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viernes, 8 de abril de 2016

Por Las Mentiras De Él, La Encontré A Ella - Capítulo 16

Capítulo 16



Mi puro aún estaba a la mitad cuando Ricardo abrió la puerta de mi despacho.


- ¡Señor! ­– Gritó.

- ¿Me he terminado mi puro, Ricki? – Gruñí, molesto. Dejando mi puro sobre el cenicero.

- No señor pero…

- ¿Pues entonces qué coño haces en mi puto despacho? – Cansado, me levanté del sillón sintiendo un terrible dolor de espalda. Desde la llamada, no había podido dormir bien y con mis años… – Fede se ha encargado de hombres por menos… - Visiblemente nervioso. Ricki dio un paso atrás. Pero ni se marchó ni se disculpó. - ¿Por qué coño tus peludos huevos no salen de mi vista?

- Señor… es… - Tartamudeó.

- ¡Cojones Ricki! Llevas diez años trabajando para mí y aún no te he matado… ¡Así que no me hagas perder más el tiempo!

- ¡Es ella señor! – Noté como mis cejas se fruncían.

- ¿Ella? ¿Y quién cojones es ella? ¿La virgen María?

-  No-o se-señor… Es la… la señora ko-ko… la mujer polaca, señor. – A pesar de mi edad, sentí como mi brazo se alzaba a agarraba con firmeza el cuello de Ricki.

- ¡Eso no es posible! – Gruñí, zarandeándolo.

Entonces, después de algunos sonidos extraños, la puerta de mi despacho volvió a abrirse, pero esta vez, la imagen que se presentaba ante mí me dejó de piedra.

Era como rejuvenecer treinta años en un solo instante. Unos ojos azules tan intensos como el fuego me miraban con furia y pasión. Era tan hermosa como la recordaba.

- Niki… - Exhalé. Solté a Ricki y me dirigí hasta ella. Fue tan repentino que el sabor de la sangre inundó mi boca antes de procesar que mi dulce Niki me había pegado un puñetazo.

- Jesteś draniem! Sukinsynu! – Esta vez, conseguí detener el derechazo que se dirigía a mi estómago. - ¡Me lo prometiste! ¡Me prometiste que cuidarías de ella! brudne kłamcą…

- Tranquila Niki, tranquila… - Intenté sostener a Niki, pero no dejaba de moverse. – ¡Ricki! ¡Llama a mi hijo!

- Se-señor… Ella no vino sola…

***

- ¡Soltadme de una puta vez! – Les grité a los dos hombres que me sostenía de los brazos. Tenía miedo. Mucho miedo…

Cuando les dije a Bart y Muriel que pensaba volver a la ciudad, Muriel no me dio alternativa. Bart se quedaría con Kyle en Mendocino y ella vendría conmigo a San Francisco. Cuando llegamos a San Francisco y Muriel condujo mi coche hasta Alameda Island no pude más que aguardar impaciente a saber a dónde nos dirigíamos.

Al llegar a una enorme mansión de estilo español repleta de innumerables hombres trajeados por un momento pensé lo peor. No… Muriel no habría… ¿Verdad? No es posible…

“Tranquila” Me dijo. “No te harán daño… No si vas conmigo”

Después de incontables gritos y discusiones, uno de los hombres se llevó a Muriel al interior de la casa y me dejó a solas con los demás armarios trajeados… que para mi horror, parecían anclados en los noventa con esos trajes de colores claros y hombros anchos. El exceso de gomina y coletas tampoco ayudaba demasiado… Al menos, eso era en lo que pensaba para no entrar en pánico.

Entonces, después de varios minutos sin saber nada de Muriel, dos engomados gorilas me agarraron por la espalda y me arrastraron, o más bien cargaron, hasta el interior de la mansión.

- ¡Dejadme! ¿Dónde está Muriel? ¿Dónde está? – Grité de nuevo, pero ninguno de ellos me respondían, sólo gruñían por el esfuerzo.

- ¿Por qué siempre les gustarán peleonas? – Gruñó uno de ellos, ante lo que otro se rió.

- Serán fuego en la cama… A mi no me importaría echarle el ajo a ésta gringa…

- ¡Calla, calla! Que nos corta los huevos el jefe como te escuche hablar así… Y sí esta le dice algo… - Estaba empezando a marearme con los dos gorilas hablando español y yo sin enterarme de nada… ¿Estarán hablando de cómo van a matarme?

- ¿Esta? Esta no se entera…

- ¡¿Queréis hacer el favor de hablar en mi puto idioma?! ¡Muriel! ¡Muriel! – Pataleé, sin conseguir nada más que algunas risas o gruñidos. Entramos en un pequeño salón escasamente amueblado y me dejaron por fin en el suelo, frente a un hombre joven al que no reconocí.

- Esas no son formas de tratar a una dama, señores… - Dijo el hombre joven.

- Esto no es una dama… es una culebra, gato… -  Con un ligero gesto, los hombres que me habían llevado hasta allí se marcharon, cerrando la puerta y dejándome sola con este hombre.

- Siento los modales de mis amigos. Paco y Toni no están muy acostumbrados a las mujeres todavía… - Dijo, sentándose en uno de los sillones.

- ¿Dónde está Muriel? – Exigí. Él se rió con fuerza.

- Dios… Sí que le echas huevos ¿Eh? Tu amorcito estaría muy orgullosa… - Un escalofrío me recorrió la columna. Max…  - Ella peleo hasta el final… Incluso se negó a decirnos donde estabas a pesar de toda la sangre que derramó… - Sus palabras se clavaron en mi pecho como dagas envenenadas. Sabía que debía pensar en Kyle… sabía que debía mantenerme serena… Pero no podía… Las lágrimas calientes que corrían por mis mejillas eran testigos de cómo mi cuerpo se movió sobre él. Ni siquiera supe dónde ni cómo agarré el abre cartas que precipité sobre él, furiosa. - ¡Eh! – Gritó, esquivando la herramienta justo a tiempo, aunque no fue lo suficientemente rápido cómo para esquivar el pisapapeles de cristal, que chocó con fuerza en su barbilla. - ¡Puta! – El hombre me agarró por las muñecas con fuerza y me impidió coger algo más. Escuché como la puerta volvía a abrirse de par en par y cerré los ojos esperando lo inevitable. ¿Un disparo tal vez…? ¿Qué más daba ya? Kyle está a salvo con Bart Y Muriel… sólo espero que Muriel esté bien…

- Shh… está bien Laura, está bien… - Vino la voz a mi espalda antes de sentir como unos brazos delgados me rodeaban.

- No… - Susurré, sin parar de llorar… - No… - No puede ser…

- Tranquila… Suelta al idiota. Estoy bien…

- ¿Max…? – Mi voz tembló al decir su nombre. Es mi imaginación… es un sueño… Los brazos a mi espalda me giraron cuando el hombre soltó mis muñecas. El vértigo se apoderó de mí mientras giraba. Y entonces ahí estaban. Esos brillantes y hermosos ojos azules, mirándome preocupados, coronando una sonrisa nerviosa y tentativa.

- Soy yo cariño…Soy yo… - Aun sintiéndome inestable, toqué su cara, sus brazos, su cuerpo… intentando convencerme de que sí… Max estaba aquí, delante de mí. Magullada, preocupada y tan preciosa como siempre.

- Oh Dios… - Lloré, abrazándola con fuerza. – No te vuelvas a ir, no te vuelvas a ir… - Decía una y otra vez, casi ahogándola con mi abrazo. – No me dejes… - Supliqué.


- No lo haré…

Nota de la Autora: Mañana se publicará otro ^^

2 comentarios:

  1. Un poco enredado pero feliz de que volviste con esta novela y esperando los demas capitulos para el final :)

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  2. Que bueno que hay continuación...pero mas me alegro que mañana hay otro capitulo mas !!!...besos desde Argentina Maria

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