CAPÍTULO 28
Pasé
una página en el mismo momento en el que oí la puerta de la biblioteca
abrirse. No pude evitar sentir un leve escalofrío al escuchar como el pestillo
era cerrado suavemente. Me ha encerrado
con él… bueno, al menos aquí no sólo tengo botellas de cristal… miré las
paredes un instante y vi que la pica era el arma que tenía más cerca.
Escuché
como avanzaba hacia mí con tranquilidad, sin apenas hacer ruido con sus pies,
aunque no sabía si el señor MacAdams era consciente de la fuerte respiración
que salía de su boca. Era como sentir que un animal salvaje se acercaba a mí,
esperando el momento oportuno para lanzarse a mi yugular.
Cuando
noté que estaba a tan solo un par de pasos de mí, cerré el libro con fuerza y
cerré los ojos, respirando tranquilamente… tenía que conseguirlo…
-
Señor MacAdams, ¡qué sorpresa! Llega algo pronto, los Kensington aún no han
vuelto de la cena. – Le dije con una falsa tranquilidad, mientras veía como una
espeluznante sonrisa se formaba en sus labios.
-
¿En serio? ¿No están en casa? – Preguntó, mientras rodeaba el sofá donde me
encontraba y se sentaba en el sillón que solía usar Will, mostrando cierta
satisfacción al hacerlo. – Es una lástima, me temo que tengo algo de prisa…
-
Oh, no se preocupe, el tema a tratar no tardará demasiado. – Le dije, dejando
el libro en la mesa y levantándome del sofá…No
me sentía muy segura estando sentada. Tal vez siendo algo más alta que él no
sienta tanto miedo.
-
¿Usted sabe de qué se trata? Así tal vez podría comenzar con el papeleo, si es
necesario. – Dijo, jugando con sus dedos, sin dejar de mirarme. Este era el momento… tenía que conseguir que
se alterara… ¿Pero cómo? ¿Tal vez… el dinero?
-
Por supuesto. Will le ha hecho llamar porque desea modificar su testamento. –
Le respondí, viendo como dejaba de inmediato de mover sus dedos.
-
¿El testamento? ¿En qué sentido? ¿Desea poner tal vez alguna nueva cláusula? –
Preguntó, algo molesto, pero no enfadado.
-
No, sencillamente quiere añadirme en él. – Le dije, esperando un cambio más
brusco en su actitud, que la sutil mueca en sus labios.
-
¿A sí? Tal vez haya pensado en regalarte el piano… me dijo que lo tocabas muy
bien y hace años que nadie lo toca… tú le darías mejor uso. – Dijo sencillamente,
aireando la mano.
-
No, no es el piano lo que quiere cederme en su testamento… - Le dije, alejándome
un poco de él. – Según tengo entendido, Elizabeth y yo compartiremos la
herencia por igual… no me pareció correcto, pero cree que es lo justo por
haberla salvado. – Mientras hablaba pude ver como su rostro se volvía cada vez
más rojo, y cuando creí que iba a explotar, respiró hondo y me habló con
tranquilidad.
-
Me parece que eso es demasiado generoso. Creo que el señor Kensington se está precipitando
con esta decisión. – Sentenció George, sin apenas inmutarse.
-
Probablemente. – Dije, estando de acuerdo ante la idea. Vale Alexia, esto no ha funcionado… ha estado a punto, pero no ha sido
suficiente… ni siquiera se ha inmutado hasta que no has dicho el nombre de… ¡Claro!
Tenía algo más de sentido, pero al pensarlo solo pude sentir como el asco y la
ira se mezclaban en mi interior. No
Alexia, tienes que relajarte… - Sobre todo teniendo en cuenta que dentro de
unos meses no serviría de mucho…
-
¿A qué se refiere señorita Buckley? - ¡Bingo!
Al señor MacAdams se le cerraron los puños sobre su regazo y el pie se movía
nervioso… Sólo un poco más…
-
Oh… creí que ya lo sabría, Emma no habla de otra cosa. – Metí la mano en mi
bolsillo sin que se diera cuenta y me puse en el dedo el anillo descomunal que
me había dado Will. Alcé mi mano delante de mí y se lo mostré con una sonrisa. –
Elizabeth y yo vamos a casarnos.
Lo
que sucedió a continuación fue tan rápido e inesperado que no supe reaccionar
hasta que me encontré con sus manos apretando con fuerza mi garganta. Sentí un
dolor punzante en mis heridas al golpearme con fuerza contra la pared. El impacto
me hizo cerrar los ojos y en cuanto mi mente logró aclararse agarré con toda la
fuerza que pude sus manos para intentar que me soltara. Escuchaba de lejos los
gritos y golpes en la puerta de la biblioteca y abrí los ojos, que se iban
velando poco a poco, para encontrarme con un rostro lleno de furia y
desesperación.
- ¡ELLA
ES MÍA! ¡SIEMPRE HA SIDO MÍA! NO VOLVERÉ A DEJAR QUE ME LA QUITEN… ¡JAMÁS! –
Gritaba, con los ojos inyectados en sangre y apretando cada vez más sus dedos
en mi garganta.
No
podía gritar, no podía ni siquiera gemir de impotencia. Me sentía cada vez más
adormecida y sus manos, que formaron un cerco firme en mi garganta, me
provocaban un dolor a la vez abrasador y agobiante. Sentía como me zarandeaba,
pero cada vez estaba más mareada y el eco y los gritos de la sala se iban
alejando cada vez más… mis ojos se fueron cerrando, reduciendo mi vista a un
pequeño y borroso tubo de luz, parpadeante y extraño… cuando mis ojos se
cerraron por completo al fin, sentí como mi cuerpo se dejaba caer inerte sobre
el suelo, cubierto de objetos pequeños y punzantes…
Muy
lejos de mí, escuchaba una voz conocida gritar una y otra vez, zarandeando mi
cuerpo, para agarrar finalmente mi cara… en ese momento, perdí el sentido.
***
-
¡ALEXIA! ¡Respira! Vamos respira…
¿Elizabeth?
Noté
unos labios posarse sobre los míos y respirar con fuerza, obligando
dolorosamente al aire entrar en mi garganta, cerrada a cal y canto. Comencé a
toser y jadear cuando al fin el aire llegó a mis pulmones, provocándome un
dolor punzante en el interior de mi garganta.
Sentí
una fatiga abrumadora, así que aparté a Elizabeth de mí y vomité y escupí
varias veces sobre el suelo, comenzando a sentir otras partes de mi cuerpo. Mi torso
estaba húmedo y lleno de sangre. Aunque el dolor no era tan fuerte, sentí mi
cuerpo muy adormecido por la pérdida leve de sangre y la falta de oxígeno. Estaba
respirando entrecortadamente cuando abrí los ojos, que giraban e intentaban
enfocarse, hasta dar por fin con los ojos preocupados de Elizabeth, que aferraba
desesperada con sus manos mi cara. Fue entonces cuando noté que tenía las manos
llenas de cortes.
-
Tu-tus…ma-manos. – Le dije como pude, con la garganta ardiendo. Las lágrimas
salieron al fin de sus ojos, acompañadas de una temblorosa sonrisa.
-
Se te olvidó decirme que cuando le rompes una botella de cristal a alguien en
la cabeza puedes llegar a cortarte con ella. – Miré a su espalda, y vi al
equipo de seguridad esposar al señor MacAdams, que estaba inconsciente en el
suelo, con un hilo de sangre sobre la frente. – Espero de todo corazón que
llegue el día en que no tenga que preocuparme de que intenten matarte. – Me dijo,
con voz trémula, dándome suaves besos por toda la cara.
A pesar
de la quemazón, la agarré como pude de la nuca y la atraje hacia mí, uniendo
nuestros labios por mucho tiempo, hasta que fue necesario coger aire de nuevo.
-
Algún día… - Le dije con voz rasposa. Besándola de nuevo. – Cuando dejes de ser
tan condenadamente… atractiva… y los psicópatas dejen de obsesionarse contigo…
tal vez… - Mi media sonrisa me valió una suave cachetada seguida de otro dulce
beso.
Por fin… todo se ha acabado…
Pero tu q quieres q nos de un ataque a todas....,como nos puedes tener en vilo hasta el ultimo segundo
ResponderEliminarmenos mal q no le paso nada
genial el capitulo :)
para tus otras historias procurare tener un desfribilador cerca solo por si acaso ;-)
besos
M.S(galicia)
Oiga si.... esos susto van a darnos un infarto un dia de estos!!!
ResponderEliminarPero al fin todo esta termiando :)))
Ahora a esperar q se casen! !!!!