PARTE
V
(Entrada nueva y revisada, ahora si se ven los textos)
—
¿Te
estás quedando conmigo? Porque esto no tiene ninguna gracia. — ¡Esto
era increíble! No había venido hasta aquí para que se rieran de mí.
—
¿Qué? ¡No!
—
Todo esto es culpa de la idiota de Olga. Si hubiera mantenido su sucia bocaza
cerrada… ¡Me largo!
—
Ey ey ey… — Patricia salió rápidamente de la piscina y se puso delante de mí. —
Sé que me he precipitado un poco, pero tampoco quería asustarte.
—
¿Asustarme? ¡Te estás riendo de mí! — Vamos
Diana. Mantente firme… No mires hacia abajo… no mires hacia abajo… ¡Mierda!
— Y quieres hacer el favor de taparte. No estás ayudando.
—
Pero si sólo estoy en bikini… y ni siquiera es uno de los más reveladores.
—
Que suerte la mía…
—
Diana, por favor. Quédate. Prometo que no me estoy riendo de ti. — Los ojos verdes de Patricia se clavaron en
los míos. Estaba tan absorta que el tacto de su mano en mi mejilla me
sobresaltó. — Sólo quería… — Patricia apartó su mirada nerviosa. — No importa.
Venga, vamos a seguir. — De un salto, Patricia volvió a la parte honda de la
piscina. Después de apartar un poco de agua de su cara, me miró, de nuevo con
los brazos abiertos. — Vamos… Prometo que no voy a besarte.
—
Sabes, sigo sin querer hacerlo.
—
Diana…
—
¡Vale vale! Sólo… dame unos segundos para hacerme a la idea.
—
Los que quieras.
***
—
¿Diana? — Pregunté desde la piscina.
—
¿Sí? — Diana paró de dar vueltas cerca del borde de la piscina. Ya había hecho
al menos tres amagos de saltar, sin conseguirlo.
—
Sabes que la forma mala de aprender sería salirme de la piscina y darte un empujón,
¿no? — Mirándome con los ojos como platos, Diana se alejó un poco de la
piscina.
—
No te atreverás.
—
Créeme, después de pasarme los últimos diez minutos macerándome en cloro no me
lo pensaría dos veces.
—
¡Dijiste que podía tomarme el tiempo que quisiera!
—
Sí. Porque nunca pensé que me dejarías en remojo tanto tiempo. Estoy empezando
a sufrir una insolación en la cabeza mientras el resto de mi cuerpo se
convierte en una pasa vieja.
—
Podrías refrescarte…
—
Diana…
—
¡Ya voy ya voy! — Acercándose de nuevo a la piscina con rapidez, levantó una
pierna en un medio intento de saltar, tambaleándose en el borde con un chillido
ridículo. — ¡¡Iiiihhhh!! No puedo no puedo no puedo.
—
Claramente así no puedes. Vas a acabar abriéndote la cabeza si no saltas con más
confianza. Vamos… no te dejaré hundirte.
—
¿Qué tal si pruebas lanzarme de nuevo una pistola a la cabeza?
—
¡Arg! — Gruñí exasperada, hundiendo mi cara en el agua mientras gritaba. Las
burbujas subiendo por mi cara me hicieron cosquillas. Entonces tuve una idea. —
¡Oh… no! — grité, medio hundida en el agua.
—
¿Qué qué? — Preguntó Diana, preocupada.
—
Un calambre… mierda. — Puse cara de dolor mientras me agarraba uno de mis
tobillos con fuerza. Esto, al menos, me hundía un poco más y no tenía que
fingir tanto la cantidad ingente de agua que me estaba tragando. — ¡Diana!
Me
dejé hundir hasta que mi cabeza estaba completamente por debajo de agua.
Normalmente podía aguantar bastante tiempo sin respirar, pero al moverme
haciendo amagos de nadar sabía que no aguantaría demasiado. A través del agua
podía ver la mancha de Diana ir de un lado para otro nerviosa. Me estaba
empezando a ahogar de verdad.
Vamos Diana… Salta de una maldita vez…
Fue
entonces cuando sentí un golpe en mi hombro izquierdo. Dolorida, agarré la
barra de metal y subí a la superfie.
—
¡Ah! ¿Pero qué coño? — Estaba agarrando la red de la piscina con una mano
mientras con la otra me frotaba el hombro dolorido.
—
¡Vamos agárrate fuerte! Voy a sacarte de ahí. — Diana estaba empezando a tirar
de mí.
—
Oh, de eso nada. — Con un tirón seco, hice que Diana se tambaleara y se cayera
de forma dolorosa en la piscina. Dios…
menuda plancha… al poco rato, la figura agitada de Diana salió a la
superficie, chapoteando hacia mí como podía.
—
¡Tú! ¡Maldita bruja! — Divertida, me alejé aún más de ella.
—
¿Cómo me has llamado?
—
¡Diosa! ¡Hermosa… Ehhh… ¿mujer? Por favor… — Diana hacía todo lo posible por no
hundirse, y la verdad es que lo estaba haciendo bastante bien. Sus movimientos
eran espasmódicos, pero dudaba que se acabara hundiendo antes de llegar al
borde de la piscina.
—
Eso está mejor. — Nada más acercarme a ella, sus brazos y piernas me rodearon
como una garrapata inquieta. — Tranquila.
—
¡Bruja cruel y despiadada!
—
Ey, ¿Que fue eso de Hermosa Diosa o mujer o lo que fuera?
—
Las brujas como tú están podridas por dentro… ahhh — Mientras estaba agarrada a
mí, me hundí con ella un segundo hasta que nuestras cabezas estaban por
completo cubiertas por el agua y luego salí.
—
¿Qué has dicho? No me he enterado bien…
—
Oh, por favor. Vale vale… no diré nada más. Pero eres muy cruel. Y por favor,
no me hundas más.
—
Sólo si prometes un alto el fuego. Sólo
intentaba que entraras de una vez a la piscina y tú en cambio me has golpeado
con una barra de metal.
—
¡Intentaba salvarte, arrogante mentirosa!
—
Podrías haberte lazando a la piscina y ayudarme.
—
¿Cómo? ¡No sé nadar! Menuda científica estás hecha… si hubieras sufrido un
calambre de verdad nos habríamos ahogado las dos.
—
Ehh… en eso tienes razón.
—
Lo que yo decía.
—
Y Diana…
—
¿Sí?
—
Se te ha subido la camiseta… — Los pechos desnudos de Diana estaban
completamente pegados a los míos mientras que su camiseta se encontraba
rodeando su cuello por el agua. Desde mi punto de vista, eran unos pechos
preciosos.
—
¡Mierda! — Rápidamente, soltó unos de sus brazos de mi cuello e intentó bajarse
la camiseta, pero esta volvía una y otra vez a subir.
—
¿Me dejas?
—
¿Qué? — Preguntó Diana frustrada y con las mejillas completamente coloradas.
—
Tú agárrate a mi cuello. — Avergonzada, Diana hizo lo que le pedí y dejó que su
camiseta subiera de nuevo. — Voy a soltar mis manos, así que agárrate con
fuerza. — Supuse que Diana apretaría su agarre en el cuello y no en mi cintura.
Dios, en esta postura… me estoy poniendo
cachonda. Patricia cálmate… Con manos temblorosas, bajé la camiseta con
ambas manos, teniendo mucho cuidado de no tocar sus pechos, y la metí despacio
dentro de sus pantalones. Cuando terminé con la parte de atrás, me desequilibré
un poco, y como consecuencia, mis manos, que antes estaban en la seguridad de
sus muslos, fueron a parar nada más y nada menos que a su trasero.
Ni
siquiera había apretado demasiado, pero noté como Diana se pegaba más a mí y… ¿Eso ha sido un gemido?
—
Diana yo… — Me eché hacia atrás para poder disculparme por mi descaro. Pero
cuando la miré a los ojos… Dios, tan
vulnerable y preciosa… me estoy aprovechado de ella.
—
Quiero mi premio… — Casi susurró, con las mejillas completamente coloradas.
—
¿Qué…? — Pregunté atontada. No… no será
eso.
—
Quiero mi beso.
***
La
expresión de Patricia cambio por completo. El titubeo desapareció y una mirada
hambrienta sustituyó a los ojos esquivos. Sin embargo, no hizo nada. Solo
estaba ahí, mirándome.
—
Te prometí que no iba a besarte… — Dijo casi atragantada.
Tenía
un nudo en la garganta mayor al que me enfrenté cuando caí a la piscina. Podía
sentir su vientre apretado firmemente contra mi centro, tan caliente en
comparación con la temperatura del agua. Quería más… y lo quería ahora.
—
Me temo que existe un vació legal en esa frase.
—
¿Ah sí? — Asentí despacio, calmando mis nervios mientras acercaba mis labios a
los suyos.
—
Sí… nada impide que yo te bese… — No pude esperar más. Ahuequé su cara con mis
manos y la besé con profundidad, disfrutando de su sabor.
Esto… esto… guau…
Nunca
había sentido un beso así… tan… intenso. Me sentí bien por todas partes y sus
labios encajaban tan bien con los míos… No me lo podía creer. Con Sofía nunca
fue así… era algo mecánico. Costumbre. Placentero pero monocorde. Pero los labios
de Patricia… me hacía querer no separarme nunca.
—
Oh… joder… — Jadeo, separándose por un instante. — ¿Has sentido…?
—
Sí… — Y nos besamos de nuevo. Me sentía insaciable… la sentía insaciable.
—
¿Cómo demonios…?
—
Calla.
No
sé cuánto tiempo estuvimos así. Enroscadas la una a la otra. Lo único que sabía
era que cuando nuestros cuerpos comenzaron a temblar del frío, el cielo estaba
empezando a oscurecerse.
—
Tenemos que salir. — Dijo Patricia, respirando con dificultad mientras
temblaba.
—
Lo sé… Pero no me quiero separar de ti.
—
Yo tampoco, pero si no lo hacemos vamos a coger frío.
—
No lo creo. — Patricia se rió antes de darme un último beso y apartarse. Cuando
lo hizo sentí mi cuerpo helado por completo. El agua enfrió las partes antes
ocupadas por Patricia y resultó doloroso. — ¡Dios!
—
Lo sé… vamos. — Agarrándome con sus manos, me llevó flotando hasta las
escaleras. Al salir, cubrí mi cuerpo con las manos, temblando de frío.
—
Mi toalla…
—
No, déjala. Entra en casa. Necesitas una ducha caliente. Si no el frío nunca se
irá.
Siguiendo
sus instrucciones, me dirigí a las puertas de cristal que daban a su salón,
pero me detuve antes de entrar.
—
Lo voy a empapar todo.
—
No te preocupes por eso, corre entra. — empujándome un poco, me obligó a entrar
en la casa, que parecía incluso más fría que el exterior. — Por aquí. —
guiándome, llegamos a un baño mediano con mampara de ducha. — Deja la ropa
mojada en el bidé…
—
Deberías ducharte prime… — Me quedé de piedra cuando vi como la parte superior
del bikini de Patricia era lanzado al bidé. — Espera… ¿Te vas a meter conmigo?
—
Este es el único baño que tengo… ¿Te importa?
—
No, no… claro que no… es sólo que… — Tragué con dificultad cuando vi como la
parte de abajo también desaparecía y una Patricia completamente desnuda se
metía en la ducha.
—
Por favor Diana… no me hagas esperar… — La mirada de urgencia de Patricia no
tenía nada que ver con el frío, lo sabía. Y un escalofrío de expectación me
atravesó.
Rápidamente
me quité la pesada ropa mojada de encima, aunque noté como la vergüenza me
invadía al deslizar mis braguitas por mis piernas. Al levantar la mirada,
Patricia me miraba impaciente.
—
Ven… el agua está caliente. — al deslizarme dentro de la ducha con ella, el
placer me inundo por varias razones. El agua caliente calmó mi cuerpo mientras
que el escaso espacio nos obligó a pegarnos casi por completo la una a la otra,
arrancándonos a ambas gemidos de placer. — Hmm…
—
Dios… necesito que me toques…
(2
años después)
—
Creo que esa fue la primera vez que lo hice en una ducha. — Sonreí con
nostalgia, mientras sorbía un poco de mi café, ya templado. La estación de
Santa Justa estaba bastante tranquila un miércoles por la mañana, lo que era de
agradecer, aunque el café de la estación seguía siendo una mierda.
—
¡Joder primita! — Olga tenía los ojos como platos. — ¿Por qué coño has tardado
tanto en contármelo? ¿Fue ella la razón por la que no te vi en todo ese verano?
Pensé durante meses que ya no querías hablar conmigo por lo que dije… ¡y tú
venga! A follar como conejos con la Paula esa…
—
Patricia… se llamaba Patricia. — Olga nunca cambiaría.
—
¿Y? ¿Qué fue de ella?
—
¿Pedro nunca te lo dijo?
—
¡Qué va! Creo que se enfadaron o algo… nunca me dijo nada de ella.
—
Que maridito más misterioso te has buscado.
—
Ahí está la emoción de todo, ¿no te parece?
—
Al menos no creo que se convierta en un viejo calvo y gordo…
—
¿Cómo?
—
Nada nada… cosas mías.
—
Entonces ¿qué? No me dejes con el gusanillo guarrilla. Quiero saber todos los
detalles escabrosos.
—
Olga, por favor.
—
¿Qué? Me encanta el sexo. Me la suda que sea entre dos bolleras. Así que
suelta. ¿Cómo fue? — Negando con la cabeza, le respondí.
—
Fue el mejor verano de mi vida. Nunca habría pensado que dos personas pudieran
hacerlo tanto y no cansarse. Yo iba a su casa a aprender a nadar, pero nunca
nadamos. Y ella venía a la mía para aprender inglés, pero nunca aprendió nada…
—
¿Tanto follabais?
—
Más de lo que te imaginas…
—
Joder Dianita. Al final has resultado ser todo una perrita en celo. ¡Bien por
ti!
—
De verdad Olga. Tienes que echar un vistazo a esos valores tuyos.
—
Lo que sea… pero oye. ¿Y ella? — Jugando con la cuchara de plástico, evadí la
mirada de mi prima.
—
Ella hizo lo que me dijo desde el principio que haría. Terminó el trabajo y se
marchó a Madrid. Lo último que supe de ella fue que había conseguido un trabajo
de azafata de sala en un salón de juego. No era idea, pero así podía permitirse
vivir en el centro sin problema. Entre eso y sus prácticas no podía bajar a
Sevilla. Luego vino el Máster en Colonia… Así que no sé. De vez en cuando nos mandábamos
correos informativos, pero nada más.
—
¡Menuda zorra! ¿Se acostó contigo todo el verano y luego se largo? Ojalá pille
las ladillas en Colombia…
—
Olga, Colonia está en Alemania.
—
Lo que sea, es una puta.
—
Hizo lo que tenía que hacer. A mi aún me quedaban dos años de carrera y ella
quería comerse el mundo…
—
Pero era tu novia… al menos podría haberlo intentado.
—
Lo cierto… es que nunca definimos lo que tuvimos. Fue lo que fue. Una aventura de
verano… nada más.
—
No me jodas primita. ¡Si hubiera sido sólo eso no te habrías pasado los últimos
dos años como un puto zombie! A ti esa te tocaba el chichi… bueno… eso ya lo
hacía… me refiero a que te tocaba la patata de verdad.
—
No lo sé Olga… fue muy poco tiempo…
—
¿Y? Encontraste a alguien con quién tenías una química del carajo. No todos
tienen la suerte de encontrar eso. — Mirando el reloj, alcé la mirada al panel
de la estación.
—
Eso ya no importa. No hay nada que hacer. Será mejor que me vaya ya. Quiero estar
descansada para las entrevistas de mañana. Necesito una habitación decente
donde quedarme…
—
Bueno. Tú acuérdate de mandarme un Whatsapp con lo que sea. Te quiero muerma.
—
Yo también te quiero fresca.
—
Siesa.
—
Cabeza hueca.
—
¡Arg! — Abracé a Olga entre risas.
—
No te preocupes, cada vez lo haces mejor. Tal vez algún día me ganes.
—
Ni lo dudes.
—
O… y no tardes mucho en decírselo. Los hombres flipan con esas cosas.
—
¿De qué hablas?
—
Del bombo.
—
¡¿Qué?! ¡¿Cómo coño lo has sabido?!
—
No has bebido nada… tú siempre bebes cuando salimos. Por no hablar de que te
has pedido una tila… ¡Y te la has tomado! Sólo he soltado lo primero que me ha
venido a la cabeza y tú lo has confirmado.
—
Se nota que eres la lista de la familia… — Dijo algo preocupada Olga.
—
Tranquila. Seguro que le encanta la idea. Siempre está hablando de lo guapos
que serán todos sus hijos.
—
Eso espero...
—
Hasta pronto Olga.
—
Adiós primita.
***
El
viaje en tren fue más largo de lo que recordaba. Las dos horas y media más
largas de mi vida. ¡Quería llegar ya! Tenía tantas cosas que hacer…
Al
llegar a Atocha, esperé a que todo el mundo bajara. Odiando las prisas que te
meten algunas personas.
Tirando
como pude de mi pesada maleta. Seguí las indicaciones para llegar al metro de
la estación. Tuve que dar un par de vueltas, pero al final di con ese largo
pasillo de cintas que llevaba ligaba la zona de cercanías y metro. Había
muchísima gente esperando al otro lado de las puertas. Familiares y amigos
recogiendo a sus seres queridos de un viaje largo y pesado.
Tal
vez algún día sería así para mí. Crear una familia aquí en la capital, tener un
trabajo decente pero también placentero. Poder salir a infinidad de sitios cada
día… tantas opciones y tan poco tiempo. Iba a dar lo mejor de mí.
—
¿Disculpe? — Un suave toque en el hombro me hizo salir de mis pensamientos. Al girarme,
me quedé de piedra. — Verá, estoy buscando a una amiga. Hace mucho que no la
veo y no sé si se acordará de mí…
—
¿Patricia?
—
La única e inigualable. — Era ella… tan
guapa como la recordaba.
—
Pero… ¿Cómo? ¿Qué haces aquí?
—
Hace un par de semanas coincidí con Pedro en la ciudad por casualidad. Como era
de esperar, seguía sin estar muy contento conmigo, pero me contó algunas cosas…
y bueno… la verdad es que te he stalkeado un poco el facebook para saber
exactamente cuándo venías.
—
Pero… ¿Por qué?
—
Pues, lo cierto es que estoy buscando a alguien para compartir piso conmigo.
Cerca de Goya… bastante amplio, dos habitaciones… tal vez te interesaba…
—
Sigues parpadeando demasiado cuando mientes.
—
¿Eh? ¿En serio? ¿Te sigues acordando de eso?
—
Me acuerdo de todo, Patricia… como también me acuerdo de que fue decisión tuya
cortar todo contacto conmigo. — Patricia apartó la mirada, avergonzada. Por favor, no dejes de mirarme… hace
demasiado tiempo que no veo tus ojos…
—
Yo… sólo creía estar haciendo lo correcto… lo mejor para las dos.
—
¿Después de todo este tiempo no te ha dado por pensar que a lo mejor yo quería
otra cosa?
—
¿Cómo qué? ¿Tener una relación a distancia? Tú tenías tu vida en Sevilla y yo
no sabía dónde iba a acabar al mes siguiente. No podía obligarte a esperarme…
—
¿Esperarte? Patricia, eras tú la que no podía esperarme a mí… era yo la que aún
no había terminado la universidad, la que seguía anclada con su madre. Yo
entendí eso… entendí que no querías eso…
—
¡Claro que lo quería! ¡Te quería a ti! No podía estar sin verte después de lo
del verano…
—
Pues al final fue exactamente lo que tuviste… lo que tuvimos. Nada.
—
Te equivocas… No he dejado de pensar en ti estos años… Ni siquiera he estado
con nadie más. No podía después de… de todo.
—
¿Qué insinúas?
—
Insinúo que quiero que vuelvas a estar en mi vida… y que me dejes estar en la
tuya. No me importa si no puedo ser nada más que una amiga o una conocida a la
que vez de vez en cuando. Pero te necesito en mi vida. No quiero volver a estar
separada de ti…
—
¿Quieres… volver a estar conmigo?
—
Sin ninguna duda. Por favor…
—
¿Y si ya hubiera pasado página? ¿Y si tuviera a alguien esperando por mí? Cosa
que tú no hiciste. — Los ojos de Patricia se llenaron de lágrimas, pero ninguna
cayó. Sus manos estaban fuertemente apretadas en sus costados.
—
Lo aceptaré… esperaré.
—
Eres increíble. — Solté molesta. Patricia sonrió con pesar.
—
Se que he cometido errores pero ahora sé lo que quiero, y pienso luchar por
ello.
—
¿Y qué es lo que quieres? — Patricia se quedó mirándome, sin decirme nada. Me
mataba cuando hacia eso. — Dímelo.
—
Te quiero a ti, Diana.
—
Repítelo.
—
Te quiero.
—
Repítelo de nuevo. — No sabía si llorar o reír. La expresión de Patricia cada
vez era más brillante, se estaba acercando a mí.
—
Te quie… — Importándome un pimiento las personas que nos rodeaban, me lancé a
su cuello y la besé con todo lo que había retenido estos dos últimos años. Y como
siempre, me asombro que para nuestros labios fuera como si no hubiera pasado el
tiempo.
—
Eres la persona más idiota que he conocido en mi vida. — Le dije al separarnos.
—
Todo por ti, me temo. Me has dejado tonta. — Riéndonos como idiotas, nos
volvimos a besar, hasta que un guarda carraspeó a nuestro lado. — Será mejor
que nos vayamos a casa.
—
Espera… ¿lo de compartir piso lo decías en serio?
—
Por supuesto.
—
¿No vas un poco rápido incluso para una lesbiana?
—
No pienso perder un segundo más. Quiero estar contigo… y sí, eso significa
vivir contigo. Ya iremos hablando de los detalles más adelante.
—
¿Qué detalles?
—
Niños.
—
¿Qué? Ni en broma, ¡somos muy jóvenes!
—
Había que intentarlo… así la idea de un cachorro no te parecería tan mala.
—
Quién me mandaría a enamorarme de ti…
FIN
Nota de la Autora: Ahora sí Bella's, la otra entrada ha sido borrada y ya se arregló el fallo. Lo lamento, como siempre, pero lo vi tarde :/
������������ ������ hermosa historia me encanto!!. Saludos
ResponderEliminarComo siempre te mandaste con este final, ha estado super bien.Gracias por tan bellas historias, por compartirlas con nosotras. Un beso y un abrazo enorme.
ResponderEliminarMe encantan tus historiaS!Tenes mucho talento😉
ResponderEliminarYa no va a publicar más?... Alguien sabe si esta bien??
ResponderEliminarYa no va a publicar más?... Alguien sabe si esta bien??
ResponderEliminarhey!! nos tienes muy abandonadas.... Amo tus historias, escribes muy bien
ResponderEliminarNatii donde estas!?
ResponderEliminarQuiero más historias tuyas!!! ��
By: Lourdes Avalos Argentina!
Extraño tus historias, espero que algún día vuelvas, y aún si no lo haces quiero decirte que tus historias me llenaron de muchas emociones, gracias por dar a conocer esos mundos
ResponderEliminarExtraño tus historias, espero que algún día vuelvas, y aún si no lo haces quiero decirte que tus historias me llenaron de muchas emociones, gracias por dar a conocer esos mundos
ResponderEliminarEscribes increible, tienes mucho talento deberias continuar tus historias.
ResponderEliminarCuando volveras? :'(
ResponderEliminar