PRÓLOGO
Año 2032 d.C. (Año 65 a. S.)*
El
crepitar de la chimenea casi me había dejado dormido en el sofá. Mis apuntes
ahora estaban esparcidos por el suelo, desordenados y arrugados de tanto
revisarlos. Hace muchos años aprendí que el papel era mucho más seguro que el
ordenador… nadie más que yo tenía estos apuntes. Y así debía ser.
Estaba
frustrado… Había algo que no encajaba… algo que faltaba… ¿Pero qué?
Toc. Toc.
Levanté
la cabeza extrañado. Estaba en mi cabaña en las lindes del Jungfrau (*Montaña
Virgen en los Alpes Berneses*), por lo que nadie en su sano juicio vendría a
visitarme a la una de la mañana en una fría noche de Marzo. La cabaña más
cercana estaba a 8 kilómetros, así que descarté que fuera un vecino.
Rápidamente,
recogí mis apuntes y los guardé en mi caja fuerte, escondida bajo las tablas
cerca de la chimenea. Avancé hasta la puerta, escondiendo una pistola que nunca
había usado en mi espalda, y eché un vistazo por la mirilla.
El
exterior sólo mostraba el vacío y la oscuridad de un espacio nevado. Ni pisadas
ni rastro alguno de animales. Curioso, pero cauto, abrí la puerta, sintiendo las
ráfagas de aire lanzarme hacia atrás levemente. Cuando mis ojos se habituaron
al viento helado, descubrí un pequeño bulto a mis pies con una escueta nota
sobre él. Me agaché y alcancé la nota, antes de que el viento se la llevara.
Aquí tienes la clave,
Úsala con el corazón.
Extrañado,
guardé la nota en mi bolsillo trasero y me incliné a ver el bulto a mis pies.
Mis manos temblaron cuando aparté la tela que lo cubría y un grito ahogado
surgió de mi garganta cuando vi de qué se trataba… El ruido hizo que la
criatura abriera los ojos, provocando un silencio abrumador que rápidamente me
dejó a oscuras… Lo último que recuerdo es la luz plateada reflejada en sus ojos…
CAPÍTULO 1
Año 215 d. S.
Año 215 d. S.
Pasaban
de las dos de la mañana cuando una sombra cruzó a gran velocidad sobre los
tejados del casco antiguo de París. El sonido de la ciudad de la luz retumbaba
en cada escollo de lo que en su día fue una de las ciudades más hermosas de Europa.
Ahora, años después de la gran catástrofe, enormes edificios y construcciones
metálicas rompían el equilibrio y la armonía de los amplios bulevares y grandes
plazas de la capital francesa.
La
mezcla de estilos, para algunos inspiradora, resultaba macabra y a veces
desagradable para los pocos que aún respetaban la belleza y la tranquilidad del
pasado. Como para la sombra que se movía ágilmente sobre los edificios más antiguos,
hasta llegar a lo que en su día fueron los campos de Marte, ahora repletos de
robustos y altos edificios que rodeaban la Torre Eiffel como si de una simple
plaza se tratase.
En
pocos minutos, la figura oscura y estilizada había llegado a lo más alto de la
Torre, fijando su mirada en una de las ventanas más altas de un ostentoso
edificio cercano. Con un suave impulso, se dejó caer con ambos brazos abiertos,
agarrándose sin dificultad a los gruesos cables de titanio que rodeaban los
flujos de energía de la ciudad, enlazando sus piernas alrededor de ellos
mientras se balanceaba de uno a otro, hasta llegar a su destino.
Con
unos golpes en los lugares adecuados, el grueso cristal de la ventana se
deshizo en pequeños diamantes, permitiendo al intruso entrar sin que el ruido
fuera demasiado fuerte como para alertar a los guardias. Avanzando sin ser
vista, la sombra esquivó con exquisita experiencia los numerosos guardias de
los pasillos por los que se deslizaba, hasta llegar a una gran puerta de color
blanco. Una vez dentro de la sala, durmió sin esfuerzo al hombre trajeado que
trabajaba en su escritorio con un efectivo golpe seco en la nuca, apartándolo del
escritorio y sentándose en la silla ahora libre.
Después
de unos escasos segundos en los que sus dedos volaron rápidamente por los
escáneres y hologramas, su cometido estaba hecho, y una suave sonrisa se dibujó
en el rostro oculto del intruso. Que en un suspiro, desapareció de la
habitación, justo antes de que varios guardias irrumpieran en ella y acudieran
alarmados a ayudar al hombre inconsciente.
Después
de unos minutos, el hombre se levantó, quitándose de encima, enfadado, a los
guardias, que atosigantes, lo rodeaban sin dejarle respirar. Una vez que estuvo
repuesto, se sentó frente al escritorio, dando un grito que asustó a todos los
que le rodeaban.
Alguien,
había desviado dinero de sus arcas privadas y lo había repartido en innumerables
cuentas comunes de hospicios, hospitales y albergues, sin ninguna posibilidad
de recuperarlo. Los gritos e improperios del hombre se unieron a los innumerables
objetos que levitaron y se movieron peligrosamente por la sala, lesionando
ocasionalmente a los guardias, debido a la ira del Alcalde de la Ciudad de
París.
No
muy lejos de allí, el sonido de una melódica risa rompió el silencio de los
alrededores, mientras se alejaba sin prisas, con un nuevo destino algo más al
sur. Había llegado la hora de cumplir su deber y decir adiós a su libertad… al
menos por ahora…
***
-
Lady Scott, ya hemos llegado. – Aparté los ojos de la pantalla frente a mí y
asentí al conductor antes de comprobar que mi uniforme estaba perfecto. Apagué
el holograma en el que se mostraban las nuevas malas noticias del día, aunque a
mí no me lo parecieran. El corrupto Alcalde de Paris había visto como la mitad
de su dinero desaparecía… pobrecito…
Mi
puerta se abrió y salí del vehículo alzando la barbilla y cuadrando los
hombros. Un agente de negro me pidió que le acompañara y le seguí mientras mis
ojos analizaban y memorizaban todo a mi alrededor. El vestíbulo era una amplia
sala de techos altos, cubierta de innumerables estrellas e imágenes de los
soldados caídos en combate, casi ninguno de ellos mayor de los 25 años. En el
centro, una recepción circular estaba abarrotada de personas absortas en las imágenes
delante de ellos, hablando sin parar por sus tele comunicadores, dando órdenes y
recibiéndolas, anotando direcciones e información en varios idiomas.
Después
de andar más de cinco minutos por corredores sin aparente orden, llegamos a un
ascensor, en el que bajamos al menos siete plantas. Al llegar, había notado que
era un edificio bajo y poco llamativo, tal vez de diez plantas. Muy ancho y con
amplios campos de entrenamientos al aire libre, pero viendo el panel de control
del ascensor, el edificio contaba con más de treinta plantas, la mayor parte de
ellas en el subsuelo… inteligente.
El
sonido de mis tacones bajos nos acompañó hasta que llegamos a una puerta doble
de acero, que el agente abrió con un código largo pero fácil de memorizar. Al traspasar
la puerta, el agente me dijo que me sentara y esperara, dándome el número de la
butaca en la que tenía que hacerlo, antes de marcharse de nuevo.
La
sala, asombrosamente amplia, estaba llena de butacas, la mitad de ellas
ocupadas por jóvenes de todo tipo, y en los laterales, varios agentes armados
esperaban pacientes, sin aparente preocupación de que algo saliera mal. En escasos
veinte segundos, mis ojos comprobaron y evaluaron a todos los presentes,
reconociendo a algunos, descartando a otros…
A
mi parecer, el nivel era bastante bajo. En total había diez agentes apostados
en los laterales, todos ellos Betas, como los recepcionistas. Ninguno de ellos
era un soldado de Commit, más bien parecían guardias de seguridad… los demás,
veintiocho jóvenes de mi edad, hablaban entre ellos como si se encontraran de
fiesta. Ignorando la seriedad de estar aquí… a mi parecer, al menos la mitad de
ellos no debería estar aquí… y eso sencillamente analizando sus habilidades físicas
y de comunicación.
Al
avanzar hasta mi asiento, pude notar como todas las miradas se posaban en mí,
infructuosamente intentando hacer lo que yo en apenas unos segundos había hecho.
De todos ellos, sólo dos personas llamaron mi atención. Una, conocida por
todos, era la alta rubia sentada en el tercer asiento de la derecha de la
segunda fila. Brigitta Berg. La supermodelo Sueca iba vestida a la moda, con su
cabello, originalmente rubio, teñido de rosa y a la altura de la mandíbula. Su
belleza era considerable y su porte mostraba claros signos de su actitud de
superioridad… aunque, yo era igual, ¿No? Sabía perfectamente cuál era la
habilidad de la joven modelo, así que evité a propósito su mirada, aun sabiendo
que le resultaría muy difícil entrar en mi mente…
La
otra persona, desconocida para mí, era todo un enigma. Apenas me había mirado
un segundo, pero pude ver como sus ojos se movían con rapidez, analizando y
archivando, para volver a mirar al frente sin moverse un centímetro. Era una
chica baja para la media de los Alfas. Tenía la piel aceitunada y una larga
melena negra sujetada a la perfección en una coleta alta. Sus ojos, de un
marrón oscuro, parecía faltos de vida… no, de vida no… de emociones. Era un
interesante misterio que resolver más adelante. Ahora, mi atención estaba en la
puerta situada a la derecha del podio de la sala, que acababa de abrirse.
La
mujer que llegó hasta el podio, se llamaba Isabel Guerrero. Había venido alguna
vez a la residencia de mi familia en Carlisle y desde hace tres años era la
Directora de Commit 3, donde nos encontrábamos. Para mí, es uno de los soldados
y agentes activos más respetables de Commit. Todos los Alfas que después de su
servicio obligatorio decidían dedicar su vida a la organización eran
merecedores de mi respeto.
El
porte regio de la Directora Guerrero unido a su impecable uniforme negro le
confería un aura de respeto inmediato, haciendo callar a la sala entera en un
instante. Aunque también se podía deber a una de las características más
destacables en ella… sus ojos, en absoluto contraste con su piel morena y el
oscuro y corto pelo negro. La Directiva de Commit 3 tenía una de las
habilidades más sorprendentes conocidas desde que los Alfas aparecieron. Sus
ojos, de una azul tan claro como el hielo, eran capaces de ver el GEN en su
estado natural en el cuerpo humano… como si fuera capaz de ver la energía
dentro de nosotros… las grabaciones de su visión produjeron un punto y aparte
en el reclutamiento de nuevos cadetes… desde que entró en Commit, las muertes
de los soldados bajaron considerablemente, aunque también la cantidad de
personas que eran admitidas en la Organización. Ella, con sólo una mirada,
podía saber si eras un Alfa o un Beta.
Efectivamente,
tras una mirada a la sala, llamó a seis personas, que fueron levantándose de
una en una, siendo escoltadas fuera por los agentes que vigilaban la sala. Uno de
ellos, un joven vestido de manera tradicional e impecable, comenzó a alterarse,
indignado de que le echasen, entonces, en un solo movimiento, uno de los
agentes le dejó inconsciente y lo sacó de la sala.
-
Si ese muchacho no es capaz de prever o evitar que un agente de categoría Beta
le deje inconsciente, les aseguro a todos ustedes que morirá en menos de un
mes, a pesar de que su entrenamiento fuera más exhaustivo que los demás. – Dijo
de forma serena Isabel. – Para todos aquellos que no me conozcan, soy Isabel
Guerrero, Directora y agente activa de Commit 3. Eso, cadetes, os hace mis
soldados. Todos y cada uno de ustedes está bajo mi supervisión, y les puedo
asegurar que el que les haya dejado permanecer aquí no les hace más inmunes a
la muerte. – Dejó que sus palabras calaran durante unos segundos en nosotros
antes de continuar. – De ahora en adelante seréis considerados cadetes en fase
de pruebas de Commit. Una vez superado la fase de pruebas, que consistirá en
tres meses de entrenamientos intensivos en todos los ámbitos, pasaréis a ser
agentes en activo, con misiones reales, armas reales… muertes reales. Los datos
afirman que de esta promoción, más del veinte por ciento de vosotros morirá en
combate, en circunstancias horrendas. El cinco por ciento, fallecerá debido a
las heridas sufridas en combate y el quince por ciento abandonará el servicio
antes de terminar los cinco años obligatorios, lo que le da una categoría
automática de Beta de cara a la sociedad. No creo que sea necesario recordaros
lo importante que es que haya tanto Alfas como Betas en nuestra sociedad, sin
embargo, no es lo mismo nacer Beta y dedicarse por entero a intentar mejorar la
vida de los ciudadanos, que, por el contrario, nacer Alfa y ser lo bastante cobarde
como para abandonar el servicio obligatorio. Un Beta no es obligado a hacer el
servicio, y por lo tanto, no obtiene los mismos beneficios que un Alfa que si
lo ha realizado. Si seguís vivos dentro de cinco años, no tendréis que volver a
preocuparos por nada en vuestra vida. Pero os puedo asegurar, que eso no es
nada fácil. – Isabel bajó del podio y volvió analizarnos a todos. – Cuando os
nombre y os dé el número de vuestro grupo y barracón, saldréis por la puerta
del fondo y seguiréis a vuestro instructor hasta vuestros dormitorios. Él o
ella os informará de lo que necesitéis saber, incluido la organización del
complejo, vuestros horarios de entrenamiento y el funcionamiento de las instalaciones.
Bien, comencemos. – Extrañamente, comenzó por el grupo 4, compuesto por 6
personas, igual que el grupo 5 y 6, que abandonaron la sala en silencio después
de que Isabel acabara de nombraros.
Gratamente,
comprobé que la alta modelo y la misteriosa chica morena permanecían en la
sala, junto con un apuesto chico de cabello castaño y aires de suficiencia y un
corpulento chico rubio cuyos músculos eran más grandes de lo recomendable. Sin embargo,
el número me incomodó.
-
Disculpe, Directora Guerrero. – Hablé, llamando la atención de la Directora,
que había parado de decir nombres.
- ¿Sí,
Señorita Scott? – Dijo, sin ningún deje de molestia, aunque sí curiosidad.
-
No me sentiré cómoda en un grupo en inferioridad de condiciones.
Sólo somos cinco y no me parece correcto que…
-
No se preocupe, señorita Scott. – Me cortó Isabel. – Su grupo está completo,
aunque precisamente por eso es el último. Primero ante todo, nombraré a los
presentes, Así que por favor, una vez os nombre, avanzad hasta la primera fila,
para que así pueda informaros mejor. – Dijo con seriedad. – Jean-Jacques
Dupont. – El alto chico castaño se levantó de su asiento con una sonrisa
demasiado pegajosa para mi gusto, guiñándome un ojo al pasar junto a mí y
colocarse en la primera fila. – Bruno Koch. – El armario rubio salió de su
sitio con torpeza, avanzando como un elefante en una cacharrería hasta llegar
tímidamente a la primera fila y sentarse en una de las esquinas. – Brigitta Berg.
– La modelo de pelo rosa se levantó en sus altos tacones, haciendo a su metro
ochenta crecer aún más. – Me temo, señorita Berg, que el tono de su pelo no
está permitido. Espero que a partir de mañana vuelva a su color original.
-
Sin problema. – Respondió la modelo con una sonrisa, mientras se sentaba al
lado del chico castaño, que no dudó en darle un repaso.
-
Valentina Barone. – La chica de pelo negro se levantó en silencio y se sentó a
la izquierda de la rubia, dejando un lugar vacío entre ellas, lo que pareció
extrañar considerablemente a la modelo. – Y Cassandra Scott. – Me levanté y me
senté al lado de la chica italiana, dejando también un hueco entre nosotras,
para mayor comodidad de ambas. – Bien, primero deciros que desde que Commit
está operativo, el grupo 7 siempre ha sido considerado el grupo de élite. – A pesar
de mi aprendido autocontrol, no pude evitar una sonrisa de placer. Tantos años
de entrenamiento han dado sus frutos. – Todos ustedes, ya sea por vuestras
habilidades, aptitudes o potencial, habéis sido seleccionados para estar en
este grupo. Eso, me temo, no es algo bueno. – Dijo volviendo al podio. – Si falláis,
vuestros errores serán doblemente visibles y si triunfáis, no le importará a
nadie. A fin de cuentas, sois los mejores de la promoción, se da por entendido
que siempre lograréis pasar con éxito todas las misiones. – Por mis padres,
sabía algo de un grupo de élite, pero nunca supuse que fuera elegido nada más
ingresar en Commit.
- ¿Disculpe,
los grupos 1, 2 y 3 quién los forma, o es que no existen? – Preguntó Brigitta
con interés.
-
Esos grupos están formados por soldados avanzados. Alfas, que después de acabar
el servicio obligatorio, decidieron continuar en Commit. Yo misma soy la
Comandante del Primer Grupo. – Impresionante. Eso significa que esta mujer se
enfrenta a los monstruos más peligrosos… - Antes de mandaros con vuestro
entrenador debo hablaros del sexto integrante del Grupo 7. – Isabel respiró
profundamente. – El sexto integrante es alguien… especial. – Dijo finalmente. -
¿Alguno de ustedes ha oído hablar del moderno Cyrano de la pègre?
-
¿Se refiere al Lupin moderno? – Preguntó Jean-Jacques con un marcado acento
francés. – Todo el mundo ha oído hablar de ese ladrón. Ayer mismo robó a uno de
los hombres más ricos de París…
-
No le robó. – Afirmé, ganándome la mirada de todos. – Sólo devolvió el dinero
que había prometido que sería para organizaciones e instituciones de caridad. Si
no fuera por ese dinero los…
-
¿A quién le importa esa escoria de jorobados y feos engendros? – Dijo con
desdén Jean-Jacques, acompañando la frase con una desagradable sonrisa. – Las calles
del mundo estarían mejor sin ellos meando en las esquinas… - Mientras hablaba,
noté algo extraño, una sensación incómoda, como si alguien me estuviera
observando con intensidad.
-
Señor Dupont, le agradecería que mantuviera sus opiniones políticas fuera de
estas paredes. Commit es una organización apolítica que sirve al bienestar de
los ciudadanos… de todos los ciudadanos. – Indirectamente, Isabel estaba dando
a entender que la opinión de Jean-Jacques no era de su agrado, es más, tenía la
sensación, que a pesar del silencio de los demás, la opinión sobre él había
descendido al nivel de escoria pretenciosa. – La razón por la que les hablo de
ese individuo, es porque es el sexto integrante del grupo… - Sin poder
evitarlo, mi boca se abrió.
-
Pero, es un delincuente. – Dije, extrañada. – Además, lleva operando más de
seis años… pensé que la edad de reclutamiento eran los veintiuno…
-
Esa, señorita Scott, es precisamente su edad… además, haga lo que haga, sigue
siendo Alfa, y un Alfa está obligado, no sólo por la sociedad, sino también
moralmente, a servir en Commit al llegar a la mayoría de edad.
-
Pero, eso significaría que lleva actuando desde los catorce o quince años… -
Dijo Brigitta. - ¿Cómo es posible que un adolescente entre en la Torre de
Londres y esconda las joyas de la corona en las catacumbas sin ser visto? Esa
fue la primera vez que actuó… al menos conocido por los medios. Ahí apenas habría
acabado de cumplir los catorce años.
- ¿Tiene
su lógica, no les parece? – Dijo Isabel. – Las primera veces que actuó parecía
que estuviera jugando, sin embargo, a lo largo de los años, sus actuaciones
empezaron a tener fines algo más nobles que la mera diversión y el sufrimiento
de las autoridades.
-
Sea como sea no importa. – Dije. – No está aquí. Sería muy estúpido de su parte
venir, lo arrestarían de inmediato.
-
Se equivoca, señorita Scott. Commit es completamente ajena al sistema judicial
externo. Una vez que el individuo acepta realizar el servicio obligatorio, pasa
a ser responsabilidad de Commit, por lo que sus crímenes…
-
Son olvidados. – Finalicé.
-
Exacto.
-
Sea como sea, ese imbécil no ha aparecido. – Dijo Jean-Jacques. – Y yo estoy de
acuerdo con la pelirroja, no merezco estar en un grupo con menos personas… -
Por toda respuesta, Isabel sonrió. Asombrándonos a todos después del serio
semblante que había tenido en toda la presentación.
-
Cadetes, les queda mucho por aprender por lo que veo, ya que durante todo este
tiempo, el sexto integrante del Grupo 7 ha estado en esta sala. – Mi espalda se
erizó, al comprender de repente lo que era esa extraña sensación. – Grupo 7,
les presento… - Dijo señalando a nuestra espalda, haciendo que todos nos giráramos
y viéramos por primera vez la relajada figura sentada en el respaldo de una
butaca de la segunda fila. – a Natalie Argent, Cyrano de los bajos fondos. –
Brigitta y Jean-Jacques, soltaron un sonido parecido a un pequeño grito, ya que
eran los que estaban justo delante de ella, el grandullón rubio, se levantó
asustado de su asiento y sólo Valentina y yo, nos quedamos silenciosamente
inmóviles en nuestros asientos, a pesar de nuestro asombro…No es posible… ella es…
- ¡Es
una mujer! – Gritó Jean-Jacques.
-
Muy observador, capullo pretencioso. – Dijo la preciosa chica castaña, regalándole
una mueca de desagrado. Casi sin esfuerzo, como si se tratara de un gato, se
puso de pie en el respaldo de la butaca, caminando sobre ellas con gracia y
soltura, a pesar de sus botas de tacón bajas. – No debes tenerme miedo Bruno. –
Le dijo al gran chico rubio. – No muerdo… al menos, no conscientemente. – Dijo,
volviendo a mirar a Jean-Jacques.
-
Eres preciosa. – Dijo Brigitta, provocándome una desagradable sensación de
incomodidad.
-
Gracias Bree. – La castaña le guiñó un ojo, provocando que la modelo se pusiera
como un tomate. Esta situación era surrealista. – D.G. – Dijo, mirando
directamente a la italiana con una sonrisa, creando por primera vez una reacción
en la baja morena. Continuó caminando sobre las butacas hasta que llegó a la
que estaba a mi lado, sentándose con suavidad y posando sus brillantes ojos
grises en mí… unos ojos que no había podido olvidar después de tantos años. –
Te prometí que volveríamos a vernos, Cassie… - Susurró, dejándome sin aliento.
Esta excelente, empieza muy prometedor y ya me muero por saber de que se conocen :3
ResponderEliminarSaludos y abrazos
Luisa V
Gracias Luisa ^^ lo cierto es que se me ha olvidado poner algo.. pero hasta mañana no puedo editarlo :
Eliminara.S. significa antes de Stigma. Stigma es el periodo que denominó Cassie como la gran catástrofe. .. cuando se terminó se empezó a contar los años de nuevo. En el capítulo 1 debería poner (Año 215 d.S.) pero no se guardó bien :)
Tiene buena pinta y parece q promete y ya estamos con la intriga de saber de q se conocen
ResponderEliminarBesos
M.S(galicia)
Anoche lei el capitulo y me agrado aunque no entiendo bien todavía de que va la historia...una súper héroe en el futuro?....una mutación por algo que pasó en algun futuro lejano?....bueno habrá que esperar a ver como se va desarrollando la historia, gracias por compartir!
ResponderEliminarBueniiiiisima historia lo unico malo es tener que esperar toooodaaaa una largaaaa y cruel semana para leerte...
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