BELLA'S

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viernes, 5 de febrero de 2016

Mi Dulce E Irritante Vecina




Ya estaba impaciente por llegar a la nueva casa. Me había puesto muy triste cuando mi madre me dijo que tendríamos que mudarnos, pero ella me dijo que haría nuevos amigos en un santiamén. Que había muchos niños de mi edad en el nuevo barrio y no tardaría en encontrar una nueva amiga.´


Pasamos unas altas verjas de hierro y entramos en un barrio lleno de casas y mansiones magníficas. Mi madre era una abogada muy respetada y acababan de trasladarla a una de las sucursales más importantes del país, por lo que la empresa le había ayudado con la mudanza para facilitar el traslado. A mi madre al principio no le gustaba la idea, ya que siempre hemos estado acostumbradas a vivir en la ciudad, pero este barrio a las afueras tenía un buen colegio y mucha seguridad, así que lo aceptó sin más ya que a partir de ahora no podría estar tanto tiempo conmigo en casa.

Llegamos a una gran casa de tres plantas de ladrillo rojo y tejas grises. Me parecía muy sobria, pero nada más cruzar el umbral de la puerta no pude evitar correr por toda la casa. Era fantástica. Tenía amplios escalones de mármol blanco y una gran chimenea de ladrillo en el salón. La cocina tenía una amplia isleta donde mi madre y yo podríamos hacer un montón de dulces y cuando subí a la buhardilla, donde estaría mi dormitorio, tenía un amplio espacio para todos mis juguetes, pero lo que más me gustaba era el amplio ventanal blanco que me permitía ver todas las casas del barrio. Abrí la ventana de par en par y me aferré a la baranda de mármol blanco del balcón y aspiré con fuerza el aroma fresco y limpio de las afueras. Volví dentro y comencé a imaginar cómo quedaría mi cuarto cuando al fin estuviera terminado. Una de las paredes estaba inclinada por el tejado, así que decidí poner ahí mi cama para así poder llenar el techo de todas esas estrellas brillantes que tanto me gustaba contemplar de noche.

- ¡Madeline! ¿Cariño? – Me gritó mi madre. – Baja cielo, ¡tenemos visita! – Bajé corriendo, como siempre, y me planté sonriente y cansada delante de mi madre y una señora alta y de aspecto serio. – Cariño, te he dicho mil veces que no debes correr por la casa de esa manera. – Me riñó mi madre.

- Lo siento, mamá. – Dije con uno de mis mejores pucheros. La alta mujer de aspecto serio dejó entrever una pequeña sonrisa antes de volver a su expresión impenetrable. Notaba como mi madre estaba muy nerviosa, nunca se le había dado bien tratar con gente nueva, así que lo más lógico para mí era llevar la iniciativa. – Hola, me llamo Madeline y tengo 11 años. – Dije sonriente.

La señora me miró de hito en hito con ojos fríos, pero yo en ningún momento quité la sonrisa de mi cara. Al fin, la señora sonrió ampliamente mostrando una bonita sonrisa y me tendió la mano.

- Hola Madeline, yo soy Pear, la nueva jefa de tu madre. – Le estreché la mano formalmente y vi como mi madre suspiraba aliviada. – Y esta. – Siguió la mujer, tirando de alguien a su espalda. – Es mi hija Lara. Tenéis la misma edad, así que espero que se hagan buenas amigas. – La niña, algo más alta que yo, me miraba con la misma expresión seria y fruncida que había tenido su madre antes. Era una niña muy guapa. Tenía una larga melena castaña que le llegaba hasta la cintura y los ojos azules más claros que había visto en mi vida.

Mi madre y la señora Pear se apartaron un poco para mantener otra de esas conversaciones de adultos tan aburridas sobre gente mala y gente buena, dejándonos a Lara y mí solas. Al principio estaba un poco nerviosa, pero pronto las ansias de hacer una nueva amiga me hicieron sonreírle y tenderle la mano también.

- Hola Lara. – Dije sonriente, pero ella no me cogió la mano, seguía mirándome con el entrecejo fruncido. - ¿Quieres jugar conmigo?

- No. – Dijo secamente cruzando los brazos.

- ¿Por qué no? En el coche tengo un montón de juguetes muy divertidos, seguro que alguno te gusta… - Lara me miró intensamente, y pude notar como sus fuerzas flaqueaban.

- Esta bien Heidi, jugaré contigo. – Me dijo saliendo por la puerta y dirigiéndose al coche.

- Yo no me llamo Heidi, me llamo Madeline. – Dije extrañada.

- Te equivocas, te llamas Heidi. – Dijo mientras rebuscaba en el coche abierto entre mis juguetes.

- ¡Que no! ¡Que me llamo Madeline! – Dije ofuscada.

- Eres Heidi…eres igualita a ella… el pelo negro y corto, los ojos oscuros, el vestido rojo… incluso esa insufrible sonrisa todo el rato. – Lara sacó del coche mis guantes de baseball. - ¿Dónde demonios está la pelota? – Yo me dirigí al asiento del acompañante y cogí la pelota con la que había trasteado la mayor parte del viaje. - ¡Ahí está! – Lara fue a coger la pelota pero yo la aparté con una sonrisa.

 - ¡Nop! No te dejaré jugar hasta que me llames por mi nombre…

- Vamos Heidi… no es culpa mía que seas un dibujo animado. – La miré seriamente hasta que al fin suspiró. – Está bien… ¿me das la pelota Maddie?

- Maddie… bueno, eso está mejor. – Le tendí la pelota y ella me dio uno de los guantes.

- ¡Gracias Heidi! – Dijo Lara riendo y alejándose de mí para lanzar la pelota.

- Uff… ¡eres insufrible! – Le grité, pero pronto se me olvidó su burla. Jugamos durante bastante rato en el jardín al baseball… ella me dijo que había un equipo de baseball femenino en el instituto, y que como ella estaba en los alevines de la escuela, lo más seguro es que siguiera jugando. Ella jugaba de tercera base, y decía que era una gran bateadora y que de mayor sería una jugadora famosa.

- ¡Lara! – la llamó su madre. Lara dejó de jugar de inmediato y se fue con su madre. – Ya es hora de irnos. ¿Os lo habéis pasado bien?

- Si, madre. Es divertido jugar con Hei…digo con Maddie. – Miré a Lara de manera desafiante y ella me sacó la lengua en cuanto su madre apartó la mirada. No estaba segura de que quisiera ser o no amiga de Lara, pero ciertamente me lo había pasado muy bien jugando con ella, quién sabe… si dejara de llamarme Heidi…

(5 años despúes)

- Oye Heidi, ¿a dónde vas tan deprisa? – Suspirando con pesadez, ralenticé un poco el paso para dejar que Lara me alcanzara. No tardó demasiado, ya que el último verano había pegado un considerable estirón y casi llegaba al metro ochenta. Cuando cumplí los doce, me alegré de crecer tanto como para dejarla atrás, a pesar de que en ese entonces le dio por llamarme jirafa y patilarga. Sin embargo, a los catorce años, dejé de crecer abruptamente quedándome atascada en el metro sesenta y nueve, mientras aquí la señorita, no sólo me superaba en altura, sino que también en femineidad. – Aún no me has respondido. – Dijo, poniéndose delante de mí, caminando de espaldas. No me gustaba que me mirara como lo estaba haciendo ahora mismo. Me sentía con la necesidad de responderle, y no quería. Son esos malditos ojos azules suyos… Siempre consigue lo que quiere con ellos.

- Voy a casa… - Contesté, intentando así que dejara el tema. Sin embargo, no tuve esa suerte.

- Después de clase siempre vas a casa Heidi. Siempre vamos juntas, ¿Recuerdas? Vivo justo enfrente… Hoy no me has esperado… Normalmente siempre esperas a que termine el entrenamiento con las animadoras… - Oh sí, es verdad. El año pasado Lara dejó el equipo de baseball porque su cuerpo era demasiado bonito para ensuciarse. Ahora daba saltitos con el equipo de animadoras… Mucho más lógico tras su creciente popularidad en el instituto. – Heidi, ¿Hola? – Exclamó agitando la mano delante de mi cara. – Sigues sin responderme y exijo una respuesta. – No pude evitar reírme antes sus palabras.

- ¿Lo exiges? ¿En serio? ¡Tú no tienes derecho a exigirme nada! Siempre estás metiéndote conmigo… En los cinco años que llevamos siendo vecinas sólo me has hecho la vida imposible. – Estallé. – ¡En octavo le dijiste a Ricky Benson que no me duchaba y que tenía un altar suyo en mi cuarto y dejó de hablarme por completo y a mí me gustaba! Por no hablar de que el año pasado Carl me retiro su invitación al baile de primavera porque “alguien” comenzó el rumor de que tenía un herpes genital muy contagioso… - Lara comenzó a reírse y eso me molestó tanto que acabé empujándola, casi provocando que se cayera de espaldas.

- ¡Eh! – Se quejó, pero yo no la escuché.

- ¡No te atrevas a reírte, Lara! ¡Estoy harta! – Grité. - ¡Estoy harta de todo lo que me haces! ¡Pero sobre todo estoy harta de ti!

- Vamos Heidi… Sólo son bromas. Tú y yo somos amigas… - Comenzó a decir, ahora sin la burla en sus ojos. Sin embargo, yo ya no podía más. Había llegado a mi límite.

- ¿Amigas? ¡Tú y yo no somos amigas! Una amiga no hace esas cosas Lara. Una amiga no te humilla delante de todo el instituto… Una amiga no espanta a todas las personas que quieren salir contigo… ¡Una amiga jamás me haría el daño que tú me has hecho todos estos años! – Sin darnos cuenta, ya habíamos llegado a nuestro barrio, por lo que intenté huir de ella y entrar en mi casa lo antes posible. Mis ojos estaban empezando a llenarse de lágrimas… Lágrimas por su culpa. Porque siempre eran por su culpa. Ya fuera por la rabia o la tristeza que sentía. Estar tanto tiempo a su lado ponía mis nervios a flor de piel. Cuando sólo me faltaba un par de metros para traspasar la puerta de mi casa, noté como ella me agarró con fuerza del brazo. A pesar de tirar con todas mis fuerzas, fui incapaz soltar su agarré y acabé de nuevo enfrentándome a sus ojos azules, que esta vez se veían increíblemente tristes.

- Maddie, lo siento… - Dijo con voz temblorosa. – Yo no quería hacerte daño. De verdad… Tú eres mi única amiga. Las demás sólo están conmigo porque soy guapa y popular… Tú eres la única que siempre me dice la verdad, por eso me molestó lo de Ricky… me dijiste que él no te gustaba y cuando me enteré que os veíais mucho en los recreos me enfadé… Y lo de Carl fue sólo por tu bien. Él quería tener sexo en el baile… sólo te quería para eso…

- ¿Y por qué siempre tenía que ser yo el objeto de burla? ¿Por qué no hablaste conmigo? – Pregunté molesta, intentando con todas mis fuerzas que la voz no me temblara.

- ¡Lo intenté! ¡Pero siempre pensabas que te estaba tomando el pelo y no me escuchabas!

- ¿Por qué será? – Pregunté irónicamente. – De todas formas… ¿Qué importa ya todo eso? No cambia nada… El hecho de que durante unos segundos seas dulce conmigo no cambia que durante todo el resto del tiempo seas un completo dolor en el culo. – Lara sonrió ante mis palabras, sin embargo esa sonrisa no se reflejó en sus ojos. Esta vez me había pasado.

- Lo sé… Sé que no soy buena contigo. Créeme que lo sé. Pero por alguna razón no puedo parar de hacerlo. Me gusta hacerte rabiar y sé que en el fondo adoras que te llame Heidi…

- ¡Lo odio! ¡Dejé de llevar el pelo corto y la ropa roja por tu culpa! - Grité -¡Y me encanta el rojo! – Añadí.

- He visto tu cuarto… Lo sé. – Fruncí el ceño, extrañada.

- Tú no has visto mi cuarto… - De repente, Lara se puso incómoda y comenzó a mirar a todas partes menos a mí… - Lara… - La amenacé.

- Vale, vale… es que… A veces te veo desde mi cuarto. – Confesó. – Cuando dejas abierta la ventana en verano puedo ver parte de tu cama y tu escritorio… es evidente que hay mucho rojo.

- ¿Me espías? – Pregunté molesta. Lara me miró alterada.

- ¡Pues claro que no! ¿Por qué iba yo a espiar a una tía tan sosa cómo tú? – Suspirando con fuerza, aproveché su despiste para soltarme de su agarre y dirigirme a casa. – ¡Espera! Aun no me has dicho por qué tanta prisa…

Las prisas son que ya estoy harta de aguantar todas y cada una de tus tonterías para luego encontrarte en el gimnasio sobándote con Nick y dejando que te meta la lengua hasta la campanilla… Estaba tan molesta contigo que he cedido por fin a las incesantes peticiones de Peter para que salga con él y esta noche tengo que ir con don perfecto a ver una estúpida película que ni siquiera me gusta…

- Tengo un cita… - Solté, antes de cerrarle la puerta en las narices.

Una vez en la seguridad de mi casa, dejé que las lágrimas siguieran su camino y corrí a mi habitación para evitar que mi madre me hiciera más preguntas de las debidas.

¿Qué le diría de todas formas?

Veras mamá. Sabes Lara, la hija de Pear… Sí, tu jefa y tu amiga del alma. Pues bien. La odio tanto como la quiero… ¿No te parece estúpido? Ella va por ahí, pavoneándose con todo el mundo, creyéndose la mejor y la más guapa de todos… ¡Y lo peor es que yo misma creo que es verdad! Deseo que se acerque a mí en el instituto y se pase todos y cada uno de los descansos molestándome… y cuando vuelvo a casa con ella, a veces, si tengo suerte, pasa su brazo sobre mis hombros y me llama “su pequeño ratón de biblioteca”. Nada de todo lo que me hace realmente me importaba si al menos podía disfrutar de ella de esa manera… Pero ya no puedo más ¿Sabes? Ya me duele demasiado saber todo lo que hace y deja de hacer con su novio… Ella nunca me dice nada, pero la gente habla y hoy por fin los he visto con mis propios ojos. Si hacen eso en el instituto… ¿Qué harán cuando estén solos? No puedo soportarlo más mamá y por eso he aceptado tener una cita con un chico que aunque no sea malo, no es ella… ¿Está mal eso? ¿Está mal resignarse y conformarse con algo que no quieres al no tener lo que deseas?

¿Sabes qué? No importa… Lo mejor será que me ponga guapa para esta noche y deje de pensar en ella… Con suerte me acabe enamorando de verdad de Peter y todo esto quedara olvidado como un capricho de instituto…

(5 horas más tarde)

Llegué a casa pasadas las diez de la noche. La cita con Peter no había estado mal pero tampoco habían saltado chipas. Era un chico agradable y bastante respetuoso. Pagó todo lo que había que pagar y se despidió de mí con un casto beso en los labios. Tal vez poco a poco, la cosa llegara a funcionar.

Al pasar por el vestíbulo, comprobé que tal vez me había pasado un poco con el look para la primera cita. Peter había estado más que encantado de verme en el llamativo pero casto vestido de seda rojo. Tenía puesto un cinturón negro justo debajo de mis pechos que conseguía dar ese toque clásico al vestido sencillo. Incluso había usado uno de los pintalabios rojos de mamá, que aún seguía mágicamente intacto en mi boca, a pesar de las palomitas (y el beso) que habían pasado por mis labios. Incluso llevaba unos pequeños zapatos de tacón de charol negro a juego con la cinta del pelo. Estaba muy guapa… guapa, pero dulce, como debía ser. No tenía duda de que Peter se había quedado aún más prendado de mí esa noche y realmente lo sentía mucho por él. No me gustaba causar ese efecto… al menos, no en él…

Subí las escaleras intentando no hacer mucho ruido hasta que recordé el mensaje de móvil que me había mandado mi madre poco antes de salir. Hoy tenía mucho trabajo en el bufete y lo más seguro es que no volviera a casa hasta por la mañana. Sabía que mi madre no estaba en el bufete… hace un par de años que tenía estas idas y venidas extrañas y su humor, aunque volátil, era bastante bueno. Lo más seguro es que tuviera alguna relación por ahí escondida… Sólo esperaba que las cosas le fueran bien.

Llegué al último piso y entré en mi habitación tirando el bolso, como siempre encima de la cama. Lo único que no fue como siempre fue el quejido que soltó esta cuando el bolso cayó en ella.

- ¡Aaaahhhh! – Grité histérica, alcanzando rápidamente un bate que tenía tirado cerca de la puerta. Lo alcé y comencé a golpear a la oscuridad. - ¿Quién hay ahí? – Pregunté rezando para que no respondiera nadie. - ¡Mi…mi novio subirá en cualquier momento! – De repente, la luz de la mesita de noche se encendió y volví a gritar a ver una silueta tirada acostada en mi cama. - ¡Violador! ¡Violador! – Exclamé con los ojos cerrados agitando el bate.

- ¡Tranquila fiera! Solo soy yo… - Gruñó alguien con voz medio dormida.

- ¿Lara? – Pregunté, estúpidamente, ya que claramente era ella. Abrí los ojos, era ella. - ¿Qué demonios haces en mi casa? ¿Y en mi cama? – Exclamé aturdida. Está en mi cama… - Al menos estarás vestida ¿no?

- Sí si… estoy vestida… - Lara se fue levantando poco a poco mientras parpadeaba varias veces con lentitud. Realmente estaba dormida en mi cama. – Vaya… - jadeó, haciendo que me sintiera incómoda. Lara me estaba mirando de arriba abajo… y sabría lo que vendría. Iba de rojo, así que no podía fallar alguno de sus comentarios jocosos… - Estás… preciosa. – Sin poder evitarlo, mi boca se abrió de par en par. – Tu cita debe gustarte mucho… - Al fin había dejado de mirarme y se estaba levantando de la cama.

- ¿En serio? ¿Ninguna burla? ¿Nada de Heidi? – Lara seguía sin mirarme, así que sencillamente fui a mi cama y me senté, ya que no soportaba estar más tiempo con los tacones. - ¿Me vas a decir qué demonios hacías en mi cama?

- Vine para hablar contigo hace un par de horas… como no respondía nadie, cogí la llave de repuesto de la maceta y entre… No creí que fueras a tardar tanto en volver… - Lara estaba dando vueltas delante de mí. Me estaba mareando. – Tenía curiosidad, así que entre en tu cuarto y después de unos minutos me quedé frita… - Oh demonios… ¡Mi diario! ¿Lo habrá leído? Rápidamente, me levanté y abrí la gaveta de mi escritorio, encontrando el diario tal y como lo había dejado el día anterior. Sin poder evitarlo, lo cogí un momento y lo abracé en mi pecho, aliviada. – Tranquila… No lo he leído… Si te preocupabas por eso. – Enfadada, la encaré molesta después de volver a meter mi diario en su lugar.

- ¡Tienes mucha cara! ¿Lo sabías? Cómo se te ocurre entrar no sólo en mi casa… ¿si no también cotillear mis cosas?

- ¡Yo sólo quería hablar contigo! – Se defendió.

- Pues haber hablado conmigo mañana… - Me queje, masajeando mis pies. No estaba acostumbrada a usar tacones y me dolían muchísimo.

- No podía esperar… - Lara miró un par de veces hacia la puerta aún abierta de mi habitación. – Él no está aquí… ¿Verdad?

- ¿Quién?

- Tu cita…

- No… ¿Me crees capaz de acostarme con un chico en la primera cita? – Pregunté molesta.

- No, no es eso… es que como antes gritaste lo de tu novio y todo eso…

- Ahh… no. Él no está aquí…

- ¿Quién… quién era tu cita? – Preguntó de repente Lara. Yo la miré extrañada. – Por curiosidad… - Yo suspiré cansada mientras me quitaba la cinta del pelo.

- Peter Quinn. – Le respondí. La mirada de Lara no me dijo nada.

- Vaya… esta vez has elegido bien. Peter es bastante mono… y saca buenas notas. Creo que lleva colado por ti desde décimo…

- Sí. Lo sé… Llevaba pidiéndome salir desde hace 6 meses. – Lara me miró intensamente.

- Eso no lo sabía.

- Ya… Supongo que no te lo cuento todo. – Me levanté de la cama y me dirigí a mi cómoda con la esperanza de que Lara decidiera irse, pero no parecía tener la intención.

- Supongo que no. – Oí como Lara suspiraba. - ¿Él… te gusta de verdad? – Preguntó casi en un susurró. Yo, con miedo a que viera la verdad si se la decía mirándola a la cara, le conteste de espaldas.

- Sí… él me gusta.

- ¿Podrías… repetírmelo mirándome a los ojos? Yo… Lo necesito. – La voz ahogada y angustiada de Lara me hizo girarme en redondo y acercarme a ella. Parecía estar a punto de llorar.

- ¿Qué…? ¿Por qué? – Pregunté extrañada.

- Lo necesito… Sólo lo necesito… - Dijo con más serenidad, aunque podía ver como sus manos temblaban. A pesar de lo extraño de su petición… Tome aire y respondí con el mayor aplomo que pude.

- Peter me gusta… El es un buen chico y creo que…

- No. – Me cortó Lara dando un paso hacia mí. – No es verdad.

- ¡Claro que lo es! ¡Él me gusta! – Lara cerró los ojos con fuerza, como si no le gustara lo que estaba diciendo.

- ¡No, no es cierto! Si lo fuera no se te pondrían las orejas coloradas ni te parpadearían tantos los ojos… ¡Eso sólo lo haces cuando mientes! – Me acusó.

- Yo no miento… Peter es muy agradable…

- ¡Já! ¿Ves? Agradable no es lo mismo a que te guste…

- ¡Claro que lo es! – Me quejé. Nos estábamos acercando mucho y eso me alteraba.

- No, no lo es. Cuando te gusta alguien es lo mismo que decir que te excita… dime, ¿Peter te excita, Heidi? – Se burló.

- ¡Deja de llamarme así! ¡Y la excitación no tiene nada que ver en esto! Aún es muy pronto para…

- ¡No! ¡No lo es! ¡Cuando te gusta alguien tiene que ir con el paquete completo! No sólo debe gustarte, debe atraerte… ¡Si no, no es amor! – Me gritó.

- ¿Y qué sabrás tú del amor? – Pregunté enfadada. – ¡Oh sí, es verdad! Tú y Nick sabéis mucho del amor… ¡sobre todo el referente al sexual! – Estaba a punto de llorar y exponerme ante Lara… Y no quería.

- ¿De qué demonios estás hablando? ¡Nick no tiene nada que ver en esto!

- ¡Claro que lo tiene! Hace tan solo unas horas estabais demostrando vuestro amor en público… - Le solté.

- No sé lo que viste… pero claramente no lo viste bien…

- ¿Y qué más da eso? ¡Lo único que demuestra es que no tienes razón! Puede que yo no sepa nada sobre sexo… ¡Pero tú no sabes nada sobre el amor!

— ¡Eso no es cierto! ¡Conozco muy bien lo que es el amor! ¡Llevo años enamorada de la misma persona! – Me gritó con furia, a un palmo de mí.

— ¡Oh… que suerte la vuestra! – Me giré con intención de marcharme de mi habitación. Estaba empezando a notar las lágrimas caer por mi mejilla y el nudo en mi garganta hacía cada vez más difícil hablar. Sólo había conseguido dar dos pasos antes de que Lara me agarrara con fuerza de la cintura y me tirara de un empujón encima de mi cama. — ¿Pero qué…? – Lara se sentó con rapidez encima de mí y sujetó mis muñecas con firmeza.

— ¡Eres tú! – declaró. - ¿Es que no te das cuenta? Tú eres la persona de la que llevo enamorada tanto tiempo… - Me quedé sin aire. No sabía si estaba soñando o no… Lara estaba encima de mí, sonriéndome mientras me decía que… ¿Me amaba?

— ¡Tú…! – Exclamé dolida. — ¡Lo has leído! ¡Lo has hecho! – Intenté zafarme de su agarre, pero no me lo permitía. — ¡Eres lo peor!

— ¡Yo no he leído nada! ¿De qué demonios hablas? – Dijo como pudo, mientras yo seguía intentando liberarme.

— ¡Mi diario! — Lloré. — ¡Y encima tienes el descaro de burlarte de mí! Con algo como eso… Te odio… Dios, ¡Te odio tanto!

— ¿Pero qué…? Te digo que te amo y tú sólo sabes insultarme. — Gritó indignada. Yo no podía creerla… no podía. Porque si después todo resultaba una farsa yo acabaría destrozada…

— Mientes… Me estás mintiendo… — Había dejado de luchar. Sencillamente estaba debajo de Lara, intentando esconder mi cara todo lo que podía de su mirada escrutadora. Estaba temblando de pánico, y cuando Lara soltó por fin mis muñecas me sentí incluso más desamparada que antes.

Esperaba que Lara se fuera. Se marchara riéndose de mí, como siempre hacía. Pero en vez de eso, permaneció encima de mí en silencio. Sólo podía oír su respiración, profunda y pesada, que inconscientemente trasladaba a sus caderas, que subían y bajaban suavemente encima de mis piernas. Mi cara estaba girada y mis ojos completamente cerrados, intentado así contener el exceso de lágrimas que se podría avecinar. Entonces, con manos temblorosas. Lara tocó mi mejilla y comenzó a limpiar las lágrimas que bajaban hasta mi oreja. Cuando mi cara expuesta estaba completamente seca, noté como empujó suavemente, pero con insistencia, para que girar la cara. Más tranquila y pensando que haría lo mismo en el otro lado, yo misma giré la cara. Encontrándome abruptamente con su mano derecha evitando que hundiera la cara de nuevo en la cama. Abrí los ojos justo a tiempo de ver como su mano izquierda ahuecaba mi mejilla y su cuerpo se inclinaba tímidamente sobre el mío.

Fue… asombrosamente, un beso torpe y excesivamente ruidoso. Apenas duró unos segundos y cuando Lara volvió a alzarse, se le veía tan avergonzada y nerviosa que mi actual estado de shock quedó momentáneamente olvidado por la estampa cómica.

— ¡Besas fatal! – Me reí, sin poder contenerme. ¡Estaba extasiada! Lara me había besado. Un beso horrible… el peor de los primeros besos de la historia… Pero me lo había dado ella, y mi corazón no cabía en mi pecho de lo feliz que me sentía…

— ¡Eres odiosa! — Lara fue a levantarse pero yo no la dejé. — ¡Suéltame!

— No voy a hacerlo hasta que me lo repitas una vez más… — Dije, irguiéndome un poco y manteniendo a Lara en mi regazo.

— ¡No lo haré! ¿Sabes lo mucho que me ha costado hacerlo? — Preguntó alterada. — ¡Y tu encima te ríes!

— Lo siento… es que ha sido muy divertido después de todo este drama. — Me reí.

— ¡Y sigues! Por favor… deja que me trague la tierra en paz… — Con todo el cariño y el valor que pude reunir, agarré la nuca de Lara y volví a unir nuestros labios. Nuestro beso seguía siendo tímido y torpe, pero muchísimo mejor que el anterior e indudablemente más largo. — Waah… — Sintiéndome estúpidamente orgullosa de mí misma, cogí una de las manos de Lara y se la estreché con fuerza.

— Quiero que dejes a Nick. – Imperé. Sin embargo, Lara seguía estando embobada mirando mis labios… — Lara…

— Me gustan mucho tus labios… —Dijo al fin. Pero como eso no era lo que quería oír en ese momento por mucho que me gustara, le golpeé en el brazo. — ¡Ah! Me va a salir un moratón…

— ¡Nick! — Exclamé.

— Oh cierto… — Lara se contorsionó un poco hasta llegar a mi mesita de noche, donde estaba su móvil. Sonriendo por su comodidad encima de mí. Vi como escribía rápidamente con sus dedos y terminaba lanzando el móvil a algún lugar de la habitación. — ¡Ya!

— ¿Le has dejado por teléfono? — Me reí.

— Por Whatsapp… Ahora tú también tienes que dejar a Peter. —Pidió a cambio.

— Mañana hablaré con él… Me da pena decírselo por teléfono… —Lara comenzó a abrir la boca pero yo la paré. — Y tampoco se lo voy a decir por Whatsapp. — Lara frunció el ceño, pero pareció aceptarlo — ¿Y ahora…? ¿Qué vamos a hacer?

— ¿Hacer con qué?

— Pues con esto… Nosotras. — Nos señalé. — ¿Estamos saliendo a escondidas o se lo vamos a decir a todos? ¿Y nuestras madres? Van a flipar un poco…

— Eso a mí me da igual… ¿A ti te importa? — Preguntó preocupada.

— No, para nada… Pero, ¿eso significa que eres lesbiana? Yo realmente no me he parado a pensarlo demasiado…

— No soy lesbiana… Soy…humm… - Lara estuvo un rato pensado hasta que finalmente terminó con una sonrisa. — ¡Heidi sexual!

— ¡Eso no existe! — Me reí.

— ¿Y qué más da lo que seamos? La única persona que me ha gustado siempre has sido tú. Me importa un pimiento si eso significa que soy gay. ¿A ti te molestaría que todos se enteraran? — Preguntó, repentinamente seria.

— No… Aunque me da un poco de miedo. — Admití.

— No tengas miedo. Vas a tener a la chica más guapa de todo el instituto. Todos te van a envidiar…

— Presumida… — Lara se rió y comenzó a juguetear con mi pelo. — Entonces. ¿Somos novias?

— ¡Absolutamente! — Respondió feliz. — ¿Puedo pedirte algo?

— Lo que quieras…

— ¿Puedo besarte otra vez? — A pesar de formular la pregunta, Lara no se esperó a que respondiera antes de lanzarse contra mis labios. — Lo siento… — Jadeó entre pequeños besos. — Es que estás preciosa…

— No te preocupes… humm… — No sabía si había sido yo o Lara, pero uno de nuestros pequeños y tanteantes besos se convirtió en algo más profundo. La necesidad de sentir a Lara aún más cerca me había hecho abrir los labios justo cuando Lara se humedecía los suyos con la lengua. Al principio fue extraño, pero poco a poco, su lengua y la mía se fueron acercando hasta anclarse por completo. Me sentía ahogada y llena de oxígeno al mismo tiempo. Era abrumador. — Lara… — No sabía para qué la había llamado, pero me alegré al sentir por completo el peso de Lara sobre mí y una de sus manos alzando suavemente la tela de mi vestido. Sus besos, cada vez más profundos junto con la mano que subía y bajaba por la desnudez de mi muslo me estaban poniendo muy nerviosa… pero no tenía miedo… Era otra cosa.

Había sentido algo parecido cuando me tocaba… Pero aún así no era lo mismo. La mano de Lara sobre mi muslo era tan potente en mí como mi propia mano en el centro de mi necesidad. Era desconcertante pero muy agradable.

Las manos de Lara fueron subiendo cada vez más hasta que sólo quedaban unos centímetros para llegar al borde de mi ropa interior cuando de repente bajó rápidamente sus manos y se separó de mí bruscamente.

— ¡Lo siento mucho! ¡Oh dios! ¡Soy peor que un chico! — Exclamó asustada. Yo, incómodamente fría en algunos lugares, me levanté y la alcancé antes de que se marchara.

— Tranquila… está bien. — Susurré, dándole un beso en la mejilla.

— No, no lo está… Maddie, tenía toda la intención de bajarte las bragas… ¡Eso no está bien! — Dijo abatida con el rostro al rojo vivo.

— Y yo te habría dejado hacerlo — Admití, sorprendiéndome a mí misma. Lara me miró con los ojos abiertos como platos, claramente en pánico. — No creo que mi madre vuelva esta noche… ¿Querrías quedarte conmigo? — Lara comenzó moviendo la cabeza de forma negativa pero poco a poco fue convirtiéndose en una afirmación… al menos, eso era lo que había entendido con los círculos que dibujaba su cabeza. — ¿Eso es… un sí? — Lara carraspeó.

— Sí… sí puedo, digo quiero… — Respondió nerviosa. — Pero necesito… una muda para dormir…

— Nada de lo que tengo te servirá… Eres demasiado alta y… — Señalé sus pechos. — De todas formas, había pensado en dormir como siempre… — Lara tragó con fuerza.

— ¿Y eso es? — Preguntó temblando.

— Desnuda… — Comencé a desabrocharme el cinturón del vestido cuando Lara rió nerviosa.

— ¡Já… que divertido! — Exclamó poco convencida.

— No bromeo… cuando tengo calor suelo dormir sin ropa… — Solté el cinturón en el suelo y me di la vuelta, sujetando mi pelo. — ¿Me ayudas con la cinta? — Tardó un rato, pero finalmente Lara se acercó a mí y desanudó la cinta que ataba el vestido a mi cuello.

— ¿Desde cuándo te has convertido en una Femme Fatale? — Preguntó, entre divertida y nerviosa. Yo me alejé un poco de ella y con toda elegancia que mis 16 años me otorgaban dejé caer el vestido a mis pies, quedándome tan solo con las bragas puestas. Sin girarme, le respondí.

— Míralo como una pequeña venganza por todas las veces que te burlaste de mí… — Aún de espaldas a ella, me metí en la cama y la miré desde allí. — ¿Vienes o no?

— Eh… sí. — Torpemente, Lara fue quitándose la ropa hasta quedar a los pies de la cama en ropa interior. Tenía un cuerpo precioso… Muchísimo más femenino que el mío, tanto que me estaba recreando más de lo debido en algunas zonas. — ¡Oye! — Se quejó poco convincentemente.

— Ven… Entra. — Le pedí con suavidad, abriendo el otro lado de la cama con una mano, mientras que con la otra mantenía mis pechos cubiertos por la sábana. Lara se metió y se quedó tiesa como un palo a mi lado, hasta que finalmente se movió para apagar la luz. Algunos ruidos extraños y la caída de algún objeto al suelo me sobresaltaron. — ¿Qué ha sido eso?

— Humm… nada, yo sólo… Me he quitado el sujetador… — Susurró nerviosa. Ahora, en la oscuridad, podía mostrar algo más mi propio nerviosismo y comencé a jugar con la sábana sin saber qué hacer con mis manos. Quería estirar mi mano y tocar la piel de Lara, pero me daba pavor… Ni siquiera sabía cómo funcionaba el sexo con un chico… ¿y si con una chica era más difícil? O a lo mejor era más fácil… tenemos lo mismo… ¿Y si tocaba a Lara como yo me tocaba a mí misma? ¿Eso sería suficiente o hay que hacer algo más? — ¿Maddie…?

— ¿Sí? — Pregunté, después de sobresaltarme.

— ¿Alguna vez has hecho… esto? — Preguntó muy bajito.

— ¿Y qué es exactamente “esto”? — Respondí usando su mismo tono.

— Pues, ya sabes… sexo. — Aunque estaba nerviosa, no pude evitar la sonrisa que se formó en mis labios.

— ¿Y quién te ha dicho que íbamos a tener sexo? — Me mofé.

— Yo… yo no… Es decir… — Tartamudeó nerviosa. Algo más tranquila que Lara, me giré hacia su lado y deslicé la mano hasta alcanzar su brazo, provocándole un escalofrío que pude sentir en las yemas de mis dedos.

— No. Nunca he hecho esto con nadie… ¿Tú? — Contuve la respiración esperando su respuesta.

- No… Ni siquiera me gustaba que Nick me tocara… — Confesó.

- Y te gustaría… ¿Qué yo lo hiciera? — Pregunté, mientras caminaba con mis dedos sobre su brazo. Lara estaba temblando.

— Sí… me gustaría. — Soltando el aire algo nerviosa, me volví a tumbar, esta vez sobre mi torso y extendí mi mano izquierda hacia Lara.

— Por favor… guíame. — Le pedí. Obediente pero tímida, Lara encontró mi mano y la situó sobre su vientre desnudo. Era suave y firme, y con su mano suavemente descansando en mi muñeca, viaje de un lado a otro de su estómago… demasiado temerosa para subir, y muchísimo más para bajar. Mis caricias, sin embargo, volvían pesada la respiración de Lara, que tras un instante de duda, agarró de nuevo mi mano y la guió más arriba, hasta posarla casi con pudor en su pecho izquierdo. El contraste rugoso de la punta con la suavidad del seno puso mi piel de gallina cuando apreté con suavidad todo lo que mi mano pudo abarcar. Lara tomó aire con fuerza y creí que le había hecho daño… estaba apartando mi mano cuando la suya volvió a posarla, esta vez con más firmeza, sobre su pecho. Envalentonada, esta vez apreté con más fuerza, haciendo que Lara gimiera. Estaba en el cielo…

— Por favor… bésame… Necesito que me beses mientras me tocas… — Más que dispuesta, acerqué mi cuerpo al suyo y la besé… pero no estaba preparada para lo que pasaría. Olvidando mi propia semidesnudez, mi torso quedó casi por entero pegado al suyo, arrancándome un escalofrío de placer instintivo. Mi mano, ahora molesta, fue apartada por la misma Lara, que terminó de juntarnos por completo. Ahogadas por un beso, oí como nuestros cuerpos ronroneaban casi de forma primitiva… La sensación de la piel de Lara contra la mía era pura gloria. No quería separarme de ella… Estuvimos así, besándonos casi con desesperación, mientras nuestros cuerpos rodaban sobre la cama sin despegarse, hasta que un uno de los movimientos, unas de las piernas de Lara se incrustó entre las mías, arrancándome un movimiento más que vergonzoso. Deseaba… ¿Qué? ¿Frotarme contra su pierna? Parecería un perro en celo… y sin embargo, mis caderas se movían tímidamente precisamente logrando esa fricción embriagadora. Más con furia, que con pudor, elevé mi propia pierna y bajé las caderas de Lara para que se encontraran con ella. — Ahhh… joder… — Jadeó. Muy diferente a mi movimiento tímido, Lara se apretó con más fuera contra mí y comenzó a moverse sobre mí no como un perro… ¡era una diosa! Y más que mi propio placer, quería ayudarla a encontrar el suyo…

Colocando mis manos sobre sus caderas, la ayudé a mecerse contra mí, pero Lara gruñó con desesperación y se separó de mí. Asustada de que hubiera hecho algo mal, solté un grito de asombro cuando sentí como Lara tiraba de mis bragas y las sacaba de mi cuerpo. Un miedo momentáneo me sobrellevó hasta que volví a sentir el cuerpo de Lara sobre mí, pero esta vez, todo fue muchísimo más intenso.

— Necesito intentar… ¡Ahhh Dios!

— ¡Lara! — Gemí con voz ahogada, cuando sentí algo húmedo y caliente contra mi clítoris. No sabía cómo, y me daba igual… Pero Lara había abierto mis piernas y me había tocado directamente… como si fuera un hombre… Pero esto era demasiado placentero. Cada vez que Lara se mecía sobre mí, notaba como mi propio placer era reflejado por su cuerpo… Cada vez la necesitaba más y más fuerte… más y más rápido… Los pocos orgasmos que había conseguido darme a mi misma no se parecieron en nada a lo que me atravesó como un huracán cuando llegué con Lara… Era tan intenso que temí temblar para siempre en un letargo extraño… Sentí a Lara acabar poco después, aunque ni siquiera supe cómo, y tirarse encima de mí con su cuerpo ahora cubierto por una suave capa de sudor frío. Sentía su respiración agitada en mi oído, diciendo una y otra vez mi nombre… La estreché con la poca fuerza que tenía y le dije lo único que aún no le había dicho. — Te quiero Lara… — Jadeé. Pude notar la suave sonrisa de Lara en mi cuello antes de caer profundamente dormidas, la una en brazos de la otra.

(7 horas más tarde)

Un murmullo lejano me despertó. Parecía que alguien me llamaba. Su tono de voz me resultaba familiar, pero estaba tan adormecida que no caí en su identidad hasta que fue demasiado tarde.

- ¡Madeline! ¡Cariño tenemos que hablar de algo muy importante! — Escuché a mi madre gritando desde el último tramo de escalera. ¡Mierda! ¡El pestillo no está puesto! Miré a mi lado, donde aún estaba Lara enroscada a mí, dormida sin la más mínima preocupación… Esta iba a ser la salida del armario más prematura del mundo. — ¡Cariño! ¡De verdad que esto es muy importan…! — Mi madre ya había abierto la puerta y me vio a mí, de lleno, con el torso descubierto  y el brazo de alguien rodeándome la cintura. Las sábanas aún cubría la mayor parte del cuerpo de Lara. — ¿Qué demonios significa esto jovencita? — Gritó enfadada. — ¡Sólo tienes 16 años! ¿Cómo se te ocurre? ¿Es que no te he enseñado nada? — Había otra voz en la planta de abajo que me llamó la atención, pero apenas pude distinguir lo que decía por los gritos histéricos de mi madre. — Espero que al menos hayáis usado protección… ¡Y oye tú! — Gritó, esta vez mirando al revoltijo de sábanas que había a mi lado. — ¡Ya puedes ir sacando tu desvergonzado culo de mi casa! ¡Tus padres van a enterarse de esto, jovencito! — No sabía lo que habíamos hecho para cabrear al de arriba, pero de repente la voz ajena estaba más cerca y una alterada y asustada señora Mitchell aparecía al lado de mi madre, afortunadamente sin mirar a mi cama primero.

— ¡April, mi hija no está! No ha pasado por casa y no contesta al teléfono… ella nunca hace eso… — Absurdamente, antes de mirar hacia la cama, donde mi madre tenía sus enfadados ojos puestos, Pear miró al suelo y vio algo que le resultó familiar. Al parecer, anoche, Lara tiró más fuerte de la cuenta su móvil al suelo y la batería se había salido, apagando por completo el móvil. — ¿Qué hace aquí el móvil de Lara? — Preguntó, antes de mirar a la cama. Primero con expresión confundida y luego, cuando la cabeza avergonzada de Lara se fue descubriendo, la palidez cubrió su rostro por completo. Mi madre, de repente, y sin venir a cuento, comenzó a reírse sin más…


*Continuará en Mi Fría y Distante Jefa ;)


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Nota de la Autora: Anda que os quejaréis... Larguito y del tirón. Y encima, como podéis comprobar, tiene "continuación", como a muchas os gusta. La secuela se publicará en Marzo y si sois achispadas ya sabréis quienes serán las protagonistas. Con esta historia, no sé, me ha salido la vena inocente... Son jóvenes y torpes, que le vamos a hacer xD
Por favor, comentad si os ha gustado, como siempre y bueno. Me voy a descansar un poco que en unas horas voy a ver Carol *-* A ver si no me fastidian el libro... Pero por Cate, yo aguanto lo que sea xD

6 comentarios:

  1. Esta genial aunque eso de dejarnos así....ya te vale ;)

    M.S

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  2. Me gusto y mucho...que sea largo ha sido un plus!!... Y bueno a esperar esa segunda parte que seguro será mucho mas hot con las madres de ambas..bss

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  3. OMG pero como me dejas asi y en la mejor parte jajaja ya puedo imaginarme la cara de la mama de Lara xD,increible la verdad pero no se si pueda aguantar hasta marzo la secuela!!!! besazos guapaaa desde argentina.


    by:Lourdes Avalos

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  4. Muchas gracias por esta historia, me encantó. Escribes muy bien.

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  5. Muy buena historia.
    La inocencia en ambas es muy tierna.

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