PARTE I
“La joven estrella de cine y cantante
Emily Hall, cumple hoy su décimo octavo cumpleaños junto con algunos de sus
compañeros de reparto de su última película, y de nuevo podemos verla de la
mano del joven Jake Lovett… Esto me huele a romance de verano, Rose…”
Apagué
la televisión, hastiada de escuchar una y otra vez las mismas estupideces de
siempre… A los periodistas de hoy en día apenas les importa la crisis económica
o el hambre en el mundo… pero en cuanto a una de las niñas de Hollywood le
aparece celulitis o se les rompe un tacón en medio de la calle, acuden
corriendo como sanguijuelas en busca de “noticias jugosas”… ¡Patético!
-
¿Vera? ¡Cariño… llegaremos tarde! – Gritó mi tía desde la puerta de la casa.
Después de coger mi maleta, eché un último vistazo a la casa que me vio crecer…
ahora puesta a la venta. La muerte de mi madre aún estaba fresca y mi padre ya
empezaba a borrar todo rastro de su vida… empezando por la casa que hacía años
no pisaba. Ahora, tres meses después de la muerte de mi madre, me veía obligada
a mudarme a Estados Unidos donde mi padre vivía con su nueva esposa. Yo era
feliz en España… hubiera preferido quedarme con mi tía Carmen en Madrid, pero
la cosa no estaba para tirar cohetes y si mi padre no me había convencido con
la palabra “Master”, lo consiguió con la palabra “UCLA”. Puede que no fuera la
mejor Universidad para hacer un Postgrado en Periodismo, pero de ahí podría
saltar con facilidad a Chicago o Nueva York, donde los programas eran mucho
mejores… Tenía 23 años y sabía que era una oportunidad que no podía dejar
pasar… Sólo unos años con mi padre y después podría irme y trabajar donde
quisiera… - Cómo perdamos el avión tu padre va a enfadarse… - Mi tía Carmen,
hermana de mi padre, como siempre tan histérica… cómo si mi padre fuera a venir
a buscarme al aeropuerto…
El
viaje a Barajas fue en silencio… Notaba a mi tía triste por dejarla sola, pero
era lo mejor. Ella ya tenía suficiente con sus dos trabajos y era demasiado
orgullosa para pedirle ayuda a su hermano. Nos despedimos con un fuerte abrazo
y me prometió intentar ir a verme a mí y a mi padre en Navidades. Sabía que no
iba a venir… aun así asentí y le dije que me encantaría.
12
horas… 12 malditas horas de vuelo… fue horrible.
Al
salir del avión tenía la cabeza a punto de estallar y sólo quería llegar a
algún sitio y tirarme en una cama… Nunca pensé que echaría tanto de menos la
horizontalidad…
Llevaba
las gafas de sol puestas dentro del aeropuerto, ya que aunque para mi fueran
las 5 de la mañana, allí era plena tarde. Nada más cruzar las puertas tras
recoger mi equipaje y dejar que incontables manos masajearan mi cuerpo buscando
alguna bomba escondida en mi entrepierna, un sonriente chofer de unos 50 años
agitó un cartel con mi nombre.
-
¿Señorita Ortiz? ¿Es usted? – Preguntó el hombre extrañado.
-
Sí, soy yo. – Respondí simplemente… No me costó mucho cambiar el chip y hablar
en inglés, ya que desde pequeña había tenido una educación bilingüe por mi
padre.
-
Vaya… usted no se parece nada a su padre… Sin ofender… - Sonreí a mi pesar, ya
que no era la primera vez que pasaba. Mi padre, era el máximo exponente de
belleza masculina ibérica. Moreno tanto de piel como de cabello, ojos marrones
oscuro y pecho leonino y fuerte… parecía sacado de una película antigua de
mineros con su sonrisa blanca y sus hoyuelos de hombre de campo. Yo, sin
embargo, por vicisitudes del destino, había nacido con todos y cada uno de los
rasgos de mi madre. Española sólo de nacimiento y de familia austriaca, tenía
el pelo de un castaño muy claro, a juego con la piel blanca y liviana. Mis
ojos, como los de ella, fueron los que enamoraron a mi padre… Tan azules y
oscuros como el mar mediterráneo. Lo único que había sacado de mi padre era sus
hombros anchos y su alta estatura. Él, ya de por sí alto para ser español,
media cerca del metro noventa de altura… y yo, muy lejos de mis compatriotas
españolas, media cerca del metro ochenta. Mis ojos y mi altura siempre me
hicieron destacar entre las otras chicas, aunque ciertamente siempre fue un
problema a la hora de ponerse tacones… Muy pocos chicos quería salir con chicas
tan altas… la moda al parecer eran las chicas llavero, pequeñas y manejables…
Mi gran tamaño y mi temperamento siempre me dieron problemas a la hora de
encontrar novio, aunque con las chicas nunca tuve ese problema…
-
No me ofendo, no se preocupe. – El chófer sonrió y cogió todas mis maletas y me
guio hasta el coche… bueno, hasta la limusina… Mi padre, como siempre, tan
discreto. Por suerte, gracias a Dios no había cámaras presentes… eso siempre
fue algo que me molestó de la vida de mi padre… tan llena de flashes y
falsedades. Sabía que tendría que acostumbrarme, aunque con suerte, los
paparazzi no se darían cuenta de quién era por un tiempo… a lo mejor podía
hacerme pasar por alguien más trabajando en la casa… Eso me daría el tiempo
suficiente para hacerme con la rutina de las clases al menos. Media hora más
tarde, estábamos enfrente de una pequeña mansión en Glendale… Yupi… La mansión Adams en tonos marmoleos y
dorados… Que hortera es esa mujer por favor… Y hablando de Morticia…
-
¡Vera! – Llegó a mis oídos la estridente y soprana voz de Jessica, la nueva
esposa de mi padre, tan rubia y plastificada como una Barbie. - ¡Nos encanta
que hayas decidido venir a vivir con nosotros! ¡Por fin podremos ser una
familia! – Por el amor de Dios, ¿Esta
mujer sólo sabe gritar?
-
Hola Jess. – La saludé sin más, mientras la dejaba estrecharme lo más fuerte
que pudo en su escaso metro sesenta y brazos de espagueti. Ver como sus manos
se mantenían abiertas a causa de las largas uñar con manicura francesa me hizo
reír sin poder evitarlo… A esta mujer
sólo le hace falta un vestido de tubo con lentejuelas y sería la
personificación de la extravagancia americana. Todo en esta mujer es tan falso…
¿Habrá algo en ella que no esté operado?
-
Tu padre me dijo que dejaras todas tus cosas aquí y que fueras de inmediato a
verle al plató. ¡Quiere verte cuanto antes! – No pude evitar un gruñido de
fastidio… Yo sólo quería descansar.
-
¿Puedo al menos darme una ducha? Me he pasado 12 horas metida en una lata de
sardinas… - Jessica frunció el ceño sin entender, aunque pronto asintió con la
cabeza.
-
Ducha… sí claro. Pero no tardes. Patrick te estará esperando en el coche cuando
acabes… - El chofer inclinó la cabeza justo antes de que me adentrara en la
mansión Monster… Sólo espero que mi cama
no tenga sabanas demasiado chillonas… mis ojos podrían estallar si ven más
ostentosidad fluorescente…
***
-
¡Corten! Vamos Emily, sólo es un beso… ¿Qué tanto te cuesta ponerle algo más de
pasión? – Me gritó Jorge en su característico acento. Él era uno de los mejores
directores del momento y tenía muchísima suerte de trabajar con él… pero si
tenía que volver a besar la babosa boca de Jake hoy iba a vomitar.
-
¿Podemos dejar esta escena para mañana? Ya son más de las 6 de la tarde y
llevamos aquí encerrados desde las 7 de la mañana… ¡Necesito descansar! – Gemí
con fastidio. Al menos era cierto… aunque al menos 5 de esas horas se habían
invertido en mi maquillaje y mi pelo para que coincidiera exactamente con la
escena anterior, aunque fuera grabada hace más de un mes…
-
¿Las 6? ¿Ya es tan tarde? – Preguntó Jorge levantándose rápidamente de su
silla. Era raro… ya que realmente había soltado la queja sabiendo que vendría
un rotundo y grandioso NO. Jorge siempre terminaba las tomas… tardaran minutos
o horas en hacerlo. – Bien chicos, nos vemos mañana a las 10… y esta vez Emily…
¡Quiero pasión! – Gritó Jorge mientras se alejaba. Estaba ya caminando con mis
altos tacones lejos del decorado cuando sentí una presión en mi brazo.
-
Emily, ¿Qué te parece si vamos tú y yo a relajarnos a algún sitio? Cómo dijiste
ayer que querías un cumpleaños más tranquilo… - Sabía perfectamente a qué tipo
de cumpleaños se refería Jake, y con sólo de pensarlo me entraron arcadas. Aún
maldigo el día que acepté la tonta idea de mi Agente para hacer creer a la
prensa que Jake y yo teníamos algo… el muy idiota también lo creía.
-
Lo siento, pero realmente estoy muy cansada Jake. Nos vemos mañana. – Antes de
que pudiera responderme, salí pintando de allí, escondiéndome en mi camerino lo
más rápido que pude. A pesar del exagerado maquillaje, decidí dejármelo y
sencillamente cambiarme un poco de ropa… ya que el vestido de coctel era de lo
más incómodo. Cinco minutos después, la primera sonrisa verdadera del día se
formó en mis labios. A casa… a darme un
largo y caliente baño con burbujas… después, me haré una enorme pizza vegetal y
haré una maratón de Matrix… Sí, eso sí que es un cumpleaños…
Al
abrir la puerta de mi camerino, me di de bruces sin querer con una mujer joven
que corría hacia el plató. Ni siquiera tuve tiempo de verle la cara antes de
que la chica desapareciera de mi vista. Sin darle mayor importancia, a pesar de
su falta de educación, me dirigí a la salida del plató. La sonrisa se borró
rápidamente de mis labios al ver la cantidad inmensa de fotógrafos que había a
la salida.
Ofuscada,
me di la vuelta y crucé de nuevo el plató, con la mala tina de que al cruzarme
con unos focos me trastabillé con uno y lo dejé caer, provocando un fuerte
estruendo. Avergonzada, intenté colocarlo de nuevo en vertical, fracasando
estrepitosamente al resbalarse de mis manos, rompiendo, por si no se había roto
ya, la bombilla interior del aparato.
-
¡Mierda! – Grité enfadada. Menudo día de
mierda… Escuché las voces de los técnicos volver al plató a toda prisa y
planteé mis opciones. Opción uno, quedarse aquí y pagar el pato… Eres una
persona famosa, con suerte solo saldrá en los periódicos de mañana como “El
mayor tropiezo de Hall”. Opción dos, sales corriendo como una cobarde y dejas
que otro pague el pato… Sí, opción dos. Sin embargo, al empezar a correr, vi
que no me daba tiempo llegar de nuevo a los camerinos sin que me vieran… A la porra… tendrás que apechugar Emily…
Entonces, arrancándome un grito de asombro que rápidamente fue silenciado con
una mano, alguien me escondió detrás de un decorado, a tiempo de que los técnicos
no me vieran.
Comencé
a moverme asustada hasta que por fin vi el rostro de mi opresor… u opresora, ya
que se trataba de una mujer. Era muy joven, y su ropa me resultaba familiar.
Tenía el pelo castaño claro a la altura de los hombros y su boca no dejaba de
mostrar una sonrisa perfecta, sin embargo, fueron sus intensos y oscuros ojos
azules los que me calmaron.
-
Mira. – Dijo, señalando más allá. Soltó mi boca y me dejó girarme, para que
contemplara la escena. Tres técnicos se gritaban los unos a los otros,
echándose las culpas de la mala colocación de los focos y la supuesta caída
inocente de uno de ellos… estaban peleándose por ver a cuál de ellos les iban a
cobrar tan caro aparato cuando Jorge apareció en escena. – Vaya… será mejor que
nos larguemos de aquí. – Sin saber por qué, seguí a la chica de acento
peculiar. Fuera donde fuera donde me llevara…
Nota de la Autora: Aquí tenéis la primera parte de este relato. No será muy largo, como mucho 3 partes más. Aún no diré cuando se publicaran, ya que prefiero que sea sorpresa :D Espero que lo hayáis disfrutado, y nos vemos mañana con un capítulo más de STIGMA, donde puede que conozcamos a un nuevo integrante del grupo... quién sabe ;)
Me encantaaaaa...... Se te echaba d menos
ResponderEliminarUyyyyy esta historia si me engancho. Estare en ascuas esperando su publicacion. Ojala sea pronto...
ResponderEliminarSaludos a la distancia.
Maria Rene
Ya esta, otra historia q me engancho espero el próximo capitulo
ResponderEliminarM.S(galicia)