Los
primeros meses de nuestra relación fueron duros…pero no por lo que muchos
puedan pensar. Nos costaba los mil demonios no hacer el amor en el bufete. Don
nos advirtió de que por mucho que estuviera al tanto de la relación y la
aprobara, no podía hacer nada si de repente alguien se quejaba de alguna
escenita de porno lésbico en la oficina. Sin embargo, el deseo a veces ganaba,
y por las noches, o algunas vez temprano en la mañana, Mackenzie y yo
acabábamos enredadas en el baño, la oficina o incluso en la gran mesa de la
sala de conferencias. Averiguamos como venirnos en silencio en la biblioteca y
la sala de estudio…o también en los calabozos del juzgado cuando no había
nadie… nos arriesgábamos a que nos metieran en la cárcel, pero nos resultaba
imposible resistirnos la uno a la otra…
Compramos
toda clase de juguetes nuevos y originales y los probamos en todas partes,
incluido mi nuevo Beetle Cabrio rojo, que usamos más de una vez para escaparnos
de fin de semana a la playa o a la montaña a hacer “Turismo rural”.
En
el trabajo todo iba viento en popa. Por ahora no habían perdido aún ningún caso
de importancia y la organización empezó a ganar más importancia, consiguiendo
nuevos benefactores y mejorando notablemente en sus ayudas. Ya no era tan
necesaria mi participación en los casos dado que otros abogados se mostraron
voluntarios, puede que algunos no con demasiadas buenas intenciones, pero la
ayuda siempre es buena. Ahora que ganaba algo más de dinero podía proporcionar
un flujo mayor a la fundación y el hospicio. Las madres solteras ahora podían
recibir un pequeño salario durante unos meses mientras encontraban nuevos
trabajos y los niños del hospicio tenían comida, ropa y materiales suficientes
para una buena temporada. Mackenzie y yo nos dedicamos sobre todo a la
captación de voluntarios especialistas en cualquier campo necesitado o posibles interesados en la inversión en estas
organizaciones. Poco a poco se fueron añadiendo nuevas organizaciones y causas
y en Navidad, Nora y mi madre nos ayudaron a celebrar un baile benéfico donde
serían los principales beneficiarios.
El
día de año nuevo, llevaba viviendo con Mackenzie tres meses en su piso de la
ciudad, y tras librarnos de nuestros atosigantes padres, la llevé a las afueras
a contemplar las estrellas desde un pequeño refugio abovedado de cristal que
había alquilado para la ocasión. Estaba tan nerviosa que casi me caigo por las
escaleras al subir a la enorme habitación cubierta de pétalos de rosas blancas
y rojas. En el centro de la habitación, una enorme cama de sábanas blancas
estaba justo debajo de la enorme y acristalada bóveda. Le pedí que se tumbara
conmigo a contemplar las estrellas, algo que me costó ya que sólo quería
quitarme la ropa. Después de mucho insistir lo hizo, y tras un breve discurso
sobre lo poco que sé de las estrellas, respiré hondo y le hablé contemplando el
oscuro cielo estrellado “Sé que no
llevamos mucho tiempo juntas, pero a mí me parece que llevo contigo toda la
vida. Eres mi amante, mi mejor amiga, mi compañera, mi familia… me apoyas y me
reconfortas cuando es necesario y dejas que yo lo haga cuando lo necesitas. Me
encanta ver tu adormilada sonrisa al despertar, tus tostadas quemadas con
mantequilla debido a las prisas, tu absoluta falta de decoro cuando comemos
comida basura e incluso todos aquellos pequeños gestos que haces cuando algo te
disgusta o te entristece. Quiero ver como las arrugas se forman en tu rostro al
reír a mi lado a lo largo de los años. Quiero ver como tu estómago se vuelve
enorme y redondo para darnos paso a una nueva vida, quiero que el mío también
lo haga. Quiero amar y cuidar a un pequeño ángel rubio mientras tú riñes y
malcrías a un demonio pelirrojo. Quiero espantar a los pretendientes
inadecuados y dar vergonzosas charlas sobre
sexo. Quiero verlos tan felices como nosotras lo seremos. Quiero una
vida a tu lado y todo lo que ello conlleva. Quiero que me hagas el honor de ser
tu esposa y la madre de tus hijos” saqué de mi bolsillo derecho las dos
sortijas de oro blanco y la miré con el corazón henchido.
Mackenzie
me miraba con los ojos inundados de lágrimas, asintiendo una y otra vez sin
parar, mientras yo le colocaba su anillo con delicadeza. Ella cogió el mío
temblando y me lo puso con cuidado mientras yo besaba y secaba como podía las
interminables lágrimas. Cogí el telefonillo de la habitación y marque el número
del propietario “Ha dicho que sí”
Mackenzie, extrañada, me miró expectante, y yo sencillamente le señalé al
cielo, que empezó a llenarse de fuegos artificiales, hasta que un último dibujó
un enorme corazón rojo en el firmamento. Mackenzie me abrazó con fuerza
mientras me susurraba su amor y yo dejaba correr mis lágrimas de felicidad por
fin. Esa noche nos amamos despacio, sin prisas…tendríamos toda la vida por
delante.
Al
día siguiente no pudimos ocultar demasiado nuestra felicidad, así que nuestras
madres lo anunciaron felices por todo lo alto. El otoño siguiente, Mackenzie y
yo nos casamos en una ceremonia preciosa y discreta con nuestros familiares y
amigos más cercanos. Al día siguiente, nos pasamos dos meses visitando Hawaii,
España, Francia, Grecia y Japón. Comimos, reímos y bailamos como las niñas que
siempre somos juntas.
Al
volver, morenas y con kilos de más, buscamos donantes adecuados para las dos. A
principios de año, encontramos a un donante de ascendencia escocesa, alto,
pelirrojo y de ojos azules, que acaba de acabar un master en económicas en
Berkeley. Después de realizar los trámites, se realizó la inseminación, y tras
el segundo intento, Mackenzie quedó embarazada de nuestra primera hija.
Olivia
Keyla Doherty-Richardson nació un nublado día de octubre sin complicaciones.
Tenía unos preciosos ojos azules y el cabello tan rubio como su madre. Las
suaves y delicadas pecas sobre su nariz no concordaron con el carácter rebelde
e imperioso de la primogénita de Mackenzie y Evelyn. Más adelante, después de
sus años de rebeldía y la universidad, conocería el amor de la mano de un joven
tímido y estudioso de Boston, donde abrirán juntos una empresa de diseño gráfico
que les obligará a ser padres tardíos del risueño y alegre Connor, tras Olivia
cumplir los 37 años.
Dos
años después de Olivia, después de que Mackenzie y Evelyn abrieran su propio
bufete y se mudaran a una casa más grande a las afueras de la ciudad.
Encontraron a un hombre joven, rubio, fuerte y de gran carácter y temperamento
que aceptó ser donante, pues no creía que de otra forma dejara descendencia en
este mundo, ya que no es hombre de una sola mujer. No quiso saber nada del niño
o la niña, mientras estuviera sano y fuerte, él sería feliz.
Los
mellizos, Mark y Nataly tampoco fueron santos, pero al menos no fueron tan
salvajes como su hermana mayor. Los pequeños demonios pelirrojos de ojos grises
fueron y serán siempre uña y carne, siempre lo compartieron todo, secretos,
ilusiones, sueños, incluso la sexualidad. Ambos se declararon bisexuales al
cumplir los 15 años, cuando ambos se enamoraron a la vez del mismo chico en el
instituto y para desgracia de Nataly, eligió a Mark antes que a ella, por lo
que está se marchó con la hermana pequeña del mismo. En la universidad, ambos
estudiaron la misma rama de criminología que estudiaron sus madres, pero ambos
decidieron impedir los crímenes a castigarlos. Entraron en la policía de asalto
y tres años más tarde juntos se pasaron a homicidios. Cuando no tengan el
cuerpo para trotes, dicen que abrirán una agencia de detectives para
entretenerse en vez de jugar a las cartas. Mark conoció a varias personas
cuando estuvo en la universidad, aunque siempre fue más de flor en flor, hasta
que a los 32 se enamoró de un hombre casado…aún no sabe muy bien hacia donde
encaminar su vida amorosa. Nataly, por el contrario, conoció a un chico en la
universidad con el que disfrutó durante cinco maravillosos años, hasta que él
la dejo por otra. Después de una visita de Mark, el chico se esfumó de la zona,
y Nataly poco a poco volvió a confiar en sí misma. A los 28 años conoció en uno
de sus primeros casos de homicidios a la nueva ayudante del fiscal, fría al
principio, y muy tierna después. A los 31, Nataly y Jessica se casaron
provocando el llanto de sus madres y su hermano Mark, el cual decía, que lo dejaba
sólo en la soltería. Al año siguiente, Jessica dio a luz a dos preciosas
gemelas morenas, llamadas Kylie y Alexis, usando de donante a un muy orgulloso
Mark. Ambas, al igual que los mellizos, serán uña y carne, hasta que ambas se
fijen en el mismo chico en la universidad, aunque eso es otra historia.
5
años más tarde del nacimiento de los mellizos, Mackenzie querrá agrandar aún
más su maravillosa familia y consigue dar con el mismo donante de Olivia,
aunque este ya está casado y a su mujer no le parece bien, ya que ellos aún no
han tenido ningún hijo, así que, tras casi un año de búsqueda del donante
perfecto, la agencia les pone en contacto con chico inglés que ha venido a
Estados Unidos con una beca a estudiar bellas artes. Como es joven, le avisan
de todos los detalles, pero a él le parece bien y no pondrá inconvenientes más
adelante ya que se irá de Estados Unidos en cuanto acabe su grado. Evelyn, al
ver el talento del joven pintor, le ofrece, en vez de dinero, una beca para el
futuro para el master que desee en el país que sea. El joven, ilusionado, le
pinta a cambio un cuadro de ellas dos, el cual colgarán en su gran salón y que
servirá de pie a su maravillosa historia.
Erin
nació en un caluroso día de julio. Con su rizado y anaranjado pelo y sus brillantes
ojos verdes. Al ser la más pequeña, fue algo más tímida al ver los desastres de
sus hermanos mayores. Siempre estuvo protegida por toda la familia y su
pasatiempo favorito era la lectura. Erin se sentaba largas horas con sus madres
en el gran despacho de su casa. Mientras estas estudiaban sus casos, Erin se
adentraba en mundos de fantasía, misterio o terror. A los 13 años, comenzó a
escribir sus pequeñas historias. A los 16, sufrió una pequeña crisis de
identidad sexual, ya que, aun a esa edad, no sentía atracción ni por chicos ni
por chicas y se metían mucho con ella en el instituto. Sin embargo, con el
apoyo de su familia, olvidó los temas amorosos y se centró en sus estudios y en
sus historias. Mientras estudiaba filología inglesa en la universidad escribió
el que sería el primero de muchos libros, pero ante todo el más importante. Le
costó mucho acabarlo, ya que debía ser perfecto. Al cumplir los 23 años, tras
acabar la universidad y su primer libro, comenzó a trabajar en una editorial
pequeña, y allí conoció a Victoria, quién le dio la fuerza y el valor de
publicar su novela. Un año más tarde, esta se convirtió en un best-seller, y a
pesar de las ofertas, Erin se quedó en aquella pequeña editorial, la que la
había apoyado y seguido desde el principio. Sacó varias novelas cortas de
misterio que agradaron mucho al público, tanto que llegaron a rodar una
miniserie con todas ellas. A los 25, cuando se puso a pensar en su vida
amorosa, empezó a creer que había encontrado el amor en Peter, un joven reportero
de un periódico literario, sin embargo, tras unos meses, se dio cuenta de que
eso no era lo que buscaba. Vio a un par de hombres más sin ningún resultado,
sin darse cuenta del daño que le hacía a una persona que la amaba desde hacía
tiempo. Victoria se marchó a España de vuelta con su familia y Erin se sintió
tremendamente desolada. Al hablar con Evelyn sobre sus últimos intentos de amor
y la marcha de Victoria, esta sólo le hizo una pregunta “Cariño, además de tu familia, ¿Quién es la persona que te ha hecho
feliz en tu vida?” Erin besó a su madre y cogió el primer vuelo que
encontró a España. A su regreso, 6 meses más tarde, Erin volvió comprometida y
con un nuevo libro de amor bajo el brazo. Tras su matrimonio, Erin y Victoria
se hicieron cargo de la pequeña editorial tras la jubilación de su anterior
propietario, Erin se dedicó a escribir y escribir, sacando todos los años
magnificas historias de amor, pasión y aventuras. Victoria buscaba las pequeñas
joyas que las grandes editoriales no ven y así crearon unas de las editoriales
más exquisitas de Estados Unidos, cuando Erin tenía 29 años, Victoria, con 31,
tuvo al pequeño Josh y un año más tarde, Erin dio a luz a la viva imagen de su
madre, a la que llamó como ella, Mackenzie. Que fue una de las pequeñas
ilusiones de Evelyn. Hoy en día, cuando los periodistas le preguntan a Erin por
cómo surgió la idea de su primera y exitosa novela, que será llevada a la gran
pantalla ella responde:
“Cuando era pequeña y me senté en el
regazo de mis madres en el gran salón de nuestra casa, cuando mis hermanos
corrían y gritaban por ahí, yo les pregunté por la curiosa imagen que decoraba
nuestro salón, ya que no concordaba ni con el estilo ni con el gusto de mis
madres. Ellas, sin embargo, se rieron, y dijeron que en ese cuadro, me veían a
mí y a mis hermanos, a la vida que llevaron y llevaran. Yo, ingenua aún debido
a mi temprana edad, no lo entendí. Entonces ellas me dijeron simplemente: Erin,
¿te gustaría escuchar una historia? ¿Qué clase de historia? Pregunté. La
historia de ese cuadro, y lo volvieron a señalar. Mira, fíjate bien. Observé el
cuadro con detenimiento, intentando descubrir que había tras esa anciana de
mirada feroz, qué había de misterioso en aquella lata de refresco o en la joven
mujer de negocios que revolvía en su bolso mientras miraba a una bella
pelirroja vestida de amarillo bajo un
estúpido Fez rojo esperando el pago mientras la observaba con intensidad. Y
entonces ella comenzó su historia con una frase que me llevaría a titular así
mi libro: Érase una vez una joven cajera…
FIN
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