(LA SOCORRISTA)
PARTE I
Quería
matar a Olga. Con todas mis fuerzas. ¡Esto era una extorsión en toda regla! Es
mi cumpleaños por el amor del cielo… ¿Por qué demonios teníamos que hacer lo
que ella quisiera? Yo sólo quería estar tranquila en casa… un par de amigos… mi
padre… nada más. ¡Pues nada! Estábamos en la cola de la piscina comunitaria… en
pleno Agosto, desintegrándonos bajo el sol abrasador, a que se dignaran al
menos a abrir las taquillas… ¿y para qué? Para que la señorita pudiera ver al
Adonis descerebrado del socorrista, que la ignorará por completo, como todas
las veces anteriores.
Esta
era la primera vez que venía a la piscina comunitaria… y a mis recién cumplidos
20 años… ¿Qué por qué no he venido antes? A ver… por dónde empezar. Primero, ¿Quién
es tan estúpido de venir a la piscina comunitaria un sábado de Agosto, en una
ciudad del interior, donde es uno de los pocos lugares donde las personas
pueden refrescarse? Bueno, pues al parecer Olga y más de la mitad de las
familias mileuristas de la ciudad. Segundo, odio a los críos. Y no me refiero a
que no me gusten los niños, adoro a mi sobrino Javi, lo que no soporto son a
los mocosos de los demás… y más aún si son las típicas personas que traen a sus
5 hijos a la piscina el fin de semana con todos sus primos y amigos para no
tener que preocuparse por ellos, ya que los de seguridad y los socorristas se encargaran
de que no mueran… al menos ese día… Porque en serio. Puede que tengas la suerte
de conocer a un niño dulce y tranquilo… pero la mayoría de ellos son unos
demonios despiadados a los que ya no les entretiene quemar hormigas… no. Ahora
queman personas si no tienen en sus manos las malditas maquinitas. Y tercero y
no menos importarte, no sé nadar… me da miedo el agua. Y diréis, entonces, ¿Por
qué demonios he accedido a venir?
Pues,
la respuesta es muy simple. Olga ha tenido por una vez en su vida, el tino de
regalarme por mi cumpleaños la primera edición de uno de mis libros favoritos…
una rareza que ansío tener en mis estanterías, como ansiosa coleccionista de
libros. ¿Qué ocurre? Que obviamente Olga fue tan mezquina de amenazar con
devolverlo si no la acompañaba a la piscina y la ayudaba con su nuevo amor de
verano. ¿Y cómo he acabado con una mejor amiga como ella? Pues nada, que
también es mi prima.
-
¡Oh, ya abren! – Gritó Olga, levantándose del suelo y sacudiendo sus cortísimos
vaqueros azules, atrayendo las miradas de más adolescentes hormonados de los
que me gustaría.
-
Tranquila Olga, aún no ha aparecido el “Hombre de tus sueños”. – Le dije al
tiempo que me subía mis gafas de sol graduadas. Llevaba en el bolso las
normales, junto con el libro que iba a leer durante todo el día.
-
Venga, Diana. No seas tan muermo. ¡Ya tienes 20 años! Deberías estar feliz y
quitar esa cara de mosquita muerta que tienes siempre. – Me bajé un poco las
gafas y la miré con toda la fiereza que me concedía la visión borrosa. – Bueno,
vale… ya sé que este no es tu plan del cumpleaños perfecto. ¡Pero al menos te
he traído a algún sitio! Cuando cierren podrás volver a encerrarte en tu cueva
del demonio a leer tus dichosos libros. Ahora, tienes que ayudarme si no quieres
pasarte todo lo que resta de verano escuchando mis quejas y mis lamentos sobre
como odio ser soltera. – Dijo, mientras comenzaba a avanzar la cola. – Que por
cierto, a ver si tú también te animas. Que desde que dejaste a la chica esa…
¿Cómo se llamaba? ¿Susana?
-
Aarg… Sofía, se llamaba Sofía. Y he estado con ella 3 años. Al menos podrías
saberte su nombre. – Dije ofuscada.
-
¿Y qué más da, si ya no estáis juntas? Además, no me caía bien. Era arrogante,
prepotente y sabelotodo, y nos trataba a todos como a idiotas. – Vale, eso si
era verdad. Pero hay que admitir, primita mía. Que tú entras muchas veces en
esa categoría. – ¡Y yo qué sé joder! Se supone que los Gays y las Lesbianas
sois todo sexo y perversión… se supone que sois más divertidos…
-
Por favor, dime que no has dicho eso. – Dije exasperada. A veces a Olga le
perdía la lengua, y siempre acababa más metida en el fango de lo que ya estaba.
-
Oye, sabes a lo que me refiero. Está bien que tengáis una vida sexual muy
activa, con eso no tengo ningún problema… - ¿Veis que os había dicho?
-
Mira, déjalo ya antes de que te tire yo misma a la piscina con un centenar de
piedras atadas al cuerpo. – Olga levantó las manos a modo de rendición.
-
No muerdas que yo solo intentaba darle algo de chispa a tu vida. – Su atención
volvió a las taquillas, que ya sólo estaban a un par de grupos de distancia. -
¡No me jodas! ¡Han vuelto a subir el precio de la entrada! 8 euros por persona…
y ni siquiera hay descuento de estudiante los fines de semana… ¡Serán ladrones!
Y encima dentro te cobran un ojo de la cara por las bebidas… ¡Me saldría más
barato hacerme una piscina en mí casa! – Gritó lo último a todo aquel que
quisiera estar de acuerdo con ella, ganándose los típicos “Y qué lo digas,
jovencita” de las mujeres más mayores. Aun así, cuando llegó a las taquillas,
puso su mejor sonrisa al encantador y jovencísimo chico que cobraba las
entradas. – Dos, por favor… y tú número si estás disponible. – Olga se mordió
el labio sin disimulo y miró al chico con intensidad por encima de las gafas.
-
Lo siento, soy Gay. – Empecé a reírme a pleno pulmón cuando la cara de Olga
pasó rápidamente de coqueteo a una expresión de completo fastidio, mientras
pagaba las entradas más que molesta. Ya entrando por la puerta principal que
daba a amplios jardines de césped artificial, Olga se giró y se quitó las
gafas.
-
¿Qué coño os dan a los Gay para que os multipliquéis cómo ratas? ¿Es que ya no
quedan hombres heteros en el mundo? – Un hombre cuarentón, de barriga peluda y
cervecera y pelos que salían por lugares de donde no deberían salir, se puso
enfrente de Olga y alzó las cejas varias veces.
-
Aquí tienes a un semental más que dispuesto, preciosa. – El aliento a cerveza
me hizo arrugar la nariz, pero no tanto como a Olga, que parecía haberse comido
un limón entero.
-
¡Será puerco! – Le gritó, alejándose de allí a toda mecha, conmigo pisándole
los talones. Sé que es egoísta y estúpido pensar esto, pero a veces me sentía
muy bien sabiendo que mi pareja en el futuro, nunca, jamás, tendría la pinta de
ese barril peludo con arrugas entre las piernas… sin embargo, tal y como iban
los ligues de Olga, si tenía la suerte de encontrar a un hombre que llegara a
los 40 sin haber doblado su peso, sería afortunada. ¡Aupa Labrys!
-
Bien, este sitio será perfecto para montar el campamento de vigilancia. –
Comentó Olga, soltando todas sus cosas al lado de un árbol grueso que pegaba
bastante poco con el resto del lugar.
-
¿Y qué se supone que vas a vigilar? – Pregunté con hastío, colocando con
cuidado mi toalla pegada al árbol. Al menos este sitio me da la sombra
suficiente para leer sin asarme viva…
-
A él. – Señaló Olga. Cuando miré, sólo vi a un chico alto y moreno con andares
de rana y un bañador de un rojo intenso que parecía estar estrangulando a la pobre
lombriz que viviera en sus profundidades.
-
Tampoco es para tanto. – Comenté, viendo como Olga se giraba hacia m
cómicamente con la boca abierta. – Si no tienes cuidado vas a tragar algo más
que moscas…
-
¿Pero tú estás ciega? Hasta una lesbiana tiene que ver que es el tío más sexy
del planeta. Con ese abdomen de chocolate y ese pelo de pasión de gavilanes…
quiero que sea el padre de mis hijos.
-
Tú no quieres hijos. – Le recordé, sentándome sobre mi toalla y abriendo mi
bolsa para sacar el libro.
-
¡Me importa un pito! Miento, sí que me importa un pito… su pito. Duro y fuerte
sobre…
-
¡Arrggg! – Me tapé los oídos mientras veía la boca de Olga moverse sin parar
mientras lo miraba. Tampoco faltaron los gestos bruscos y explícitos que hacía
con las manos. Cuando por fin me quité las manos de los oídos casi cinco
minutos después, ella estaba terminando de hablar.
-
… chocolate fundido y cerezas. Hummm. – Ronroneó. - ¿No te parece genial?
-
Sí, sí… Lo que tú digas. Ahora ve a ligar con hombres peludos mientras yo leo
un rato. – Abrí el libro con un placer hedonista y lo olí con cuidado.
-
Tía, eres muy rara… - Comentó Olga mientras se quitaba la ropa. – ¡Anda mira!
Hoy mi amor tiene compañía… y una compañía muy atractiva.
-
Bien por ti, prima. Si uno te falla siempre te quedará el otro. – Mi prima se
rio y me dio un codazo.
-
Si miraras a lo mejor entenderías por qué me resulta tan divertido, bicho raro.
Puede que haya tenido una gran idea al traerte aquí hoy. Podrías alegrarte la
vista con algo más que con ese maldito libro.
-
Mira, no pienso caer en tu juego de… - miré a Olga, a punto de decirle que me
dejara seguir con mi día tranquila. Pero entonces ella se apartó y un destello
rojo bastante diferente a lo que me esperaba captó mi atención.
En
un traje de baño de una sola pieza rojo, estaba inclinada sobre la piscina una
de las mujeres más hermosas que había visto en mi vida. De caderas anchas y
busto alto y firme. Tenía el pelo largo y rubio, con mechas claras y doradas
que brillaban al sol, y una piel de un agradable color caramelo. Me quedé
momentáneamente embobada viendo como recogía aguda de la piscina con un pequeño
tubo de cristal para comprobar el cloro. Estaba preguntándome de qué color
serían sus ojos cuando la irritante voz de mi prima rompió mi ensueño.
-
¿Sexy eh? Hasta yo me la tiraría… - Parpadeando varias veces, borré todo rastro
de la imagen de la rubia de mi cabeza y volví a mirar a mi libro.
-
No me interesa. Seguro que es una descerebrada. Además de hetero. Prefiero mis
libros. – Olga bufó.
-
¡Pero bueno! Si vas con ese plan sólo necesitaras un convento para terminar de
hacerte monja. ¡Está buena! ¿Qué más quieres?
-
¿Qué te parece un cerebro? Y vuelo a repetirlo. Seguramente es hetero.
-
Eso no lo sabrás hasta que no hables con ella. Quién sabe, puede que sea tu
media naranja… una media naranja con unas tetas enormes.
-
Paso. – Zanjé, intentando concentrarme en el libro a pesar de querer volver a
mirar a la piscina.
***
-
Patri, creo que me he enamorado. – Soltó Pablo, nada más llegar hasta donde
estaba comprobando las muestras de cloro de la piscina.
-
No me llames Patri. – Dije con cansancio, sabiendo que no dejaría de hacerlo.
-
Es que mira que preciosidad ha venido hoy a la piscina. Ella va a ser la nueva
mujer de Pablo Corrales.
-
Lo que tú digas Pablo.
-
¡Pero mírala! ¿No te parece la cosa más hermosa del mundo? No se parece a las
chicas con las que he estado… Parece tan inaccesible. – Suspiró a mi lado. A
pesar de sus posturitas. Lo cierto era que Pablo era un chico bastante inseguro
y sensible.
-
Pobrecito. ¿Has intentado hablar con ella y te ha explotado tu burbuja de Don
Juan?
-
Si miraras sabrías a qué me refiero… ¿Qué se supone que le digo a una chica que
está leyendo? – Curiosa, miré hacia donde estaba mirando Pablo, curvando los
labios en una mueca cuando vi a una pequeña rubia en un bikini minúsculo leer
las normas de la piscina mientras hacía poses descaradas a Pablo.
-
No creo que te cueste mucho conseguirla. Hace más que poner el culo en pompa
para ti…
-
¿Qué? Preguntó Pablo confuso, mirando de nuevo. – No, la rubia no. Es guapa
pero es una facilona. A saber con cuantos ha estado. No quiero coger el lupus o
algo de eso. – Negando con la cabeza, le respondí.
-
Creo que te has equivocado de enfermedad…
-
Sabes a lo que me refiero… Mira. Es la chica morena que está sentada contra el
árbol. – Mirando de nuevo, esta vez busqué detrás de la rubia y me encontré con
algo que no me esperaba ver. Con el cabello castaño recogido en un moño
desordenado, una chica muy guapa leía bajo la sombra del árbol un libro pequeño
y antiguo. A pesar de la distancia, las pecas que cubrían una nariz y mejillas
tan pálidas como el alabastro, daban un toque dulce a la expresión seria y
concentrada con las gafas para ver casi a punto de caer de la respingona nariz.
Pasaba las hojas del libro con cuidado y cada pocos minutos agarraba un mechón
rebelde de su cabello y lo enroscaba en su dedo inconscientemente. - ¿Patri?
¡Oye!
-
¿Qué? – Pregunté molesta, quitando los ojos de la chica casi con pesar.
-
Ella es mía. Yo la vi primero. – Dijo, como un niño caprichoso.
-
Tranquilo. No pienso robártela. Al contrario que tú, yo no ligo en el trabajo.
– Algo más relajado, Pablo sonrió.
-
Cierto. Mejor para mí. – Señor, Pablo a veces es tan llano… él se dirigió hacia
la chica con paso seguro al principio, para luego rodear la piscina con
disimulo mientras la miraba. Riéndome. Lo lamente por ambos.
Tras
ponerme de nuevo protección solar, subí los tres escalones hasta llegar a lo
alto del puesto de socorristas. Poniéndome el silbato al cuello controlé la
zona norte de la piscina, donde había un mayor número de niños. Sin embargo, de
vez en cuando, mi vista miraba con interés la figura que parecía ajena a todo
lo que le rodeaba leyendo bajo un árbol. Suspirando con pesar, intenté
centrarme.
Vamos Patricia… seguro que es hetero…
Nota de la autora: Creo que esta es la primera vez que de verdad he querido escribir una comedia... o al menos lo que yo creo una comedia. La semana que viene se publicará la siguiente parte y mañana el capítulo de PLMDÉ, LEAE. Ya me diréis que os parece esta historia. Hasta mañana! ^^
Hola Bella q guay historias nuevas pero por favor Wild y Wise y Mi extraña y maravillosa familia me encantarían!!! Adoro Wild y Wise!!! Gracias x lo q nos das muchas gracias!!
ResponderEliminarGenial me encanto!!!,la historia promete mucho.
ResponderEliminarhelloooooooo cuando subes la otra parte?
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