Capítulo 2
8 Años antes (Año 207 d. S.)
Los abetos y los pinos del bosque de Kielder nos
rodeaban a Princesa y a mí como un recordatorio de la ausencia de la presencia
humana en varios siglos.
Después del periodo oscuro, al que el mundo entero
denominaba Stigma, los humanos se centraron en reconstruir las grandes ciudades,
olvidando por completo los pequeños pueblos de las afueras, como era el caso de
Kielder, abandonada desde el comienzo de la lucha hacía más de tres siglos.
Princesa tembló debajo de mí, por lo que
inconscientemente acaricié el cuello del
bayo Purasangre de 7 años que montaba cada día. Era lo más parecido a un amigo
que tenía en Carlisle, ya que los únicos visitantes del castillo eran los miembros
del consejo de COMMIT. Aun así, no echaba de menos la compañía de gente de mi
edad. Los pocos que habían pasado por casa, eran hijos arrogantes de Alfas
destacados. Insufribles burócratas que impedían el correcto funcionamiento de
COMMIT.
Hacía algo más de una semana, había escuchado las
conversaciones de mis padres con otros directivos y vi mi oportunidad para
demostrar mis capacidades. Desde que era una niña, mis padres menospreciaron
mis capacidades tanto físicas como mentales… No lo decían, pero yo sabía que
estaban avergonzados de tener una hija Beta…
He entrenado y estudiado desde los 5 años para
demostrarles que se equivocaban… y ahora podría llevarles la prueba.
Había viajado un par de días a lomos de Princesa
hasta llegar a Kielder, donde un monstruo de nivel 1 había causado estragos en
los pueblos cercanos. La Organización no consideraba al animal lo
suficientemente dañino como para ocuparse de él, así que decidí venir a
ocuparme de él personalmente.
La ballesta de caza en mi espalda y el Winchester
guardado en la alforja cerca de mi pierna derecha era todo lo que necesitaba. A
mis 13 años era la mejor tiradora de toda Inglaterra. Era mi mayor fuerte y
apenas necesitaba usar mis capacidades mentales… era puro instinto. Sin
embargo, no había calculado bien una cosa muy importante.
Al llegar a las lindes del bosque, el sol estaba
empezando a bajar en el horizonte, por lo que apenas tenía un par de horas
antes de quedarme sin luz natural. Pero no tenía comida suficiente para acampar
un día más… así que decidí aventurarme a la caza del animal, antes de que se
hiciera de noche.
Seguir sus huellas fue demasiado fácil… por la
profundidad y el dibujo, se trataba de un jabalí salvaje, de unos 200 kilos…
grande, pero sólo era un jabalí rabioso… Llevaba algo más de una hora de búsqueda
cuando el sonido de unas fuertes pisadas acompañadas con innumerables ramas
rotas alteraron a Princesa.
Por mucho que intenté calmarla, la yegua se
desbocó, tirándome de la silla antes de salir del claro donde nos encontrábamos
a pleno galope. Fui lo suficientemente rápida como para tirar de la alforja
antes de que se fuera, pero aun así sabía que estaba en una situación muy
peligrosa. A pie no me daría tiempo salir del bosque antes de que anocheciera y
si hacía alguna hoguera llamaría demasiado la atención de los animales
salvajes.
La desagradable sensación de ser observada con
intensidad, me hizo darme la vuelta y armar la ballesta con rapidez. Sentía mi
corazón latir con fuerza en mi pecho y cada sombra entre los árboles me tentaba
la apretar el gatillo. Estaba estúpidamente en medio de un claro, rodeada de
árboles… completamente descubierta a cualquier atacante. Mi maestro de artes
marciales se decepcionaría bastante si me viera ahora mismo…
¡Crack!
Viré mi cuerpo justo a tiempo para evitar la
embestida de un enorme animal peludo que poco tenía que ver con un jabalí.
Rápidamente, corrí hacia los árboles, buscando su protección ante un nuevo
ataque. Después de correr durante más de cinco minutos sin ninguna dirección
aparente. Apoyé mi espalda contra un árbol, apuntando con las manos temblando
al mismo lugar por donde había venido corriendo. Podía escuchar las fuertes
pisadas del animal viniendo hacia mí y en escasos segundos unos ojos rojos
aparecieron entre los arbustos, acompañados de cuatro colmillos que sobresalían
de la parte baja de la boca del animal…
Con precisión, apunté a la cabeza de la bestia y
disparé, viendo con horror como la flecha rebotaba en el cráneo del animal sin
apenas causarle más daño que un ligero corte. Con una respiración profunda,
apunté a uno de sus ojos, pero nada más apretar el gatillo, la bestia,
inteligente, agachó la cabeza evitando que la flecha le alcanzara en un lugar
sensible. Disparé las cuatro flechas restantes con ansia, y cuando la última se
disparó, con la misma poca efectividad que las demás, coloqué la ballesta como
escudo, esperando con los ojos apretados la horrible muerte que me esperaba.
Pero mayor fue mi asombro cuando el golpe no vino de frente, sino de lado…
Un intenso dolor en el hombro acompañó al fuerte
sonido de la bestia chocando contra el árbol. Abrí los ojos mareada, sintiendo
como unos dedos tiraban de mí hasta levantarme con fuerza y empujarme hacia los
árboles.
- ¡Corre! – Sin ni siquiera pararme a pensar, corrí
lejos del animal ahora ligeramente adormecido por el golpe. Al principio,
notaba las suaves pisadas de alguien justo detrás de mí… demasiado silencioso
como para prestarle atención con el fuerte sonido de mis pisadas al correr…
pero en pocos segundos, una delgada figura descalza y de pelo oscuro pasó a mi
lado como una exhalación. – ¡Por aquí! – Girando rápidamente a la izquierda,
seguí a la persona que me guiaba por el bosque, cada vez más oscuro. Podía
escuchar con claridad como la bestia nos seguía de cerca por los fuertes jadeos
y chillidos del animal. A pesar de la poca luz, pude ver que nos dirigíamos a
un pequeño saliente… así que instintivamente empecé a frenar el paso, buscando
una salida a los lados, pero una mano me agarró con fuerza de mi chaqueta y me
impulsó hacia delante. - ¡Agárrate!
A pesar de mis intentos por intentar soltarme, la
figura se aferró a mí con fuerza mientras nuestros cuerpos caían por el
despeñadero. Pero la caída apenas duró un par de segundos, antes de sentir mi
cuerpo colgado en el aire. Quise mirar hacia arriba, pero el fuerte chillido de
un animal cayendo me hizo fijarme en el cuerpo oscuro que se contorsionaba
cayendo por el despeñadero.
- Uff… estuvo cerca. – En ese momento, sentí que
era lo que me sostenía colgando en el aire. Sus manos estaban aferradas a mi
chaqueta de montar mientras colgaba bocabajo de una rama que salía entre las
piedras. Al mirar hacia arriba, no pude creerme lo que veía. Una niña sonriente
de brillantes ojos grises se estaba riendo mientras alzaba sin problema mi
cuerpo hasta sentarme en la rama. - ¿Estás bien? – Con la boca abierta, no pude
hacer ningún movimiento mientras ella me examinaba con detenimiento, al tocar
mi hombro, fue imposible evitar una mueca de dolor. – Tienes el hombro
dislocado. Lo siento por eso… agárrate a mi espalda para que te pueda sacar de
aquí. – Al no moverme, ella suspiró con fuerza y me tiró cerca de ella, abrazándome
por la cintura. – Bien, si no quieres agarrarte a mi espalda, tendré que
llevarte así. – Cogí aire con fuerza al sentir como cruzaba mis piernas
alrededor de sus caderas y llevaba mis manos a su cuello. – Así está mejor. –
En un suave movimiento, nos levantó a ambas en la rama sin problemas y comenzó
a subir por la pared de piedra. Para evitar que nuestros rostros estuvieran uno
enfrente del otro, hundí mi cabeza en su cuello hasta que sentí que finalmente
llegamos de nuevo al saliente. Nada más pisar el suelo, me separé de ella
bruscamente, sintiéndome incómoda y avergonzada. – Tranquila, no voy a hacerte
daño. – Ahora, sin estar corriendo de nada y teniéndola delante de mí, me
sorprendí aún más.
- Eres una niña… - Sus cejas oscuras se arquearon
divertidas.
- ¿Y tú qué eres? ¿Un alienígena? – La chica,
varios centímetros más bajita que yo. Apenas llevaba una camiseta de tirantes
ajada y unos pantalones cortos que vieron sus mejores días hace bastantes años.
Sus manos y sus piernas estaban manchadas de tierra y polvo, pero aparte de eso
no había rastro de que se hubiera hecho ningún daño. Y su pelo, corto y
alborotado, era de color negro, aunque dudaba seriamente de que ese fuera su
color original por el estado en el que estaba.
- ¿Eres una vagabunda? – La sonrisa se borró
rápidamente de su rostro antes de mirarse a sí misma.
- Supongo… Tú debes de ser una princesa… - Dijo
simplemente.
- ¿Por qué? – Pregunté mirando mi atuendo.
- Porque
llevas demasiada ropa…
- ¡No llevo demasiada ropa! Esto es un traje para
montar a caballo… - Dije indignada. – Tú eres la que va medio desnuda con el
frío que hace…
- No hace frío…
- Sí que hace, estamos a menos de 6 grados y tú vas
casi desnuda. – Grité señalando su ropa. – ¡Vas a morir de hipotermia!
- Yo no tengo frío. – Dijo encogiendo los hombros. –
Por cierto, de nada por salvarte la vida…
- ¡Gracias! – Dije rápidamente. – Pero lo tenía
todo controlado… - La chica sonrió pero no dijo nada, sencillamente se giró y
comenzó a andar hacia el bosque. - ¿A dónde vas?
- A darme un baño… y a dormir, estoy cansada… -
Dijo sin girarse.
- ¿Y yo qué? – Exigí.
- Tú lo tienes todo controlado. – Dijo suavemente,
girando sólo su cabeza. Avergonzada, la seguí.
- Está bien, no lo tenía todo controlado ¿vale? –
La chica asintió con la cabeza y siguió su camino, al parecer, sin importarle
que la siguiera. Caminamos entre los árboles hasta llegar a un conjunto de
pinos más cerrado. Agachándonos para pasar entre ellos, llegamos hasta una gran
roca rodeada de pinos. El suelo estaba cubierto por entero de ramas blandas y
hojas, como un gran lecho natural, y la pequeña pila de ropa en una esquina me
dio a entender que era su campamento.
- Voy a ir a darme un baño al lago, si te quedas aquí
te protegerás de las corrientes de aire. – La chica cogió algo de ropa del
montón y se dirigió de nuevo fuera del refugio de pinos.
- Espera… ¿Y el fuego? – Ella se giró.
- Yo no lo necesito, pero puedes hacer uno si
quieres… conseguiré algo de comer. – La chica se fue y me dejó sola con la
tarea de encender el fuego. Temblando de frio, comencé a apartar un poco el
lecho y cree un pequeño círculo con piedras. Después de buscar unos minutos,
conseguí encontrar ramas secas y algo de hojarasca para hacer fuego. Me alegré
de llevar en el bolsillo de la chaqueta el pequeño encendedor de mi padre y en
unos minutos, un agradable aunque pequeño fuego calentó mis helados huesos.
Impaciente, salí del refugio cuando mi cuerpo
volvió a tener una temperatura normal para buscar a la extraña salvaje que me
había ayudado. El lago, no muy lejos del refugio, estaba completamente calmado,
sin señal alguna de la chica. Preocupada, me alejé un poco más del refugio,
siguiendo la orilla del lago, hasta que vi las hondas del agua desdibujar la
perfección del lago. Sin embargo, mi cuerpo se quedó estático al contemplar a
la chica frotar su cuerpo desnudo con tranquilidad. Esa agua debería estar
helada… y ella está ahí, dándose un baño como si estuviera en una tina caliente…
Sentí como mi cuerpo tembló al ver como salía despacio del lago, dejando al
descubierto el torso desnudo. El cuerpo andrógino mostraba claramente los
primeros cambios de la pubertad en los pequeños pechos y la ligera curva de las
caderas y sin embargo, la ausencia completa de vello cuando su cuerpo quedó por
entero al descubierto activó una alarma en mi interior tirándome lejos de allí.
Volví al refugio con la firme intención de quedarme
allí y olvidar la imagen de la primera persona desnuda que había visto en mi
vida… aparte de mí misma.
Algunos minutos después, cuando estaba alimentando
un poco más el fuego con miedo a que se apagase, la chica volvió, cubierta por
una camiseta muy amplia y unos calzoncillos claramente masculinos, que le
quedaban como unos pantalones muy cortos. Clavados en dos ramas, dos grandes
peces de río fueron ubicados alrededor del fuego.
- Buena pesca. – Comenté, evitando mirarla mientras
ella se sentó a mi lado. A los pocos minutos de silencio, no pude evitar girar
la cabeza, y contemplar como la chica miraba aburrida el fuego. A la luz del
mismo, descubrí que el pelo era mucho más claro, de un castaño cobrizo muy
peculiar… y su piel, blanca como el mármol, brillaba por las pequeñas gotas de
agua que aun cubrían parte de cuerpo. Había algo en ella que me atraía de
manera cegadora… pero a la vez, mi cuerpo entero gritaba peligro, como si fuera
una bomba a punto de explotar. No mostró ningún signo de que mi escrutinio le
importara, así que no pude evitar preguntárselo. – ¿No te sientes incómoda?
Llevo más de media hora mirándote y no parece importarte… - Ella sonrió y me
miró con esos extraños ojos grises, que parecía tener luz propia.
- Si no me molestó que me miraras antes, no me va a
molestar ahora. -–Sin poder evitarlo, me ruboricé como no lo había hecho en la
vida.
- Yo no…
- No te preocupes. Ya te he dicho que no me
molesta. – La chica se inclinó y cogió la comida ya preparada. – toma… ten
cuidado de no quemarte. – Sin decir nada más, ambas comimos en silencio. A
pesar de estar falto de condimentos, mi estómago agradeció la carne jugosa y
tierna del pescado blanco y en pocos minutos sólo quedaron las espinas, que se
unieron a las ramas para alimentar el
fuego.
- Creo que es el mejor pescado que he comido nunca.
– Admití, limpiando mis dedos con fruición, acto que horrorizaría a mi madre.
- El hambre vuelve sabroso el plato más insípido. –
Comentó, levantándose un momento y trayendo una cantimplora antigua poco
después. – Al igual que la sed hará que esta agua te sepa a ambrosía. – Sin pensármelo
demasiado, bebí casi la mitad de la cantimplora, descubriendo cuan sedienta
estaba. Ella sencillamente rio, antes de beber un poco y cerrarla de nuevo. –
Deberías descansar. – Adormecida, asentí despacio y me dejé caer al mullido
pero incómodo suelo salvaje. En pocos segundos, caí en un sueño profundo…
***
Me levanté helada aun en plena noche, descubriendo
que el fuego se había extinguido. Me agazapé como pude e intenté calentar mis
manos y mis pies inútilmente. Podía escuchar mis propios dientes castañear sin
control y el dolor de mis oídos auguraba una hipotermia casi segura.
Entonces, sin saber muy bien de donde venían, sentí
unos brazos rodearme por detrás y una agradable sensación de calor me recorrió
por entero. Su cuerpo irradiaba un calor intenso, como un gran radiador
continuo. Sin pensármelo siquiera, me giré en sus brazos y hundía mi helada
cabeza en su cuello, sintiendo al instante como mi cuerpo se calentaba por
completo.
- Oh señor… Tu cuerpo está tan calentito… - Murmuré
contra su piel sin poder evitarlo. Uno de sus brazos se alzó y se metió bajo mi
cabeza, proporcionándome una almohada más agradable que el frío suelo.
- ¿Mejor? – Preguntó con un cálido aliento cerca de
mi oreja.
- Muchísimo mejor… un poco más así y dejaré de
sentir frío… es muy agradable… - Susurré, comenzando a dormirme de nuevo.
- Hay una forma de calentarse más rápido… - Volvió
a decir cerca de mi oído, lo que involuntariamente me arrancó un escalofrío.
- Oh… eso estaría muy bien…
Lo que ocurrió a continuación, sería algo que no
olvidaría jamás.
Sin apenas darme cuenta, ella alzó mi cabeza y
capturó mis labios con suavidad. Al instante, un calor abrasador me recorrió
por entero, unido a una agradable sensación de placer dormido. Era la primera
vez en mi vida que sentía algo tan abrumador. Un ansia inquieta me sobrellevó, empujándome
más cerca de ella, fundiendo nuestros labios de una forma nueva, exploratoria…
El corazón me bombeaba sin control en el pecho y el
primer contacto de nuestras lenguas fue devastador… Por primera vez me oí gemir
desde lo más profundo de mi garganta, y una sensación extraña se formó en mi
vientre cuando oí la misma respuesta ahogada en mi boca.
Mis sentidos se encontraban completamente nublados
y lo único que existía para mí eran sus labios… deseaba con tanta fuerza que no
acabara nunca… sin embargo, ella se apartó… respirando con dificultad y
sosteniendo mis labios lejos de los suyos.
- Tienes que descansar… - Quise negar con fuerza,
pero mi cuerpo se sentía adormecido.
- No yo… ¿Mañana seguirás aquí? – Conseguí preguntar,
sintiendo mis parpados pesados.
- Claro… - Susurró.
- ¿Lo prometes? – Suspiré, empezando a caer en el
sueño. Sentí como ella me abrazaba con fuerza antes de susurrar algo que sólo
mi subconsciente pudo recordar más adelante.
- Lo prometo…
***
El sonido de unas voces estridentes me asustaron,
consiguiendo levantarme con rapidez. Aun cuando mis parpados intentaban
acostumbrarse a la luz del amanecer, vi a varios agentes de negro llegar hasta
mí.
- ¿Señorita Scott? ¿Se encuentra bien? – Preguntó uno
de ellos, examinándome detenidamente.
- Sí… sí, estoy bien…
- Su caballo fue encontrado en Butterburn
anoche. Sus padres estaban muy preocupados. – Oh genial… Me espera una buena…
- Princesa… sí. ¿Ella está bien?
- La yegua está bien señorita. – Suspiré agradecida
e instintivamente me giré buscándola… pero ella no estaba.
- La chica… ¿Dónde está la chica? – Pregunté, levantándome
rápidamente, buscándola. Las ropas ya no estaban y aparte del lecho arrugado
en el que me había acostado, no había señales de nadie más.
- ¿Qué chica señorita? – Empecé a respirar con
fuerza, sintiéndome rara y nerviosa. Sin dar explicaciones, comencé a buscar
por los alrededores alguna huella… pero no había nada… Volví a la orilla del
lago donde ella se bañó anoche… pero tampoco había ningún rastro de ella… había
desaparecido…
Sentí un punzante dolor en el pecho cuando me di
cuenta de que no iba a encontrarla… Un sueño… Tal vez ella solo fue un sueño…
Y Sin embargo, las lágrimas que corrieron por mis
mejillas fueron muy reales.
***
No muy lejos de allí, una figura solitaria
observaba a la joven pelirroja llorar cerca del lago, desde la seguridad de la
copa de un frondoso abeto.
Sin entender por qué… sus propias lágrimas se convertían
en gemelas de las de la joven, provocándole un dolor familiar en el pecho.
Los dolorosos recuerdos sustituyeron su pesar por
la chica cuyos ojos se confundían con el más tempestuoso de los mares. Y tras
una silenciosa despedida, siguió su camino. Deseando secretamente, volverse a
encontrar con la chica de los cabellos de fuego.
Caramba pero las chicas resultaron ser un tanto precoces, pero a la vez muy tiernas y me encantan que tengan una historia bonita entre ellas... Espero con ansias el próximo.
ResponderEliminarSaludos para ti Bella.
Luisa V.