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miércoles, 3 de junio de 2015

Una Asistente de Alto Riesgo Parte III

CAPÍTULO 5

Me extrañó tanto que Brooke no me levantara el día después de San Valentín que no pude evitar ir a despertarla yo.

Ayer fue un día fantástico. Me lo pasé genial con Brooke y las chicas y cuando se le ocurrió la locura del chupito casi le pego por estúpida…la veía ahogarse de dolor mientras todas las demás sólo miraban y esperaban que fracasara…pero mi Brooke no es así, ella puede con todo.

Entré en la habitación sin llamar. Quería zarandearla como ella lo hacía todas las mañanas conmigo. Así que caminé de puntillas hasta llegar a su cama, pero me quedé de piedra. ¡Está desnuda!


Estaba durmiendo bocabajo con la cara de lado mirando hacia mí. No se había desmaquillado, así que tenía parte del rímel corrido recordándome a mí misma con 18 años después de mi fiesta de graduación. La sábana sólo le cubría una de las piernas y parte de las nalgas…si me inclinaba, tal vez podría… ¡No, por Dios, Gwen!

Pensé en marcharme sin hacer ruido, pero Brooke tembló levemente. La pobre seguro que tenía el cuerpo cortado después de la ingesta de alcohol de ayer… así que me acerque intentando no mirar demasiado su maravilloso cuerpo desnudo y subí las sábanas hasta taparla por completo. Brooke se aferró a las sábanas y curvó los labios en una suave sonrisa. Si ojalá…

Entonces recordé algo que me dijo anoche: “Lo tendrás, no te preocupes. Eres preciosa, divertida y ¡obscenamente rica! ¿Qué chica no querría estar contigo?” sonreí tristemente y salí de su habitación. Si de verdad fuera tan fácil…

Dos horas después, estaba leyendo en la sala principal un libro de romance lésbico que me había prestado Brooke. Eran dos detectives y me hizo gracia ver otra vez el tema de los roles, una más fría y dura, que vestía de forma mucho más masculina y otra más dulce y cariñosa, que solía vestir tacones y trajes de diseño…

Brooke entró semi-ojerosa en la sala con una gran taza de café. Parecía haber salido de la ducha y vestía pantalones vaqueros claros y una camiseta blanca de manga larga ceñida  que llevaba metida dentro de los pantalones. Observé como se movía entre los muebles como si fuera un gatito cansado y preparado para dejarse caer en el sofá, lo cual hizo al llegar a mi lado, dejando la cabeza ligeramente echada hacia atrás. Tenía los ojos cerrados y podía ver como su sangre palpitaba en su cuello… No, Brooke no era nada masculina… tenía una belleza femenina bastante salvaje…

- ¿Estás lista para un día emocionante? – Me preguntó, sacándome de mis cavilaciones.

- ¿Cómo de emocionante?

- Lo suficiente para preguntarte qué has desayunado. – Sonreí ante el comentario. Había tenido la tentación de comerme unos bollos ya que Brooke no estaba presente, pero no pude hacerlo… mi propio cuerpo me decía “Sabes que lo notará…nunca te limpias todo el azúcar glas…

- Pues… me tomé un café nada más levantarme y hace una hora tomé un par de ciruelas y muesli…

- Perfecto, con eso bastara… prepárate para salir en media hora. Ponte cómoda, vaqueros sueltos o leggins e intenta ponerte un par de capas de manga larga por si acaso…

- ¿Adónde vamos? – Pregunté con curiosidad y excitación.

- Te voy a llevar a un sitio que te hará un pelín más interesante…

Y así fue, sólo que una hora más tarde, en ese sitio, me quería morir. ¿Cómo demonios se había dejado convencer para hacer eso? O sí, claro, me tapó los ojos y cuando pude hacer algo ya nos encontrábamos a 1000 pies de distancia del suelo. Un hombre me estaba colocando unos arneses mientras Brooke se colocaba los suyos propios.

- No estoy muy segura de esto… - Dije por décima vez. Brooke sólo me miraba con cara de circunstancia.

- Te gustará. Créeme. – Me dijo, terminando de colocarse el paracaídas.

- No, si parece muy divertido y todo eso, ¿porque mejor no me lo cuentas cuando llegues abajo? Yo te esperaré allí. – Dije, mientras me volvía a sentar, el traqueteo del avión me ponía nerviosa.

- Vamos Brooke, no crees que sería una buena carta de presentación decir. Hola preciosa, conmigo sentirás el mismo vértigo que sentí al tirarme sin paracaídas de un avión en marcha…

- ¿Cómo que sin paracaídas? – Le grite, mientras ella me levantaba de un salto. Intenté zafarme de ella, pero no podía. Escuché un par de sonidos metálicos y ella me soltó… pero seguía sin poder separarme de ella. - ¿Qué has hecho? ¡Brooke!

Nos estábamos acercando a una puerta lateral. Brooke le gritó algo ininteligible al hombre que me colocó los arneses, el cual presionó un botón y la puerta se abrió de golpe, dejando pasar una fuerte ráfaga de viento que nos hizo dar un paso atrás.

- ¡Por favor Brooke! Te daré lo que quieras. Te compraré un Ferrari… o un Lamborghini, lo que quieras, pero por favor, ¡NO ME TIRES! – Brooke me abrazó con fuerza y me dijo al oído.

- Tranquila Gwen, estoy contigo, no te pasará nada. Te lo prometo. – y sin más me alzó y saltó conmigo del avión.

Sentí mi estómago viajar por todo mi cuerpo hasta asentarse en mi garganta. Quería gritar pero no podía. Sentía como mi cuerpo cortaba el aire rápidamente y yo ya me veía como un huevo estrellado en el suelo en pocos minutos. Brooke me gritó algo que no conseguí entender y comenzó a soltarme. Yo la agarré con fuerza, presa del pánico. Entonces ella me agarró las manos y las fue abriendo poco a poco, hasta que ambas estábamos como dos estrellitas siamesas en el cielo. Noté como la velocidad bajaba levemente. Brooke se inclinó hacía un lado con suavidad, y noté como nos movimos en horizontal. Brooke se volvió a cerrar y comenzó a dar controladas volteretas de un lado a otro. Yo, poco a poco, me fui relajando… ¡Estábamos volando! Noté como Brooke cambiaba uno de los enganches traseros y me lo colocaba en el pecho y el que estaba detrás de mi cintura también lo colocó delante, después de girarme despacio. Agarró con firmeza mis piernas y se las colocó en su cintura y colocó mis manos alrededor de su cuello. Lo entendí y me aferre a ella con fuerza, hundiendo mi rostro en su cuello. Sentí un golpe seco y luego un latigazo que podría haberme dejado sin cuello si Brooke no me lo hubiera sujetado con firmeza. Ahora bajábamos lentamente hasta el suelo. Brooke me soltó para poder dirigir el paracaídas y yo me quedé en mi posición de mono araña.

- ¡Mira! – Me gritó Brooke. Yo la miré y vi como ella miraba a nuestra derecha. El sol se cortaba en el horizonte en pleno atardecer, con la ciudad a su derecha perfilando los tonos anaranjados y violetas, y el gran río que cruzaba la ciudad y daba paso al mar reflejaba innumerables colores, tanto invernales como primaverales. Era precioso.

Poco a poco fuimos llegando al suelo. Brooke bajo sus brazos, haciendo que el paracaídas se frenara en seco y sobrevolara varios metros a escasa altura. Brooke volvió a abrazarme y corrió para que no nos cayéramos. Cuando paró, se desenganchó del paracaídas y me quitó los enganches.

- Ya te puedes bajar monito. – Dijo sonriendo. Yo me solté rápidamente perdiendo el equilibrio, por lo que ella tuvo que volver a sujetarme. Se estaba tan bien… - ¿Te ha gustado? – Me preguntó, teniendo nuestros rostros muy pegados.

- ¡Me ha encantado! – Lo grité a pleno pulmón. ¡Había sido genial! Empecé a dar vueltas sobre mi misma hasta que caí en algo. Fui directa a Brooke, que empezaba a recoger el paracaídas y le di con todas mis fuerzas un puñetazo en el estómago. Ésta, que no se lo esperaba, dejo escapar el aire de sus pulmones en un fuerte quejido.

- ¿Por qué me pegas? – Me grito.

- ¡Porque te dije que no me tiraras! ¡Te acabas de quedar sin coche! – Le sonreí, me sonrió y ambas nos reímos. Fue uno de los mejores días de mi vida.

CAPÍTULO 6

Después de ese día, Gwen y yo realizábamos algún deporte de riesgo los fines de semana. Tras la caída libre, hicimos escalada, rafting, parapente y  motocross, incluso nos marchamos un fin de semana entero a las montañas para practicar algo de esquí. En cada uno de esos momentos Gwen siempre se comportaba igual. Me amenazaba, me intentaba sobornar, me pegaba, disfrutaba y de nuevo me volvía a pegar después de que se le pasara la euforia post-adrenalina.

Cuando pasó el mes de abril, comenzamos a hacer deportes más veraniegos. La apunté a unas clases de buceo deportivo e incluso la convencí para intentar practicar Kitesurf, pero acabó deslizándose más con su trasero que con la tabla.

Nunca antes me lo había pasado tan bien realizando deportes de riesgo. Esto ya no era un trabajo, era pura diversión y desenfreno. Disfrutaba de la compañía de Gwen. De sus quejas, de sus berrinches y sus niñerías, de sus exageradas muestras de pánico. Pronto estaba tan en forma que podía perseguirme sin problemas por la playa intentando pegarme tras alguna gamberrada mía.

Eran mediados de mayo cuando Gwen me llamó para avisarme de que su clase de submarinismo se había cancelado por mal tiempo. Salí de la tienda de buceo con el nuevo regulador para el traje de submarinismo de Gwen y un manómetro para reponer el roto del mío. En menos de un par de minutos, ya estaba en el club de la playa, donde solía recogerla tras las clases. La estuve buscando durante un buen rato hasta que por fin la vislumbré en la barra, hablando animadamente con una mujer rubia.

Al principio pensé que se trataba de Mackenzie, pero mientras me fui acercando me di cuenta de que se trataba de una mujer más mayor, cercana a los 40 años, de porte elegante y sofisticado. Era una mujer muy guapa, fina y delicada, sin embargo, había algo en sus ojos oscuros que no me gustaba. Miraba a Gwen intensamente y su sonrisa mostraba claramente sus intenciones.

- ¡Gwen! Por fin te encuentro, ¿Nos vamos? – Le dije a Gwen, sin ni siquiera mirar a su compañera.

- ¡Oh, Brooke! Ya estás aquí, genial. Mira. Te presento a Stephanie Bradford, es socia de mi padre en la compañía y me estaba diciendo que acababan de abrir un spa nuevo en Camp-Star al que le gustaría invitarme, ¿No te parece maravilloso? – Dijo Gwen de corrida. Gwen también observaba a “Stephanie” intensamente, así que no pude contenerme cuando solté sarcásticamente.

- Divino… - Gwen me miró extrañada y luego se giró hacía su compañera.

- ¿Nos disculpas un momento Steph? me gustaría hablar con mi asistente un momento… - Dios. Eso me ha dolido. He pasado de ser Brooke a ser su asistente. Genial. Gwen me apartó de la barra y me forzó a agacharme para hablarme en voz baja.

- ¿Pero qué te pasa? Por fin conozco a una mujer lesbiana que se interesa por mí y tú sales con cara de perro…

- ¡Gwen…estos meses ha habido un montón de tías que se han interesado por ti y tu vas y te lanzas al cuello de una asalta cunas!

- Eso no es cierto, Steph sólo tiene 36 años y yo no soy ninguna adolescente, ¡así que deja de estropearlo y márchate! – Dijo Gwen, aireando la mano.

- ¿Ya está? ¿Eso es todo? ¡No te das cuenta que esa mujer sólo quiere llevarte a la cama! Pensé que querías encontrar una pareja no un rollo de una noche…

- ¡Mira quién fue a hablar! Si no estuvieras viviendo en mi casa te llevarías a una mujer diferente todas las semanas a tu cama, ¿o acaso estoy mintiendo, “Loba”?

- ¿Y qué? Esa era yo, tú no tienes porqué ser cómo yo. Tú eres demasiado buena para esa mierda, ¡te mereces algo mejor que esa víbora!

- ¡Yo sé lo que quiero, y lo que quiero es que me dejes en paz para que pueda ligar a gusto con Steph! – Me grito Gwen alejándose de mí.

- ¡Cómo quieras! – Salí del club a toda prisa y me metí en mi coche cerrando la puerta de un portazo. Agarré al volante tan fuerte que mis nudillos se volvieron blancos. Grité de ira e impotencia. Muy bien Gwen, si eso es lo que quieres, eso es lo que tendrás. Cogí mi móvil y llame a Bobby.

- ¿Diga?

- Bobby, soy Brooke, ¿sabes si el puesto del que me hablaste el mes pasado sigue vacante?

- Creo que sí, aún no ha empezado la temporada, pero habría que empezar antes de la próxima semana para arreglar los papeles…

- ¡Genial! ¿Me podrías conseguir un vuelo para esta noche? Así voy adaptándome al lugar y busco un sitio donde quedarme…

- Claro, no hay problema, no hay muchos asientos cogidos para viajar allí entre semana… ¿Pero estás segura? ¿Y Gwen?

- Digamos que Gwen me acaba de despedir, así que me gustaría salir de aquí lo antes posible…

- Claro, claro… te mandaré al móvil tu billete en cuanto lo tenga…

- Perfecto… ¿Te podrías hacer tu cargo del coche mientras estoy fuera? No creo que sea buena idea transportarlo…

- Claro, no hay problema.

Colgué y conduje rápidamente a casa de Gwen. Dejé el coche en la puerta y entré como una exhalación en el vestíbulo. Encontré al padre de Gwen en la cocina y le dije que me había surgido un puesto de trabajo que no podía rechazar, que no se preocupara por Gwen, que ya era capaz de moverse por sí sola y no necesitaba más de mi ayuda. Él, extrañado, aceptó mi decisión y me dijo que le daría el finiquito a mi tía Lucy.

- Vamos a echarte de menos por aquí… - Me dijo, estrechándome entre sus brazos con fuerza. Dean había sido como un padre para mí estos meses, así que no pude evitar soltar una lágrima de pesar. Él me la limpio y me dijo que tuviera cuidado.

Subí a mi habitación y recogí todas mis cosas en pocos minutos. Recibí un mensaje de Bobby con el billete. El avión salía en un par de horas. Si me daba prisa, podría dejar el coche en casa de Bobby y despedirme de mi tía Lucy antes de irme. Estaba por marcharme de la habitación cuando recordé lo que tenía en el cajón de la mesita de noche. Fui hasta allí y saqué un gran sobre rectangular. Dentro había dos pases vips para Sappho’s y un pequeño marco con la foto de todas juntas en San Valentín. Estaba guardando la foto en mi bolsa cuando me detuve. Dejé los pases encima de la cama y miré fijamente la foto… Gwen estaba fantástica ese día…

Me puse a llorar como una niña pequeña. Me limpié una y otra vez las lágrimas pero no paraban de salir de mis ojos. Te lo mereces Brooke. Sabías que nada bueno te traería fijarte en ella…ella no es para ti. Ella vive en un mundo muy diferente al tuyo. Tú sólo trabajabas para ella… “Mi asistente…” ¿Por qué duele tanto? ¿Por qué?

Porque te has enamorado de ella…

¡Mierda Brooke! ¡Eres estúpida, estúpida, estúpida! Terminé de secar mis lágrimas y deposite un suave beso en el marco, antes de dejarlo encima de la cama. Exhalé profundamente y salí de la habitación. Me despedí del servicio cortésmente y metí las mis maletas en el coche. Me subí en él, arranqué y miré por última vez la casa.


Adiós Gwen…


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