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miércoles, 1 de julio de 2015

Oculta Entre Las Sombras Capítulo 21

CAPÍTULO 21



(Algunos minutos antes)

Vi como Elizabeth se marchaba rápidamente, dejándonos a todos un poco extrañados por su clara huida. Me disculpé cortésmente con su padre y sus abuelos y fui tras ella.

Había sido tan natural hablar de un futuro con Elizabeth que ni siquiera pensé en cómo se sentiría ella. No habíamos hablado de que le íbamos a decir a sus abuelos, pero al verlos me pareció tan natural hablar sobre como actuaría si de verdad estuviéramos juntas… bailando con ella esta noche la ansiedad por fin desapareció, y sólo quedó… ¿Qué quedo? Ni si quiera tengo palabras para describir que fue lo que sentí al bailar con ella… era como si de repente todo el mal que me hizo pasar desapareciera y sólo recordara a esa chica de 15 años a la que evitaba nerviosa… o la chica feliz y resuelta que había conocido las últimas semanas… esa, era la verdadera Elizabeth… no la chica que me insultaba en los pasillos o se burlaba de mí en clase… eso era una fachada, y ahora podía verlo.


Lo había visto al ver sus ojos esta noche…al verlos en el almacén de la discoteca… ¿Era posible que todo este tiempo Elizabeth sólo tuviera miedo? ¿Pero de qué? ¿De mí? ¡Eso era absurdo! Hace unos años yo simplemente era una huérfana tímida y solitaria… ¿Cómo podía tenerme miedo? Tiene que haber algo más… ¿Pero qué? ¿Fue por envidia? ¿Competición? ¿QUÉ?

Al llegar a la puerta del gran salón, vi como Elizabeth subía unas escaleras laterales de mármol, después de hablar con uno de los pingüinos que repartía copas de champagne. No sabía si seguirla o no, ya que había visto algo parecido a la desesperación en sus ojos mientras la veía subir apurada las escaleras…

- ¡Tiene que ser ahora! – La voz me resultó familiar y cuando me giré vi al señor MacAdams inclinado ligeramente hablando con agitación por el teléfono. – ¡Sí, deprisa!

- ¿Se encuentra bien señor MacAdams? Le veo alterado. – Le dije, aunque mis ojos aún seguían a Elizabeth, que estaba abriendo puertas en la planta superior. El señor MacAdams tapo el teléfono con disimulo y me miró extrañado.

- Oh, no es nada señorita Buckley… cosas del trabajo, a uno no lo dejan ni respirar cuando está de fiesta… - Dijo George, aun con el teléfono apoyado en su pecho.

- Una lástima. – Dije en un susurro, viendo como Elizabeth se adentraba por fin en una de las habitaciones. – Si me disculpa… - Dije, aunque comencé a subir las escaleras sin prestar demasiada atención a si me respondía o no.

Llegué a la planta de arriba y vi que la puerta por la que había entrado Elizabeth estaba entornada. Avancé con cuidado, sin hacer ruido, hasta llegar a la puerta. La abrí sólo un poco y vi como Elizabeth se quitaba los tacones con desgana sentada en un diván a un lado de la sala. Se la veía alterada… inestable… como si se fuera a romper en mil pedazos de un momento a otro…

Elizabeth se levantó y se dirigió hacia una de las ventanas. Aproveché que estaba de espaldas a la puerta para entrar y cerrar con cuidado a mi espalda. La sala estaba muy oscura y tan solo el fondo de la sala estaba iluminado por la luz de las farolas. Las gotas de lluvia en las ventanas dibujaban pequeños borrones en el suelo de la sala de música, creando la ilusión de un río en el parqué y dibujaban en el rostro de Elizabeth pequeñas gotas parecidas a las lágrimas.

La imagen de Elizabeth golpeando la ventana con tristeza me paró el corazón. Sentía la necesidad de ir hacia ella y abrazarla… de decirle que no se preocupara… y eso me asustaba. Me asustaba sentir tanto por una persona que supuestamente me odiaba y no me quería en su vida… una persona que se había esmerado tanto en apartarme de ella como en confundirme y hacerme daño…

Al acércame un poco más, me di cuenta de que las sombras que había en el rostro de Elizabeth no eran por la lluvia, eran sus lágrimas. Elizabeth estaba llorando en silencio, mirando el exterior con pesar… Por favor, dime que te pasa… dime que es lo que te atormenta… tal vez así todas estas emociones tengan más sentido… y como si mi plegaria hubiera sido escuchada, oí lo que mi corazón llevaba tanto tiempo mostrándome…

- ¿Por qué no puedes amarme? – Susurró Elizabeth…

¿Sabéis ese momento en el que no sabéis si el dolor en vuestro pecho es bueno o malo? Ese momento en el que le ponéis nombre a esa sensación de ahogo, que os oprime por dentro y no os deja respirar… esa sensación que os pone nerviosos y la piel de gallina sin sentido… pues con esa frase… con esa sencilla frase y tan llena de respuestas… sentí como mi corazón explotaba en mi interior y mis pulmones cogieron aire por primera vez… como si hubiera estado conteniendo la respiración toda mi vida… y por eso, con el primer suspiro que salió de mis labios, le dije mientras me dirigía hacia ella…

- Porque no me dejaste hacerlo… - Elizabeth se giró, presa del pánico. Y en su rostro lo vi todo… Miedo… Dolor… Vergüenza… Pudor… Deseo… y sí. Amor… era amor. Fue la fuerza de ese sentimiento lo que vi en sus ojos la primera vez… fue ese sentimiento tan extraño y a la vez tan maravilloso el que me impidió ver más allá de sus actos… más allá del dolor y la frustración que mostraban… ella… ella no sabía cómo amarme… y yo fui tan tonta de no verlo…

Quería borrar todos esos malos recuerdos… todos los sentimientos de frustración y dolor de su rostro y mostrarle que no debía tener miedo… que yo también la amaba… desde siempre… pero había sido tan cobarde, tan ingenua… que no supe ver su corazón… no supe ver que el daño que me infringía no tenía comparación con el que le estaba haciendo yo al ignorarla… pero ya no. Ya se acabó. No pienso dejar que huya de esto y yo tampoco voy a huir…

Así que la agarré y la besé con ardor. Quería transmitirle todos mis sentimientos… todos esos sentimientos caóticos que eran iguales a los suyos… arrancarle a besos su amor si era necesario… y no podría calcular mi felicidad cuando al instante, sus labios me devoraron tan hambrientos como los míos…

La alcé en volandas, sin separar nuestros labios en ningún momento, estrechándola con fuerza contra mí, deseando fundirme con ella todo lo que nuestros cuerpos nos permitieran…

Llegamos hasta el diván y me tumbé sobre ella, sintiendo sus manos recorrerme de arriba abajo, con ansia… pronto vi como mi chaleco caía al suelo y los tirantes de los pantalones eran deslizados sin reparos y mi camisa era sacada a tirones… quería bajar por su cuerpo, quería devorarla entera, sin dejar ni una sola porción de piel sin que mis labios la degustasen… pero ella no me dejaba, se aferraba a mis labios con un ahínco tan férreo… parecía que temiera que al despegar nuestros labios todo se desvanecería… como en un sueño…

Quería demostrarle que se equivocaba y fui bajando por su cuello hasta llegar al contorno de sus pechos… pero ella gimió de impaciencia y me agarró con fuerza de la corbata, volviendo a juntar nuestros labios, esta vez adentrando su lengua con deseo, buscando la mía… me estaba perdiendo… era tan condenadamente caliente… sus labios eran como una droga y tal era mi embriaguez, que no sentí sus manos ansiosas hasta que cubrieron por total mi excitación.

Se había abierto paso a través de mis pantalones sin preocuparse por desvestirme… y sus manos… Dios… sus manos me estaban volviendo loca… me abarcaban por completo y no pude evitar despegar nuestras bocas para poder gemir con libertad al sentir su otra mano impulsarme con firmeza a la que tenía en mi entrepierna… sentía que estaba a punto de explotar, pero quería más… necesitaba más…

Y sin mediar palabras, arqueé la espalda y la miré con desesperación… Por favor… y no hizo falta más… Elizabeth entró en mí, arrancándome un gruñido de placer al sentirme por fin completa, y volvía a robar sus labios mientras sus dedos se anclaron en mi interior, acariciando mi clítoris hinchado con su palma, mientras entraba y salía de mí…

Mis caderas comenzaron a empujar por sí solas, más fuerte, más rápido… sabía que estaba a punto de llegar y Elizabeth también lo sabía… me separó de sus labios y me miró fijamente.

- Mírame…por favor. – Jadeó. Y la miré. Y una vez que nuestras miradas se anclaron noté como todo mi cuerpo se convulsionaba y se extasiaba… llenando su mano del caliente líquido de mi interior. Apoyé mi frente en su hombro, respirando con dificultad, mientras sentía como sus dedos abandonaban el preciado lugar al que habían amado y me estrechaba entre sus brazos con fuerza.

Aun sentía mi cuerpo débil y gelatinoso cuando empecé a sentir como Elizabeth temblaba debajo de mí. Alcé la cara de la seguridad de su hombro y la contemple, consternada, cuando vi que estaba llorando sin control.

- Elizabeth… ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? – Pregunté preocupada, mientras limpiaba sus lágrimas como podía. Pero seguían bajando más y más y yo no sabía qué hacer. Ella empezó a negar con la cabeza sin parar de llorar y agarran mi camisa con fuerza. - ¿Qué? Por favor, dime que te pasa… - Le supliqué.

- Yo… - Balbuceó, respirando entrecortadamente. – Yo… yo no…

- Vamos, tranquila… - Le susurré, besándola con ternura en la mejilla. Elizabeth me miró… algo más calmada, y me acarició el torso con cuidado.

- Tú… ¿Por qué no…? ¿Por qué no me odias? – Preguntó al fin, con voz temblorosa. – Yo… te he hecho tanto daño… - Elizabeth comenzó a llorar de nuevo, tapándose la cara con las manos. Yo la rodee con los brazos y la acuné, hasta que por fin se fue calmando poco a poco. – No… no lo entiendo…

- Elizabeth… - Le susurré al oído, teniéndola aun entre mis brazos. – Puede que no hayas sido del todo acertada a la hora de mostrar tus sentimientos. – Le dije, sintiendo como una sonrisa triste se formaba en sus labios. – Pero es imposible que te odie… Todo lo que hiciste, lo hiciste porque no supiste afrontar lo que sentías por mí… ¿Y sabes qué? – Le pregunté. – Yo tampoco… - Elizabeth me miró extrañada, sin comprender, y yo no pude más que apartar la mirada avergonzada. – Yo… te evitaba a propósito cuando te conocí… puede que en cierta manera yo tuviera la culpa de que tuvieras que golpearme en toda la cara para que finalmente te mirara… me ponías tan nerviosa…

- Que yo… ¿Te ponía nerviosa? Pero si ni siquiera me mirabas… - Dijo Elizabeth, incrédula. – No tienes por qué decirme eso para… - Pero no pudo acabar, porque la había vuelto a besar. Esta vez, fue un beso mucho más dulce y pausado… y oír como Elizabeth gemía suavemente volvía a erizar mi piel… ahora no vas a evitar que te pruebe…

Agarré sus muñecas con fuerza y comencé a besar su cuello con parsimonia y dedicación. Fui bajando hasta volver a encontrarme con esos maravillosos pechos alzados por el sujetador de encaje rojo… los mordisqueé con cuidado haciendo que Elizabeth soltara pequeños gritos de placer. Al soltarle las manos para alzarle el vestido, sus manos agarraron mi cabeza, instándome a besar y morder con más fuerza… estaba en el paraíso…

La piel clara y suave de Elizabeth sabía a gloria… quería besar sus pechos pero el ansia me pudo más y fui bajando hasta recorrer su ombligo con mi lengua, mientras mis manos bajaban las medias y el minúsculo tanga rojo. su olor me mareo como una droga y no esperé más para dar un lengüetazo entre los suaves rizos castaños.

Elizabeth gimió y se arqueó debajo de mí, sujetando aun mi cabeza entre sus piernas. A cada acometida de mi lengua, la voz Elizabeth se volvía más y más urgente… con ruidos que clamaban más y más rapidez. Chupe, lamí y acaricié cada espacio, cada pliegue… todo, lo quería todo de ella… si el néctar de los Dioses tenía algún sabor, sin duda era el suyo… las manos de Elizabeth se erizaron en mi pelo y tras un sordo gemido su cuerpo tembló entre mis labios y un líquido caliente se derramó en mi boca… poco a poco, la fui limpiando sintiendo sus quejas y sus temblores esporádicos al sentir mi lengua de nuevo en su sensible clítoris… cuando acabé, subí dejando un reguero de besos húmedos por su vientre y le di un último y profundo beso en los labios.

- Vaya… - Dijo Elizabeth, cuando al fin nuestros labios se separaron, rojos e hinchados. Entonces escuchamos un click suave y vi como un pequeña luz roja parpadeaba rápidamente en el diván. El pin que me dio su padre estaba justo debajo de Elizabeth, y seguramente, entre todo el movimiento se abría activado.

- ¡Mierda! ¡Corre deprisa, vístete! – Le dije con urgencia, mientras me levantaba y me remetía la camisa como podía. – Oh Dios… tu padre me va a matar…

- ¿Por qué? – Preguntó Elizabeth extrañada, mientras se ponía el tanga de nuevo a toda prisa, asustada por mi reacción.

- El pin, ¡es un maldito sistema de alarma! Y le hemos dado si querer… seguro que los de seguridad echan la puerta abajo en un… - ¡Toc Toc! – Joder… oye… termina de adecentarte… yo intentaré decirles que ha sido una equivocación… con suerte no se lo dirán a tu padre. – Dije mientras me dirigía hacia la puerta, terminando de ponerme los tirantes y adecentar un poco más la corbata completamente arrugada.

- ¿A qué te refieres? ¿Qué equipo de seguridad? – Preguntó Elizabeth cuando yo abría la puerta y veía a tres hombres de esmoquin con las armas alzadas. Yo levanté las ambas manos con miedo.

- Oye, fue una equivocación, en realidad no hay ningún… - Un sonido sordo llegó a mis oídos justo antes de sentir como mi cuerpo se tambaleaba… extrañada, alcé la mano derecha y me agarré el estómago, donde empezaba a tener un dolor espantoso… ¿Qué?

- ¡ALEXIA! – Gritó Elizabeth detrás de mí… pero sonaba muy lejos y no tenía fuerzas para girarme, así que alcé la vista, empezando a ver manchas negras por todas partes, mientras uno de los hombres, que tenía el arma alzada, se quitaba un sombrero y dejaba ver una fea cicatriz.


- Te la tenía guardada, Yonkie de mierda… - Mis manos estaban cubiertas de sangre cuando las alcé extrañada… Lo último que vieron mis ojos antes de que volviera a apretar el gatillo, fue la fea sonrisa torcida de ese hombre, y el contacto del frío suelo en mi espalda fue lo último que sentí antes de que las sombras me engulleran…

8 comentarios:

  1. Como diablos nos puedes hacer tocar el cielo y dejarnos caer de golpe hasta el infierno en un solo capitulo, definitivamente eres una genia con las palabras.
    Mujer excelente se queda corto para lo que fue el capitulo, gracias
    Luisa V.

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  2. Excelente!!! Siempre te leo, nunca comento, pero hoy vale la pena!
    Gracias y seguí así...
    Un beso enorme desde Argentina.

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  3. dios no puedes hacernos esto......,aunque me lo esperaba q algo malo les iba a pasar.
    capitulo emocionante eres una excelente escritora ,consigues ponernos la piel de gallina.gracias

    M.S(galicia)

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  4. Definitivamente ya no se ni que decir...lo que dicr luisa es verdad... tocamos el cielo con lo primero ya ahora nos dejaste peor q ayer!!!...
    En serio eres una super excelente escritora, cuando hagas tu primera novela estaré enseguida encantada de comprarla... espero autografo algun dia q vaya por España...
    Gracias por estas grandes historias,
    saludos y besos

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  5. Definitivamente ya no se ni que decir...lo que dicr luisa es verdad... tocamos el cielo con lo primero ya ahora nos dejaste peor q ayer!!!...
    En serio eres una super excelente escritora, cuando hagas tu primera novela estaré enseguida encantada de comprarla... espero autografo algun dia q vaya por España...
    Gracias por estas grandes historias,
    saludos y besos

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  6. Dios...me has dejado como si el tiro me lo hubieses pegado ami... que contraste de sensaciones en tan poco tiempo! ya tengo ciertas sospechas de quien esta detras de los secuestros... eres una crack

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  7. Pequeña Bella!!!! eres genial, que buen capitulo y ya imagino quien es el autor intelectual del secuestro, un abrazo desde México,,,,, San

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  8. es en serio? .. rayoos que intriga!! jaja escribes genial muchas felicitaciones, pero no nos intrigues tanto eso es CRUEL..
    besos desde Ecuador ;)

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