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sábado, 14 de mayo de 2016

The Lifeguard Girl - Parte II

PARTE II



Por fin habían llegado las tres de la tarde y la piscina se había calmado un poco. Los niños del demonio estaban sentados junto a sus madres comiendo bocadillos y helados y sabía que eso me daría al menos una hora más de tranquilidad. Incluso la sombra del árbol ahora era perfecta para leer. Si al menos el agua que estaba bebiendo no pareciera arder en mi boca todo esto sería perfecto.


- ¡Me aso! – Gimió Olga, tumbada de espaldas al sol con el bikini desabrochado.

- Si no te hubieras jamado ese pedazo de bocata de tortilla hace media hora, ahora te podrías refrescar. – Le respondí, sin ni siquiera levantar la vista. – Siempre puedes ir a las duchas y mojarte con cuidado los brazos y las piernas. Ya estas empezando a parecer un cangrejo.

- ¡Eso no es cierto! – Gritó, a pesar de erguirse con cuidado y mirar su espalda. - ¡Eres una mentirosa! ¡Ni siquiera estabas mirando!

- ¿Y? Tampoco es que ponerse al sol a las tres de la tarde sin protector solar sea muy inteligente de tu parte. Así tu Adonis podría confundirte con un crustáceo al final del día.

- ¡Bruja!

- Yo también te quiero… - Dejando mi libro a un lado, cogí de nuevo la botella de agua, arrugando la nariz cuando mis dedos notaron el plástico caliente de la botella. Yo no puedo beber esto… Levantándome por primera vez desde que estábamos allí, rebusqué en mi bolsa mi monedero y saqué un billete de cinco euros. – Voy a ir al chiringuito a por una botella de agua, ¿Quieres algo?

- ¡Un mojito! – Fulminando a mi prima, me la quedé mirando con expresión cotrina bajo la mano que usaba como para-sol.

- ¡No tengo dinero para eso! ¿O una coca-cola o un polo?

- Agarrada… que sea una cola light entonces. Tengo que mantener la línea.

- Ya, por eso tu bocata tenía mayonesa para hibernar un año entero. – Levantando su dedo central, Olga volvió a cerrar los ojos contra la toalla. Metiendo mi libro en la bolsa, bajé la pequeña colina de césped artificial y toqué por primera vez el colado rasposo de color blanco que rodeaba la piscina. Todo estaba mojado y mis pies lo agradecieron a pesar de la inestabilidad en algunas zonas más desgastadas. Para mi desgracia, casi llegando a lo más profundo de la piscina, un grupo de niños estaba jugando con unas pistolas de agua cerca del borde. Intenté volver a la hierba, pero los muy odiosos  no paraban de moverse y ahogar a un niño rubio y gordo que estaba allí sentado. Sentí lástima por él, oyendo los continuos insultos que le prodigaban los otros en relación a su peso.

Vi mi oportunidad cuando se acercaron más a él dejando un pasillo estrecho al lado de la piscina. Con cuidado de no resbalarme, fui hasta allí feliz de librarme de tanto alboroto.

- ¡Dejadme en paz idiotas! – el grito desgarrado a mi izquierda fue lo último que oí antes de notar un fuerte dolor en la cabeza... y frío. Mucho frío.

***

Pablo estaba de espaldas a la piscina cuando ocurrió. Él estaba en el puesto de socorristas, girado para responder a una mujer mayor sobre el tiempo requerido para hacer la digestión después de comer boquerones mientras yo negaba con la cabeza por las ocurrencias de la gente.

Me dirigía de nuevo a los vestuarios para coger otra botella fría de Powerade cuando un grito me llamó la atención al otro lado de la piscina. Mayor fue mi sorpresa cuando me encontré de lleno con la guapa chica de pelo castaño caer inerte a la piscina, dejando un reguero de sangre correr por su cara.

- ¡Pablo! – Grité, justo antes de tirarme a la piscina de cabeza. Corté con mi cuerpo el agua fría a mi alrededor con eficiencia y avancé todo lo rápido que pude hasta el cuerpo que flotaba bocabajo inconsciente. Mis manos agarraron con fuerza sus hombros y la giraron antes de salir a tomar aire. - ¡Pablo! – Volví a gritar.

- ¡Aquí! – Pablo estaba inclinado cerca de donde la chica se había caído, rodeado de niños y curiosos. – ¡Por favor, apártense! – Reticentes, los chicos se apartaron cuando sus padres tiraron de ellos, pero siguieron pendientes de la escena. Estaba alzando a la chica para que Pablo la cogiera cuando la rubia pequeña que había estado con ella vino corriendo, con la parte de arriba del bikini ladeada.

-¡Diana! – Gritó alterada. – ¡Oh señor! ¿Diana?

- Está muerta. ¡Carlos ha matado a la señora! – Gritó uno de los niños.

- Lo siento mucho. ¡Lo siento! – Lloraba un niño rubio y rollizo mientras era consolado por una mujer mayor de enormes dimensiones.

- Ea, ea… No ha sido tu culpa. La seguridad aquí es malísima… - Si no hubiera estado tan preocupada por la chica que ya estaba tumbada bajo la supervisión de Pablo habría asesinado con la mirada a esa enorme y monstruosa mujer.

- ¡Mira mamá! La pistola tiene un poco de sangre… ¡Mola! – Soltó otro chico, cogiendo una enorme pistola de agua tirada en el borde, cerca de donde yo me estaba alzando con los brazos para salir de allí.

- Yo no quería, mamá… pero Luis y Gabi no paraban de meterse conmigo… - Seguía llorando el niño.

- Hay que hacerle el boca a boca. – Dijo Pablo, rápidamente inclinándose sobre la chica. Molesta, justo antes de que sus labios tocaran los de la chica, lo aparté con disimulo, sin querer hacer un espectáculo.

- Deja de decir gilipolleces. – Le gruñí en su oído. – Ha sufrido una conmoción, no se ha ahogado. ¿No ves cómo respira? – Estaba enfadada con él. Sabía que él se había dado cuenta de eso y quería aprovecharse de la situación. -  Ayúdame a llevarla a los vestuarios, lejos de toda esta gente.

Sin decir nada más, Pablo agarró a la chica en brazos y comenzó a dirigirse a los vestuarios, seguida de la pequeña rubia que ahora más que preocupada parecía estar celosa. Bufando cansada, fui a coger el botiquín de primeros auxilios rápidamente antes de que a Pablo le diera por intentar algo más.

***

Me dolía tanto la cabeza y tenía tanto frío que cuando noté un aliento cálido cerca de mi cara estuve a punto de agradecerlo… A punto. Ya que al abrir los ojos me encontré con la cara morena del socorrista a solo unos centímetros de mí, con los ojos cerrados, a punto de besarme.

Cuando sus labios tocaron los míos, el dolor se convirtió en unas arcadas incontenibles y antes de poder empujar al insistente imbécil, mi cuerpo respondió antes que mis brazos vomitando en su boca.

- ¡Mierda! – gritó el muchacho, girándose casi al mismo tiempo, escupiendo sin parar. Yo, internamente feliz a pesar de mi indisposición, seguí vomitando lo poco que tenía en el estómago a un lado del banco donde estaba tumbada.

- ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? – Aún mareada, miré al punto borroso que se movía hacia mí. Mis gafas… ¿Dónde están mis gafas?

- ¡Me ha vomitado dentro de la boca! ¡Claro que no estoy bien! – Dijo el chico, fuera de mi campo de visión.

- ¡A ti no te lo pregunto imbécil! Límpiate y sal a calmar a la rubia. No hace más que gritar y me está poniendo de los nervios… - Oh… Esa debe de ser Olga… Oí pasos furiosos que se alejaban y casi saltó del susto cuando sentí que pasaban un trapo por mi cara. – Lo siento. Sólo intento limpiarte el… vómito, de la cara…

- Oh joder… que asco… - Gemí, aguantándome las ganas de vomitar otra vez.

- Si bueno. Vomitar nunca es agradable… - Dijo la chica, que seguía limpiándome con cuidado. Por la cantidad de rojo que veía, debía de ser la chica socorrista, pero su pelo ahora estaba más oscuro. Cuando traté de mirar más detenidamente mi cabeza comenzó a doler a horrores por fruncir el ceño. – No debes forzar la vista. He dejado tus gafas aquí al lado, pero lo mejor sería que aún no te las pusieras. Tienes un buen golpe ahí arriba.

- Vomitar no es lo asqueroso. Él es asqueroso. – Quise erguirme pero ella me lo impidió.

- No te levantes. Debes esperar un poco para que no se coagule demasiada sangre ahí arriba.

- ¿Qué ha pasado? Lo último que recuerdo es a un niño gritando y luego el dolor de cabeza.

- Uno de los niños lazó enfado una pistola de agua contra sus amigos. Y tú estabas justo en medio de la diana. – A pesar del dolor, no pude evitar reírme.

- No… Yo soy la diana.

- Ya. Supongo que ahora mismo tu nombre te parece un tanto cómico ¿No?

- ¿Sabes cómo me llamo? – Pregunté extrañada.

- La rubia lo gritó cuando pudo colocarse bien su bikini. Debería recordarle que aquí no se puede hacer topless.

- Esa es Olga. Mi prima… - Mi camisa estaba completamente empapada y fría, menos por los lugares donde el vómito había llegado. Me sentía sucia. – Ojalá me hubiera traído un maldito bañador…

- Tengo una muda guardada en mi casillero. Puedo prestártela por si quieres limpiar tu ropa mientras te secas. – mareada y fría, me mordí el labio sabiendo que lo que iba a decir no era típico en mí.

- La verdad es que te lo agradecería mucho… - Comencé a decir, notando como la socorrista se alejaba de mí. – Pero. La muda no será uno de esos bañadores ¿Verdad? A mi no me va el rojo de los vigilantes de la playa, me temo. – Una carcajada grave y limpia me llegó a mi espalda.

- Tranquila. Son unas bermudas y una camiseta de esas que regalan con el ron… no es nada elegante. Pero te servirá mientras tu ropa se seca. – la socorrista volvió a acercarse, esta vez llevaba algo que cubría su bañador. Supuse que era una toalla. – Deja que te limpie la herida de la cabeza antes de nada. Después te dejaré para que te cambies.

- Está bien. – La dejé hacer. Gruñendo de vez en cuando cuándo el alcohol tocó mis sienes.

- Listo. No ha sido nada. Sólo un susto. Tienes la toalla y la ropa a tu derecha…

-Oye… sé que has dicho que no debería. Pero como no me ponga las gafas voy a tener otro accidente… - Antes de poder decir nada más. Noté que tomaba una de mis manos y me dejaba las gafas en ella. – Gracias. – Dije tímidamente. Era la primera vez que notaba su piel. Estaba mojada. – él no fue quien me sacó del agua, ¿No?

- No… - Cuando me puse las gafas, la socorrista ya había salido. Suspirando con fuerza, me senté con cuidado, intentando no moverme con demasiada brusquedad.

- Si tú me hubieras hecho el boca a boca, de seguro mi ropa no estaría manchada de pota… - Maldita mi suerte… he tenido a ese bellezón mojado delante de mí y no he visto nada. ¡Asco de vista!

***

Apoyada en la pared al otro lado del vestuario, se formó una enorme sonrisa en mis labios.


Puede que no sea tan hetero como pensaba…

1 comentario:

  1. Me he reído bastante eh, me encanta. No sé si puedo esperar a la próxima semana para leer el siguiente capítulo... Saludos.

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