CAPÍTULO 5
Era
el segundo día que seguía a William por la ciudad. La primera vez, no hizo nada
fuera de lo normal, lo que por desgracia me permitió hundirme un poco más en mi
estado continuo de depresión post-engaño. Verle era muy duro, pero más duro era
saber lo que era en realidad. Pasé más de medio año con un hombre al que
realmente no conocía de nada.
Hoy,
sin embargo, William no fue a la oficina, como le dijo a Laura. Hoy William
había decidido salir de la ciudad, cruzando el Presidio por la 101 hasta llegar
a Belvedere. Me resultó algo difícil seguirle en mi moto sin que me
descubriera, pero media hora de viaje después estaba escondida detrás de una
furgoneta en la avenida Golden Gate, disparando algunas fotografías con mi
vieja Nikkon.
Tuve
que controlarme para no llamarle de todo mientras le veía con una niña de
apenas 20 años en la puerta de un hotel de la calle principal. La joven, bajita
y morena, llevaba una mochila de Berkeley y una carpeta en sus manos. Parecía
una buena chica. Tal vez si hubiera vestido un poco más ligera de ropa me
sentiría mejor, pero su sonrisa inocente y sus brillantes ojos marrones me lo
impedían. Cerdo, cerdo, cerdo…
Repetía en mi cabeza, cada vez que le daba un abrazo o un beso tímido. Así es como empieza… galante y considerado…
hasta que llega a tu cama y se olvida de los modales… ¡Puerco! Cuando ambos
entraron en el hotel, decidí que era la hora de irme… no pensaba esperar fuera
hasta que el señorito se encontrara satisfecho…
Me
subí a la moto y marqué el número del teléfono de prepago de Laura. Tres
timbrazos más tarde una voz tímida llegó a mis oídos.
-
¿Sí?
-
Laura, soy Max. Ya tengo algo. – Dije sin más.
-
¿Ya? ¿Tan pronto? Pero… Es relacionado con Félix o…
-
No Laura. No es Félix.
-
Oh. – Respondió sin más.
-
No sé si es buena idea llevarte las fotos a casa… ¿Tienes algún otro sitio
donde pueda llevártelas?
-
Humm… sí, si claro… Tengo mi despacho en la firma. Te daré la dirección. – Un
minuto más tarde, colgué el teléfono y me puse en camino de vuelta a la ciudad.
***
Estaba
inclinada en mi mesa de trabajo, comparando algunas telas para la colección de
primavera, cuando varias figuras obstruyeron la luz de mi magnifico flexo.
- ¿Sí?
– Pregunté sin ni siquiera levantar la vista de mis análisis. Las vibraciones,
el olor y las risas eran claramente de tres de mis modelos habituales.
-
Oye Laura… - Comenzó Anya, una pálida y altísima rubia a la que le quedaban de
un guante mis diseños de monos oscuros. – Tú…
-
No conocerás… - Siguió Melissa, algo más bajita y morena. Mi modelo para los
vestidos de verano favorita. Tenía unas piernas preciosas.
-
A ese pedazo de bombón vestido de uniforme, ¿Verdad? – Acabó Trisha, cuya piel
de ébano y pelo rizado destacaba todos mis diseños claros. Rápidamente, levanté
la vista, viendo a las tres pegadas a mi mesa en un pequeño corro, mirando
directamente a la puerta que daba a la zona de costura, donde estábamos.
Obviamente,
el “pedazo de bombón vestido de uniforme” era Max, que esperaba pacientemente
apoyada en el marco de la puerta. La inconsciente sexualidad de la joven
policía arrancó más de un suspiro de mis atolondradas modelos, que no paraban
de cuchichear entre ellas sobre quién se atrevería ir primero a echar la caña.
Algo molesta, avancé antes que ellas y sin presentaciones, tiré de una
asombrada Max hasta mi despacho.
-
Mierda… la jefa se nos ha adelantado… - Pude escuchar que decía Melissa.
-
No te preocupes, a ella solo le gustan los rabos. En cuanto salga la
pillaremos. – Dijo Trisha, haciéndome desear poder tirarle algo a la cara… Una
vez dentro de mi despacho, me encontré con la mirada curiosa y divertida de Max
y me enfadé aún más.
-
¿Qué crees que haces viniendo aquí así? ¡Estas modelos son peores que las
hienas! Has tenido suerte de que te sacara de allí antes de que se te echaran
encima… - Max abrió los ojos como platos.
-
¿Quieres decir que esas tres preciosidades querían lanzarse sobre mí? Aarg. –
Gruñó, mirando a través de la puerta.
-
¡Será posible! A partir de ahora te trataré como un hombre cada vez que entres
aquí… nada de ir a los vestuarios… ni a la zona de costura… sólo podrás venir a
mi despacho… - Max alzó las manos, inocente.
-
Whoa, lo siento. Tranquila… sólo apreciaba, nada más. Las modelos no son lo
mío… creo. – Admitió, poco segura de sus palabras.
-
Las modelos son el tipo de todos. – Dije secamente.
-
¿Incluso el tuyo? – Asombrada por la pregunta, no pude evitar mirarla de arriba
abajo en su uniforme oscuro. No… prefiero
las mujeres de uniforme… Parpadeé un par de veces… ¿De dónde demonios salió eso?
-
Claro que son mi tipo. Si no, no serían mis modelos, pero eso no quiere decir
que quiera llevármelas a la cama. – Max sonrió complacida.
-
Lo mismo digo. – Max avanzó y soltó un sobre marrón en mi escritorio. – Las he
revelado. Creo que es más seguro que las guardes en alguna caja fuerte. Yo
tengo la copia electrónica. No quiero que por error William vea en tu ordenador
las fotos. – Miré el sobre con una curiosidad dolorosa. – No es necesario que
las veas, Laura. Aun así, investigaré a la chica. Quiero saber quién es antes
de que presentes la demanda de divorcio… parece una buena chica y no me
gustaría arruinar su futuro. – Asentí en silencio, aceptando su juicio. – De
todas formas seguiré a William un par de semanas más… Tanto para saber cada
cuanto ve a la chica como para saber si hay alguien más… con suerte quedará con
alguno de los hombres de Félix antes de Navidad.
-
Está bien. – Seguí mirando el sobre mientras Max abandonaba mi despacho. -
¿Max? – Alcé la mirada y vi a Max mirándome desde la puerta. – Ten cuidado. –
La advertí, preocupada. Ella sólo sonrió.
-
Tranquila… seré como una sombra. – No pude evitar sonreír de manera cómplice.
-
Me refiero a mis chicas… No me extrañaría que te abordaran nada más salir de
aquí… Si la rubia te ofrece algo de beber, no lo bebas. – Max comenzó a reírse.
-
Lo tendré en cuenta… Hasta pronto, Laura.
-
Hasta pronto… ¿Max? – La llamé, recordando algo. Max se giró de nuevo antes de
irse. – Este fin de semana William no estará y mis padres se van de vacaciones
a Hawaii por Navidad… Sería muy triste
que Kyle celebrara la Navidad sólo conmigo… - Cogí aire con fuerza. - ¿Te
gustaría pasarla con nosotros? – Solté rápidamente. – Sé que lo más seguro es
que tengas planes pero…
-
Me encantaría. – Dijo con una sonrisa dulce.
-
¿En serio? – Pregunté, sintiendo un alivio descomunal…
-
En serio. – Confirmó.
-
¡Genial! A Kyle le hará mucha ilusión que vengas… - Y a mí también… Pensé. – Tendré la cena preparada sobre las 7…
tráete una muda para dormir. No quiero que te subas a esa arma mortal tuya
después de llenarte de ponche.
-
Está bien. Hasta el viernes entonces. – Max inclinó la cabeza y salió de mi
despacho.
-
Hasta el viernes… - Susurré al despacho vacío. Sintiendo un agradable
cosquilleo en el cuerpo.
***
El
fuerte sonido de mi móvil me despertó. Tanteando como pude, descolgué el móvil
sin abrir los ojos, escuchando un gemido molesto a mi lado.
-
¿Diga? – Pregunté con voz ronca.
-
¿Aun sobando compañero? – Preguntó la voz algo nerviosa de Max.
-
Pues claro… anoche estuvimos patrullando hasta las 6 de la mañana, ¿Qué
esperabas? – Miré la espalda desnuda tumbada a mi lado y no pude evitar sonreír
complacido. – Además… tuve que llevarme trabajo a casa… - La risa de Max llegó
a mis oídos.
-
¿No jodas? ¿Al final conseguiste ligarte al ayudante de Hank? ¿Sabes que es el
sobrino del teniente… verdad? – Me preguntó entre divertida y preocupada.
-
Sí… pero tiene un culito demasiado mono para no darle de comer. – Remarqué mi
punto acariciando la suave curva de las nalgas de Neal, consiguiendo un
agradable gemido como respuesta. – Demasiado mono…
-
Vale Jimmy, no te pierdas ahora… te necesito… ¡Urgentemente! – Alarmado, dejé
de tocar a Neal.
-
¿Qué es nena? ¿Tiene algo que ver con el gran G? – Pregunté en un susurró.
-
No, no… no es nada de eso… al menos, no todavía. Es… Laura. – No pude evitar
sonreír de forma pícara.
-
¿te refieres a ese bomboncito de ojazos verdes? ¿Has sido una niña mala Maxie?
– Me burlé.
-
¡No digas estupideces Jimmy! Está casada… aún. Y por si te hubieras olvidado,
es miss hetero, con niño y todo.
-
Bueno, ¿entonces que te pasa con ella?
-
Emm… Me ha invitado a pasar la Navidad con ella y con Kyle.
- Vaya…
sabes que lo próximo es que conozcas a sus padres antes de la boda ¿verdad?
-
¡Corta el rollo Jimmy! ¡Tengo tres días para comprarle un regalo y no tengo ni
idea de qué! Necesito tu ayuda…
-
Es un crío, Max. Regálale cualquier juguete de moda y ya está…
-
No hablo de Kyle, ¡Mendrugo! A él tardé en comprárselo apenas unos minutos… el
problema es Laura… ¿Qué le regalo a una mujer hetero que básicamente lo tiene
todo? Seguro que ha sido rica toda su vida… No quiero comprarle nada que ya
tenga o no le guste… ¡Dios, esto es un suplicio! – No sabía si Max se había
dado cuenta. Pero desde que Laura fue a buscarla a la comisaria, su humor había
cambiado bastante… a mejor. Ya no había tristeza en sus ojos… tal vez furia…
pero habían vuelto a brillar.
-
Tranquila Maxie, respira… intenta no pensar en ella como una mujer heterosexual
y rica… así no llegaras a nada… La idea de los regalos es hacer que la persona
piense en ti… tal vez tienes que pensar en algo que tú quieras que ella tenga,
y no en algo que le guste o que necesite…
-
Gracias Jimmy, ¡Eres un genio! – Y colgó. Miré al móvil extrañado.
-
Soy un genio…humm… - Miré a Neal. – Un genio sexual… - Gruñí, mientras me
inclinaba y le mordía el trasero, consiguiendo por fin que el bello durmiente
se despertara.
***
Solté
aire con fuerza. Estaba nerviosa. Muy nerviosa. ¿Por qué demonios estoy nerviosa? Solo es una cena… una cena… una
cena… ¡Vale!
Llevaba
los regalos conmigo, ya que Laura me dijo que Kyle siempre había recibido los
regalos en nochebuena. Al parecer, William rompió sus sueños de Santa Claus
demasiado pronto entregándole el regalo el mismo antes de irse de viaje.
Antes
de llamar a la puerta, coloqué el regalo de Kyle bajo los escalones. No quería
ningún accidente. Me puse las orejas picudas y el gorro verde a juego y llamé a
la puerta, sonriendo de forma inconsciente al escuchar los rápidos pasos que
vinieron a abrir la puerta. Esperé a que la puerta se abriera, sin embargo, no
ocurrió.
-
Humm… ¿Quién es? – Gritó Kyle desde el interior. Bien pequeño… has aprendido rápido. Carraspeé un poco y puse voz de
pito.
-
¿Vive aquí un tal Kyle Johnson?
-
Sí… - Vino la respuesta insegura.
-
Es que tengo que entregar un regalo para él de parte de Santa. Al parecer no
podía venir él mismo y ya que pasaba por aquí… - La puerta se abrió de par en
par y Kyle me miró con ilusión.
-
¡Max! – Gritó.
-
¿Max? ¿Quién es esa? Yo soy Maxie, la duende encargada de traerte el regalo… - Kyle
se tapó la boca, intentando no reírse. – Y bien jovencito… ¿Es usted Kyle
Johnson? Sólo puedo darle el regalo a Kyle Johnson…
-
¡Sí Max! Digo… Maxie… ¡Yo soy Kyle Johnson! – Gritó de nuevo riéndose.
-
Bien, bien… por favor, firme aquí el recibo… - Le tendí una gran libreta con un
dibujo que yo misma había hecho y un seño de Santa Claus. Kyle observó divertido
el sello y se pensó mucho donde ponerlo. Una vez que hubo sellado el “recibo”
se lo tendí. – Este es para usted y la copia para mí. – Dije guardándome la
libreta.
-
¿Y mi regalo? – Por toda respuesta, me aparté un poco, y vi como los ojos de
Kyle se abría como platos.
-
¡Una moto! ¡Una moto para mí! – Kyle corrió con cuidado por las escaleras y se
subió corriendo a la pequeña moto de carreras de batería, cogió el pequeño
casco rojo que llevaba la cinta de regalo y se lo colocó después de quitársela.
Sin embargo, antes de subirse a la moto, volvió corriendo a mi lado. Me tiró de
la chaqueta y yo me incliné, recibiendo un sonoro beso y un fuerte abrazo… -
Gracias Max, es el mejor regalo del mundo. – Me dijo al oído, hasta de volver a
la moto y ponerla en marcha por primera vez. Me alegré de haberla cargado antes
de venir y me quedé vigilando a Kyle un rato hasta que escuché a alguien
carraspeando a mi espalda. Me giré rápidamente, avergonzada, pero mi rubor tuvo
otra causa al ver el impresionante vestido verde que llevaba Laura.
-
Wah… estás…estás… wah… - Balbuceé, consiguiendo que Laura se ruborizara. Punto para ti, Kowalski, pero la próxima vez
babea menos… Me quité las orejas y el gorro rápidamente y agarré el ramo de
rosas rojas que había dejado apoyado en el alfeizar de la ventana. Para no dar
a entender nada raro… empecé a explicar algo nerviosa. – En Polonia es
costumbre que cuando alguien te invita a su casa le lleves un ramo de flores… -
Laura cogió el ramo con una sonrisa y lo olió.
-
¿Rosas? – Preguntó divertida.
-
Era eso o una flor de pascua… y creo que entregar un ramo de rosas queda mejor
que dar una maceta. – Reí nerviosa.
-
Son preciosas, gracias. – Me mordí el labio, interiormente complacida.
-
Por favor, pasa… Y gracias por el regalo de Kyle. Le encanta. Ahora el único
problema será mantenerlo dentro de casa con el frío que hace. – Vaya… no había pensado en eso. Me giré y
llamé a Kyle.
-
¡Kyle! Vamos adentro… mañana montaremos en la moto por la mañana. – El niño,
frunció el ceño, pero se bajó de la moto.
-
¿Puedo llevar el casco? – Me preguntó. Miré a Laura, que me hizo un gesto de
aprobación para que respondiera.
-
Claro que sí, tigre. Pero en la mesa te lo tienes que quitar, ¿De acuerdo? –
Kyle asintió varias veces y entró en la casa corriendo. Recogí la moto y la
puse al resguardo del tiempo en el garaje. Laura me esperaba en la puerta
cuando volví. – Lo siento, debes estar helada.
-
No te preocupes. – Dijo cerrando la puerta a mi espalda. – Dame tu chaqueta y
la bolsa. La pondré en la habitación de invitados… - Sin poder evitarlo, pensé
que era mejor sufrir todo de golpe, por si acaso… Metí la mano en el bolsillo
de mi chaqueta y solté la bolsa en el suelo, tendiéndole la caja de terciopelo
verde a Laura.
-
Feliz Navidad. – Le dije tímidamente, viendo como Laura cogía la caja,
parpadeando varias veces.
-
No tenías porque… - Comenzó a decir. Laura abrió la caja y solté el aire que
había estado conteniendo cuando la vi sonreír y coger el llamador de ángeles de
la caja. – Es precioso Max… - Susurró, tocando las pequeñas alas que cubrían la
pequeña bola esmeralda. – Verde… - Dijo, aun contemplándola. Respiré un par de
veces antes de avanzar y cogerle el colgante de las manos. Lo abrí, todo lo
serena que pude y me coloqué en su espalda.
-
El color de la esperanza, la salud, el equilibrio y la seguridad… - Pase el
colgante alrededor de su cuello… -
Representa la belleza, la sinceridad y la ilusión en las personas… -
Abroché el colgante y vi como Laura se giraba y me miraba con intensidad. – El color
de la vida… y el color de tus ojos. – Sin dejar de mirarla, alcé la mano y
acaricie el colgante por todo el contorno de su cuello, notando como Laura
temblaba bajo mis dedos…
- Mami,
tengo hambre. – La voz de Kyle nos sacó a ambas del extraño trance en el que
nos encontrábamos. Laura, sin decir nada más, cogió mi bolsa y la chaqueta y se
marchó del vestíbulo, mandándole a Kyle que me acompañara al comedor… ¿Qué demonios acaba de pasar?
***
Después
de dejar la bolsa y la chaqueta de Max en el sillón de la habitación de
invitados, entré en el baño y me miré al espejo. Intentando buscar algo que
explicara el por qué mi corazón no dejaba de martillear en mi pecho, con un
dolor dulce. Mirándome a los ojos, toqué el colgante, igual que lo hizo Max…
pero la sensación no fue la misma… nada quemaba… nada me hacía temblar… sólo
los restos de su caricia.
-
Laura… - Me dije. - ¿Qué te está pasando?
eres experta en dejarnos deseando más!! excelente capítulo, gracias Bella por compartir tu talento
ResponderEliminarGracias... espero haya mas acercamientos así ^*^ gracias •√• está genial está historia <3
ResponderEliminarah? ah? OMG!! y el resto!!! moriré!!!! esto no es de Dios, has hecho que mi corazón de vuelcos de emocione en cada párrafo, capturada entre estos bellos personajes. gracia
ResponderEliminarNo puede ser q nos cortes siempre en lo mejor ....
ResponderEliminarEsta velada promete a si q manda pronto a la cama al peque y q se queden solitas......
M.S(galicia)