CAPÍTULO 21
(Algunos minutos antes)
Vi
como Elizabeth se marchaba rápidamente, dejándonos a todos un poco extrañados
por su clara huida. Me disculpé cortésmente con su padre y sus abuelos y fui
tras ella.
Había
sido tan natural hablar de un futuro con Elizabeth que ni siquiera pensé en
cómo se sentiría ella. No habíamos hablado de que le íbamos a decir a sus
abuelos, pero al verlos me pareció tan natural hablar sobre como actuaría si de
verdad estuviéramos juntas… bailando con ella esta noche la ansiedad por fin
desapareció, y sólo quedó… ¿Qué quedo?
Ni si quiera tengo palabras para describir que fue lo que sentí al bailar con
ella… era como si de repente todo el mal que me hizo pasar desapareciera y sólo
recordara a esa chica de 15 años a la que evitaba nerviosa… o la chica feliz y
resuelta que había conocido las últimas semanas… esa, era la verdadera
Elizabeth… no la chica que me insultaba en los pasillos o se burlaba de mí en
clase… eso era una fachada, y ahora podía verlo.
Lo
había visto al ver sus ojos esta noche…al verlos en el almacén de la discoteca…
¿Era posible que todo este tiempo
Elizabeth sólo tuviera miedo? ¿Pero de qué? ¿De mí? ¡Eso era absurdo! Hace unos
años yo simplemente era una huérfana tímida y solitaria… ¿Cómo podía tenerme
miedo? Tiene que haber algo más… ¿Pero qué? ¿Fue por envidia? ¿Competición? ¿QUÉ?
Al
llegar a la puerta del gran salón, vi como Elizabeth subía unas escaleras
laterales de mármol, después de hablar con uno de los pingüinos que repartía
copas de champagne. No sabía si seguirla o no, ya que había visto algo parecido
a la desesperación en sus ojos mientras la veía subir apurada las escaleras…
- ¡Tiene
que ser ahora! – La voz me resultó familiar y cuando me giré vi al señor
MacAdams inclinado ligeramente hablando con agitación por el teléfono. – ¡Sí,
deprisa!
- ¿Se
encuentra bien señor MacAdams? Le veo alterado. – Le dije, aunque mis ojos aún
seguían a Elizabeth, que estaba abriendo puertas en la planta superior. El
señor MacAdams tapo el teléfono con disimulo y me miró extrañado.
-
Oh, no es nada señorita Buckley… cosas del trabajo, a uno no lo dejan ni
respirar cuando está de fiesta… - Dijo George, aun con el teléfono apoyado en
su pecho.
-
Una lástima. – Dije en un susurro, viendo como Elizabeth se adentraba por fin
en una de las habitaciones. – Si me disculpa… - Dije, aunque comencé a subir
las escaleras sin prestar demasiada atención a si me respondía o no.
Llegué
a la planta de arriba y vi que la puerta por la que había entrado Elizabeth
estaba entornada. Avancé con cuidado, sin hacer ruido, hasta llegar a la
puerta. La abrí sólo un poco y vi como Elizabeth se quitaba los tacones con
desgana sentada en un diván a un lado de la sala. Se la veía alterada…
inestable… como si se fuera a romper en mil pedazos de un momento a otro…
Elizabeth
se levantó y se dirigió hacia una de las ventanas. Aproveché que estaba de
espaldas a la puerta para entrar y cerrar con cuidado a mi espalda. La sala
estaba muy oscura y tan solo el fondo de la sala estaba iluminado por la luz de
las farolas. Las gotas de lluvia en las ventanas dibujaban pequeños borrones en
el suelo de la sala de música, creando la ilusión de un río en el parqué y
dibujaban en el rostro de Elizabeth pequeñas gotas parecidas a las lágrimas.
La
imagen de Elizabeth golpeando la ventana con tristeza me paró el corazón. Sentía
la necesidad de ir hacia ella y abrazarla… de decirle que no se preocupara… y
eso me asustaba. Me asustaba sentir tanto por una persona que supuestamente me
odiaba y no me quería en su vida… una persona que se había esmerado tanto en
apartarme de ella como en confundirme y hacerme daño…
Al
acércame un poco más, me di cuenta de que las sombras que había en el rostro de
Elizabeth no eran por la lluvia, eran sus lágrimas. Elizabeth estaba llorando
en silencio, mirando el exterior con pesar… Por
favor, dime que te pasa… dime que es lo que te atormenta… tal vez así todas
estas emociones tengan más sentido… y como si mi plegaria hubiera sido
escuchada, oí lo que mi corazón llevaba tanto tiempo mostrándome…
-
¿Por qué no puedes amarme? – Susurró Elizabeth…
¿Sabéis ese momento en el que no sabéis
si el dolor en vuestro pecho es bueno o malo? Ese momento en el que le ponéis
nombre a esa sensación de ahogo, que os oprime por dentro y no os deja respirar…
esa sensación que os pone nerviosos y la piel de gallina sin sentido… pues con
esa frase… con esa sencilla frase y tan llena de respuestas… sentí como mi
corazón explotaba en mi interior y mis pulmones cogieron aire por primera vez…
como si hubiera estado conteniendo la respiración toda mi vida… y por eso, con
el primer suspiro que salió de mis labios, le dije mientras me dirigía hacia
ella…
-
Porque no me dejaste hacerlo… - Elizabeth se giró, presa del pánico. Y en su
rostro lo vi todo… Miedo… Dolor… Vergüenza… Pudor… Deseo… y sí. Amor… era amor.
Fue la fuerza de ese sentimiento lo que vi en sus ojos la primera vez… fue ese
sentimiento tan extraño y a la vez tan maravilloso el que me impidió ver más
allá de sus actos… más allá del dolor y la frustración que mostraban… ella…
ella no sabía cómo amarme… y yo fui tan tonta de no verlo…
Quería
borrar todos esos malos recuerdos… todos los sentimientos de frustración y
dolor de su rostro y mostrarle que no debía tener miedo… que yo también la
amaba… desde siempre… pero había sido tan cobarde, tan ingenua… que no supe ver
su corazón… no supe ver que el daño que me infringía no tenía comparación con
el que le estaba haciendo yo al ignorarla… pero ya no. Ya se acabó. No pienso
dejar que huya de esto y yo tampoco voy a huir…
Así
que la agarré y la besé con ardor. Quería transmitirle todos mis sentimientos…
todos esos sentimientos caóticos que eran iguales a los suyos… arrancarle a
besos su amor si era necesario… y no podría calcular mi felicidad cuando al
instante, sus labios me devoraron tan hambrientos como los míos…
La
alcé en volandas, sin separar nuestros labios en ningún momento, estrechándola con
fuerza contra mí, deseando fundirme con ella todo lo que nuestros cuerpos nos
permitieran…
Llegamos
hasta el diván y me tumbé sobre ella, sintiendo sus manos recorrerme de arriba
abajo, con ansia… pronto vi como mi chaleco caía al suelo y los tirantes de los
pantalones eran deslizados sin reparos y mi camisa era sacada a tirones… quería
bajar por su cuerpo, quería devorarla entera, sin dejar ni una sola porción de
piel sin que mis labios la degustasen… pero ella no me dejaba, se aferraba a
mis labios con un ahínco tan férreo… parecía que temiera que al despegar
nuestros labios todo se desvanecería… como en un sueño…
Quería
demostrarle que se equivocaba y fui bajando por su cuello hasta llegar al
contorno de sus pechos… pero ella gimió de impaciencia y me agarró con fuerza
de la corbata, volviendo a juntar nuestros labios, esta vez adentrando su
lengua con deseo, buscando la mía… me estaba perdiendo… era tan condenadamente
caliente… sus labios eran como una droga y tal era mi embriaguez, que no sentí
sus manos ansiosas hasta que cubrieron por total mi excitación.
Se
había abierto paso a través de mis pantalones sin preocuparse por desvestirme…
y sus manos… Dios… sus manos me estaban volviendo loca… me abarcaban por
completo y no pude evitar despegar nuestras bocas para poder gemir con libertad
al sentir su otra mano impulsarme con firmeza a la que tenía en mi entrepierna…
sentía que estaba a punto de explotar, pero quería más… necesitaba más…
Y sin
mediar palabras, arqueé la espalda y la miré con desesperación… Por favor… y no hizo falta más…
Elizabeth entró en mí, arrancándome un gruñido de placer al sentirme por fin
completa, y volvía a robar sus labios mientras sus dedos se anclaron en mi
interior, acariciando mi clítoris hinchado con su palma, mientras entraba y salía
de mí…
Mis
caderas comenzaron a empujar por sí solas, más fuerte, más rápido… sabía que
estaba a punto de llegar y Elizabeth también lo sabía… me separó de sus labios
y me miró fijamente.
-
Mírame…por favor. – Jadeó. Y la miré. Y una vez que nuestras miradas se
anclaron noté como todo mi cuerpo se convulsionaba y se extasiaba… llenando su
mano del caliente líquido de mi interior. Apoyé mi frente en su hombro,
respirando con dificultad, mientras sentía como sus dedos abandonaban el
preciado lugar al que habían amado y me estrechaba entre sus brazos con fuerza.
Aun
sentía mi cuerpo débil y gelatinoso cuando empecé a sentir como Elizabeth
temblaba debajo de mí. Alcé la cara de la seguridad de su hombro y la contemple,
consternada, cuando vi que estaba llorando sin control.
-
Elizabeth… ¿Estás bien? ¿Te he hecho daño? – Pregunté preocupada, mientras
limpiaba sus lágrimas como podía. Pero seguían bajando más y más y yo no sabía
qué hacer. Ella empezó a negar con la cabeza sin parar de llorar y agarran mi
camisa con fuerza. - ¿Qué? Por favor, dime que te pasa… - Le supliqué.
-
Yo… - Balbuceó, respirando entrecortadamente. – Yo… yo no…
-
Vamos, tranquila… - Le susurré, besándola con ternura en la mejilla. Elizabeth
me miró… algo más calmada, y me acarició el torso con cuidado.
-
Tú… ¿Por qué no…? ¿Por qué no me odias? – Preguntó al fin, con voz temblorosa. –
Yo… te he hecho tanto daño… - Elizabeth comenzó a llorar de nuevo, tapándose la
cara con las manos. Yo la rodee con los brazos y la acuné, hasta que por fin se
fue calmando poco a poco. – No… no lo entiendo…
-
Elizabeth… - Le susurré al oído, teniéndola aun entre mis brazos. – Puede que
no hayas sido del todo acertada a la hora de mostrar tus sentimientos. – Le dije,
sintiendo como una sonrisa triste se formaba en sus labios. – Pero es imposible
que te odie… Todo lo que hiciste, lo hiciste porque no supiste afrontar lo que
sentías por mí… ¿Y sabes qué? – Le pregunté. – Yo tampoco… - Elizabeth me miró
extrañada, sin comprender, y yo no pude más que apartar la mirada avergonzada. –
Yo… te evitaba a propósito cuando te conocí… puede que en cierta manera yo tuviera
la culpa de que tuvieras que golpearme en toda la cara para que finalmente te
mirara… me ponías tan nerviosa…
-
Que yo… ¿Te ponía nerviosa? Pero si ni siquiera me mirabas… - Dijo Elizabeth,
incrédula. – No tienes por qué decirme eso para… - Pero no pudo acabar, porque
la había vuelto a besar. Esta vez, fue un beso mucho más dulce y pausado… y oír
como Elizabeth gemía suavemente volvía a erizar mi piel… ahora no vas a evitar que te pruebe…
Agarré
sus muñecas con fuerza y comencé a besar su cuello con parsimonia y dedicación.
Fui bajando hasta volver a encontrarme con esos maravillosos pechos alzados por
el sujetador de encaje rojo… los mordisqueé con cuidado haciendo que Elizabeth
soltara pequeños gritos de placer. Al soltarle las manos para alzarle el
vestido, sus manos agarraron mi cabeza, instándome a besar y morder con más
fuerza… estaba en el paraíso…
La
piel clara y suave de Elizabeth sabía a gloria… quería besar sus pechos pero el
ansia me pudo más y fui bajando hasta recorrer su ombligo con mi lengua,
mientras mis manos bajaban las medias y el minúsculo tanga rojo. su olor me mareo
como una droga y no esperé más para dar un lengüetazo entre los suaves rizos
castaños.
Elizabeth
gimió y se arqueó debajo de mí, sujetando aun mi cabeza entre sus piernas. A cada
acometida de mi lengua, la voz Elizabeth se volvía más y más urgente… con
ruidos que clamaban más y más rapidez. Chupe, lamí y acaricié cada espacio,
cada pliegue… todo, lo quería todo de ella… si el néctar de los Dioses tenía algún
sabor, sin duda era el suyo… las manos de Elizabeth se erizaron en mi pelo y
tras un sordo gemido su cuerpo tembló entre mis labios y un líquido caliente se
derramó en mi boca… poco a poco, la fui limpiando sintiendo sus quejas y sus
temblores esporádicos al sentir mi lengua de nuevo en su sensible clítoris…
cuando acabé, subí dejando un reguero de besos húmedos por su vientre y le di
un último y profundo beso en los labios.
-
Vaya… - Dijo Elizabeth, cuando al fin nuestros labios se separaron, rojos e hinchados.
Entonces escuchamos un click suave y vi como un pequeña luz roja parpadeaba
rápidamente en el diván. El pin que me dio su padre estaba justo debajo de
Elizabeth, y seguramente, entre todo el movimiento se abría activado.
- ¡Mierda!
¡Corre deprisa, vístete! – Le dije con urgencia, mientras me levantaba y me
remetía la camisa como podía. – Oh Dios… tu padre me va a matar…
-
¿Por qué? – Preguntó Elizabeth extrañada, mientras se ponía el tanga de nuevo a
toda prisa, asustada por mi reacción.
-
El pin, ¡es un maldito sistema de alarma! Y le hemos dado si querer… seguro que
los de seguridad echan la puerta abajo en un… - ¡Toc Toc! – Joder… oye… termina
de adecentarte… yo intentaré decirles que ha sido una equivocación… con suerte
no se lo dirán a tu padre. – Dije mientras me dirigía hacia la puerta,
terminando de ponerme los tirantes y adecentar un poco más la corbata
completamente arrugada.
-
¿A qué te refieres? ¿Qué equipo de seguridad? – Preguntó Elizabeth cuando yo abría
la puerta y veía a tres hombres de esmoquin con las armas alzadas. Yo levanté
las ambas manos con miedo.
-
Oye, fue una equivocación, en realidad no hay ningún… - Un sonido sordo llegó a
mis oídos justo antes de sentir como mi cuerpo se tambaleaba… extrañada, alcé
la mano derecha y me agarré el estómago, donde empezaba a tener un dolor
espantoso… ¿Qué?
- ¡ALEXIA!
– Gritó Elizabeth detrás de mí… pero sonaba muy lejos y no tenía fuerzas para
girarme, así que alcé la vista, empezando a ver manchas negras por todas
partes, mientras uno de los hombres, que tenía el arma alzada, se quitaba un
sombrero y dejaba ver una fea cicatriz.
-
Te la tenía guardada, Yonkie de mierda… - Mis manos estaban cubiertas de sangre
cuando las alcé extrañada… Lo último que vieron mis ojos antes de que volviera
a apretar el gatillo, fue la fea sonrisa torcida de ese hombre, y el contacto
del frío suelo en mi espalda fue lo último que sentí antes de que las sombras
me engulleran…
Como diablos nos puedes hacer tocar el cielo y dejarnos caer de golpe hasta el infierno en un solo capitulo, definitivamente eres una genia con las palabras.
ResponderEliminarMujer excelente se queda corto para lo que fue el capitulo, gracias
Luisa V.
Excelente!!! Siempre te leo, nunca comento, pero hoy vale la pena!
ResponderEliminarGracias y seguí así...
Un beso enorme desde Argentina.
dios no puedes hacernos esto......,aunque me lo esperaba q algo malo les iba a pasar.
ResponderEliminarcapitulo emocionante eres una excelente escritora ,consigues ponernos la piel de gallina.gracias
M.S(galicia)
Definitivamente ya no se ni que decir...lo que dicr luisa es verdad... tocamos el cielo con lo primero ya ahora nos dejaste peor q ayer!!!...
ResponderEliminarEn serio eres una super excelente escritora, cuando hagas tu primera novela estaré enseguida encantada de comprarla... espero autografo algun dia q vaya por España...
Gracias por estas grandes historias,
saludos y besos
Definitivamente ya no se ni que decir...lo que dicr luisa es verdad... tocamos el cielo con lo primero ya ahora nos dejaste peor q ayer!!!...
ResponderEliminarEn serio eres una super excelente escritora, cuando hagas tu primera novela estaré enseguida encantada de comprarla... espero autografo algun dia q vaya por España...
Gracias por estas grandes historias,
saludos y besos
Dios...me has dejado como si el tiro me lo hubieses pegado ami... que contraste de sensaciones en tan poco tiempo! ya tengo ciertas sospechas de quien esta detras de los secuestros... eres una crack
ResponderEliminarPequeña Bella!!!! eres genial, que buen capitulo y ya imagino quien es el autor intelectual del secuestro, un abrazo desde México,,,,, San
ResponderEliminares en serio? .. rayoos que intriga!! jaja escribes genial muchas felicitaciones, pero no nos intrigues tanto eso es CRUEL..
ResponderEliminarbesos desde Ecuador ;)