PARTE IX
Me
desperté con un terrible dolor en el cuello. Al erguirme, noté que la
superficie blanda donde había estado apoyada se movió ligeramente, seguida de
un pequeño rugido ronco.
Al
abrir los ojos, vi a Bell en una postura casi imposible debajo de mí.
Anoche,
al final, no pasó nada. Dios, me sentía tan torpe.
Sé
que resulta cómico después de lo que dije… pero realmente eso sólo es fachada…
soy un completo desastre ligando, y mucho menos sé seducir. Así podía verme a
mí mismo soltando todas esas frases de película que pongo en mis libros
mientras hablaba con Bell.
Deseaba
tanto besarla… Pero quería que ella lo hiciera… Más que nada porque yo no tenía
el valor suficiente para hacerlo. Al final, después de un silencio incómodo,
continuamos viendo una película… Otra, por supuesto. Una de esas tontas
películas de adolescentes… tan aburrida, que acabé por quedarme dormida sobre
Bell. Conscientemente, por supuesto.
Me
alegró tanto que me abrazara cuando finalmente cerré los ojos que no pude
evitar quedarme dormida tal cual caí. Lo que ahora en la mañana, era muy malo.
Ya que notaba todos los huesos y músculos resentidos de dormir en el sofá.
Despacio,
me levanté del sofá y me dirigí al baño. Después de más de treinta minutos,
estaba presentable para el día que me esperaba, o al menos, para el día que yo
esperaba.
Al
asomarme al salón, vi que Bell seguía dormida. No sabía si era envidia o deseo,
pero ciertamente me costaba mirarla. Incluso así, despatarrada en el sofá con
la boca abierta, estaba genial.
-
Maldita tú… - Susurré, dirigiéndome a la cocina. – Seguro que con un buen
desayuno te despiertas…
Comencé
a sacar todo lo necesario para preparar uno de esos mega desayunos que se ven
en las películas… aunque rápidamente me di cuenta de que eso de preparar
huevos, beicon, café y tostadas al mismo tiempo no era tan fácil como parecía…
después de algunos huevos fríos y tostadas quemadas, conseguí un resultado
medianamente decente.
Limpié
una bandeja de flores que no sabía que tenía y coloqué todo el desayuno en
ella. Con cuidado, me dirigí con la bandeja repleta al salón, donde una
adormilada Bell me esperaba sentada con una sonrisa algo pastosa. O al menos,
eso parecía mientras abría y cerraba la boca con los ojos hinchados.
-
Buenos días…
-
Buenos días… - Me respondió. - ¿Qué hora es? – Pregunto, rebuscando su móvil,
el cual estaba ya sin batería.
-
Las diez y cuarto, más o menos… - Bell gruñó con los ojos cerrados.
-
Arg… Es demasiado temprano para mí…
-
Bueno. El resto de los mortales creen que es tarde para levantarse. – Le dije,
divertida. – Ten. He preparado algo para desayunar… - Entusiasmada, Bell dio un
par de saltitos en sofá mientras yo ponía la bandeja en la mesa de café.
-
Humm… Dios… ¡Esto es genial! Nunca había desayunado algo así… - Dijo mientras gustosamente
se colocaba un plato de huevos y beicon en el regazo.
-
Yo tampoco, la verdad… Es la primera z que tengo a alguien a quien prepararle
esta gordura mañanera… - Por un instante, Bell me miró, y volví a notar esa
extraña incomodidad. Como si quisiera hacer algo y no pudiera… Sí Bell, ahora es el momento perfecto para
que me regales un beso buenos días… Pensé. Pero Bell sólo asintió y centró
su atención en la comida.
-
Gracias… Está delicioso. – Dijo mientras soplaba el café.
- ¿Quieres
leche o azúcar? – Pregunté, dándome cuenta de la mueca de Bell al beber el café
negro.
-
No, así está bien. Es sólo que tan temprano no estoy acostumbrada… No suelo
beber mucho café… - Bell negó con la cabeza.
-
Nah… yo es que soy de esos humanos malacostumbrados a los refrescos. Pero está
bien tomar algo caliente con cafeína que no sea sólo azúcar… - Continuando
nuestro desayuno, intenté encontrar una forma de hablar con ella… ¿Qué pasaría
ahora? Estaba claro que nos gustábamos… al menos un poco… ¿Pero ahora qué?
Nuestros estilos de vida eran muy diferentes…Miré discretamente a mi lado,
viendo como Bell terminaba su desayuno. Me
gustaría intentarlo esta vez… Dios… Espero que quieras intentar al menos estar
con alguien tan rarita… - ¿Es eso lo que sueles beber?
-
¿Qué? – Pregunté extrañada por la exabrupta pregunta.
-
El té… ¿Es eso lo que sueles beber cuando escribes o bebes café?
-
Humm… Sí, bueno… suelo prepararme té con miel por la noche cuando hoy a
escribir… - Entonces, me di cuenta de algo. - ¿Cómo lo sabes? – De repente,
Bell se puso roja como un tomate.
-
Bueno… A veces, cuando estoy grabando… Te veo al otro lado de la ventana. –
Dijo nerviosa. – Siempre llevas una taza de algo y una de esas camisetas de la universidad…
que por cierto, ¿Cuántas tienes? Hasta ahora he visto hasta seis colores
diferentes… - Divertida, comencé a reirme.
-
Cierto… el año pasado salí con un chico de la delegación de alumnos de mi
universidad, y cada dos por tres me daba una de esas camisetas cuando iba a
verle a delegaciones… Creo que tengo unos nueve o diez colores diferentes…
-
ah… - Dijo, volviendo a centrar su atención al café. – Entonces… Estuvisteis
mucho tiempo juntos…
-
No… sólo un par de meses… No me gusta que la gente intente comprarme. Y mucho
menos con camisetas de la universidad. – Un suave sonrisa surgió en los labios
de Bell.
-
Ya. Podría al menos haber sido sudaderas… - Me reí ante su comentario.
- Cierto…
Lo cierto es que sólo me daba camisetas porque era la temporada de invierno y
no se vendían… Y yo quería una de esas sudaderas con borrego en el interior.
Pero nada… Tal vez por eso le dejé…
-
Lo tendré en cuenta… - Nada más decirlo, miré a Bell, viendo como rápidamente
apartaba la vista.
-
Bell… - La llamé con suavidad.
-
¿Sí?
-
Yo… ¿Te gusto? – ¡Genial Ronnie! Se nota
que tienes una carrera… menuda gilipollez acabas de decir. Bell casi escupe
de nuevo el café en la taza.
-
Yo… Creía que eso era… ya sabes. Algo obvio. – Dijo, algo incómoda.
-
Bueno… no quería darlo por sentado sólo porque me invitaras a salir. Yo me
refería, más bien… a gustarte de verdad. – me froté las manos en los
pantalones, nerviosa. – Sé que tú y yo somos muy diferentes… en muchas cosas…
Pero me gustaría… Es decir. Si te gusto lo suficiente…
- ¡Lo
haces! – Dijo Bell rápidamente, encarándome. – Ronnie, me gustas muchísimo…
-
Lo dices… ¿En serio? – Pregunté asombrada, y algo nerviosa, sintiendo como mi
corazón empezaba a golpear mi pecho con fuerza.
-
Cla-claro que sé… - Tartamudeó… completamente roja. – Me gustas desde el día en
que llegué aquí…Eres preciosa, inteligente y horriblemente despiadada… - No
pude evitar reírme, algo azorada. – Nada me gustaría más que salir contigo…
Aunque no tenga ni idea de cómo hacerlo…
-
Yo tampoco… - Me sinceré, acercándome a ella y acariciando su mejilla. - ¿Qué
tal… Si lo descubrimos juntas? – Los ojos de Bell brillaron como faros junto al
mar mientras una enorme sonrisa se formaba en sus labios.
-
Eso me encantaría… - Suspirando aliviada y algo nerviosa, acaricie sus labios
tentativamente.
-
Genial…Eso significa… ¿Qué me vas a besar ya? – Y sin embargo, fui yo la que se
inclinó hacia ella para encontrar sus labios. Y por primera vez en mi vida…
sentí las palabras que mis dedos dibujaban en los libros. Sentí la euforia y el
miedo de lo desconocido. Pero ante todo… descubrí la sensación perfecta de dos
corazones bombeando juntos ante un futuro en el que deseaba no estar sola…
deseaba estar con ella…
Quien
sabe… tal vez mi vida sea mi mejor novela…
Nota de la Autora: Sí, lo más seguro es que haya un especial... ya sabéis que no me gusta dejar las cosas así ^^
Muy buena la historia, gracias por darte tiempo de complacernos, con estas historias. <3
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