeño para la barra y lo echó a un lado. Cogió una nueva toalla y me señaló con ella.

- ven. – Yo me acerqué, inocente. Me quitó la botella y le dio un tragó desde lejos. La dejó en una banqueta cercana y se puso a secarme el sudor y el agua de las manos. – Lista. A ver cuantas puedes hacer. – Y sin más, me levantó de las caderas como si fuera una hoja y me hizo agarrarme de la barra de metal. – Bien, ahora te voy a soltar. Primero intenta mantenerte por encima de la barra todo lo que puedas y luego intentamos bajar y subir al menos una vez…

- ¿Estas mal de la olla? No me sueltes, ¡desde aquí me puedo dislocar!

- No te preocupes, yo te atrapo. ¿Lista?

- ¡No!

- Tres, dos…ya. – Y me dejó sola, a merced de mis débiles brazos. Sentía como mi barbilla se iba acercando a la barra de metal hasta quedar completamente pegada. Mis dedos habían empezado a sudar de nuevo, y me estaba resbalando, sentía que me ahogaba… acabé resbalándome sin más fuerza en mis dedos y brazos, y esperé la caída que no llegó. Brooke me tenía fuertemente cogida por las rodillas y la cintura. De forma natural, la agarré por el cuello, quedando muy cerca la una de la otra.

- Bien, has aguantado más de 25 segundos. No está mal para la primera vez. – Dijo mientras me dejaba en el suelo. – Vamos, sigamos una hora más.

Cuando acabamos el entrenamiento, lo único en lo que podía pensar era en una ducha bien fría seguida de un baño calentito donde ahogarme.

- Dios, huelo a bicho muerto. – Dije viendo mi sujetador deportivo completamente empapado de sudor y el desagradable olor que salía de mi cuerpo. Brooke, que había sudado mucho menos que yo, no olía para nada mal. - ¿Por qué tú no hueles? – Esta sonrió con suficiencia.

- La mala alimentación también ayuda a que el sudor huela mal. Después de un mes comiendo bien y haciendo ejercicio, dejaras de sudar tanto y tu sudor no olerá.

Nos separamos para ir a nuestras respectivas habitaciones. Me quité el sudado conjunto y me di la tan ansiada ducha. Al bajar al comedor, me encontré a Brooke hablando animadamente con mi padre sobre el desempleo y la asfixia de las grandes empresas para mantener a sus empleados.

Comí sin muchas ganas mi sopa de verduras y mi arroz al vapor con pollo. Sentía mis músculos dormidos y sólo deseaba tirarme en mi cama. Por la tarde, Brooke y yo volvimos a nuestro estudio sobre terminología y tácticas de ligoteo. Aunque lo que más me gustaba era cuando se iba por las ramas y me contaba alguna de sus aventurillas o alguna que otra lesbiana loca que la había acosado por algunos meses.

Y así fueron pasando las semanas. Al principio mi cuerpo me dolía como los mil demonios y estaba cansada y hambrienta a todas horas, pero poco a poco, me acostumbre a la dieta y fui ganando algo de masa muscular. Me descubrí a mí misma moviéndome más rápido y ágil que antes. Subía y bajaba las escaleras corriendo, aguantaba las sesiones de ejercicios sin molestias y me sentía más fuerte cuanto más dolor sentía mi cuerpo. Acepté que mi estilo de vida de hacía un mes no era muy sano y me descubrí aceptando ir en bici por los alrededores o ir a patinar por el amplio garaje después de despejarlo de coches.

Brooke me explicó como había hecho crecer a su “Bebé”, y me explicó algunas cosas sobre coches y mecánica. Aprendí que resultas mucho más interesante a una mujer si conoces algo sobre todos los temas de conversación. Al parecer, la moda y la vida ostentosa no era el tema más destacado de las conversaciones entre bolleras.

Y entre todo esto, llegó el día de San Valentín. Por la mañana en el entrenamiento, Brooke me dijo que esa noche íbamos a salir. Puede que no para ligar, pero me iba a llevar a un local muy conocido de lesbianas que celebraba una noche temática para encontrar pareja, así vería como ligan las chicas grandes.

La temática de la fiesta eran looks del siglo XX. Debías vestir de tu década favorita, así también conocías a chicas con tus mismos gustos musicales. Elegí vestirme de chica pin-up de los años 50. Salí a comprarme a una boutique un traje de estilo Ladylike, muy ceñido por arriba y con una falda con mucho vuelo justo por debajo de las rodillas con escote en Halter. El vestido era negro con pequeños lunares blancos por todo el cuerpo. Tenía una cinta roja ancha en la cintura y volantes interiores del mismo color. Y lo más importante, unos altos tacones de mocasín rojos y blancos. Con la ayuda de una estilista, me maquilló con unos brillantes labios de carmín rojo y un peinado de media coleta con flequillo abultado y diadema de seda roja. Cogí un pequeño bolso de mano rojo y le giñé un ojo a una preciosa versión de mí de los años 50.

Cuando me disponía a bajar las escaleras me frené en secó antes de que me viera. Brooke me espera al pie de las escaleras con un look de los años 90, pero con el cuero suficiente como para ver a una versión moderna de Madonna. Brooke llevaba unos ajustados pantalones de cuero negro rasgados y deshilachados por las rodillas y botas militares negras. Su top, del mismo color que los pantalones, dejaba a la vista por completo su vientre cincelado y moreno y la chaqueta de cuero roja daba un toque de color al conjunto. Llevaba el pelo revuelto y salvaje y los ojos pintados completamente de negro. Incluso la pose iba con el look, apoyada a una pared con los hombros ligeramente encorvados y los dedos pulgares metidos en los bolsillos de la chaqueta. ¡Una auténtica estrella del rock!

CAPÍTULO 4

Miré mi móvil para comprobar la hora de nuevo. Ya eran las 21:30. Si Gwen no se daba prisa no podrían dejar el coche en el aparcamiento cubierto y ni muerta dejaba a mi niño en la calle a merced de cualquier maleante.

Daba las gracias de que esa noche hiciera el frío suficiente como para que no se le pegaran demasiado los pantalones de cuero. No fue su primera opción, pero al ver que los vaqueros elegidos para la ocasión estaban rasgados en lugares peliagudos decidió cambiar de prenda. Y fue una suerte que su antigua chaqueta de cuero aun le quedara bien…

Escuché unos tacones en lo alto de la escalera, así que alcé mi mirada y me encontré con una versión mucho más hermosa de Dita Von Teese vestida de niña buena de los años 50. El vestido de volantes le marcaba la estrecha cintura, las incitantes caderas y los abundantes pechos blancos como la nieve. Intenté tragar varias veces para deshacer el nudo de mi garganta y así poder decir algo, pero los ojos grises de Gwen me tragaban sin poder evitarlo y la suave sonrisa que me regaló al llegar al final de las escaleras me hizo darme cuenta de que me encantaba el carmín rojo…

- ¡Brooke estás fantástica! – Exclamó Gwen, mirando mi look de desinhibida de la vida. Comparada con ella, yo parecía sacada de un vertedero… me recompuse un poco y le respondí.

- Tu también estás genial… veo que has captado la idea de la fiesta, aunque no creo que haya mucha gente a la que le vaya la música de los 50.

- Lo sé, pero a mí de verdad me gustan los grupos como Los Rolling Stones, Chuck Berry, The Doors o Bob Dylan, sé que algunos de los que me gustan son más de los 60, pero no pude evitarlo, me encanta el look a lo Betty Boop.

- No, si a mí ahora también me encanta. - ¿Qué dije? Anda cálmate fiera… carraspee y me di cuenta de algo. - ¿Sabes? Hemos recreado dos estereotipos sin darnos cuenta…

- ¿Sí? ¿Cuáles? – Preguntó Gwen curiosa, mientras nos dirigíamos a la salida.

- Pues… - Abría la puerta de la casa y la dejé pasar con caballerosidad. – Vamos absolutamente de Butch y femme. – Dije señalando nuestros estilos mientras nos dirigíamos al coche y abría la puerta del copiloto para que Gwen entrara. – Y… - Cerré su puerta y di la vuelta al coche por delante hasta llegar a mi puerta, la abrí, entré y metí la llave en el contacto. – Soy el “chico malo” que lleva al baile a la “chica buena”. – Le guiñé un ojo y arranqué el coche. Dios, he coqueteado descaradamente, ¿Qué me pasa? Recordé que le gustaban los Rollings, así que conecté mi móvil a la radio del coche y puse el reproductor en aleatorio, que para mi suerte, eligió “That’s How Strong My Love Is” y quise pegarme en la cara con el volante. Me hice la loca y conduje velozmente hasta llegar a la ciudad. Gwen no parecía molestarse por mi exceso de velocidad y eso me gustó. Cuando llegamos al local le dije que esperara dentro. Salí del coche y fui hasta el aparcacoches.

- Te juro que como le encuentre un rallón después te capo. – Y le di las llaves mientras el tragaba sonoramente. Fui a la puerta del copiloto y le abrí de nuevo la puerta a Gwen, le sostuve la mano para que saliera cómodamente y la conduje hasta la entrada de la discoteca. Antes de abrir, me giré hacia ella y le dije.

- Bienvenida a Sappho’s Empire. – al abrir, un local gigantesco se abría ante nosotras. Era el local para lesbianas más grande del país. Nada de hombres, sólo mujeres, y eso costaba un precio. Era el local más caro de la ciudad y era más que sabido que había encuentros más privados en las habitaciones del fondo de la sala. El local se encontraba abarrotado de un sinfín de estilos del siglo XX. Según en qué zona te encontrabas sonaba más fuerte un tipo de música u otra. Los más llenos eran los de los 80 y 90, con música rock más fuerte y pistas de bailes repletas.

Gwen y yo avanzamos por la multitud y ambas sufrimos el escrutinio de la sala. A mí ya me conocían, ya que venía aquí desde hace un par de años, pero Gwen era carne fresca… y carne fresca de primera calidad. Al llegar a la barra le pregunté qué quería para beber y no me sorprendí de que me dijera “Oh, un mimosa estaría bien”, pedí su bebida y me pedí para mí un Ruso Negro. Llevé a Gwen a un reservado de la planta de arriba, donde solía encontrarme con mis compañeras, y como esperaba, allí estaban.

- Ven, voy a presentarte a algunas chicas. – Gwen asintió feliz. Desde que entró en la discoteca no paraba de mirar a todas partes. Llegamos a la mesa más cercana a la baranda donde cinco mujeres de varias edades estaban sentadas hablando y señalando la pista de baile. Iba a adelantarme a las presentaciones cuando Bobby me vio y saltó a abrazarme.

- ¡Dios me libre de estar alucinando! ¡La loba ha salido de su cueva! – Bobby, vestida como una hippie de los años 60, me colgaba del cuello como una niña pequeña en su metro cincuenta y cinco. – Te hemos echado de menos Brooke, ya no sales para nada con nosotras.

- Lo siento, he tenido trabajo. – Dije señalando a Gwen. Bobby la miró de arriba abajo y pude escuchar como los engranajes de su cerebro se movían ruidosamente. Oh cielos…

- Hola, yo me llamo Roberta, aunque todos me llaman Bobby, y tú eres…

- Gwen. Soy la nueva…

- ¡Lo sabía!- Dijo girándose hacia las demás. – Sabía que si la loba no salía de caza era porque la habían pillado. – Intenté callar a Bobby pero la lengua ya le corría muy rápido. – Y dime, ¿es tan buena en la cama como dicen? Que esta no suelta ni prenda… - Dijo Bobby riendo.

- ¡Bobby que es mi jefa! – Dije gritando, haciendo que varias cabezas se giraran a mirarnos. Bobby se quedó congelada en el sitio, mientras Gwen se doblaba de la risa.

- ¿Lo…siento? – Dijo Bobby. Que volvió a sentarse con las demás. Gwen estuvo un rato riéndose de mí hasta que se irguió de nuevo y se acercó a mi oído.

- ¿La loba? Eso no me lo has contado…

- Ya es qué…

- ¿Gwen? ¿Eres tú? – Preguntó una chica rubia sentada cerca de Bobby.

- ¿Mac? Dios, ¡eres tú! – La rubia se levantó y abrazó estrechamente a Gwen, algo que no me gustó demasiado. Luego, me fijé en la chica pelirroja que la seguía sin alejarse de su lado.

 - ¡Evelyn!

- ¡Brooke! – Gritamos ambas, y nos abrazamos igual que nuestras acompañantes. – Cielos estás tan bien como siempre, ¿sigues dándole duro verdad? – Dijo Evelyn agarrándome fuerte por el estómago y golpeando mis abdominales. – En la universidad aquí había algo más de grasa…

- ya, ya… dejemos atrás mi pasado chobbi, por favor…

- Pero que dices, que no tuvieras abdominales no significa que no estuvieras buenísi… - Alguien carraspeó fuertemente a la espalda de Evelyn y vi a la rubia mirándome con cara de asesino psicópata. – Eh… esto… Brooke, te presento a Mackenzie… mi prometida. – Dijo Evelyn, mirando a la rubia con dulzura.

- ¿Prometida? – Dijimos Gwen y yo al unísono.

- Sí. – Dijo Mackenzie. – Me lo pidió en fin de año. – Le dijo a Gwen. – No te lo dije en la gala porque te fuiste corriendo con Richie…

- Cierto no me acordaba… - Gwen y Mackenzie se enfrascaron en su conversación y yo llevé a un lado a Evelyn.

- ¡Te vas a casar! ¡Dios! ¿Qué le ha pasado al mundo? – Le dije a Evelyn zarandeándola.

- Ya, ya… no sé qué le ha pasado al mundo, yo sólo sé lo que me ha pasado a mí, y es que estoy absoluta y perdidamente enamorada de ella. – Evelyn tenía una mirada tan brillante que no se parecía en nada a esa chica centrada y rebelde que conoció en su último año de universidad.

- Me alegro por ti Evy. De verdad.

- Bueno, ¿y de que os conocéis vosotras? – Dijo Mackenzie, que rodeó posesivamente el brazo de su futura mujer.

- Pues, acababa de entrar en la universidad cuando vi un están de una asociación universitaria LGTB. Brooke estaba en su último año y se dedicó a enseñarnos a las novatas todo aquello… por no decir como seducir a las novatas…

- ¡Evy!

- Oh, ¿en serio? ¿Y tú fuiste una de ellas, cariño? – Le preguntó Mackenzie a Evelyn, apretando considerablemente más fuerte su brazo.

- Tranquila Mackenzie, tenía que obligar a Evy a dejar de estudiar para salir de vez en cuando un poco, no me extrañaría que cuando me fui se encerrara en la biblioteca a estudiar con un saco de dormir y un cepillo de dientes. – Todas nos reímos. Supongo que Mackenzie ya conocía ese lado de Evy.

- Sí…esa se parece más a la Evelyn que conozco…

La pareja fue a sentarse algo más alejada del grupo y empezó a hacerse arrumacos algo más descarados. Gwen, después de presentarle a Lisa y Olivia, la otra pareja del grupo, empezó a mirar de vez en cuando a Mackenzie y Evy, que desde hacía rato había pasado a darse besos mucho más profundos. Me acerqué a Gwen y le susurré al oído.

- ¿Celosa? – Gwen saltó a mi lado y me miró azorada.

- Yo no… - Gwen volvió a mirar un momento hasta darse cuenta de que no estaba bien. – Lo siento es que… yo nunca he tenido eso, y me gustaría saber… - a Gwen se le empeñaron los ojos y no pude evitar cogerle de la mano y estrechársela con fuerza.

- Lo tendrás, no te preocupes. Eres preciosa, divertida y ¡obscenamente rica! ¿Qué chica no querría estar contigo? – Intenté que mi sonrisa fuera sincera y la calmara. Después de observarme durante un buen rato, Gwen asintió y volvió a sonreír.

Cuando ya llevábamos todas algunas copas, Lisa y Bobby empezaron a picarme para que hiciera el reto.

- ¿De qué reto hablan? – Preguntó Gwen, que era la más sensata de todas dado a la suavidad de las 4 mimosas que se había tomado.

- ¡Del reto del chupito irlandés! – Dijo Lisa. – Esta lobita de aquí es la única de la ciudad que aguanta tomarse un chupito de la Absenta negra Hapsburg Gold Label…

- Ya no es necesario que lo haga. Ya gane mi entrada gratuita para el resto de mi vida…

- Bueno, pues ahora puedes ganar para conseguir el mismo trato para Gwen ¿no?

- Ella tiene suficiente dinero como para comprar este sitio… - Dije algo mareada. Creo que me había pasado con las copas de Ruso Negro…

- ¡Vamos! Sería un bonito detalle y tú tienes el estómago de acero… - Antes de que pudiera evitarlo, Bobby se fue y volvió al rato con Gina, la propietaria del Local, que llevaba una botella pequeña con un líquido verde, vaso pequeño y un mechero.

- Vaya, vaya… pero si es la loba… ¿Quién es la afortunada de merecer tu sacrificio? – Las chicas levantaron a Gwen.

- Ella, es la nueva jefa de Brooke. – Dijo Bobby saltando de emoción.

- Está bien, si consigues beberte el chupito entero sin escupirlo o vomitar por un minuto, tu “jefa” tendrá la entrada libre para ella y alguien más. ¿Lista?

- Espera… Bobby, tráeme dos botellines de cerveza por favor…

- Marchando – Bobby se fue y volvió rápidamente con dos botellines abiertos, que colocó delante de mí. Las demás empezaron a hacer un corro a mí alrededor mientras Gina preparaba con parsimonia el chupito y ponía un reloj de arena en la mesa.

- Brooke… ¿estás segura de esto? – Me preguntó Gwen, preocupada.

- No, pero tómatelo como un regalo de cumpleaños adelantado. – Gina mandó a callar los cuchicheos y me miró. Yo asentí y ella prendió el mechero y flambeo el chupito.

Sin pensarlo demasiado, me lo tomé y comencé a sentir el fuego en mis labios y mi boca…corría rápidamente por mi garganta hasta llegar a mi estómago. Sentí unas ganas tremendas de expulsar ese líquido del demonio, pero sabía que eso no haría que el calor parase. El reloj de arena, que ya estaba por la mitad, no mostraba la cara de expectación de todos los presentes  que esperaban que echara la pota o fuera corriendo a los lavabos a meter mi cara en el retrete. Sentí la mano de Gwen apretar con firmeza mi muslo y me centré en eso para no caer antes de tiempo. Supe cuando había acabado el suplicio cuando los gritos llenaron el lugar. Inmediatamente, me trague las dos cervezas hasta que sentí que la quemazón del estómago se calmaba, ahora sólo lo sentía en mi boca.

- Leche…necesito leche… - Dije sin aire. Gina se marchó a la barra y volvió con un bote de nata.

- No hay leche, sólo hay… - No la dejé acabar, le quité el bote de nata y me metí la boquilla en la boca, apreté y lloré de felicidad al sentir el fuego apagarse… benditos lácteos…


Las risas y ovaciones se escuchaban por todo el lugar y nos hicieron una foto a Gwen y a mi cuando me recompuse y me limpié la nata de la boca. Gina me pidió la dirección para enviarnos una copia enmarcada y otro pase vip como el que yo tenía y seguimos disfrutando de la noche…aunque yo ya no tome nada más.


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