Ya
estaba impaciente por llegar a la nueva casa. Me había puesto muy triste cuando
mi madre me dijo que tendríamos que mudarnos, pero ella me dijo que haría
nuevos amigos en un santiamén. Que había muchos niños de mi edad en el nuevo
barrio y no tardaría en encontrar una nueva amiga.´
Pasamos
unas altas verjas de hierro y entramos en un barrio lleno de casas y mansiones
magníficas. Mi madre era una abogada muy respetada y acababan de trasladarla a
una de las sucursales más importantes del país, por lo que la empresa le había
ayudado con la mudanza para facilitar el traslado. A mi madre al principio no
le gustaba la idea, ya que siempre hemos estado acostumbradas a vivir en la
ciudad, pero este barrio a las afueras tenía un buen colegio y mucha seguridad,
así que lo aceptó sin más ya que a partir de ahora no podría estar tanto tiempo
conmigo en casa.
Llegamos
a una gran casa de tres plantas de ladrillo rojo y tejas grises. Me parecía muy
sobria, pero nada más cruzar el umbral de la puerta no pude evitar correr por
toda la casa. Era fantástica. Tenía amplios escalones de mármol blanco y una
gran chimenea de ladrillo en el salón. La cocina tenía una amplia isleta donde
mi madre y yo podríamos hacer un montón de dulces y cuando subí a la buhardilla,
donde estaría mi dormitorio, tenía un amplio espacio para todos mis juguetes,
pero lo que más me gustaba era el amplio ventanal blanco que me permitía ver
todas las casas del barrio. Abrí la ventana de par en par y me aferré a la
baranda de mármol blanco del balcón y aspiré con fuerza el aroma fresco y
limpio de las afueras. Volví dentro y comencé a imaginar cómo quedaría mi
cuarto cuando al fin estuviera terminado. Una de las paredes estaba inclinada
por el tejado, así que decidí poner ahí mi cama para así poder llenar el techo
de todas esas estrellas brillantes que tanto me gustaba contemplar de noche.
-
¡Madeline! ¿Cariño? – Me gritó mi madre. – Baja cielo, ¡tenemos visita! – Bajé
corriendo, como siempre, y me planté sonriente y cansada delante de mi madre y
una señora alta y de aspecto serio. – Cariño, te he dicho mil veces que no
debes correr por la casa de esa manera. – Me riñó mi madre.
-
Lo siento, mamá. – Dije con uno de mis mejores pucheros. La alta mujer de
aspecto serio dejó entrever una pequeña sonrisa antes de volver a su expresión
impenetrable. Notaba como mi madre estaba muy nerviosa, nunca se le había dado
bien tratar con gente nueva, así que lo más lógico para mí era llevar la
iniciativa. – Hola, me llamo Madeline y tengo 11 años. – Dije sonriente.
La
señora me miró de hito en hito con ojos fríos, pero yo en ningún momento quité
la sonrisa de mi cara. Al fin, la señora sonrió ampliamente mostrando una
bonita sonrisa y me tendió la mano.
-
Hola Madeline, yo soy Pear, la nueva jefa de tu madre. – Le estreché la mano
formalmente y vi como mi madre suspiraba aliviada. – Y esta. – Siguió la mujer,
tirando de alguien a su espalda. – Es mi hija Lara. Tenéis la misma edad, así
que espero que se hagan buenas amigas. – La niña, algo más alta que yo, me
miraba con la misma expresión seria y fruncida que había tenido su madre antes.
Era una niña muy guapa. Tenía una larga melena castaña que le llegaba hasta la
cintura y los ojos azules más claros que había visto en mi vida.
Mi
madre y la señora Pear se apartaron un poco para mantener otra de esas
conversaciones de adultos tan aburridas sobre gente mala y gente buena,
dejándonos a Lara y mí solas. Al principio estaba un poco nerviosa, pero
pronto las ansias de hacer una nueva amiga me hicieron sonreírle y tenderle la
mano también.
-
Hola Lara. – Dije sonriente, pero ella no me cogió la mano, seguía mirándome
con el entrecejo fruncido. - ¿Quieres jugar conmigo?
-
No. – Dijo secamente cruzando los brazos.
-
¿Por qué no? En el coche tengo un montón de juguetes muy divertidos, seguro que
alguno te gusta… - Lara me miró intensamente, y pude notar como sus fuerzas
flaqueaban.
-
Esta bien Heidi, jugaré contigo. – Me dijo saliendo por la puerta y
dirigiéndose al coche.
-
Yo no me llamo Heidi, me llamo Madeline. – Dije extrañada.
-
Te equivocas, te llamas Heidi. – Dijo mientras rebuscaba en el coche abierto
entre mis juguetes.
-
¡Que no! ¡Que me llamo Madeline! – Dije ofuscada.
-
Eres Heidi…eres igualita a ella… el pelo negro y corto, los ojos oscuros, el
vestido rojo… incluso esa insufrible sonrisa todo el rato. – Lara sacó del
coche mis guantes de baseball. - ¿Dónde demonios está la pelota? – Yo me dirigí
al asiento del acompañante y cogí la pelota con la que había trasteado la mayor
parte del viaje. - ¡Ahí está! – Lara fue a coger la pelota pero yo la aparté
con una sonrisa.
- ¡Nop! No te dejaré jugar hasta que me llames
por mi nombre…
-
Vamos Heidi… no es culpa mía que seas un dibujo animado. – La miré seriamente
hasta que al fin suspiró. – Está bien… ¿me das la pelota Maddie?
-
Maddie… bueno, eso está mejor. – Le tendí la pelota y ella me dio uno de los
guantes.
-
¡Gracias Heidi! – Dijo Lara riendo y alejándose de mí para lanzar la pelota.
-
Uff… ¡eres insufrible! – Le grité, pero pronto se me olvidó su burla. Jugamos
durante bastante rato en el jardín al baseball… ella me dijo que había un
equipo de baseball femenino en el instituto, y que como ella estaba en los
alevines de la escuela, lo más seguro es que siguiera jugando. Ella jugaba de
tercera base, y decía que era una gran bateadora y que de mayor sería una
jugadora famosa.
-
¡Lara! – la llamó su madre. Lara dejó de jugar de inmediato y se fue con su
madre. – Ya es hora de irnos. ¿Os lo habéis pasado bien?
-
Si, madre. Es divertido jugar con Hei…digo con Maddie. – Miré a Lara de manera
desafiante y ella me sacó la lengua en cuanto su madre apartó la mirada. No
estaba segura de que quisiera ser o no amiga de Lara, pero ciertamente me lo
había pasado muy bien jugando con ella, quién sabe… si dejara de llamarme
Heidi…
-
Oye Heidi, ¿a dónde vas tan deprisa? – Suspirando con pesadez, ralenticé un
poco el paso para dejar que Lara me alcanzara. No tardó demasiado, ya que el
último verano había pegado un considerable estirón y casi llegaba al metro
ochenta. Cuando cumplí los doce, me alegré de crecer tanto como para dejarla
atrás, a pesar de que en ese entonces le dio por llamarme jirafa y patilarga.
Sin embargo, a los catorce años, dejé de crecer abruptamente quedándome
atascada en el metro sesenta y nueve, mientras aquí la señorita, no sólo me
superaba en altura, sino que también en femineidad. – Aún no me has respondido.
– Dijo, poniéndose delante de mí, caminando de espaldas. No me gustaba que me
mirara como lo estaba haciendo ahora mismo. Me sentía con la necesidad de
responderle, y no quería. Son esos malditos ojos azules suyos… Siempre consigue
lo que quiere con ellos.
-
Voy a casa… - Contesté, intentando así que dejara el tema. Sin embargo, no tuve
esa suerte.
-
Después de clase siempre vas a casa Heidi. Siempre vamos juntas, ¿Recuerdas?
Vivo justo enfrente… Hoy no me has esperado… Normalmente siempre esperas a que
termine el entrenamiento con las animadoras… - Oh sí, es verdad. El año pasado
Lara dejó el equipo de baseball porque su cuerpo era demasiado bonito para
ensuciarse. Ahora daba saltitos con el equipo de animadoras… Mucho más lógico
tras su creciente popularidad en el instituto. – Heidi, ¿Hola? – Exclamó
agitando la mano delante de mi cara. – Sigues sin responderme y exijo una
respuesta. – No pude evitar reírme antes sus palabras.
-
¿Lo exiges? ¿En serio? ¡Tú no tienes derecho a exigirme nada! Siempre estás
metiéndote conmigo… En los cinco años que llevamos siendo vecinas sólo me has
hecho la vida imposible. – Estallé. – ¡En octavo le dijiste a Ricky Benson que
no me duchaba y que tenía un altar suyo en mi cuarto y dejó de hablarme por
completo y a mí me gustaba! Por no hablar de que el año pasado Carl me retiro
su invitación al baile de primavera porque “alguien” comenzó el rumor de que
tenía un herpes genital muy contagioso… - Lara comenzó a reírse y eso me
molestó tanto que acabé empujándola, casi provocando que se cayera de espaldas.
-
¡Eh! – Se quejó, pero yo no la escuché.
-
¡No te atrevas a reírte, Lara! ¡Estoy harta! – Grité. - ¡Estoy harta de todo lo
que me haces! ¡Pero sobre todo estoy harta de ti!
-
Vamos Heidi… Sólo son bromas. Tú y yo somos amigas… - Comenzó a decir, ahora
sin la burla en sus ojos. Sin embargo, yo ya no podía más. Había llegado a mi
límite.
-
¿Amigas? ¡Tú y yo no somos amigas! Una amiga no hace esas cosas Lara. Una amiga
no te humilla delante de todo el instituto… Una amiga no espanta a todas las
personas que quieren salir contigo… ¡Una amiga jamás me haría el daño que tú me
has hecho todos estos años! – Sin darnos cuenta, ya habíamos llegado a nuestro
barrio, por lo que intenté huir de ella y entrar en mi casa lo antes posible.
Mis ojos estaban empezando a llenarse de lágrimas… Lágrimas por su culpa.
Porque siempre eran por su culpa. Ya fuera por la rabia o la tristeza que
sentía. Estar tanto tiempo a su lado ponía mis nervios a flor de piel. Cuando
sólo me faltaba un par de metros para traspasar la puerta de mi casa, noté como
ella me agarró con fuerza del brazo. A pesar de tirar con todas mis fuerzas,
fui incapaz soltar su agarré y acabé de nuevo enfrentándome a sus ojos azules,
que esta vez se veían increíblemente tristes.
-
Maddie, lo siento… - Dijo con voz temblorosa. – Yo no quería hacerte daño. De
verdad… Tú eres mi única amiga. Las demás sólo están conmigo porque soy guapa y
popular… Tú eres la única que siempre me dice la verdad, por eso me molestó lo
de Ricky… me dijiste que él no te gustaba y cuando me enteré que os veíais
mucho en los recreos me enfadé… Y lo de Carl fue sólo por tu bien. Él quería
tener sexo en el baile… sólo te quería para eso…
-
¿Y por qué siempre tenía que ser yo el objeto de burla? ¿Por qué no hablaste
conmigo? – Pregunté molesta, intentando con todas mis fuerzas que la voz no me
temblara.
- ¡Lo
intenté! ¡Pero siempre pensabas que te estaba tomando el pelo y no me
escuchabas!
-
¿Por qué será? – Pregunté irónicamente. – De todas formas… ¿Qué importa ya todo
eso? No cambia nada… El hecho de que durante unos segundos seas dulce conmigo
no cambia que durante todo el resto del tiempo seas un completo dolor en el
culo. – Lara sonrió ante mis palabras, sin embargo esa sonrisa no se reflejó en
sus ojos. Esta vez me había pasado.
-
Lo sé… Sé que no soy buena contigo. Créeme que lo sé. Pero por alguna razón no
puedo parar de hacerlo. Me gusta hacerte rabiar y sé que en el fondo adoras que
te llame Heidi…
-
¡Lo odio! ¡Dejé de llevar el pelo corto y la ropa roja por tu culpa! - Grité
-¡Y me encanta el rojo! – Añadí.
-
He visto tu cuarto… Lo sé. – Fruncí el ceño, extrañada.
-
Tú no has visto mi cuarto… - De repente, Lara se puso incómoda y comenzó a
mirar a todas partes menos a mí… - Lara… - La amenacé.
-
Vale, vale… es que… A veces te veo desde mi cuarto. – Confesó. – Cuando dejas
abierta la ventana en verano puedo ver parte de tu cama y tu escritorio… es
evidente que hay mucho rojo.
-
¿Me espías? – Pregunté molesta. Lara me miró alterada.
-
¡Pues claro que no! ¿Por qué iba yo a espiar a una tía tan sosa cómo tú? –
Suspirando con fuerza, aproveché su despiste para soltarme de su agarre y
dirigirme a casa. – ¡Espera! Aun no me has dicho por qué tanta prisa…
Las prisas son que ya estoy harta de
aguantar todas y cada una de tus tonterías para luego encontrarte en el
gimnasio sobándote con Nick y dejando que te meta la lengua hasta la campanilla…
Estaba tan molesta contigo que he cedido por fin a las incesantes peticiones de
Peter para que salga con él y esta noche tengo que ir con don perfecto a ver
una estúpida película que ni siquiera me gusta…
-
Tengo un cita… - Solté, antes de cerrarle la puerta en las narices.
Una
vez en la seguridad de mi casa, dejé que las lágrimas siguieran su camino y
corrí a mi habitación para evitar que mi madre me hiciera más preguntas de las
debidas.
¿Qué
le diría de todas formas?
Veras mamá. Sabes Lara, la hija de Pear…
Sí, tu jefa y tu amiga del alma. Pues bien. La odio tanto como la quiero… ¿No
te parece estúpido? Ella va por ahí, pavoneándose con todo el mundo, creyéndose
la mejor y la más guapa de todos… ¡Y lo peor es que yo misma creo que es
verdad! Deseo que se acerque a mí en el instituto y se pase todos y cada uno de
los descansos molestándome… y cuando vuelvo a casa con ella, a veces, si tengo
suerte, pasa su brazo sobre mis hombros y me llama “su pequeño ratón de biblioteca”.
Nada de todo lo que me hace realmente me importaba si al menos podía disfrutar
de ella de esa manera… Pero ya no puedo más ¿Sabes? Ya me duele demasiado saber
todo lo que hace y deja de hacer con su novio… Ella nunca me dice nada, pero la
gente habla y hoy por fin los he visto con mis propios ojos. Si hacen eso en el
instituto… ¿Qué harán cuando estén solos? No puedo soportarlo más mamá y por
eso he aceptado tener una cita con un chico que aunque no sea malo, no es ella…
¿Está mal eso? ¿Está mal resignarse y conformarse con algo que no quieres al no
tener lo que deseas?
¿Sabes qué? No importa… Lo mejor será
que me ponga guapa para esta noche y deje de pensar en ella… Con suerte me
acabe enamorando de verdad de Peter y todo esto quedara olvidado como un
capricho de instituto…
(5
horas más tarde)
Llegué
a casa pasadas las diez de la noche. La cita con Peter no había estado mal pero
tampoco habían saltado chipas. Era un chico agradable y bastante respetuoso.
Pagó todo lo que había que pagar y se despidió de mí con un casto beso en los
labios. Tal vez poco a poco, la cosa llegara a funcionar.
Al
pasar por el vestíbulo, comprobé que tal vez me había pasado un poco con el
look para la primera cita. Peter había estado más que encantado de verme en el
llamativo pero casto vestido de seda rojo. Tenía puesto un cinturón negro justo
debajo de mis pechos que conseguía dar ese toque clásico al vestido sencillo.
Incluso había usado uno de los pintalabios rojos de mamá, que aún seguía mágicamente intacto en mi boca, a pesar de las palomitas (y el beso) que habían
pasado por mis labios. Incluso llevaba unos pequeños zapatos de tacón de charol
negro a juego con la cinta del pelo. Estaba muy guapa… guapa, pero dulce, como
debía ser. No tenía duda de que Peter se había quedado aún más prendado de mí
esa noche y realmente lo sentía mucho por él. No me gustaba causar ese efecto…
al menos, no en él…
Subí
las escaleras intentando no hacer mucho ruido hasta que recordé el mensaje de
móvil que me había mandado mi madre poco antes de salir. Hoy tenía mucho
trabajo en el bufete y lo más seguro es que no volviera a casa hasta por la
mañana. Sabía que mi madre no estaba en el bufete… hace un par de años que
tenía estas idas y venidas extrañas y su humor, aunque volátil, era bastante
bueno. Lo más seguro es que tuviera alguna relación por ahí escondida… Sólo
esperaba que las cosas le fueran bien.
Llegué
al último piso y entré en mi habitación tirando el bolso, como siempre encima
de la cama. Lo único que no fue como siempre fue el quejido que soltó esta
cuando el bolso cayó en ella.
-
¡Aaaahhhh! – Grité histérica, alcanzando rápidamente un bate que tenía tirado
cerca de la puerta. Lo alcé y comencé a golpear a la oscuridad. - ¿Quién hay
ahí? – Pregunté rezando para que no respondiera nadie. - ¡Mi…mi novio subirá en
cualquier momento! – De repente, la luz de la mesita de noche se encendió y
volví a gritar a ver una silueta tirada acostada en mi cama. - ¡Violador!
¡Violador! – Exclamé con los ojos cerrados agitando el bate.
-
¡Tranquila fiera! Solo soy yo… - Gruñó alguien con voz medio dormida.
-
¿Lara? – Pregunté, estúpidamente, ya que claramente era ella. Abrí los ojos,
era ella. - ¿Qué demonios haces en mi casa? ¿Y en mi cama? – Exclamé aturdida. Está en mi cama… - Al menos estarás
vestida ¿no?
-
Sí si… estoy vestida… - Lara se fue levantando poco a poco mientras parpadeaba
varias veces con lentitud. Realmente estaba dormida en mi cama. – Vaya… -
jadeó, haciendo que me sintiera incómoda. Lara me estaba mirando de arriba
abajo… y sabría lo que vendría. Iba de rojo, así que no podía fallar alguno de
sus comentarios jocosos… - Estás… preciosa. – Sin poder evitarlo, mi boca se
abrió de par en par. – Tu cita debe gustarte mucho… - Al fin había dejado de
mirarme y se estaba levantando de la cama.
-
¿En serio? ¿Ninguna burla? ¿Nada de Heidi? – Lara seguía sin mirarme, así que
sencillamente fui a mi cama y me senté, ya que no soportaba estar más tiempo
con los tacones. - ¿Me vas a decir qué demonios hacías en mi cama?
-
Vine para hablar contigo hace un par de horas… como no respondía nadie, cogí la
llave de repuesto de la maceta y entre… No creí que fueras a tardar tanto en
volver… - Lara estaba dando vueltas delante de mí. Me estaba mareando. – Tenía
curiosidad, así que entre en tu cuarto y después de unos minutos me quedé
frita… - Oh demonios… ¡Mi diario! ¿Lo habrá leído? Rápidamente, me levanté y
abrí la gaveta de mi escritorio, encontrando el diario tal y como lo había
dejado el día anterior. Sin poder evitarlo, lo cogí un momento y lo abracé en
mi pecho, aliviada. – Tranquila… No lo he leído… Si te preocupabas por eso. –
Enfadada, la encaré molesta después de volver a meter mi diario en su lugar.
-
¡Tienes mucha cara! ¿Lo sabías? Cómo se te ocurre entrar no sólo en mi casa…
¿si no también cotillear mis cosas?
-
¡Yo sólo quería hablar contigo! – Se defendió.
-
Pues haber hablado conmigo mañana… - Me queje, masajeando mis pies. No estaba
acostumbrada a usar tacones y me dolían muchísimo.
-
No podía esperar… - Lara miró un par de veces hacia la puerta aún abierta de mi
habitación. – Él no está aquí… ¿Verdad?
-
¿Quién?
-
Tu cita…
-
No… ¿Me crees capaz de acostarme con un chico en la primera cita? – Pregunté
molesta.
-
No, no es eso… es que como antes gritaste lo de tu novio y todo eso…
-
Ahh… no. Él no está aquí…
-
¿Quién… quién era tu cita? – Preguntó de repente Lara. Yo la miré extrañada. –
Por curiosidad… - Yo suspiré cansada mientras me quitaba la cinta del pelo.
-
Peter Quinn. – Le respondí. La mirada de Lara no me dijo nada.
-
Vaya… esta vez has elegido bien. Peter es bastante mono… y saca buenas notas.
Creo que lleva colado por ti desde décimo…
-
Sí. Lo sé… Llevaba pidiéndome salir desde hace 6 meses. – Lara me miró
intensamente.
-
Eso no lo sabía.
-
Ya… Supongo que no te lo cuento todo. – Me levanté de la cama y me dirigí a mi
cómoda con la esperanza de que Lara decidiera irse, pero no parecía tener la
intención.
-
Supongo que no. – Oí como Lara suspiraba. - ¿Él… te gusta de verdad? – Preguntó
casi en un susurró. Yo, con miedo a que viera la verdad si se la decía
mirándola a la cara, le conteste de espaldas.
-
Sí… él me gusta.
-
¿Podrías… repetírmelo mirándome a los ojos? Yo… Lo necesito. – La voz ahogada y
angustiada de Lara me hizo girarme en redondo y acercarme a ella. Parecía estar
a punto de llorar.
-
¿Qué…? ¿Por qué? – Pregunté extrañada.
-
Lo necesito… Sólo lo necesito… - Dijo con más serenidad, aunque podía ver como
sus manos temblaban. A pesar de lo extraño de su petición… Tome aire y respondí
con el mayor aplomo que pude.
-
Peter me gusta… El es un buen chico y creo que…
-
No. – Me cortó Lara dando un paso hacia mí. – No es verdad.
-
¡Claro que lo es! ¡Él me gusta! – Lara cerró los ojos con fuerza, como si no le
gustara lo que estaba diciendo.
-
¡No, no es cierto! Si lo fuera no se te pondrían las orejas coloradas ni te
parpadearían tantos los ojos… ¡Eso sólo lo haces cuando mientes! – Me acusó.
-
Yo no miento… Peter es muy agradable…
-
¡Já! ¿Ves? Agradable no es lo mismo a que te guste…
-
¡Claro que lo es! – Me quejé. Nos estábamos acercando mucho y eso me alteraba.
-
No, no lo es. Cuando te gusta alguien es lo mismo que decir que te excita…
dime, ¿Peter te excita, Heidi? – Se burló.
-
¡Deja de llamarme así! ¡Y la excitación no tiene nada que ver en esto! Aún es
muy pronto para…
-
¡No! ¡No lo es! ¡Cuando te gusta alguien tiene que ir con el paquete completo!
No sólo debe gustarte, debe atraerte… ¡Si no, no es amor! – Me gritó.
-
¿Y qué sabrás tú del amor? – Pregunté enfadada. – ¡Oh sí, es verdad! Tú y Nick
sabéis mucho del amor… ¡sobre todo el referente al sexual! – Estaba a punto de
llorar y exponerme ante Lara… Y no quería.
-
¿De qué demonios estás hablando? ¡Nick no tiene nada que ver en esto!
-
¡Claro que lo tiene! Hace tan solo unas horas estabais demostrando vuestro amor
en público… - Le solté.
-
No sé lo que viste… pero claramente no lo viste bien…
-
¿Y qué más da eso? ¡Lo único que demuestra es que no tienes razón! Puede que yo
no sepa nada sobre sexo… ¡Pero tú no sabes nada sobre el amor!
—
¡Eso no es cierto! ¡Conozco muy bien lo que es el amor! ¡Llevo años enamorada
de la misma persona! – Me gritó con furia, a un palmo de mí.
—
¡Oh… que suerte la vuestra! – Me giré con intención de marcharme de mi
habitación. Estaba empezando a notar las lágrimas caer por mi mejilla y el nudo
en mi garganta hacía cada vez más difícil hablar. Sólo había conseguido dar dos
pasos antes de que Lara me agarrara con fuerza de la cintura y me tirara de un
empujón encima de mi cama. — ¿Pero qué…? – Lara se sentó con rapidez encima de
mí y sujetó mis muñecas con firmeza.
—
¡Eres tú! – declaró. - ¿Es que no te das cuenta? Tú eres la persona de la que
llevo enamorada tanto tiempo… - Me quedé sin aire. No sabía si estaba soñando o
no… Lara estaba encima de mí, sonriéndome mientras me decía que… ¿Me amaba?
—
¡Tú…! – Exclamé dolida. — ¡Lo has leído! ¡Lo has hecho! – Intenté zafarme de su
agarre, pero no me lo permitía. — ¡Eres lo peor!
—
¡Yo no he leído nada! ¿De qué demonios hablas? – Dijo como pudo, mientras yo
seguía intentando liberarme.
—
¡Mi diario! — Lloré. — ¡Y encima tienes el descaro de burlarte de mí! Con algo
como eso… Te odio… Dios, ¡Te odio tanto!
—
¿Pero qué…? Te digo que te amo y tú sólo sabes insultarme. — Gritó indignada.
Yo no podía creerla… no podía. Porque si después todo resultaba una farsa yo
acabaría destrozada…
—
Mientes… Me estás mintiendo… — Había dejado de luchar. Sencillamente estaba
debajo de Lara, intentando esconder mi cara todo lo que podía de su mirada
escrutadora. Estaba temblando de pánico, y cuando Lara soltó por fin mis
muñecas me sentí incluso más desamparada que antes.
Esperaba
que Lara se fuera. Se marchara riéndose de mí, como siempre hacía. Pero en vez
de eso, permaneció encima de mí en silencio. Sólo podía oír su respiración,
profunda y pesada, que inconscientemente trasladaba a sus caderas, que subían y
bajaban suavemente encima de mis piernas. Mi cara estaba girada y mis ojos
completamente cerrados, intentado así contener el exceso de lágrimas que se
podría avecinar. Entonces, con manos temblorosas. Lara tocó mi mejilla y
comenzó a limpiar las lágrimas que bajaban hasta mi oreja. Cuando mi cara
expuesta estaba completamente seca, noté como empujó suavemente, pero con
insistencia, para que girar la cara. Más tranquila y pensando que haría lo
mismo en el otro lado, yo misma giré la cara. Encontrándome abruptamente con su
mano derecha evitando que hundiera la cara de nuevo en la cama. Abrí los ojos
justo a tiempo de ver como su mano izquierda ahuecaba mi mejilla y su cuerpo se
inclinaba tímidamente sobre el mío.
Fue…
asombrosamente, un beso torpe y excesivamente ruidoso. Apenas duró unos
segundos y cuando Lara volvió a alzarse, se le veía tan avergonzada y nerviosa
que mi actual estado de shock quedó momentáneamente olvidado por la estampa
cómica.
—
¡Besas fatal! – Me reí, sin poder contenerme. ¡Estaba extasiada! Lara me había
besado. Un beso horrible… el peor de los primeros besos de la historia… Pero me
lo había dado ella, y mi corazón no cabía en mi pecho de lo feliz que me sentía…
—
¡Eres odiosa! — Lara fue a levantarse pero yo no la dejé. — ¡Suéltame!
—
No voy a hacerlo hasta que me lo repitas una vez más… — Dije, irguiéndome un
poco y manteniendo a Lara en mi regazo.
—
¡No lo haré! ¿Sabes lo mucho que me ha costado hacerlo? — Preguntó alterada. —
¡Y tu encima te ríes!
—
Lo siento… es que ha sido muy divertido después de todo este drama. — Me reí.
—
¡Y sigues! Por favor… deja que me trague la tierra en paz… — Con todo el cariño
y el valor que pude reunir, agarré la nuca de Lara y volví a unir nuestros
labios. Nuestro beso seguía siendo tímido y torpe, pero muchísimo mejor que el
anterior e indudablemente más largo. — Waah… — Sintiéndome estúpidamente
orgullosa de mí misma, cogí una de las manos de Lara y se la estreché con
fuerza.
—
Quiero que dejes a Nick. – Imperé. Sin embargo, Lara seguía estando embobada
mirando mis labios… — Lara…
—
Me gustan mucho tus labios… —Dijo al fin. Pero como eso no era lo que quería
oír en ese momento por mucho que me gustara, le golpeé en el brazo. — ¡Ah! Me
va a salir un moratón…
—
¡Nick! — Exclamé.
—
Oh cierto… — Lara se contorsionó un poco hasta llegar a mi mesita de noche,
donde estaba su móvil. Sonriendo por su comodidad encima de mí. Vi como
escribía rápidamente con sus dedos y terminaba lanzando el móvil a algún lugar
de la habitación. — ¡Ya!
—
¿Le has dejado por teléfono? — Me reí.
—
Por Whatsapp… Ahora tú también tienes que dejar a Peter. —Pidió a cambio.
—
Mañana hablaré con él… Me da pena decírselo por teléfono… —Lara comenzó a abrir
la boca pero yo la paré. — Y tampoco se lo voy a decir por Whatsapp. — Lara
frunció el ceño, pero pareció aceptarlo — ¿Y ahora…? ¿Qué vamos a hacer?
—
¿Hacer con qué?
—
Pues con esto… Nosotras. — Nos señalé. — ¿Estamos saliendo a escondidas o se lo
vamos a decir a todos? ¿Y nuestras madres? Van a flipar un poco…
—
Eso a mí me da igual… ¿A ti te importa? — Preguntó preocupada.
—
No, para nada… Pero, ¿eso significa que eres lesbiana? Yo realmente no me he
parado a pensarlo demasiado…
—
No soy lesbiana… Soy…humm… - Lara estuvo un rato pensado hasta que finalmente
terminó con una sonrisa. — ¡Heidi sexual!
—
¡Eso no existe! — Me reí.
—
¿Y qué más da lo que seamos? La única persona que me ha gustado siempre has
sido tú. Me importa un pimiento si eso significa que soy gay. ¿A ti te
molestaría que todos se enteraran? — Preguntó, repentinamente seria.
—
No… Aunque me da un poco de miedo. — Admití.
—
No tengas miedo. Vas a tener a la chica más guapa de todo el instituto. Todos
te van a envidiar…
—
Presumida… — Lara se rió y comenzó a juguetear con mi pelo. — Entonces. ¿Somos
novias?
—
¡Absolutamente! — Respondió feliz. — ¿Puedo pedirte algo?
—
Lo que quieras…
—
¿Puedo besarte otra vez? — A pesar de formular la pregunta, Lara no se esperó a
que respondiera antes de lanzarse contra mis labios. — Lo siento… — Jadeó entre
pequeños besos. — Es que estás preciosa…
—
No te preocupes… humm… — No sabía si había sido yo o Lara, pero uno de nuestros
pequeños y tanteantes besos se convirtió en algo más profundo. La necesidad de
sentir a Lara aún más cerca me había hecho abrir los labios justo cuando Lara
se humedecía los suyos con la lengua. Al principio fue extraño, pero poco a
poco, su lengua y la mía se fueron acercando hasta anclarse por completo. Me
sentía ahogada y llena de oxígeno al mismo tiempo. Era abrumador. — Lara… — No
sabía para qué la había llamado, pero me alegré al sentir por completo el peso
de Lara sobre mí y una de sus manos alzando suavemente la tela de mi vestido.
Sus besos, cada vez más profundos junto con la mano que subía y bajaba por la
desnudez de mi muslo me estaban poniendo muy nerviosa… pero no tenía miedo… Era
otra cosa.
Había
sentido algo parecido cuando me tocaba… Pero aún así no era lo mismo. La mano
de Lara sobre mi muslo era tan potente en mí como mi propia mano en el centro
de mi necesidad. Era desconcertante pero muy agradable.
Las
manos de Lara fueron subiendo cada vez más hasta que sólo quedaban unos
centímetros para llegar al borde de mi ropa interior cuando de repente bajó
rápidamente sus manos y se separó de mí bruscamente.
—
¡Lo siento mucho! ¡Oh dios! ¡Soy peor que un chico! — Exclamó asustada. Yo,
incómodamente fría en algunos lugares, me levanté y la alcancé antes de que se
marchara.
—
Tranquila… está bien. — Susurré, dándole un beso en la mejilla.
—
No, no lo está… Maddie, tenía toda la intención de bajarte las bragas… ¡Eso no
está bien! — Dijo abatida con el rostro al rojo vivo.
—
Y yo te habría dejado hacerlo — Admití, sorprendiéndome a mí misma. Lara me
miró con los ojos abiertos como platos, claramente en pánico. — No creo que mi
madre vuelva esta noche… ¿Querrías quedarte conmigo? — Lara comenzó moviendo la
cabeza de forma negativa pero poco a poco fue convirtiéndose en una afirmación…
al menos, eso era lo que había entendido con los círculos que dibujaba su
cabeza. — ¿Eso es… un sí? — Lara carraspeó.
—
Sí… sí puedo, digo quiero… — Respondió nerviosa. — Pero necesito… una muda para
dormir…
—
Nada de lo que tengo te servirá… Eres demasiado alta y… — Señalé sus pechos. —
De todas formas, había pensado en dormir como siempre… — Lara tragó con fuerza.
—
¿Y eso es? — Preguntó temblando.
—
Desnuda… — Comencé a desabrocharme el cinturón del vestido cuando Lara rió
nerviosa.
—
¡Já… que divertido! — Exclamó poco convencida.
—
No bromeo… cuando tengo calor suelo dormir sin ropa… — Solté el cinturón en el
suelo y me di la vuelta, sujetando mi pelo. — ¿Me ayudas con la cinta? — Tardó
un rato, pero finalmente Lara se acercó a mí y desanudó la cinta que ataba el
vestido a mi cuello.
—
¿Desde cuándo te has convertido en una Femme Fatale? — Preguntó, entre
divertida y nerviosa. Yo me alejé un poco de ella y con toda elegancia que mis
16 años me otorgaban dejé caer el vestido a mis pies, quedándome tan solo con
las bragas puestas. Sin girarme, le respondí.
—
Míralo como una pequeña venganza por todas las veces que te burlaste de mí… —
Aún de espaldas a ella, me metí en la cama y la miré desde allí. — ¿Vienes o
no?
—
Eh… sí. — Torpemente, Lara fue quitándose la ropa hasta quedar a los pies de la
cama en ropa interior. Tenía un cuerpo precioso… Muchísimo más femenino que el
mío, tanto que me estaba recreando más de lo debido en algunas zonas. — ¡Oye! —
Se quejó poco convincentemente.
—
Ven… Entra. — Le pedí con suavidad, abriendo el otro lado de la cama con una
mano, mientras que con la otra mantenía mis pechos cubiertos por la sábana.
Lara se metió y se quedó tiesa como un palo a mi lado, hasta que finalmente se
movió para apagar la luz. Algunos ruidos extraños y la caída de algún objeto al
suelo me sobresaltaron. — ¿Qué ha sido eso?
—
Humm… nada, yo sólo… Me he quitado el sujetador… — Susurró nerviosa. Ahora, en
la oscuridad, podía mostrar algo más mi propio nerviosismo y comencé a jugar
con la sábana sin saber qué hacer con mis manos. Quería estirar mi mano y tocar
la piel de Lara, pero me daba pavor… Ni siquiera sabía cómo funcionaba el sexo
con un chico… ¿y si con una chica era más difícil? O a lo mejor era más fácil…
tenemos lo mismo… ¿Y si tocaba a Lara como yo me tocaba a mí misma? ¿Eso sería
suficiente o hay que hacer algo más? — ¿Maddie…?
— ¿Sí?
— Pregunté, después de sobresaltarme.
—
¿Alguna vez has hecho… esto? — Preguntó muy bajito.
—
¿Y qué es exactamente “esto”? — Respondí usando su mismo tono.
—
Pues, ya sabes… sexo. — Aunque estaba nerviosa, no pude evitar la sonrisa que
se formó en mis labios.
—
¿Y quién te ha dicho que íbamos a tener sexo? — Me mofé.
—
Yo… yo no… Es decir… — Tartamudeó nerviosa. Algo más tranquila que Lara, me
giré hacia su lado y deslicé la mano hasta alcanzar su brazo, provocándole un
escalofrío que pude sentir en las yemas de mis dedos.
—
No. Nunca he hecho esto con nadie… ¿Tú? — Contuve la respiración esperando su
respuesta.
-
No… Ni siquiera me gustaba que Nick me tocara… — Confesó.
-
Y te gustaría… ¿Qué yo lo hiciera? — Pregunté, mientras caminaba con mis dedos
sobre su brazo. Lara estaba temblando.
—
Sí… me gustaría. — Soltando el aire algo nerviosa, me volví a tumbar, esta vez
sobre mi torso y extendí mi mano izquierda hacia Lara.
—
Por favor… guíame. — Le pedí. Obediente pero tímida, Lara encontró mi mano y la
situó sobre su vientre desnudo. Era suave y firme, y con su mano suavemente
descansando en mi muñeca, viaje de un lado a otro de su estómago… demasiado
temerosa para subir, y muchísimo más para bajar. Mis caricias, sin embargo,
volvían pesada la respiración de Lara, que tras un instante de duda, agarró de
nuevo mi mano y la guió más arriba, hasta posarla casi con pudor en su pecho
izquierdo. El contraste rugoso de la punta con la suavidad del seno puso mi
piel de gallina cuando apreté con suavidad todo lo que mi mano pudo abarcar.
Lara tomó aire con fuerza y creí que le había hecho daño… estaba apartando mi
mano cuando la suya volvió a posarla, esta vez con más firmeza, sobre su pecho.
Envalentonada, esta vez apreté con más fuerza, haciendo que Lara gimiera.
Estaba en el cielo…
—
Por favor… bésame… Necesito que me beses mientras me tocas… — Más que
dispuesta, acerqué mi cuerpo al suyo y la besé… pero no estaba preparada para
lo que pasaría. Olvidando mi propia semidesnudez, mi torso quedó casi por
entero pegado al suyo, arrancándome un escalofrío de placer instintivo. Mi
mano, ahora molesta, fue apartada por la misma Lara, que terminó de juntarnos
por completo. Ahogadas por un beso, oí como nuestros cuerpos ronroneaban casi
de forma primitiva… La sensación de la piel de Lara contra la mía era pura
gloria. No quería separarme de ella… Estuvimos así, besándonos casi con
desesperación, mientras nuestros cuerpos rodaban sobre la cama sin despegarse,
hasta que un uno de los movimientos, unas de las piernas de Lara se incrustó
entre las mías, arrancándome un movimiento más que vergonzoso. Deseaba… ¿Qué? ¿Frotarme
contra su pierna? Parecería un perro en celo… y sin embargo, mis caderas se movían
tímidamente precisamente logrando esa fricción embriagadora. Más con furia, que
con pudor, elevé mi propia pierna y bajé las caderas de Lara para que se encontraran
con ella. — Ahhh… joder… — Jadeó. Muy diferente a mi movimiento tímido, Lara se
apretó con más fuera contra mí y comenzó a moverse sobre mí no como un perro… ¡era
una diosa! Y más que mi propio placer, quería ayudarla a encontrar el suyo…
Colocando
mis manos sobre sus caderas, la ayudé a mecerse contra mí, pero Lara gruñó con
desesperación y se separó de mí. Asustada de que hubiera hecho algo mal, solté
un grito de asombro cuando sentí como Lara tiraba de mis bragas y las sacaba de
mi cuerpo. Un miedo momentáneo me sobrellevó hasta que volví a sentir el cuerpo
de Lara sobre mí, pero esta vez, todo fue muchísimo más intenso.
—
Necesito intentar… ¡Ahhh Dios!
— ¡Lara!
— Gemí con voz ahogada, cuando sentí algo húmedo y caliente contra mi clítoris.
No sabía cómo, y me daba igual… Pero Lara había abierto mis piernas y me había
tocado directamente… como si fuera un hombre… Pero esto era demasiado placentero.
Cada vez que Lara se mecía sobre mí, notaba como mi propio placer era reflejado
por su cuerpo… Cada vez la necesitaba más y más fuerte… más y más rápido… Los
pocos orgasmos que había conseguido darme a mi misma no se parecieron en nada a
lo que me atravesó como un huracán cuando llegué con Lara… Era tan intenso que
temí temblar para siempre en un letargo extraño… Sentí a Lara acabar poco
después, aunque ni siquiera supe cómo, y tirarse encima de mí con su cuerpo
ahora cubierto por una suave capa de sudor frío. Sentía su respiración agitada
en mi oído, diciendo una y otra vez mi nombre… La estreché con la poca fuerza
que tenía y le dije lo único que aún no le había dicho. — Te quiero Lara… —
Jadeé. Pude notar la suave sonrisa de Lara en mi cuello antes de caer
profundamente dormidas, la una en brazos de la otra.
(7
horas más tarde)
Un
murmullo lejano me despertó. Parecía que alguien me llamaba. Su tono de voz me
resultaba familiar, pero estaba tan adormecida que no caí en su identidad hasta
que fue demasiado tarde.
- ¡Madeline!
¡Cariño tenemos que hablar de algo muy importante! — Escuché a mi madre
gritando desde el último tramo de escalera. ¡Mierda!
¡El pestillo no está puesto! Miré a mi lado, donde aún estaba Lara enroscada
a mí, dormida sin la más mínima preocupación… Esta iba a ser la salida del
armario más prematura del mundo. — ¡Cariño! ¡De verdad que esto es muy importan…!
— Mi madre ya había abierto la puerta y me vio a mí, de lleno, con el torso
descubierto y el brazo de alguien rodeándome
la cintura. Las sábanas aún cubría la mayor parte del cuerpo de Lara. — ¿Qué
demonios significa esto jovencita? — Gritó enfadada. — ¡Sólo tienes 16 años! ¿Cómo
se te ocurre? ¿Es que no te he enseñado nada? — Había otra voz en la planta de
abajo que me llamó la atención, pero apenas pude distinguir lo que decía por
los gritos histéricos de mi madre. — Espero que al menos hayáis usado
protección… ¡Y oye tú! — Gritó, esta vez mirando al revoltijo de sábanas que
había a mi lado. — ¡Ya puedes ir sacando tu desvergonzado culo de mi casa! ¡Tus
padres van a enterarse de esto, jovencito! — No sabía lo que habíamos hecho
para cabrear al de arriba, pero de repente la voz ajena estaba más cerca y una
alterada y asustada señora Mitchell aparecía al lado de mi madre,
afortunadamente sin mirar a mi cama primero.
— ¡April,
mi hija no está! No ha pasado por casa y no contesta al teléfono… ella nunca
hace eso… — Absurdamente, antes de mirar hacia la cama, donde mi madre tenía
sus enfadados ojos puestos, Pear miró al suelo y vio algo que le resultó
familiar. Al parecer, anoche, Lara tiró más fuerte de la cuenta su móvil al
suelo y la batería se había salido, apagando por completo el móvil. — ¿Qué hace
aquí el móvil de Lara? — Preguntó, antes de mirar a la cama. Primero con
expresión confundida y luego, cuando la cabeza avergonzada de Lara se fue
descubriendo, la palidez cubrió su rostro por completo. Mi madre, de repente, y
sin venir a cuento, comenzó a reírse sin más…
Nota de la Autora: Anda que os quejaréis... Larguito y del tirón. Y encima, como podéis comprobar, tiene "continuación", como a muchas os gusta. La secuela se publicará en Marzo y si sois achispadas ya sabréis quienes serán las protagonistas. Con esta historia, no sé, me ha salido la vena inocente... Son jóvenes y torpes, que le vamos a hacer xD
Por favor, comentad si os ha gustado, como siempre y bueno. Me voy a descansar un poco que en unas horas voy a ver Carol *-* A ver si no me fastidian el libro... Pero por Cate, yo aguanto lo que sea xD
Esta genial aunque eso de dejarnos así....ya te vale ;)
ResponderEliminarM.S
Me gusto y mucho...que sea largo ha sido un plus!!... Y bueno a esperar esa segunda parte que seguro será mucho mas hot con las madres de ambas..bss
ResponderEliminarOMG pero como me dejas asi y en la mejor parte jajaja ya puedo imaginarme la cara de la mama de Lara xD,increible la verdad pero no se si pueda aguantar hasta marzo la secuela!!!! besazos guapaaa desde argentina.
ResponderEliminarby:Lourdes Avalos
Va a continuar en otra historia?
ResponderEliminarMuchas gracias por esta historia, me encantó. Escribes muy bien.
ResponderEliminarMuy buena historia.
ResponderEliminarLa inocencia en ambas es muy tierna.