CAPÍTULO 1
Hace
poco más de seis meses, conocí a un hombre fantástico. Era dulce, atento y muy
atractivo. Salíamos todos los miércoles por la tarde para ir al cine y los
sábados por la mañana íbamos juntos a correr para acabar metiéndonos de nuevo
las calorías perdidas con un gran helado de chocolate y vainilla.
Se
llamaba William, tenía 28 años y era corredor de bolsa. Yo, recién salida de la
Academia de Policía, estaba dirigiendo el tráfico a las 8 de la mañana, cuando
un coche casi se lo lleva por delante. Yo, en mi papel de agente del orden, me
acerqué a él y lo repuse del susto. A cambio, él me invitó a un café cuando
saliera del trabajo. No pude decirle que no ha esos preciosos ojos castaños.
Esa
tarde lo pasé en grande. Hablamos de nuestra infancia, de nuestros trabajos y,
más tarde, de nuestra atracción. Por la noche se despidió de mí con un casto
beso en la mejilla. Nos separaban 5 años y él decía que quería tomarlo con
calma.
Durante
el siguiente mes, siempre que podía venía a recogerme a la estación de policía
y todos mis compañeros se metían conmigo por mi gran conquista. Él era un
hombre que destacaba. Alto, rubio y musculado bajo su traje de Lobo de Wall
Street. Mis compañeras me envidiaban y me hablaban de grandes mansiones y
pequeños niños rubitos correteando de un lado a otro. Yo muy tranquilamente las
calmaba y les decía que cada cosa a su tiempo, aunque al llegar a casa, yo
también soñaba.
Poco
a poco, establecimos nuestro horario de cine y entrenamiento, ya que yo quería
dejar de controlar el tráfico y conseguir una patrulla móvil motorizada. Así
que me centré en el trabajo. Hacía mucho que no estaba tan cómoda con una
pareja, así que me deje llevar sin más.
Cuando
llevábamos tres meses, un domingo de julio, lo llevé a mi apartamento, preparé
una cena romántica e hicimos el amor por primera vez. Desde entonces, siempre
que podíamos, íbamos a mi apartamento para tener sexo. A mí no me molestaba, ya
que muchas veces era yo la que lo proponía después de un día duro en el
trabajo, pero me di cuenta de que cada vez era más rápido y descuidado.
Lo
hable con mis compañeros Paul y Jimmy, con los que había ido a la Academia de
Policía, y les expliqué el nuevo comportamiento de William. Paul me dijo que
eso era normal, que a veces los hombres sólo quieren “rapiditos”, sin embargo,
me asombró mucho lo que me dijo Jimmy.
-
Ten cuidado Max. Sé que te estás enamorando de él y no quiero que salgas
lastimada.
Durante
un par de días después de mi charla con ellos me volví algo más reticente con
William, y este, me explicó que lo estaba pasando mal en el trabajo. Que la
economía se estaba derrumbando y tenía miedo, nada más. Así que dejé de
preocuparme.
Después
de cinco meses llevando el tráfico, por fin conseguí entrar en la compañía
móvil después de pasar el examen sin problemas. Me enfundé mi nuevo uniforme y
mis Ray Ban de aviador y me subí por primera vez a una reluciente Honda st
1300, blanca y negra. De ahora en adelante, ¡sería toda una CHiP! Me encantaban
las reposiciones de esa serie. Desde entonces siempre quise ser policía
motorizada. Una lástima que ya no se lleven las Harley Davidson en el cuerpo.
Jimmy,
que también se presentó al examen, sería mi nuevo compañero.
-
Vaya Max, te han dado el uniforme a medida ¿no? – Lo cierto es que el uniforme
me quedaba bastante justo, aunque no me resultaba incómodo. Prefería el de
invierno, ya que tenía colores más oscuros, pero este tampoco estaba mal,
aunque empezaba a asarme los pies con las botas altas en septiembre. – Ya lo
que faltaba, una poli rubia y sexy parando el trafico cuando pasa.
-
No te metas conmigo Jimmy. A mí por lo menos me queda bien. – Le saqué la
lengua para enfatizar un poco y el hizo un gesto algo grosero con su dedo. –
¡Vamos! Es normal… que uniforme cabría con esos fuertes pectorales.
Jimmy
era Gay, y aunque no era la regla general, le encantaba llevar la ropa
ajustada. Y dado que tenía la cintura mucho más estrecha que los hombros, le
habían dado un uniforme que le quedaba algo ancho. Cuando salíamos a bares de
ambiente siempre me metía con él llamándolo “Johnny Bravo”. Tenía un gran tupe
rubio, un mentón cuadrado y, mira tú por donde, cuando salía siempre llevaba
vaqueros y camiseta negra. Me lo ponía demasiado fácil.
El
siguiente mes pasó bastante tranquilo, aunque apenas pude pasar mucho tiempo
con William. Jimmy y yo empezamos a salir bastante juntos. Los fines de semana
íbamos juntos a las discotecas y entre semana parábamos siempre que podíamos a comer
hamburguesas a Sammy’s.
Llegó
el infame día de Halloween, donde centenares de avisos de gamberradas y fiestas
llegaban por radio. Ya habíamos detenido a un par de chavales que pensaron que
hacer cócteles molotov y tirarlos a los cubos de basura era gracioso cuando
recibimos una llamada de un domicilio cercano.
Jimmy
y yo fuimos rápidamente a la dirección que nos mandó la central y nos
encontramos con una mujer joven en la entrada de una pequeña mansión de las
afueras.
-
¡Agentes, por favor, unos chicos han entrado en los jardines y han comenzado a
destrozarlo todo! – La mujer, no mucho mayor que yo, era indudablemente
preciosa. Tenía el pelo largo y castaño, unos ojos verdes deslumbrantes a pesar
de la falta de luz y un cuerpo para quitar el hipo. Yo por mucho que saliera
con William, aun disfrutaba contemplando la belleza ajena.
-
Tranquila señora, nosotros nos encargamos. ¿Sabe cuántos hay? – Preguntó Jimmy,
mientras ambos desenfundábamos nuestras armas.
-
No lo sé, 5 o 6… tal vez más. – Pedí una patrulla para que viniera lo antes
posible cuando la mujer se percató de que teníamos las armas sacadas. - No irán
a disparar, ¿verdad?
-
Sólo si es necesario, señora… - No nos había dado el nombre con tanto
movimiento.
-
Johnson, Laura Johnson. – Dijo, mirándome directamente a los ojos. Dios, seguro
que es modelo. Llevaba unos tacones tan altos que superaba mi casi metro
ochenta de altura que me daban las botas. Tenía un porte elegante pero
claramente juvenil y vivaz. Su marido era un hombre afortunado.
-
Bien, señora Johnson, quédese dentro de casa, por favor. ¿Hay alguien que pueda
protegerla dentro de casa con usted? – Laura negó con la cabeza.
-
Sólo mi hijo pequeño y yo. Mi marido ha salido de viaje de negocios. No vuelve
hasta el domingo. – Hable un momento con Jimmy. Se escuchaban los destrozos de
los jóvenes y no nos podíamos acercar hasta que llegaran los refuerzos, si no,
se nos escaparían y tampoco podíamos dejar sola a la mujer y al niño.
Esperamos
un par de minutos y llego una patrulla y un pequeño furgón. Ya había cuatro
policías más con nosotros.
-
Está bien, señora Johnson, yo entraré con usted y os protegeré a usted y al
niño. – Ella asintió y se encaminó dentro de casa mientras los demás comenzaban
a rodear la casa. – Jimmy, tened cuidado.
-
Tú también Max. - Entre en la casa y cerré el gran portón.
-
¿Están todas las puertas cerradas? – Le pregunté a Laura, que había empezado a
subir las escaleras.
-
Sí, las cerré nada más empezaron los ruidos. – Miró de nuevo hacia arriba de manera
ansiosa.
-
¿Su hijo está arriba?
-Sí.
Le dije que se encerrara en el baño de mi dormitorio. – Empezaron a sonar
gritos y golpes en el jardín trasero. Laura se asustó bastante.
-
Suba y enciérrese con en el baño. – Le grite en cuanto oí un disparo.
-
Pero usted…
-
¡Suba! – Ella subió corriendo mientras yo me dirigí a la cocina apuntando con
mi arma a la puerta del patio. Tras un par de minutos de ruidos y gritos más
fuertes, la puerta se abrió de repente y un chico hispano entró abalanzándose
sobre mí. - ¡Alto! – El chico no se detuvo y me tiró de espaldas. Conseguí
agarrarlo del tobillo haciéndole caer contra el borde de la encimera. El chico
ahogo un gemido de dolor tapándose la boca y la nariz.
-
¡Es un cabrón hijo de puta! ¡Deberían detenerlo a él! – Dijo entre jadeos. En
ese momento entró Jimmy corriendo.
-
¡Max! ¿Estás bien? – Dijo agachándose a mi lado.
-
Sí sí…él está peor. – Me levanté y noté un pequeño reguero de sangre en mi
rostro. Me agaché sobre el chico y lo esposé. Lo levanté con cuidado, no
debería de tener más de 17 años. Tomé un trapo de cocina y se lo puse en la
sangrante nariz. – Ten, mantén la cabeza en alto.
Jimmy
se llevó al chico que seguía soltando improperios ahogados. Yo me quedé en la
cocina para terminar el informe con otro agente. Sólo se escapó una chica
saltando por la valla. Subí las escaleras y llamé a Laura, ya que la casa era
tan grande que no tenía ni idea de por dónde estaría el baño. Ésta salió de
inmediato de una habitación a mi izquierda seguida de un pequeño bultito
naranja con forma de calabaza.
-
¡Dios! ¡Está herida! – Dijo agarrando sin más mi cabeza, dejándome algo
anonadada.
-
¿Qué? ¡Oh sí! No se preocupe, vengo a tomarle declaración y darle el parte para
el seguro por los destrozos del jardín. He limpiado un poco la sangre de la
cocina del chico que entró, aunque no vendría mal otra pasada…
-
¡Venga! Ya haremos el parte más tarde… - Me agarró del brazo y me llevó con
ella por la misma puerta por donde había salido. El bultito naranja también nos
siguió sin decir nada. Pasamos rápidamente por una gran habitación principal y
entramos en un amplio baño. Me sentó sin miramientos en un taburete y comenzó a
rebuscar en un botiquín de pared. Sacó unas gasas, las mojó y se arrodilló
delante de mí. comenzó a frotar con decisión mi cara, quitando los restos de
sangre seca, hasta que quedó limpia.
Como
no sabía dónde mirar mientras me curaba, me centre en el bultito naranja con
forma de calabaza. No se le veía la cara pero tenía las manitas apoyadas en la
gran cabeza de calabaza, observándome desde el interior seguramente.
-
Es un traje muy bueno. No creo haberlo visto en ninguna tienda. – La pequeña
calabacita negó vivazmente.
-
¡Me lo ha hecho mami!
-
Entonces mami sabe hacer algo más que curar a policías. – Dije sin pensarlo
demasiado. Sentí como Laura sonreía por el rabillo del ojo.
-
Eso es porque mami sabe hacer muchas cosas. ¡Pero lo que mejor hace es hacer
disfraces! – La pequeña calabacita se levantó la gran boca de calabaza y pude
ver a un niño rubito de no más de tres años mirarme fijamente con su cara
pintada de verde. - ¡Me gusta mucho tú disfraz! – Sonreí cuando lo vi tocando
el casco de la moto, que había dejado en el suelo.
-
No es un disfraz… soy policía de verdad. –El chico me miró ceñudo y negó con la
cabeza. - ¿No?
-
Mami, cuando sea mayor voy a ser policía igual que ella. – Dijo el niño sin
más.
-
¿Y porque quieres ser policía? Aún queda mucho para que sepas lo que quieres
hacer de mayor, ¿no? – El niño volvió a negar con la cabeza.
-
Seguiré queriendo ser policía para así cuidar de mamá como tú lo has hecho…
además… me gusta el uniforme. – Dijo poniéndose mi casco, tapando así
completamente sus ojos. No pude evitar reírme y darle un par de toques en el
casco para que me mirara. Le giñe un ojo y él volvió a esconderse dentro
azorado.
-
Creo que a Kyle le gustas un poquito. – Dijo Laura, a lo que el niño se quejó.
– Bueno, bueno. Es normal, eres muy guapa para ser policía. – Ahí la que se
puso como un tomate fui yo. Miré mi cura en el espejo y le quité el casco al
señorito. Jimmy me llamo por la radio y le pedí 5 min para acabar el papeleo.
Terminó
de darme sus datos y de explicarme los hechos en el baño, así que después de
ofrecerse a acompañarme hasta la puerta salimos del baño. Sin embargo, una foto
en la pared de la habitación me llamó la atención. No era más grande que una
hoja de papel pero reconocería a ese hombre en cualquier parte.
-
¿Él es…? – Laura miró hacia donde yo apuntaba y asintió sonriente.
-
Es mi marido. Es muy atractivo, ¿no le parece? – Asentí sin más y me dirigí
rápidamente a la salida. Tenía que salir de allí. Al despedirme, no pude mirar
a Laura a la cara, por lo que ésta se extrañó. - ¿Se encuentra bien agente?
-
Sí…sí, no se preocupe. – Me subí a mi moto y salí de allí a toda velocidad. Aún
no me lo creía… ¿Cómo había podido ser tan estúpida?
Llegué
a la estación y dejé todos los datos de Laura y su testimonio. Salí de nuevo a
volver a patrullar cuando me encontré a Jimmy esperándome. Tenía un semblante triste
y frío.
-
Cuando entre en el salón vi… - Pero no lo dejé terminar. Me lancé a sus brazos
y lloré y lloré hasta que me quedé sin lágrimas. – Tranquila Max… Cuando vi la
foto de William y la señora Johnson en su boda tenía ganas de ponerme a
destrozar toda la casa. Es un cerdo asqueroso, no te merece.
Pasé
una de las peores semanas de mi vida. Me sentía mal por mí estupidez, por su
engaño y sobre todo por Laura y el pequeño Kyle. Dios, ¡tenía la familia
perfecta! Laura era una mujer preciosa y atenta y el pequeño Kyle era la viva
imagen de su padre, tan dulce y protector con su madre.
Cuando
terminé mi servicio el viernes ya había decidido lo que iba a hacer. Mañana,
cuando volviera, terminaría las cosas con él, pero no le diría nada sobre su
mujer. ¡No! Eso lo decidiría ella.
Como puedes hacer q me enganche a tus historias ? Genial comienzo y con ganas de saber q va a pasar :)
ResponderEliminarM.S(galicia)
Natalia como siempre un super inicio de historia... Wow en serio se ve muy buena... Y gracias por compartir toda esa imaginación con nosotras...
ResponderEliminarSaludos
Un comienzo interesante, como siempre Bella, gracias por compartirlo....Saludos desde Cordoba, Argentina
ResponderEliminar