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miércoles, 3 de junio de 2015

Una Asistente de Alto Riesgo Parte I

CAPÍTULO 1

En la gran mansión de los Ashmore, Gwen y su padre desayunaban tranquilamente en el gran comedor, mientras la joven hablaba y hablaba sobre todo lo que había hecho el día anterior y el padre asentía sin prestar demasiada atención, hasta que…

- Oye papá he estado pensando…y creo que soy lesbiana.

Su padre, que leía el periódico y bebía su café colombiano, lo escupió y manchó las estadísticas de paro del país del último trimestre.

- ¿Cómo? – Más que enfadado parecía confuso.


- Pues eso, que soy lesbiana, pero no sé cómo ser lesbiana y ligar con mujeres…

- Espera cielo, me estás diciendo que eres lesbiana… ¿de verdad?

- Sí papi. Lo soy. – Dijo la joven orgullosa.

- Pero…pero… ¡si tienes 25 años! ¿Cómo es que ahora me sales con esas? ¿Eso no se sabe antes? Yo qué sé…cuando se tienen 15 años o así…

- Lo siento papi, pero últimamente he estado pensando mucho en ello, y me he dado cuenta de que los hombres no me gustan nada, y siempre he apreciado mucho a las mujeres. Me gustan los pechos, los traseros y ciertamente también los…

- Ya, ya… lo pillo cariño. – Su padre dejó en la mesa el húmedo periódico y miró fijamente a su hija. – Hija… ¿seguro que esto no es algo para llamar mi atención? Ya sabes que si quieres más dinero no hay problema en…

- No papi, ¡estoy segura! Sé que he tardado en darme cuenta, pero es que siempre he tenido los mismos amigos y sencillamente nunca me fije sentimentalmente en ninguno. Después, cuando empezaste a presentarme a los hijos de tus socios, yo simplemente los tomé como nuevos amigos y nada más…

- Pero no saliste hasta hace poco con el joven Harrison, como se llamaba, ¡Ah sí! Richard.

- No sé, él siempre decía que éramos novios, me daba muchos regalos y salíamos a menudo. Me lo pasaba bien con él hasta que intentó meterme mano en la gala benéfica del bufete de su padre. Me enfadé con él y él sólo me dijo que eso es lo que hacían los novios. Y entonces le dije que no quería ser su novia…

- ¡Pero sí estuvieron juntos por meses!

- Lo sé papá, pero hasta entonces no había intentado nada, yo simplemente me deje llevar hasta que no pude más. Además, allí conocí a dos chicas maravillosas. ¿Recuerdas a Mackenzie Richardson? Pues resulta que también es lesbiana. Una lástima que esté saliendo con aquella pelirroja… como se llamaba… Eve O’ Connor o algo así… una irlandesa del campo. Es guapísima pero no me van mucho las pelirrojas…

- Sí, sé quién es, el juez Ferrer me dijo que es una gran promesa del derecho. Fue ella quien organizó la gala por mucho que Harrison se quiera echar el mérito… - Su padre parecía estar pensando en algo mientras se rascaba la abundante barba gris. – Entonces, has dicho que quieres, ¿Qué? ¿Ayuda? Te refieres a algún psicólogo o algo así…

- No, no… lo que quiero es un asistente que me ayude a ligar con mujeres y a comportarme como una buena mujer lesbiana.

- ¿Y tú crees que un hombre te podrá enseñar como ligar con mujeres lesbianas…?

- ¡Claro que no! Estaba pensando en una asistente lesbiana. Ya sabes, que me lleve a lugares de encuentro, me diga cómo vestirme, cosas así…

- Una asistente lesbiana… Vale, vamos a ver. – Su padre sacó su móvil y mandó un rápido mensaje. Para ser tan mayor se había adaptado muy bien a las nuevas tecnologías. En menos que canta un gallo, Lucy, la asistente de su padre, entró en el comedor. Era una mujer bajita y robusta, con grandes gafas que ocultaban unos curiosos ojos azules, chispeantes y alegres a pesar de sus casi cincuenta años y la ajetreada vida que llevaba con su padre. – Lucy, necesito que me ayudes a encontrar una asistente para mi hija.

- Muy bien Dean. Puede que haya un par de chicas recién licenciadas que pueda ayudar a tu hija…

- Espera Lucy, no va a ser tan fácil. Mi hija quiere a una asistente lesbiana.

- Pero… - Lucy se acercó a Gwen y le preguntó. – Señorita, ¿qué es por su novio? Ya sabe que la sexualidad no es un impedimento para…

- No Lucy, quiero a una asistente lesbiana que me enseñe a ser lesbiana.

- A ser… ¿lesbiana? – Lucy se sentó inmediatamente en la silla más cercana a Gwen. - Señorita, ¿habla en serio?

- Uff, ¡Sí! ¿Por qué nadie me cree cuando se lo digo? – Dijo Gwen frustrada.

- Lo lamento señorita, pero es que así de repente…

- Es lo mismo que pensé yo – Dijo su padre. – Y bien Lucy, ¿Crees que hay alguien que puede trabajar de asistente para mi hija que entre en el perfil?

- Bueno, es que hay muchas variantes… ¿Qué tipo de lesbiana busca para ayudarla?

- ¿Tipo…de lesbiana? – Dijo Gwen extrañada. - ¿Es que hay más de uno?

- ¡Pues claro! Al igual que hay personas góticas, modernas o hippies… también hay tipos diferentes de lesbianas…

- ¿Y cómo sabes tanto del tema Lucy? No me digas que tú también eres… - Dijo su padre inclinándose expectante en su silla. Gwen no pudo ocultar su sonrisa. Por mucho que su padre lo ocultara, Dean Ashmore llevaba coladito por su asistente desde hace ya varios años. Supongo que con la edad se va perdiendo la prisa por conquistar…

- ¡Por supuesto que no Dean! ¡Cielos! Me divorcié porque mi marido era un mujeriego, no porque me gustaran los… - Lucy se puso como un tomate. – Lo sé porque mi sobrina salió del armario cuando era una cría de 8 años. Hablamos mucho y he podido ver todas las chicas que traía a casa…

- ¿Cuántos años tiene su sobrina? – Preguntó mi padre, curioso.

- Creo que acaba de cumplir los 27… o tal vez 28… no, no. 27, seguro.

- ¿Y ahora mismo tiene trabajo? – Siguió inquiriendo mi padre.

- Pues, ahora que lo dice, creo que no. Hizo un grado de salud y nutrición en la universidad y después estuvo unos años de entrenadora personal. Creo que hace un par de meses la despidieron de su último trabajo por la bancarrota de la empresa. Creo que eran deportes de alto riesgo o algo así…

- ¿Y crees qué podría hacer de asistente para mi hija? Preferiría a alguien conocido que a un extraño… ya sabes cómo es la prensa. A mí no me molesta, pero no quiero que la atosiguen.

- ¡Claro que sí! Mi Brooke sería una chica muy capaz, además de que mejoraría sin duda los hábitos alimenticios de Gwen. – Yo, que estaba felizmente untándome una gran cantidad de mermelada de melocotón en mi tercer croissant, me paré en seco. – Ya sé que ahora no lo nota, pero dentro de unos años se arrepentirá de castigar al cuerpo…

- ¡Oye! ¡Tengo el metabolismo muy bien, gracias!

- Entonces decidido. Lucy, llama a tu sobrina y dile que venga lo antes posible. Si es hoy mejor, así también la conoceré yo. – Se giró hacia Gwen, que se lamía los dedos de mermelada con parsimonia y satisfacción. - ¿Qué te parece si le ofrecemos una habitación en la casa? Así también podrás tenerla como entrenadora personal y quemar todo el azúcar que te metes a deshoras.

- Lo que quieras. – Dije molesta. – ¡Pero no pienso levantarme temprano!

CAPÍTULO 2

Bajé de mi nuevo Alfa Romeo 4C cerrando, con un cuidado casi enfermizo, la puerta. Bueno, nuevo, nuevo, no era. Lo conseguí por 6500 dólares en un desguace de las afueras, y tras dos años y 10000 dólares más de inversión, parecía recién salido del horno. Su vibrante color granate aún no estaba ultrajado con ninguna marca y yo, como buena humana que era, lloraba cada vez que alguien lo rozaba.

Miré hacia la enorme mansión blanca que tenía frente a mí. Cuando ayer mi tía me dijo que me había encontrado trabajo no me imaginé aquello. Sólo me dijo “Haz las maletas, a partir de mañana serás la asistente personal de la señorita Ashmore. Serás su consejera, su entrenadora personal y su niñera, a fin de cuentas”, pero, sin duda, lo que más me sorprendió fue cuando le pregunté porque me contrataban a mí, si no tenía experiencia como asistente personal “Pues nada hija, que ahora a la señorita le ha dado por ser lesbiana”

Saqué sin problemas las dos grandes bolsas de deporte que contenían todo mi equipaje y llamé a la puerta. A los pocos segundos, un hombre que parecía un mayordomo me miró primero de arriba abajo con lo que podría ser asco, y luego miró mi coche y sonrió con plenitud. Lo que no te abra un buen coche…

- ¿En qué puedo ayudarla señorita?

- Buenas tardes, soy Brooke Manson y vengo a…

- Por favor pasé, la señorita Ashmore la está esperando en la sala principal. Si me lo permite, me encargaré de llevar sus maletas a su habitación y le diré a nuestro conductor que aparque su coche en el garaje. – Le tendí las maletas y me alegré al ver que hacía un enorme esfuerzo por sujetarlas. ¿Pesan, verdad?

- Del coche ya me encargo yo luego. – El asintió y me llevó rápidamente hacia una puerta situada en el ala este del vestíbulo. Me abrió la puerta con dificultad y antes de entrar le dije – Muchas gracias, y tenga cuidado con mis pesas… - El mayordomo abrió los ojos como platos. – Tranquilo, es broma. – El mayordomo se fue ofendido y cerró la puerta tras de sí.

La sala principal era un salón espacioso. Lleno de cuadros y pequeños sillones ubicados en grupo. Aunque no sería bueno comentarlo, me recordaba a esas películas que mostraban como eran las salas de putas del siglo XX. Con un montón de bancas y sillones de tela roja y enormes chimeneas antiguas.

Busqué por todas partes a la famosísima señorita Ashmore, y al no verla, avance entre los sillones, curioseando un poco el mobiliario. Estaba por tocar una figurita muy rara de un querubín cuando escuche algo raro. Me giré en redondo y vi unos pies descalzos sobresalir de uno de los sofás. Me acerqué con cuidado cuando volví a oír el sonido. ¡Está roncando!

Me asomé sobre el sofá y me asombre de que tal extraño ronquido saliera de una chica tan guapa y femenina. La chica, vestida de manera sencilla con vaqueros de marca y una blusa verde, respiraba sonoramente con la boca abierta mirando hacia arriba. En sus manos sostenía una revista de moda cuya portada decía “Cómo conquistar al chico ideal: Nueve pasos para que caiga en tus redes” Supongo que me reí demasiado fuerte, porque en pocos segundos, la chica se levantó como un resorte con un último ronquido y me miró extrañada. Tenía los labios húmedos por las babas y sus impíos ojos grises parpadeaban una y otra vez intentando enfocarme.

- ¿Quién eres tú? – Dijo con voz cantarina. – No me toca hacerme la manipedi hasta las 19. – Dios, la que me ha caído encima…

- Será porque yo no limo uñas. Soy Brooke, tu nueva “Asistente lesbiana”. – Dije alzando las manos y señalándome a mí misma. La chica se levantó de un salto y me miró de arriba abajo.

- Vaya, eres más femenina de lo que pensé. Y muy alta, ¿Cuánto mides? ¿1’80? – dijo poniéndose de puntillas y levantando su mano. -  ¿También tendré que usar esas camisas tan horteras para ser lesbiana? Porque a mí la franela no me queda para nada…

Ella siguió hablando y hablando. Resultaba chirriante. No sabría decir si era tonta de verdad o se lo hacía. Parecía demasiado ingenua para ser de verdad. Hablaba como una cría de 13 años y según mi tía teníamos más o menos la misma edad. Movía las manos de un lado a otro mientras hablaba y su cara pasaba de hacer pucheros a expresiones exageradas de felicidad. Está claro que toma demasiada azúcar…

- Y bueno, ¿Cómo lo vamos a hacer? – Me dijo, sacándome de mis pensamientos.

- ¿Hacer el qué? – Pregunté.

- ¿Es que no me escuchas? Uff – Dijo de manera exasperada. – ¿Qué cómo vas a hacer para que pueda ligar con chicas? ¿Tengo que cambiar mi ropa o algo así? ¡Dime que puedo seguir llevando tacones por fa!

- Em… no, no tienes que cambiar de ropa. No hay ninguna etiqueta particular en la vestimenta lésbica, que yo sepa. Aunque con los tacones y el estilo que llevas podrías entrar en la categoría de femme

- ¿femme? ¿Qué es eso?

- Digamos que es como se denomina a una lesbiana muy femenina. A mí no me gusta eso de que la pareja perfecta tiene a una femme y a una Butch pero…

- ¿Butch? Suena a nombre de perro. – No pude evitar reírme de su comentario.

- Bueno, sí, pero define a una lesbiana más masculina. Ya sabes, pelo corto, ropa de hombre, comportamiento masculino, esas cosas…

- Pero, a mí me gustan las mujeres… ¿Qué sentido tiene ser lesbiana si al final acabas con un hombre con vagina? No es lógico…

- Para gustos colores. A mí por ejemplo me han dicho que soy una Butch “suave”, otras veces me dicen deportista o incluso cuando me arreglo para salir tengo un look de Rockera o Glam, según se mire. Ahora mismo, por mi ropa se me etiquetaría de “Vaquera”, por las botas altas, los vaqueros y la camisa…

- Uff… esos son muchos nombres de una sola vez. ¿Podrías empezar de nuevo?

Y así pasamos el resto de la tarde. Cogió su portátil y comencé a enseñarle fotos de mujeres enseñándole parte de la terminología habitual. Incluso le enseñé algunos términos gays como Chapero, Oso, Boi o Twink…

- ¿Cómo el pastelito?

- Como el pastelito… dime, ¿qué crees que significa eso?

- Pues… ¿tal vez un chico muy dulce y blandito? – Dijo desconfiada.

- ¡Ja ja ja! Casi, pero no. Son chicos, normalmente rubios, con aspecto de adolescentes o de joven adulto, sin pelo en el cuerpo y bastante delgados. Se les podría decir yogurines. Como el pastelito… ¿Lo pillas?

- Sí, entonces los chaperos son latinos jóvenes que lo hacen por dinero… ¿Tienen que ser latinos?

- No, pero si morenos.

- Vale, los osos son hombres homosexuales grandes y peludos aunque no necesariamente son duros… y un Boi es demasiadas cosas… un chico afeminado o un travesti joven… ¿qué es el BDSM? Dijiste que los Bois son también… ¿Cómo dijiste? ¿Pasivos?

- Sí, pasivos o sumisos. El BDSM se podría decir que es un estilo de vida con experiencias y prácticas sexuales más... duras. Del tipo domina y sumisa o activo y pasivo. Juega mucho con crear escenarios de fantasía donde un componente controla a otro. A mí el sado masoquismo no me va mucho, pero he de decir que la parte de disciplina tiene su puntito…

- ¿Tú has hecho eso alguna vez? – Preguntó Gwen, curiosa.

- No exactamente. Hay locales especiales para ello y de verdad hay gente que lo vive día a día. Yo sólo lo he hecho unas cuantas veces con alguna de mis parejas. Ya sabes, atarte a la cama con unas esposas, usar el látigo un ratito, unos azotes, incluso una… - Me di cuenta que Gwen estaba completamente colorada y se me había quedado mirando con más curiosidad de la correcta, así que carraspee y me aparté un poco. – En fin, es algo peligroso si no lo haces con alguien de confianza.

- Ya… confianza. – Gwen miró el reloj y saltó del sofá. – ¡Dios! ¡Se me ha pasado la hora de ir a la peluquería! Ya es la hora de la cena… bueno, iré mañana. No me puedo creer que haya tantas cosas por saber… dime, ¿Cuándo podremos ir a ligar?

- Uff… creo que aun estás muy verde para eso, además, nunca lo has hecho con mujeres y eso es una desventaja, no a todas les gusta desvirgar a una novata…

-¿Quién te ha dicho que soy virgen? – Dijo Gwen indignada. Iba a decirle que sólo me refería en el sentido lésbico cuando se puso a llorar. – Nunca he querido acostarme con hombres ¿Vale? Y hasta hace poco no sabía que me gustaban las mujeres…

- Lo siento… yo, no me refería a eso… no tenía ni idea de que fueras…ya sabes… - Gwen me miró extrañada y luego se puso aún más roja que antes.

- ¡Dios! ¡Qué vergüenza! Te tengo que resultar patética siendo virgen con 25 años…

- No, que va… es más, me parece loable que no hayas tenido sexo con hombres. Muchas lesbianas incluso llegan a casarse y tener hijos con hombres sin aceptar su homosexualidad…

- ¿De verdad?

- De verdad

- ¿Y tú? – Preguntó Gwen limpiándose las lágrimas.

- ¿Yo qué?

- Pues eso, que si has estado alguna vez con un hombre.

- No, soy una lesbiana de pura cepa. Nunca me ha tocado ningún hombre. – Dije orgullosa.

- ¿Y cuándo perdiste la virginidad? – Gwen se dio cuenta demasiado tarde de que me había hecho una pregunta tal vez demasiado personal. – Lo siento, no debería…

- No te preocupes, no me has molestado. Perdí mi virginidad, si no recuerdo mal, el verano de mi 15 cumpleaños con la preciosa y sexy Megan Lemoy. Tenía la piel de ébano más tersa y suave que he tocado. ¡Y qué trasero!… al principio fue algo incómodo, pero después se fue volviendo muy agradable. Fue un verano muy interesante.

Gwen y yo cenamos juntas en el suelo de la sala, hablando de mi pasado con las mujeres y de sus fantasías y sueños con las mismas. Me habló del tipo de mujer que buscaba. Una que la acompañara a ir de compras y al spa todas las semanas, con quién hablar de moda y diseño, ir a restaurantes de lujo y fiestas de gala. Me guardé el comentario de decirle que parecía que quería a una copia de sí misma más que a una pareja. Cuando acabamos de cenar, le dije que lo mejor sería que se fuera a dormir, ya que por la mañana comenzarían sus clases de entrenamiento personal.

- ¿A qué hora será eso?

- Pues… a las ocho…

- ¿A las ocho? ¡Pero si es sábado!

- ¿Y? nunca es demasiado pronto para hacer deporte. – Dije levantándome y dirigiéndome a mi dormitorio.


- Sí ya… y nunca es demasiado pronto para matar a tu asistente… - Dijo Gwen, de mal humor. Mañana será un día interesante.


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1 comentario:

  1. jajjajajjajajajaja "como el pastelito" XD deos no, me mató de risa ese dialogo jajajajaja

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