Capítulo 16
Mi puro aún estaba a la mitad cuando Ricardo abrió
la puerta de mi despacho.
- ¡Señor! –
Gritó.
- ¿Me he
terminado mi puro, Ricki? – Gruñí, molesto. Dejando mi puro sobre el
cenicero.
- No señor
pero…
- ¿Pues entonces
qué coño haces en mi puto despacho? – Cansado, me levanté del sillón sintiendo
un terrible dolor de espalda. Desde la llamada, no había podido dormir bien y
con mis años… – Fede se ha encargado de
hombres por menos… - Visiblemente nervioso. Ricki dio un paso atrás. Pero
ni se marchó ni se disculpó. - ¿Por qué
coño tus peludos huevos no salen de mi vista?
- Señor… es… -
Tartamudeó.
- ¡Cojones
Ricki! Llevas diez años trabajando para mí y aún no te he matado… ¡Así que no
me hagas perder más el tiempo!
- ¡Es ella
señor! – Noté como mis cejas se fruncían.
- ¿Ella? ¿Y
quién cojones es ella? ¿La virgen María?
- No-o se-señor… Es la… la señora ko-ko… la
mujer polaca, señor. – A pesar de mi edad, sentí como mi brazo se alzaba a
agarraba con firmeza el cuello de Ricki.
- ¡Eso no es
posible! – Gruñí, zarandeándolo.
Entonces, después de algunos sonidos extraños, la
puerta de mi despacho volvió a abrirse, pero esta vez, la imagen que se
presentaba ante mí me dejó de piedra.
Era como rejuvenecer treinta años en un solo
instante. Unos ojos azules tan intensos como el fuego me miraban con furia y
pasión. Era tan hermosa como la recordaba.
- Niki… - Exhalé. Solté a Ricki y me dirigí hasta
ella. Fue tan repentino que el sabor de la sangre inundó mi boca antes de
procesar que mi dulce Niki me había pegado un puñetazo.
- Jesteś draniem! Sukinsynu! – Esta vez, conseguí
detener el derechazo que se dirigía a mi estómago. - ¡Me lo prometiste! ¡Me prometiste
que cuidarías de ella! brudne kłamcą…
- Tranquila Niki, tranquila… - Intenté sostener a
Niki, pero no dejaba de moverse. – ¡Ricki!
¡Llama a mi hijo!
- Se-señor…
Ella no vino sola…
***
- ¡Soltadme de una puta vez! – Les grité a los dos
hombres que me sostenía de los brazos. Tenía miedo. Mucho miedo…
Cuando les dije a Bart y Muriel que pensaba volver a
la ciudad, Muriel no me dio alternativa. Bart se quedaría con Kyle en Mendocino
y ella vendría conmigo a San Francisco. Cuando llegamos a San Francisco y
Muriel condujo mi coche hasta Alameda Island no pude más que aguardar
impaciente a saber a dónde nos dirigíamos.
Al llegar a una enorme mansión de estilo español
repleta de innumerables hombres trajeados por un momento pensé lo peor. No… Muriel no habría… ¿Verdad? No es posible…
“Tranquila” Me dijo. “No te harán daño… No si vas conmigo”
Después de incontables gritos y discusiones, uno de
los hombres se llevó a Muriel al interior de la casa y me dejó a solas con los
demás armarios trajeados… que para mi horror, parecían anclados en los noventa
con esos trajes de colores claros y hombros anchos. El exceso de gomina y
coletas tampoco ayudaba demasiado… Al menos, eso era en lo que pensaba para no
entrar en pánico.
Entonces, después de varios minutos sin saber nada
de Muriel, dos engomados gorilas me agarraron por la espalda y me arrastraron,
o más bien cargaron, hasta el interior de la mansión.
- ¡Dejadme! ¿Dónde está Muriel? ¿Dónde está? – Grité
de nuevo, pero ninguno de ellos me respondían, sólo gruñían por el esfuerzo.
- ¿Por qué
siempre les gustarán peleonas? – Gruñó uno de ellos, ante lo que otro se
rió.
- Serán fuego
en la cama… A mi no me importaría echarle el ajo a ésta gringa…
- ¡Calla,
calla! Que nos corta los huevos el jefe como te escuche hablar así… Y sí esta
le dice algo… -
Estaba empezando a marearme con los dos gorilas hablando español y yo sin
enterarme de nada… ¿Estarán hablando de cómo van a matarme?
- ¿Esta? Esta no
se entera…
- ¡¿Queréis hacer el favor de hablar en mi puto
idioma?! ¡Muriel! ¡Muriel! – Pataleé, sin conseguir nada más que algunas risas
o gruñidos. Entramos en un pequeño salón escasamente amueblado y me dejaron por
fin en el suelo, frente a un hombre joven al que no reconocí.
- Esas no son
formas de tratar a una dama, señores… - Dijo el hombre joven.
- Esto no es
una dama… es una culebra, gato… - Con un ligero gesto, los hombres que me habían
llevado hasta allí se marcharon, cerrando la puerta y dejándome sola con este
hombre.
- Siento los modales de mis amigos. Paco y Toni no
están muy acostumbrados a las mujeres todavía… - Dijo, sentándose en uno de los
sillones.
- ¿Dónde está Muriel? – Exigí. Él se rió con fuerza.
- Dios… Sí
que le echas huevos ¿Eh? Tu amorcito estaría muy orgullosa… - Un escalofrío me
recorrió la columna. Max… - Ella peleo
hasta el final… Incluso se negó a decirnos donde estabas a pesar de toda la
sangre que derramó… - Sus palabras se clavaron en mi pecho como dagas
envenenadas. Sabía que debía pensar en Kyle… sabía que debía mantenerme serena…
Pero no podía… Las lágrimas calientes que corrían por mis mejillas eran
testigos de cómo mi cuerpo se movió sobre él. Ni siquiera supe dónde ni cómo
agarré el abre cartas que precipité sobre él, furiosa. - ¡Eh! – Gritó,
esquivando la herramienta justo a tiempo, aunque no fue lo suficientemente
rápido cómo para esquivar el pisapapeles de cristal, que chocó con fuerza en su
barbilla. - ¡Puta! – El hombre me
agarró por las muñecas con fuerza y me impidió coger algo más. Escuché como la
puerta volvía a abrirse de par en par y cerré los ojos esperando lo inevitable.
¿Un disparo tal vez…? ¿Qué más daba ya? Kyle está a salvo con Bart Y Muriel…
sólo espero que Muriel esté bien…
- Shh… está bien Laura, está bien… - Vino la voz a
mi espalda antes de sentir como unos brazos delgados me rodeaban.
- No… - Susurré, sin parar de llorar… - No… - No
puede ser…
- Tranquila… Suelta al idiota. Estoy bien…
- ¿Max…? – Mi voz tembló al decir su nombre. Es mi imaginación…
es un sueño… Los brazos a mi espalda me giraron cuando el hombre soltó mis
muñecas. El vértigo se apoderó de mí mientras giraba. Y entonces ahí estaban. Esos
brillantes y hermosos ojos azules, mirándome preocupados, coronando una sonrisa
nerviosa y tentativa.
- Soy yo cariño…Soy yo… - Aun sintiéndome inestable,
toqué su cara, sus brazos, su cuerpo… intentando convencerme de que sí… Max
estaba aquí, delante de mí. Magullada, preocupada y tan preciosa como siempre.
- Oh Dios… - Lloré, abrazándola con fuerza. – No te vuelvas
a ir, no te vuelvas a ir… - Decía una y otra vez, casi ahogándola con mi
abrazo. – No me dejes… - Supliqué.
- No lo haré…
Nota de la Autora: Mañana se publicará otro ^^
Un poco enredado pero feliz de que volviste con esta novela y esperando los demas capitulos para el final :)
ResponderEliminarQue bueno que hay continuación...pero mas me alegro que mañana hay otro capitulo mas !!!...besos desde Argentina Maria
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