Capítulo 14
- Entonces, ¿Viste a Máximo antes de casarte con
Bart? – Muriel asintió, con la mirada perdida en el fondo en la chimenea. – Y…
¿Tú y él…? – No sabía cómo hacer la pregunta. Por suerte, Muriel sonrió y me
miró, haciéndome comprender que lo había entendido.
- No. No pasó nada entre nosotros. – Muriel suspiró
con pesadez. – Ciertamente, tampoco creo que ninguno de los dos se hubiera
opuesto si la propuesta hubiera salido. Él… él seguía tan enamorado de mí como
el día en que me marché casi diez años atrás. Pero las cosas eran diferentes, y
precisamente por eso me obligué a mi misma a esa prueba.
- ¿Qué prueba?
- La prueba me aclaraba por fin mis sentimientos. –
Dijo Muriel. – Yo seguía amando a Max… pero por encima de todo, amaba a
Bartozt. – Muriel se levantó del sofá y se acercó a la chimenea. Después de
atizar un poco los leños y conseguir que varias chispas chisporrotearan en el
suelo del salón, Muriel se giró y me miró. – A pesar de la cercanía de Max y de
lo mucho que deseaba perderme de nuevo en sus brazos… No fui capaz. No fui
capaz de traicionar el amor de Bartozt por mucho que mi amor por Max siguiera
intacto. – Muriel volvió a sentarse a mi lado. – Hasta ese momento en el que
volví a reencontrarme con Max siempre tuve la duda… La duda de que mi amor por
Bartozt era sólo un escapa… Mi forma de huir de la vida que no podía tener con
Max…
- ¿Y no era así? – Muriel negó con una sonrisa.
- En el mismo instante en el que vi a Max, me di
cuenta de que mi amor por Bartozt era, como te dije antes, infinito… inmortal.
- Pero dices que sigues amando a Max…
- Sí, pero de alguna manera, no es igual. Nunca,
jamás, haría nada que hiciera que la sonrisa de Bartozt desapareciera. Era su
sonrisa la que me hizo superar lo de Max, pero fue su enorme bondad la que me
enamoró poco a poco. Cuando al fin lo comprendí no tuve miedo. Hablé con Max,
curamos viejas heridas y nos separamos de nuevo, cada uno hacia la vida que
quería vivir.
- ¿Y no volvisteis a veros? ¿Qué fue de él?
- Oh, no. No nos volvimos a ver, pero sí que supe de
él de vez en cuando. Una o dos veces al año nos mandábamos cartas. Cuando yo le
vi me contó que finalmente se casó con la mujer con la que su familia le había
comprometido. No la amaba pero tampoco era desdichado. Ya era padre por aquel
entonces, y al igual que él cuando me enseñó orgulloso la foto de su hijo, yo
le mandé una foto de Maxine cuando nació varios años más tarde… Él se sorprendió
mucho, ya que sabía que a mi la idea de tener hijos no me entusiasmaba, pero en
cuanto tuve a Maxine entre mis brazos fue el regalo más maravilloso de todos…
- Entiendo ese sentimiento… Fue lo mismo que pensé
cuando nació Kyle. Todos los problemas se desvanecieron y sólo quedó él. – Dije
con un amor que sólo una madre puede entender. Muriel asintió complacida.
- Es un gran muchacho… Has hecho un gran trabajo con
él. – Yo negué repetidamente con la cabeza.
- No. Fue él quien me convirtió en mejor persona. Yo
sólo intenté no quedarme atrás mientras crecía. – Muriel se rió.
- Yo no lo
hubiera dicho mejor…
***
- Félix… - Tosí, mirando con detenimiento a los
profundos ojos negros de mi captor. - ¿Qué quieres de mí?
- Sabes perfectamente lo que quiero de ti. – Rió secamente
Félix. – Quiero que me digas donde está tu novio… Ese desgraciado nos ha causado
un montón de problemas…
- No sé de qué me hablas. Yo no salgo con nadie… -
Escupí intentando parecer más calmada de lo que estaba.
- ¿A no? Mis hombres me han dicho que el señor
Johnson y tú eráis muy amigos… muchísimo más eso…
- Eso fue hace tiempo. Ya no tengo nada que ver él. – Mentí. Félix me lanzó una mirada de
odio contenido.
- ¿Entonces que hacía el en tu piso hace unos días? –
Soltó, al mismo tiempo que lanzaba al suelo unas fotografías de William en la
puerta de mi apartamento. Eran del mismo día que William vino a pedirme ayuda
para encontrar a Laura. – No me gusta que la gente me mienta, señorita
Kowalsky, así que le recomiendo que no lo haga.
- No le miento. Él ya no es nadie para mí. Yo ni
siquiera esperaba esa visita…
- ¿Y qué quería de una policía y examante el señor
Johnson? – Sopesé durante unos segundos mis opciones. Si él tenía esas fotos
significaba que me había estado siguiendo, pero, ¿durante cuánto tiempo?
- Quería contratarme para conseguir encontrar a su
mujer. Su esposa se largó con su hijo… – Comencé, tal vez si le daba a entender
que Laura y su hijo no eran importantes se centraría sólo en William. – Un par
de días antes de que él recibiera la demanda de divorcio. No le hizo mucha
gracia.
- No. Supongo que no… Aunque menos gracia le haría
saber por qué su mujer quiere su divorcio… - Se jactó Félix, haciendo que los
dos hombres con los que iba se rieran. Eso me molestó.
- ¿Te parece gracioso que tu marido te engañe una y
otra vez sin tenerte un mínimo de respeto? Si yo hubiera sabido que William
estaba casado ni siquiera me habría acercado a él… Me repugna. – Félix y los otros
hombres dejaron de reírse al instante. Sin embargo, Félix comenzó a negar con
la cabeza mientras se acercaba un poco más a mí.
- Señorita Kowalsky, puede que mi cultura no se
parezca demasiado a la suya pero mis hombres respetan a sus mujeres. No puedo
hablar por todos los hombres pero si de los que están bajo mis órdenes. Todos
mis chicos tienen a alguien al volver a casa y nunca les he visto siquiera
mirar a otra mujer con deseo. Las mujeres son un regalo de Dios y por ello hay
que cuidarlas y protegerlas. Sin embargo, me parece un tanto hipócrita de tu parte
decir eso. – Angustiada, vi como Félix mostraba una foto más. En esta, Laura y
yo compartíamos un casto beso en el jardín de su casa, mientras Kyle jugaba a
nuestro alrededor. Haciendo acopio de fuerza, miré a Félix con Rabia.
- ¡No me pongas en el mismo saco que ese hombre! –
Grité.
- Tranquila
fiera… sé perfectamente que no eres como esa basura de hombre, y por eso
mismo estás aquí. – Félix se levantó e hi un gesto a los dos hombres que le
acompañaron. Ellos, en silencio, se marcharon de la habitación dejándome a
solas con Félix. Sin poder evitarlo, un escalofrío me recorrió por entero al
pensar en lo que podía pasar a continuación. – Quiero que me ayudes… - El
sonido de un clic me puso la piel de gallina, Félix estaba jugando con una navaja
automática delante de mí justo cuando sus dos esbirros volvieron. Un terror
descomunal se apoderó de mí cuando vi que uno de ellos traía cubos y el otro
una tela plastificada. – y para que me ayudes, necesito que mueras…
Nota de la Autora: sé que es corto, pero pronto habrá otro ^^
Nooooo...tanta espera para sufrir de esta manera???...no no no no!!...porque te gusta hacer sufrir a tus lectoras Bella?....espero que no hagas sufrir mucho a Max y se reuna pronto con su amada
ResponderEliminaroooooohhhhhhhhhh maasssssssssssssss
ResponderEliminarOhhhh...esta es una felicidad agridulce...porque por fin sigue el relato, pero ay como sufre la pobre Max! Ayyss...
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarBueno quiero felicitarte por lo bien que escribes,en particular amo esta historia me parece muy buena gracias por compartir tu talento.
Un beso