BELLA'S

¡NO OLVIDÉIS SEGUIR LA PÁGINA EN FACEBOOK!
¡CUANTOS MÁS SEGUIDORES HAYA EN EL BLOG Y EN FACEBOOK, MÁS FACILIDAD TENDRÉ PARA ESCRIBIR A DIARIO!

Para poneros en contacto conmigo, no dudéis en escribirme al correo: belladonnaliteraria@gmail.com


HISTORIA MÁS POPULAR

lunes, 21 de septiembre de 2015

La Niñera

La Niñera



- Buenas noches Señora Jensen. Alcalde Jensen. – Saludé al llegar a la mansión. Hoy, el Alcalde y su mujer tenían que ir a una recepción en el Hyatt y me iban a dejar a cargo de su hija preadolescente. Era una responsabilidad que aunque no quería, merecía.

Tenía 17 años, era la mejor estudiante de mi instituto, capitana de las animadoras y delegada del curso. Cuando los Jensen preguntaron en el último pleno por alguien responsable para cuidar a su hija, el director de mi instituto y uno de los concejales de la ciudad dijo mi nombre sin pestañear.


Y aquí estaba, un sábado por la noche, en mi mejor vestido de puritana americana saludando a dos de las personas más importantes de la ciudad… Con suerte, esto me acercaría más a ellos y tal vez, solo tal vez, me invitarían a una de sus fiestas… Sabía que los Jensen tenían tres hijos.

El mayor, Harold, tenía 23 años y estaba terminando su doctorado en Princeton. No sabía cómo era físicamente pero si tenía una décima parte de atractivo del que tenía su hermano Daniel, sería muy atractivo.

Daniel, de 19 años, acababa de empezar en la universidad privada de Rider, y estaba como un queso. Era alto, con el pelo negro y unos ojos marrones que te arrancaban las bragas. El año pasado intenté llamar su atención pero la zorra de Hilary Benson le había estado soplando la bragueta todo el curso.

Y por último, la única hija de los Jensen. Andrea, de 15 años… Había muchísimos rumores sobre ella. Nunca se la había visto por la ciudad y según mis padres estudiaba en casa… Mis amigas piensan que es retrasada y por guardar las apariencias los Jensen la tenían encerrada en casa. Ahora podría descubrir si era cierto o no…

- Muchísimas gracias por venir, Christina. Estás preciosa, como siempre. – Dijo la señora Jensen.

- Gracias Señora Jensen, usted está radiante con ese vestido de coctel. – Los ojos azules de la señora Jensen brillaron ante el halago.

- Oh, sólo es un viejo trapo… - Sí, ya claro… - Richard y yo volveremos sobre la una más o menos. Andrea ya es mayor para tener niñera, es sencillamente que… bueno… necesitamos que alguien la controle. – Puse mi mejor sonrisa cuando le respondí.

- No se preocupe, Señora Jensen. Está en buenas manos. – Ella asintió mientras se ponía el chal.

- Andrea debe estar en su habitación como siempre. Nuestra cocinera ha preparado una cena ligera para ambas… No dejes que se vaya a la cama sin cenar… y… - La señora Jensen me miró con preocupación. – mi hija tiende a ser algo… peculiar… así que no te asustes. – Algo extrañada, le dije de nuevo que no se preocupara y los despedí en la puerta, quedando “sola” en la gran mansión.

Después de curiosear un poco, me dirigí a la cocina y encontré un par de sándwiches vegetales y ensalada de patata. Encontré los cubiertos después de buscar un poco y puse la mesa en la misma encimera de la cocina. El salón parecía demasiado formal para solo dos personas.

Cuando terminé, me dirigí a las escaleras y subí, impaciente por ver al bicho raro que escondían los Jensen. Tras caminar un poco por el pasillo de la planta de arriba, llegué a una puerta con un enorme letrero de peligro y una calavera roja. Genial… una emo… Lo que me faltaba. Llamé un par de veces a la puerta, pero nadie respondió, así que alcé la mano para llamar otra vez, con la mala suerte de que al golpear la puerta se abrió y mi mano acabó sobre el pecho de alguien.

- Vaya Nancy, sí que eres rápida… - Dijo la alta chica morena en ropa interior. Rápidamente aparté la mano. – Una lástima… estaba empezando a ponerme cachonda… - No pude evitar abrir la boca con desagrado, pero entonces la miré de pies a cabeza, y algo raro se movió en mi interior. Si Daniel estaba buenísimo, su hermana Andrea era arrebatadora.

El pelo largo y negro caía de forma suave por sus hombros bronceados y anchos. Los labios parecían dos gruesos pétalos carmesíes sobre su piel, curvados de forma juguetona mostrando unos dientas blancos y perfectos… Su cuerpo era firme y adulto para lo joven que era… y sus ojos… o Sus ojos eran de un verde felino que quitaba la respiración. A lo mejor todos nos equivocamos… a lo mejor, los Jensen ocultaban a su hija por su belleza descarada…

- Soy Christie, tu…

- Niñera… ya lo sé. – Rio. – Los viejos se piensan que una Nancy Drew como carcelera evitarán que me escape de mi jaula… Pero déjame decirte algo, monada… a mí no me retiene nadie… - Asombrada, vi como Andrea se giraba y volvía a entrar en su habitación, para salir poco después con un top ajustado, vaqueros negros y botas. – Y ahora si me disculpas, me voy a buscar a una gatita con la que jugar esta noche… - Rápidamente, a pesar de encontrarme completamente desubicada, bloqué la puerta con mi cuerpo y alcé la barbilla enfadada.

- De eso ni hablar. Vas a bajar a la cocina, comerás tu cena y te irás a la cama con…

- ¿Contigo? Oh cariño… lo siento mucho, pero no me van las hetero-confusas… - Andrea intentó pasar pero no me moví.

- ¡Y una mierda! ¡Harás lo que yo te diga o te puedo asegurar que te meteré esas horribles botas por el culo! – Dije furiosa, intentando controlar el temblor de mi cuerpo… Oh, ¡No me jodas! Esta cría no puede ponerme cachonda… Andrea sonrió y alzó las cejas varias veces….

- Pero si la gatita muerde… eso me gusta… - Andrea pasó uno de sus dedos por mi mentón, pero yo rápidamente me aparté de ella. – Me gusta mucho… - Susurró. Me sentía inquieta… Por Dios, son sólo las 9 de la noche… ¿Cómo voy a aguantar con ella hasta la 1? - ¿Y bien? ¿Vamos  a cenar o no? – Momentáneamente descolocada, me aparté y dejé que bajara delante de mí por las escaleras. Casi suspiré aliviada de que no saliera corriendo por la puerta principal y se dirigió directamente a la cocina. Sin una palabra, se sentó en uno de los bancos y comenzó a comer su ensalada.

- ¿Qué quieres de beber? – Andrea alzó la mirada y encogió los hombros.

- Agua está bien. – Fui a la nevera y saqué un par de botellitas de agua. Coloqué una delante de mi plato y le tendí la otra a Andrea. ¿Qué tan difícil es coger una botella? Pues nada, Andrea no la cogía, así que la miré frustrada para ver por qué no la cogía… La respuesta, simple… Andrea no estaba mirando mi mano, estaba mirando mi escote.

- ¡Oye! – Solté, dejando el agua con fuerza sobre la encimera y tapándome el pecho con ambas manos. - ¿Qué estás mirando?

- Tus pechos… es bastante obvio. – Noté como la cara me ardía de ira y vergüenza.


- ¿Cómo…? Aarg… ¡Eres peor que un tío! – Dije furiosa, sentándome en mi sitio y comenzando a comer mi cena.

- Te equivocas preciosa… soy mucho mejor que un tío…

- ¡Já! – Bufé.

- Yo al menos soy sincera… no como tú… - La miré con el ceño fruncido. – Por cierto, estas muchísimo más mona enfadada. – Suspiré con fuerza. – Esa imagen de niña buena no te pega nada… Chris-ti-na… - Dijo con retintín. – Seguro que has venido obligada a cuidar de la pobre y desconsolada hija disfuncional de los Jensen. – La miré con asombro. - ¿Crees que no oigo los rumores que hay sobre mí por la ciudad? Dime la verdad, ricura… ¿Soy cómo te esperabas o realmente pensabas encontrarte con algún engendro retrasado al que darle de comer papilla? – fijé mi vista en el plato, nerviosa de que descubriera la verdad. – Lo sabía… eres como todas las otras sanguijuelas… ¿Crees que eres la primera niña de bien que mandan para cuidarme? Ninguna repite… todas salen huyendo… No les merece la pena lidiar conmigo por un trato privilegiado con mis padres… Seguro que venías pensando en lo mismo… “Si los Jensen ven que soy buena con ella tal vez me lleven a sus cenas de sociedad… o mejor, podré pescar a alguno de sus guapos y prometedores hijos” – Cazada al vuelo… Mierda. – Si piensas que podrás ligar con alguno de mis hermanos lo llevas claro… Harold es un lameculos que quiere meterse a misionero antes de que papá lo meta en la política, y Daniel se tira a tantas furcias porque aún no quiere admitir que donde la quiere meter es en un culo peludo y masculino…

- Pero… - Dije asombrada.

- Ah… ¿ves? Así que vas por Daniel… lógico, fue al mismo instituto que tú, supongo… No creo que mucha gente haya conocido a Harold… es demasiado rarito… - Alcé las cejas molesta.

- ¿Y tú no lo eres? – Andrea chistó negando con la cabeza.

- Nah… Soy una bollera muy normal. Salgo de fiesta sin el permiso de mis padres… Ligo con las chicas que quiera… lo normal a mi edad…

- Lo normal no sería ligar con chicas… - Solté con repulsión. Andrea suspiró y volvió a negar con la cabeza.

- Te equivocas preciosa… eso es lo que esta mierda de sociedad te está diciendo…

- Es lo que la naturaleza me está diciendo…

- ¿A sí? Has oído hablar de los pingüinos, las focas… ¿Las moscas? Hay animales manteniendo relaciones homosexuales entre ellos en todas partes… ni siquiera la monogamia es algo habitual en el reino animal… Toda esa mierda empezó porque los hombres querían dar rienda suelta a sus ansias de posesión y control… MI casa, MI mujer, MI coño… Así de simple… Si no hubiera tantos prejuicios la gente dejaría de preocuparse y empezaría a disfrutar del sexo de verdad…

- Dos mujeres no pueden tener sexo de verdad… Sólo se frotan la una a la otra… - Gruñí, intentando evitar la imagen de dos mujeres desnudas en la cama.

- ¿A no? ¿Quieres probar? Por el bien de la ciencia y toda esa mierda. – Sugirió Andrea, dándome un repaso… - Por lo general no me gustan las rubias… pero por ti haría una excepción…

- ¡Come y calla! – Dije alterada. Había sentido la mirada de Andrea como una caricia ardiente y tuve que contenerme para no mostrar el temblor de mi cuerpo mientras comía.

- Sí, mi ama. – Aunque no la estaba mirando, sabía que Andrea me miraba mientras comía… y me ponía muy nerviosa.

No tardamos mucho en terminar de comer, y mientras yo recogía los platos, Andrea se quedó sentada viéndome moverme por la cocina con una sonrisa estúpidamente seductora.

- ¿De verdad que no quieres probar? Será divertido… - Gruñí con fuerza.

- No. No quiero. ¿Por qué no vemos una peli? – Pregunté señalando al salón.

- Bueno… al menos he pasado de cenar e ir directita a la cama a poder ver una película contigo… Algo es algo… - Andrea se levantó y se dirigió al salón. ¿Por qué demonios le he dicho eso? Ahora tendré que estar dos horas sentada con ella en el sofá… Algo irritantemente agradable al parecer…

Al llegar al salón, vi a Andrea en cuclillas mirando en un armario en el lado derecho de la televisión… Me senté en el sofá de dos plazas, dejando el de tres plazas para Andrea. Cuando la joven puso el disco en el DVD, apagó las luces y encendió la televisión, me quité los zapatos y recogí mis pies, estirándome lo suficiente como para que no se sentara conmigo. Sin embargo, Andrea fue a la cocina y tras tres minutos de tráilers aleatorios volvió con un enorme bol de palomitas y un par de latas de coca-cola. Me tendió una de las latas en silencio… Si no abre la boca se convierte en una adolescente más…

- Espero que te guste la peli… Jennifer Tilly tiene unas tetas asombrosas. – De vuelta de nuevo…

- ¿Qué película es? – Pregunté, al mismo tiempo en el que aparecía el título en la pantalla. - ¿Lazos Ardientes? ¿Vamos a ver una peli porno? – Pregunté alterada. Andrea empezó a reírse con fuerza.

- ¡Claro que no! Es un clásico… Jennifer intenta cortar como sea con su novio, que es un mafioso muy peligroso… entonces conoce a Gia… una expresidiaria que está renovando el apartamento de un vecino… Gia y Jenny comienzan una relación más allá de lo carnal además de planear robarle dos millones de dólares a la mafia… Tías enrollándose, dinero, mafia… ¡es genial!

- Sí… yupi. – Dije con sarcasmo. Sin embargo, mientras la película se iba desarrollando, cada vez estaba más metida en ella. Ni siquiera me percaté de la cercanía de Andrea. Sencillamente comimos palomitas juntas, viendo como Corky y Violet hacían el amor… las inseguridades de Corky sobre Violet… el furioso Caesar amenazar a Violet para que se quede con él… - ¡Corre Violet, corre! – Grité al final, viendo como Violet intentaba huir de él, mientras Corky estaba atada. Podía notar la mirada intensa de Andrea a mi lado, pero estaba tan absorbida por la película que no me importaba. – ¡Vamos Corky, dale!... Oh no… no está muerta… ¿Verdad? – Andrea no me respondió… “Caesar, no sabes una mierda….Booom” - ¡Sí! ¡Vete al infierno! – Aplaudí entusiasmada. Sí, por fin Corky y Violet podrías estar juntas… Noté la presión de la mano de Andrea en mi brazo y me giré para verla en la oscuridad del salón. Después de un momento, me di cuenta de que Andrea se estaba acercando a mí poco a poco… Lo único que escuché antes de que sus labios tocaran los míos, fue la última frase de la película.

Al principio fue un beso tentativo. Suave. No sabía por qué no la apartaba… Sí, sí que lo sabía. Me gustaba. Me gustaba muchísimo. Odiaba a la adolescente que se cernía sobre mí, profundizando un beso que me estaba condenando al ostracismo. Y aun así, mis brazos la estrecharon aún más y mi lengua invadió su boca con ansia y desenfreno. Gemí cuando sentí sus manos curiosas recorrer mis muslos por debajo de mi vestido, temblorosas e impacientes.

La primera vez que sus dedos rozaron la tela de mi ropa dejé de lado toda mi vergüenza y alcé las caderas para un contacto más directo.

- Oh Christie, estás tan caliente… - Gruñó Andrea sobre mis labios, antes de volver a besarme fieramente. Noté como sus dedos subían hasta encontrar la cinturilla de mis bragas. Estaba alzando mis caderas para facilitarle el movimiento cuando escuchamos la puerta principal abrirse. En los escasos cinco segundos en los que Andrea se apartó y yo me erguí, recolocándome el vestido y el pelo, la luz del salón nos deslumbró a ambas.

- Hola chicas, ¿Viendo una película? – El tono de voz de la señora Jensen era extraño, pero en aquel momento ni siquiera podía pensar con claridad. ¿Qué demonios estaba a punto de pasar aquí? ¡¿Qué demonios estaba a punto de dejar pasar aquí?!

- Sí mamá… Se acaba de terminar. – Por suerte, los créditos de la película aún estaban en la pantalla… todo habría sido mucho más incómodo si nos hubieran encontrado alteradas en el salón a oscuras sin ninguna excusa aparente. Me levanté del sofá como un resorte, al tiempo de ver a un enfadado señor Jensen subir las escaleras al segundo piso.

- Muchísimas gracias por quedarte con Andrea, Christina. – Dijo la señora Jensen, abriendo su bolso y sacando cincuenta dólares de su cartera.

- Oh, no. No es necesario que me pague. – Le dije, casi corriendo hacia la puerta. – Será mejor que me vaya, ya es algo tarde. – Dije rápidamente, mirando de manera fugaz a Andrea, que no dejaba de mirarme mientras jugueteaba con sus manos de manera nerviosa.

- Por supuesto. – Respondió la señora Jensen, sin embargo, fue Andrea la que me acompañó hasta la puerta.

- ¿Volverás? – Preguntó Andrea, evitando que huyera de la casa. Alcé la mirada, decidida a decirle que lo que acaba de pasar tendría que llevárselo a la tumba y que no volvería a pasar… pero al ver sus ojos tímidos y desvalidos mirarme con nerviosismo mi respuesta estoica murió en mis labios.

- No lo sé… no debería. – Respondí al final.

- ¿Por qué? – Preguntó con la voz queda. Ahí me di cuenta de que Andrea realmente era una cría. Puede que no mucho más joven que yo… pero una niña a fin de cuentas. Inexperta, soñadora y ansiosa por luchar con el mundo… yo no podía mentirle.

- Porque no es el futuro que quiero. – Le dije, antes de girarme y salir de allí.

***

Desde ese día, no volví a fijarme en ningún chico. Al principio, la culpé a ella. La culpé de hechizarme de alguna manera. De arruinar mi futuro. Pero sabía que no era cierto. Nunca había sido así con ellos, y sabía que nunca lo sería. Deseaba estar con ellos por la popularidad, el dinero, la comodidad… nada más… No hubo amor, no hubo deseo… así de simple.

Unas semanas más tarde, escuché a mis padres murmurar sobre los Jensen. Al parecer, el matrimonio del Alcalde no iba muy bien y toda la ciudad lo sabía. Rumores sobre la señora Jensen y el señor Williams teniendo una aventura comenzaron a minar en la carrera política del Alcalde. Finalmente, dos meses más tarde, los Jensen anunciaron su mudanza y escasos días más tarde, se marcharon de la ciudad. Todos decían que era por no poder hacer frente a los rumores, ya que finalmente el señor y la señora Jensen se divorciaron. Pero a mí lo único que me importaba era Andrea.

Cuando le pregunté a mi madre que había sido de la hija de los Jensen, ella sólo me dijo que la habían internado en una academia militar por su mal comportamiento, aunque lo más seguro era que hubieran metido a la pobre criatura allí para no tener que cargar con ella durante el divorcio.

Los próximos 6 años pasaron de manera rápida e imprecisa, pero siempre, de una forma u otra, la mirada triste de Andrea me perseguía en sueños. Me gradué en el instituto, fui a Princeton, donde realicé un grado en finanzas y conseguí una plaza para un master en economía empresarial y dirección de empresas. Mi paso por la universidad no fue tan maravilloso como lo pintaron. Me centré en mis estudios. Evité conscientemente relacionarme demasiado con cualquiera de mis compañeros, con miedo de que descubrieran mi escabroso secreto. Cuando en el campus veía a dos chicas abrazadas o besándose, huía despavorida en la dirección contraria. Muchos de mis compañeros creyeron que se trataba de mis creencias religiosas, que eran inexistentes, así que no se metieron demasiado, pero si noté el asco y el odio de muchos por ello.

Muchas veces pensaba en que me hacía más aberrante. El ser lesbiana o esconderme como una comadreja por serlo. El desprecio ante mi comportamiento para con ellas me había llevado más mal que si hubiera decidido dar rienda suelta a mis sentimientos y “experimentar” en la universidad.

En mi último semestre en Harvard conocí a un chico agradable. No me forzaba y prefería mantener una relación tranquila. Desde el principio supe que estaba mal, pero era tan fácil dejarse llevar. Me presentó a sus padres, bautistas y republicanos de nueva Inglaterra, raro pero existente. Eran amables y tradicionales. Sus conversaciones estaban llenas futuros nietos, una gran boda y una enorme casa a las afueras. Llegué a preguntarme si mi sonrisa siempre había sido tan falsa.

¿Volverás? – Esa pregunta volvía siempre a mi mente, y yo sólo podía responder una cosa.

Sí… quiero hacerlo. – Pero ya era demasiado tarde.

Entonces, llegó el día de mi veinticuatro cumpleaños. Acaba de terminar el master en Harvard y sabía que Samuel me iba a pedir matrimonio. Fuimos a cenar a un lujoso restaurante en Boston. La conversación fue amena y agradable a pesar de ser completamente aburrida. Podía verle nervioso e impaciente por primera vez en toda nuestra relación. Era irónico pensar que un hombre con tan poca sangre pudiera llegar a estar nervioso de verdad. Mientras Samuel encontraba las palabras, vi una figura alta y morena moverse con elegancia por el comedor.

Ni siquiera supe cómo, pero la reconocí antes de que se diera la vuelta. Había cambiado tanto. Ya no había nada de esa chica descarada y rebelde de quince años. No era toda una mujer. Con el pelo negro largo y brillante recogido en una coleta alta, dándole a sus pómulos y su fino mentón toda la atención, junto con esos salvajes ojos verdes que no había perdido su brillo travieso.

Cómo si la hubiera llamado, Andrea me miró. Vi el reconocimiento en sus ojos antes de que apartara la mirada rápidamente y se deslizara hacia la cocina. Seguía ahí. Esa mirada triste y anhelante.

- ¿Christina? ¿Estás bien? – La voz de Samuel atravesó la bruma de mis pensamientos, pero no pudo parar el sonido de mi corazón.

- Sí… ahora sí. – Dije, sabiendo que era en más sentidos de los que él se esperaba. ¡Esto tenía que ser una señal de algún tipo!

- Me alegro. Sé que debes estar entusiasmada con la boda… pero no te preocupes por eso, mi madre se hará cargo de todo… - Comenzó a decir Samuel aliviado. Oh señor, ¿A qué le he respondido? ¿No me digas que me pidió el matrimonio mientras yo miraba a Andrea?

- No. – Dije simplemente.

- ¿No? ¿Quieres ocuparte tú de todo? – Preguntó extrañado.

- No. No puedo casarme contigo. Lo siento. – Dejando a Samuel en la mesa, completamente descolocado. Fui hacia las cocinas, haciendo caso omiso de las quejas de los camareros y cocineros.

- Andrea. – Dije. - ¿Andrea Jensen? – Pregunté a nadie en particular, cuando no la vi en las cocinas. Otra camarera, también joven, fue la que me respondió.

- Por la puerta de atrás. Si te das prisas la pillarás antes de que se vaya. – Me dijo con una sonrisa. Le agradecí, observándola por un instante, sintiendo al instante la comprensión de la chica… ¿Será esto lo que llaman el gaydar? Corrí entre los cocineros hasta que llegué a una puerta de emergencia blanca. La atravesé al tiempo de ver a una alta figura subirse a una moto.

- ¡Andrea! – Grité, consiguiendo que la mirada de Andrea se posara en mí, extrañada y temerosa. Avancé hacia ella, parándome a tan solo un palmo de ella. No sabía nada, ni siquiera sabía si ella sentía algo por mí… o lo sintió alguna vez. Así que empecé de la forma más estúpida. Con el comienzo de la frase de una película. - ¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo, Andrea? – Pregunté. Con el corazón en un puño, contemplé su expresión… el ceño fruncido primero… la suave sonrisa después.

- No. – Respondió con suavidad, siguiendo el guion.

- Yo tampoco. – Finalicé, arrancándole una gran sonrisa. La agarré de la chaqueta y la acerqué a un beso deseado… un beso que había tardado demasiado en ser dado. Era un beso que decía muchas cosas, pero sobre todo, decía que la había echado de menos. – Siento haber tardado tanto en volver. –Le dije entrecortadamente, al separarme de ella lo suficiente para respirar.

- No importa… ya no importa. – Me dijo, besándome de nuevo, esta vez pegando la parte superior de su cuerpo al mío. - ¿Quién era el hombre con el que estabas? – Me preguntó, sin separarse de mí.

- Mi ex novio. – Admití.

- ¿En serio? ¿Desde cuándo?

- Desde esta noche. – Me costaba demasiado no besarla. Tenía que esforzarme por no llorar del placer cálido que me recorría con cada beso. – Dime por favor que terminaremos lo que empezamos hace seis años. – Supliqué.


- Haré mucho más que eso, Christie. – Andrea me tendió el casco de la moto y me dijo que me montara detrás de ella. Después de aferrarme a su cintura desde su espalda, pude escucharla sobre el rugido de la moto. – Muchísimo más…

¿Te apetece leer otra historia?


Nota de la Autora: Bueno, espero que os haya gustado esta pequeña historia. Un poco así de improviso, pero es que no tenía mi ordenador conmigo, así que he tenido que improvisar, para no dejaros sin el chute. Como siempre, gracias por seguir aquí cada día y animarme a escribir más historias.

Belladonna

9 comentarios:

  1. eres simplemente genial!!!!
    cada cosa que escribes es tan... uf
    Gracias por compartirnos tu talento

    ResponderEliminar
  2. Genial como siempre sacar esta historia en solo unas horas eres una gran escritora. Y lazos ardientes, en serio ...... una gran pelicula la niña sabia lo q hacia :)

    M.S(galicia)

    ResponderEliminar
  3. Espectacular!!!!! Saludos

    ResponderEliminar
  4. Esta historia tiene potencial largo deberías pensar en no dejarnos asii dejar esto como un prólogo y adentrarte en el transcurso de todo digo yo , es que amo tus historias

    ResponderEliminar
  5. Me gusto la historia ...me atrapo demasiado n.n

    ResponderEliminar
  6. muy hermoso me encanta!! desde hoy ya tienes una fan mas!!

    ResponderEliminar
  7. Me encanto felicidades por extraordinario don....

    ResponderEliminar
  8. Escribes tan bien... como me gustaría que siguieras publicando nuevas historias, me leí todas en una semana. Si alguien sabe donde puedo seguir leyéndote, por favor que me lo diga

    ResponderEliminar
  9. te felicito espero q las musas sigan llegado a ti para q nos sigas regalando historias tan buenas como esta muchos besitoooooooooossssssssssssss

    ResponderEliminar

Entradas populares